Desde el inicio de esta guerra, ha estado presente, entre rivales y enemigos de Moscú, la necesidad de mantener un equilibrio entre, por un lado, elevar el costo a Putin por haber lanzado una intervención militar sobre un país soberano, y por el otro, no permitir que la espiral ascendente de violencia se salga de control. No obstante, se trata de un equilibrio que navega por líneas demasiado delgadas. A cada acción que se pone en marcha, corresponden reacciones y consecuencias. Más aún, a medida que ha pasado el tiempo y que los fracasos del ejército ruso se han acumulado, los riesgos de esa escalada que se quiere evitar, se mantienen creciendo. Encontrar los balances, sobra decirlo, no es simple. Pero en este camino y dados los riesgos que hoy se están corriendo, una mirada pragmática llama a reestudiar, reevaluar y asumir las consecuencias de cada decisión que está siendo tomada por los actores involucrados. Desde luego que hay muchos ángulos al respecto. Examinemos algunos:

1. Lo primero quizás es comprender la postura de Ucrania: un país que ha sido agredido en su soberanía, no en 2022 sino desde varios años atrás. En 2014, Kiev no tuvo la capacidad de evitar la anexión rusa de Crimea, a pesar de que contaba con el apoyo de organismos internacionales, de aliados occidentales, e incluso con el de otros países que, aún siendo cercanos a Moscú, no reconocieron la soberanía rusa sobre esa península. Luego, Ucrania pudo montar una relativa defensa ante la rebelión separatista del este del país, pero nunca consiguió eliminarla, por lo que tuvo que negociar ceses al fuego con Moscú en acuerdos que resultaron altamente impopulares entre su población.

2. Es decir, la postura de la sociedad ucraniana se ha venido construyendo no en estos meses, sino a lo largo de años. Esa postura, documentada por varios estudios durante este tiempo y en la actualidad por centros como el Instituto Internacional de Sociología de Kiev, se ha vuelto cada vez más atrincherada, sin demasiado espacio para la negociación. Desde esa visión (abrumadoramente mayoritaria), su país está siendo agredido y su obligación es defenderlo a toda costa, sin ceder una pulgada de territorio. Siendo realistas, si en este punto Zelensky mostrara una pizca de disposición a negociar partes de dicho territorio, probablemente sería acusado de traición y las presiones internas que recibiría quizás le obligarían a recular.

3. Sumado a lo anterior, el ejército ucraniano ha mostrado capacidades que francamente no eran esperadas después de observar su desempeño entre 2014 y 2021, mientras que, paralelamente, el ejército ruso ha exhibido debilidades y vulnerabilidades que tampoco eran esperadas. El resultado entonces es la convicción entre muchas personas, de que Ucrania no solo debe, sino que puede recuperar cada pedazo de tierra que Rusia ha conquistado y anexado desde el 2014 y, por lo tanto, antes de siquiera pensar en negociar, necesita seguir peleando y explotar esas vulnerabilidades rusas.

4. En línea con lo anterior, la evaluación en Occidente se ha estado dividiendo a lo largo de estos ocho meses entre (a) quienes piensan que Rusia debe ser completamente derrotada y expulsada de Ucrania, (b) quienes piensan que más bien se debe negociar con Putin incluso al costo de tener que aceptar la soberanía rusa sobre determinadas porciones de Ucrania (como Crimea), y (c) quienes sostienen que es posible mantener el equilibrio, apoyando a Kiev justo con lo necesario como para que se haga a Putin pagar un costo considerable, pero no de manera tal que se corra el riesgo de una mayor escalada que pudiera terminar en una catástrofe en Europa y quizás en otras partes del mundo. Desde esta última visión, sostenida por la administración Biden y por otros aliados de la OTAN (aunque no todos los actores políticos en Washington, o los gobiernos de países miembros de la propia OTAN lo comparten), se debe proveer solo determinado armamento a Kiev para garantizar exclusivamente la defensa de su territorio (y, de hecho, de manera limitada), pero que no favorezca acciones ofensivas que pudiesen hacer al conflicto crecer.

5. El problema es que las dinámicas conflictivas tienden a cobrar sus vidas propias y no todos los planes salen como son diseñados. Desde febrero de este año, con cada avance o acto agresivo de Moscú, especialmente cuando Rusia conseguía dominar la iniciativa del conflicto, Zelensky fue eficazmente incrementando la presión para recibir más y mejor armamento por parte de Occidente, lo que contribuyó no solo a una eficiente defensa, sino a lograr para el ejército ucraniano contraofensivas de altísimo impacto.

6. Esto a su vez, ha venido endureciendo determinadas posturas en Rusia que demandan a Putin mucha mayor aplicación de fuerza. Y cada vez que el ejército ruso ha perdido posiciones, esas presiones contra Putin siguen creciendo, lo que, aunado a su necesidad de proyectar poder hacia afuera y sostener su imagen como una superpotencia capaz de conseguir sus objetivos y cumplir con sus amenazas, ha terminado por orillar al presidente ruso a seguir escalando la guerra.

7. La paradoja acá entonces, es que, a medida que Kiev sostiene y avanza en su apuesta por sacar a Rusia de todo su territorio—lo que resulta comprensible no solo desde la lógica de un país invadido, sino desde la lógica política de la opinión pública interna que respalda esa visión—y, al mismo tiempo, a medida que varios países occidentales se mantienen convencidos de que Ucrania debe ser apoyada en esa meta (poco o mucho), los equilibrios son más difíciles de conseguir, y los riesgos de escalamiento se incrementan, toda vez que Putin no parece tener una estrategia de salida vendible después de la propia camisa de fuerza que él mismo se ha venido imponiendo con su discurso y sus acciones. Es decir, justo el incrementar el costo a ese presidente por haber lanzado esta invasión, es lo que más le arrincona y, conociendo su personalidad, lo que parece tornarle más dispuesto a elevar la espiral, incluso bajo los costos que puede implicar el hacerlo.

8. Por otro lado, asumir que las amenazas nucleares de Putin son enteramente huecas, podría estar siendo retado no por opiniones contrarias a esa visión, sino por la propia dinámica ascendente de la guerra. Es verdad que, en teoría, lo que Putin busca es tan solo mostrarse creíble con el fin último de disuadir, de ganar la guerra psicológica y provocar con ello una alteración en la conducta de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. Sin embargo, asumir que cada una de las decisiones que toma es absolutamente racional, debe al menos ser cuestionado, dados los riesgos que implicaría el errar en ese cálculo. Además, la propia visión de Putin y su círculo cercano acerca del conflicto, acerca de su evolución, y acerca de las alternativas para seguir adelante, están cambiando continuamente, y se ven impactadas por esta espiral que, hasta ahora, no ha cesado de crecer. Esto implica que una amenaza puede ser hueca en este momento, en efecto, pero eso podría cambiar dentro de algunas semanas o meses, dependiendo de lo que suceda con la guerra.

9. Ahora bien, la escalada puede tener muy distintas caras. Algunas ya las hemos visto, como son las movilizaciones masivas de tropas o los bombardeos rusos sobre infraestructura civil e incluso sobre zonas residenciales ucranianas. Otras posibilidades incluyen el uso de armas no convencionales empleando justificaciones reales o falsas mediante la desinformación. O bien, existe la posibilidad de provocar el arrastre de terceros actores hacia la guerra con el objeto de tener motivos para trasladar esta confrontación desde un territorio en donde Rusia ha fracasado una y otra vez, hacia otros en donde los países que apoyan a Ucrania tengan también que pagar costos mayores.

Es evidente que encontrar respuestas ante esas paradojas y dilemas no es tarea simple. Pero las cosas se han llevado ya a un punto tal que esa tarea se vuelve crucial pues, más allá de la lógica de la moral y la justicia, las decisiones tienen consecuencias que tienen que ser sopesadas. En concreto: seguir alimentando una espiral ascendente de guerra, puede terminar no solo con la derrota de una de las partes, sino con afectaciones inaceptables para todas ellas. El pragmatismo a menudo tiene pocos amigos. Pero hay veces, solo de pronto, en que se necesita darle una oportunidad.

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