“Estos cárteles son la Al Qaeda del hemisferio occidental… el ejército de Estados Unidos tratará a estas organizaciones como los terroristas que son: serán cazados y eliminados, igual que Al Qaeda”. Con estas palabras, Hegseth —secretario de Defensa de Estados Unidos, ahora denominado “secretario de Guerra” por la administración Trump— publicó un mensaje hace unos días que marca un punto de inflexión. Desde hace meses hemos venido señalando las implicaciones del giro en la estrategia estadounidense: del combate al crimen organizado hacia una “guerra contra el terror”. Pero tras una declaración como esta, hay múltiples aspectos que deben revisarse, no solo en cuanto a las formas en que se ha enfrentado al terrorismo desde 2001, sino también en relación con los resultados de esas estrategias. Asumir que la guerra contra el terror conduce a la democratización de los regímenes atacados —Afganistán, Libia, Irak, Siria o, ahora, podría intentarse en Venezuela— o que implica un combate más eficaz contra grupos como Al Qaeda, representa uno de las omisiones más graves en los que ese discurso puede caer.

La guerra contra el terror: Al Qaeda e ISIS

1. Tras los ataques del 9/11, EU intensificó su guerra contra el terrorismo de formas como no se había visto hasta ese punto, con implicaciones internas e internacionales. La teoría dice que un acto terrorista debe prevenirse, especialmente si nos introducimos en la mentalidad posterior a esos atentados en Nueva York y Washington. La lógica indicaba que los ataques terroristas de semejante magnitud no podían ser simplemente castigados una vez ocurridos. Se tenía que actuar en contra de organizaciones, países, finanzas y toda clase de actores que facilitaban o permitían que una actividad como esa tuviese lugar.

2. Además, vale la pena subrayar que la investigación muestra cómo, mientras mayor es el miedo en una sociedad, más dispuestos estamos a sacrificar libertades a cambio de lo que percibimos como mayor seguridad. En esos contextos, tendemos a apoyar medidas de mano dura y a desconfiar de los procesos tradicionales y de las instituciones de justicia.

3. Lo que caracteriza a la legislación antiterrorista es, esencialmente, que otorga facultades para actuar bajo sospecha. Por ejemplo, se autoriza al gobierno a detener, sin necesidad de cargos formales, a personas extranjeras que sean consideradas una “amenaza a la seguridad nacional”. Se permite el allanamiento sin notificación previa al propietario; para ello, no se requiere evidencia concluyente, sino solo una “sospecha razonable” que vincule al propietario con “actividad terrorista” o “sospechosa de terrorismo”. También se habilita la intervención de comunicaciones y el acceso a registros personales —que van desde los médicos hasta los bancarios— con el único requisito de que exista una sospecha razonable de vínculos con actividad terrorista.

4. Pero esto tuvo implicaciones internacionales relevantes. Con un enfoque extraterritorial de la guerra contra el terror, Estados Unidos asumió la responsabilidad de operar y eliminar a los terroristas donde fuera, cuando fuera y como fuera. La guerra contra el terrorismo es global, y su justificación descansa en la designación de los actores atacados como organizaciones terroristas.

5. La cuestión es que, mientras todo ello ocurría, el terrorismo no disminuyó en el planeta. Al contrario, se incrementó hasta salirse de control durante varios años. Es cierto que los atentados de mayores dimensiones —como los del 9/11 en EU, o bien otros de alto impacto en Madrid, Londres o Mumbai— disminuyeron en frecuencia. Pero el fenómeno mutó: las organizaciones supieron adaptarse, encontraron canales para seguirse financiando y creciendo, multiplicaron sus filiales y continuaron atacando de otras formas en muchos países, incluido Estados Unidos, lo que resultó no solo en más atentados sino en muchas más fatalidades que las que hubo en 2001. Para 2016, quince años después de la aprobación de leyes como la Patriot Act, la ansiedad por posibles ataques terroristas en EU estaba en uno de sus niveles más altos, un tema que, por cierto, favoreció a Trump en aquella campaña.

6. Al Qaeda, principal objetivo de la guerra contra el terror durante la década posterior a 2001, estableció filiales en África, Asia y Medio Oriente. Una de ellas mutó y se transformó en ISIS. Así, la guerra contra el terror dejó de centrarse únicamente en Al Qaeda y tuvo que incluir también a ISIS —la organización que se convirtió en la más letal de todas y que, a su vez, estableció decenas de nuevas filiales— como objetivo.

Estado actual del terrorismo

1. De acuerdo con el GTI, publicado cada año por el Instituto para la Economía y la Paz, el terrorismo permanece en 2025 como una amenaza global. Las medidas de combate que se han empleado (incluidas las aplicadas antes, durante y después de la gestión previa de Trump) han contribuido esencialmente a mover ciertas dinámicas, han causado que el fenómeno mute, se desplace y se esparza, se transforme e incluso evolucione en términos de las tácticas empleadas, pero de ninguna manera se ha erradicado como lo prometía Trump. El número de países que experimentaron al menos un atentado terrorista en 2024 creció a 66.

2. ISIS (y sus filiales) permanece en la actualidad como la organización terrorista más letal. Es verdad que las muertes por terrorismo a lo largo de los años desde que ISIS existe, han experimentado picos y caídas, dependiendo las coyunturas. No obstante, descontando eventos muy específicos, observamos que el terrorismo se mantiene estable e incluso con tendencia ascendente durante los últimos años. En Occidente, los actos terroristas a manos de lobos solitarios (frecuentemente inspirados por organizaciones como ISIS), tuvieron un considerable incremento del 62% durante el año pasado.

3. La región más afectada por terrorismo en el mundo es la zona del Sahel africano, en donde las muertes por terrorismo se han incrementado 10 veces desde el 2019 en adelante. Esto solo muestra que el haber eliminado al líder de ISIS justo ese año en el que Trump era presidente, y haberle combatido en Siria, no impidió que las actividades terroristas de esa y otras organizaciones se desplacen y crezcan dramáticamente en otras zonas. Ahí, en el Sahel, operan ambas, filiales de Al Qaeda e ISIS, a pesar de que ambas organizaciones han sido blancos de Washington desde hace décadas.

4. Por poner un dato, Siria, el país en donde se encuentra el centro operativo de ISIS, el mismo país en donde la administración Trump asesinó a su líder en 2019 y le bombardeó hasta “el infierno”, es hoy uno de los dos países más impactados por atentados de esa agrupación. Solo en Siria, durante 2024, ISIS cometió 369 atentados, esto es un promedio de 7 ataques por semana. Esta dinámica, por cierto, persiste en lo que llevamos del 2025 por factores propios a Siria que discutiremos en otro momento.

5. En suma, ISIS y Al Qaeda continúan siendo redes globales y mantienen operaciones en decenas de países en tres continentes. Dice el GTI: “A pesar de los esfuerzos de contraterrorismo, la capacidad de esas organizaciones para coordinar, inspirar y ejecutar ataques, exhibe su resiliencia y sus estrategias operativas en constante evolución”.

¿Qué Podemos concluir de lo anterior?

Las estrategias que se han empleado para combatir al terrorismo desde 2001, lo que incluye intervenciones militares, vastos despliegues, bombardeos y decapitación de sus liderazgos, entre otras, tienen capacidad muy limitada para, a veces, generar disrupciones operativas a las organizaciones, cortar sus cadenas de suministros y con ello, reducir su actividad temporalmente. Solo temporalmente. La evidencia y la experiencia histórica muestran que, si no se resuelven los factores raíz que son los verdaderos motores del terrorismo, ese tipo de organizaciones, se terminan recuperando o adaptando. Se esparcen y fortalecen otras filiales. Se mueven de geografía. Mutan. Desarrollan nuevas y más evolucionadas estrategias. Radicalizan y reclutan a nuevos miembros y afilian a nuevas organizaciones.

Por cierto, también se mimetizan con el crimen organizado y aprenden a financiarse mediante actividades criminales. En Siria, por ejemplo, tras los bombardeos de Trump, siendo aún él presiente, en 2020 ISIS se volvió uno de los mayores productores y exportadores de Captagón (una droga similar a la anfetamina) de todo el planeta.

Venezuela

1. Resumiendo, la designación de los cárteles como organizaciones terroristas tiene mucho más que ver con la agenda y los objetivos de la administración Trump que con un combate más eficaz a esas agrupaciones.

2. Dicha designación faculta al Pentágono no solo a ejecutar ataques como los que hemos visto contra embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, sino también a activar operativos antiterroristas en los cielos, los mares y el territorio de los países que albergan a esas organizaciones, tal como ha ocurrido a lo largo de la guerra contra el terror desde el 2001 en adelante en decenas de países.

3. En el caso de Venezuela, bajo esta lógica, Maduro deja de ser simplemente un líder antidemocrático o un dictador para convertirse en un terrorista, al nivel de Bin Laden o Bagdadi. Por tanto, los operativos y comandos estadounidenses parecen estar asumiendo el deber de eliminarlo de la ecuación, ya sea mediante su muerte o su extracción. Así, cada día parece más probable que Estados Unidos incremente la intensidad de sus acciones en ese país con el objetivo de provocar su caída.

4. Por supuesto, Venezuela no es Afganistán, Libia o Siria. Venezuela es Venezuela, y lo que suceda allí en caso del colapso de su mandatario debe analizarse dentro de su propio contexto. Sin embargo, precisamente porque Venezuela es Venezuela, y por las redes de poder que el régimen ha tejido a lo largo de los años, asumir que la democratización del país sería una consecuencia inmediata y automática de tratar a Maduro como terrorista y provocar su caída o eliminación mediante los métodos que se emplearon contra Bin Laden o líderes similares, podría ignorar muchas lecciones del pasado. Hay un número de escenarios que se abren y que deben revisarse con detalle. Pero ese tema, al igual que las reflexiones que esto genera al respecto de México, serán el objeto de entregas posteriores.

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