Ya pasó un año desde que cayó el gobierno del expresidente sirio Bashar al Assad. Aquello que un conglomerado de milicias rebeldes intentó desde 2011 y no pudo conseguir, se concretó, al final, en una ofensiva relámpago de pocos días en diciembre del 2024, encabezada por Hayat Tahrir al Sham (HTS). Su líder, Al Golani —hoy Al Sharaa— provino de la red de Al Qaeda y luego la abandonó. Sin embargo, tras el colapso de Damasco, hoy, ese mismo y ahora renombrado líder, Al Sharaa, busca proyectarse como estadista: alguien capaz de negociar, hacer diplomacia, unificar al país y conducirlo hacia una transición democrática. ¿Qué factores permitieron que HTS lograra en días lo que decenas de milicias, apoyadas por potencias regionales y globales, no consiguieron en 13 años de guerra? ¿Qué retos enfrenta hoy Siria? Por la relevancia de este conflicto —que dejó más de 500 mil muertos, millones de refugiados y desplazados, que se internacionalizó y operó como ring entre superpotencias, y que atrajo a decenas de miles de jihadistas— vale la pena revisar lo que ahí sucede.

¿De dónde veníamos?

Quizás un primer elemento para entender los retos a los que se sigue enfrentando el país es que la guerra siria nunca fue una guerra a dos bandos. En realidad, ese conflicto fue algo mucho más complejo, compuesto de múltiples actores.

En esa guerra luchaba de un lado el presidente Assad, asistido por Rusia e Irán, y por milicias chiitas armadas y financiadas por este último. Contra el presidente combatían milicias llamadas “laicas” afiliadas al Ejército Sirio de Liberación, milicias islámicas locales. También contra él peleaba la filial de Al Qaeda en Siria (encabezada por quien hoy es el presidente, antes Al Golani, hoy Al Sharaa), y también ISIS. Potencias regionales como Arabia Saudita, Turquía y Qatar, asistidas por la CIA, se encargaron de armar, financiar y apoyar a distintas milicias rebeldes desde al menos 2012. Sin embargo, muchas de las milicias rebeldes laicas e islámicas, también competían y combatían entre sí. Los kurdos sirios formaban parte de este entramado, pero no en contra de Assad, sino protegiendo sus propios intereses, a veces sí atacándole, otras colaborando con sus fuerzas. La filial de Al Qaeda que señalo, antes conocida como el Frente Al Nusra, de donde procede lo que luego conocimos como Tahrir al Sham (HTS), también peleó contra muchas de las otras. Todos esos actores luchaban contra ISIS, e ISIS peleaba contra todos, logrando en cierto punto, la conquista de la mitad de todo el territorio sirio. Todos los actores que se involucraron tuvieron sangre civil y crímenes en sus manos.

A ello hay que añadir las rivalidades globales: Estados Unidos y sus aliados europeos, apoyaban y armaban a la rebelión, mientras que, como dije, Rusia e Irán respaldaban a Assad. De hecho, si el equilibrio se rompió en favor del bloque Rusia-Irán-Assad ello fue debido a que ocurrió algo que Obama temía desde el inicio. Moscú, hacia 2015, no iba a permitir fácilmente que Siria, un sitio considerado parte de su esfera de influencia, donde el Kremlin conserva una base naval e intereses estratégicos de importancia, cayera en manos de actores apoyados por Occidente o sus aliados. Cuando Putin entendió que el desplome de Assad se acercaba, cuando vio que los aviones de Washington ya sobrevolaban Siria en su combate contra ISIS y que Turquía, un miembro de la OTAN, había declarado su intención de penetrar territorio sirio para establecer una franja de control, tomó la decisión de intervenir de manera mucho más directa y decisiva, desde el mar, desde el aire y desde tierra, para rescatar a su aliado, el presidente sirio.

Supervivencia de Assad y los cuatro conflictos que persistieron

Al final, Assad y su régimen lograron sobrevivir los picos más duros de la guerra. Lo que quedaba de la rebelión —ya muy reducida—, encabezada por Tahrir al Sham (HTS) y su líder, entonces Al Golani y hoy Al Sharaa, se concentró principalmente en la provincia de Idlib. Rusia, Irán y Turquía negociaron ceses al fuego que, pese a sus quiebres constantes, mantuvieron ese frente en un estado congelado desde alrededor de 2017 hasta 2024. Sin embargo, cuatro conflictos siguieron ahí, latentes, y se manifestaron con no pocos grados de violencia:

1. Los rebeldes contra Assad. A pesar de los múltiples ceses al fuego, el conflicto entre la rebelión liderada por HTS y el régimen nunca desapareció. Surgían brotes ocasionales de violencia, pero tampoco hubo avances reales hacia una solución de raíz. Por tanto, la rebelión reducida pero no muerta, jamás renunció a su objetivo original: derribar a Assad y tomar el control del país.

2. Turquía contra los kurdos. Turquía, un país con añejos enfrentamientos contra su propia militancia kurda, percibía el fortalecimiento de los kurdo-sirios—quienes consiguieron el control de una cuarta parte de Siria—como parte de su mismo conflicto contra esa minoría étnica, y, por tanto, decidió no solo mantener una presencia sostenida en el interior de Siria, sino someter a esas milicias a una amenaza constante.

3. Israel contra Irán y sus aliados. Con los años se fue gestando una dinámica percibida como un creciente riesgo en Jerusalem: la proliferación de posiciones iraníes y de sus milicias aliadas dentro de Siria, muchas de ellas demasiado cerca de la frontera israelí. Desde 2017, Israel lanzó una campaña de bombardeos continuos contra infraestructura militar iraní, posiciones de sus milicias aliadas y rutas de transferencia de armamento.

4. El remanente de ISIS. Aunque el territorio que llegó a controlar esa organización le fue arrebatado, ISIS nunca desapareció. Se adaptó, cambió sus fuentes de financiamiento —incluido el narcotráfico— y siguió atacando a todos los actores en el terreno. ISIS sigue viva y, de hecho, según el Índice de Terrorismo Global (2025), la agrupación cometió casi un atentado diario durante 2024.

El impacto del panorama anterior en la caída de Assad en 2024

1. Los factores anteriores son clave para entender dos cosas: primero, la caída de Assad; segundo, los retos que Siria enfrenta hoy. Es decir, Assad logró sobrevivir a toda la complejidad que ya describí, pero el resultado fue un país profundamente fragmentado, con los al menos cuatro conflictos señalados todo ello en un entorno de corrupción y crimen organizado que el propio régimen y el ejército alimentaban.

2. A esto se sumó que sus principales aliados atravesaron crisis tan severas que, en la práctica, dejaron de considerar a Siria una prioridad. Por un lado, tras su invasión frontal a Ucrania, Rusia se vio obligada a concentrar allí toda su atención, así como sus recursos humanos, militares y económicos, más aún después del pobre desempeño de su ejército durante el primer año de la guerra (2022-2023).

El presidente sirio Ahmad al-Sharaa, con el mandatario estadounidense Donald Trump, en la Casa Blanca en Washington, el 10 de noviembre pasado. Foto: AP
El presidente sirio Ahmad al-Sharaa, con el mandatario estadounidense Donald Trump, en la Casa Blanca en Washington, el 10 de noviembre pasado. Foto: AP

3. Por el otro, el eje proiraní quedó profundamente golpeado tras los enfrentamientos con Israel a partir del 7 de octubre de 2023. Hezbollah —que había contribuido al sostenimiento del régimen de Assad con miles de combatientes— libró un conflicto directo con Israel en 2024 que devastó a su liderazgo, a miles de sus efectivos, a buena parte de su arsenal y, sobre todo, a su capacidad de reorganizarse para seguir resistiendo.

4. Finalmente, aunque el enfrentamiento mayor entre Israel e Irán llegó en 2025, cuando el régimen de Assad ya había colapsado, durante 2024 Teherán sí sostuvo dos choques directos con Israel y sufrió múltiples bombardeos contra sus posiciones e intereses en la región. En conjunto, todo ello provocó un enorme descuido del frente sirio.

5. Así, y considerando las circunstancias de descomposición interna que señalo, Tahrir al Sham decidió romper el cese al fuego y lanzar una ofensiva mayor contra Assad para aprovechar el momento de debilidad que éste y sus aliados vivían. La realidad es que ni Rusia ni Irán estuvieron esta vez ahí para defender al presidente sirio. En parte porque no podían reaccionar con la velocidad y con la magnitud de fuerza que requería. En parte porque tuvieron que elegir qué batallas librar. Así que la caída de Damasco, de manera sorprendente, se produjo en solo unos días.

Retos y oportunidades para Siria: ¿qué sigue?

1. La figura de Al Sharaa y la transición democrática. Como lo expliqué acá hace unos días, la caída de Assad a manos de HTS y la mutación de Al Golani en Ahmed al-Sharaa vuelven urgente la pregunta de si un jihadista puede realmente desradicalizarse o si estamos ante una fachada política en un país devastado por años de guerra, corrupción y fragmentación. Formado en la Jihad global y protagonista de disputas con ISIS, Golani entendió que para sobrevivir debía reinventarse, romper con Al Qaeda y proyectarse como líder sirio. Hoy, convertido en Al Sharaa, cambió nombre y vestimenta, moderó su discurso, prometió inclusión y reconstrucción, negoció con actores internos y externos y logró incluso atraer las apuestas de Trump, Riad y Ankara.

2. Pero dentro de Siria persiste una desconfianza enorme, alimentada por el recuerdo de ataques, exclusiones y recientes episodios de violencia contra comunidades chiítas, drusas y kurdas. Por eso, aunque hay señales de moderación y cierta unificación militar, la pregunta inicial sigue abierta: ¿es esto una verdadera desradicalización que pueda sostener una reconstrucción real, o solo una estrategia puntual para consolidar poder en un país profundamente roto?

3. Fragmentación interna. Incluso asumiendo que Al Sharaa y su círculo cercano buscasen realmente la unidad, enfrentan el enorme reto de la fragmentación interna, profundizado no solo por las décadas en las que el eje aglutinador del Estado Sirio eran los Assad—eje que ya no está ahí—sino por más de una década de guerra civil con profundas heridas entre los distintos grupos étnicos, religiosos, sectarios y políticos, incluido el propio HTS que Al Sharaa lidera. De este aspecto, quizás lo más relevante es que, aunque ha habido esfuerzos por unificar el ejército sirio, prevalecen aún múltiples milicias armadas, haciendo poco viable por ahora el ejercicio del monopolio de la fuerza legítima en el país.

4. Unificar un país ya es difícil, pero además de ello, el gobierno actual enfrenta el desafío de hacerlo en condiciones de corrupción, crimen organizado y debilidad institucional, condiciones que, hasta antes de su salida, el propio Assad, su ejército y su grupo político alimentaron.

5. Está, además, el reto de ISIS, una agrupación que guarda profundos rencores con un líder que abandonó la Jihad y una milicia que siguió sus pasos. ISIS no está muerta, se estima que conserva a más de 10 mil combatientes solo en Siria, y sigue cometiendo atentados continuamente.

6. Luego, el factor Israel. Un país que se siente empoderado tras sus victorias militares contra Irán y todo su eje de aliados, y se percibe con la carta abierta para efectuar ataques en contra de cualquier actor que considere sospechoso u opera en contra de sus intereses. En ese sentido, Israel parece preferir en Damasco un gobierno debilitado, sin un ejército fuerte, e incapaz de crecer y oponérsele, sumado todo ello a la desconfianza que Jerusalem siente de un líder que fuera miembro de Al Qaeda, enemiga jurada de Israel.

7. La inercia positiva. A pesar de todo lo que he señalado, hay una dinámica positiva en la región a favor del nuevo gobierno. Varios países con enorme peso, incluidos Qatar, Turquía y Arabia Saudita entre otros, están apostando fuerte por el éxito de Al Sharaa y han conseguido sumar a Trump a ese barco. En este punto destacan las fricciones entre los intereses de Washington e Israel, y es posible que veamos al presidente estadounidense presionar a Netanyahu para que deje de obstaculizar este proceso. Por ahora, Washington ya comenzó a levantar designaciones y sanciones para fortalecer el flujo de capital hacia Damasco. Además de los actores internacionales, hay una robusta y muy activa sociedad civil en Siria que sigue trabajando incansablemente a favor de una transición democrática e incluyente. Y esa sociedad civil, también pesa.

Todas las variables que señalo han tenido enorme movimiento durante 2025. Tendremos que seguirlas de cerca durante el año que viene.

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