La guerra en Ucrania podría estar cerca de entrar en una nueva fase, particularmente complicada. No es que las otras no lo hayan sido, pero en la medida en que un conflicto armado se prolonga, y en la medida en que las partes se encuentran dispuestas a seguir y crecer las hostilidades, el resultado natural es una espiral ascendente de violencia que no tiende sino a incrementar los riesgos. Es en ese sentido—tanto en términos de la prolongación del conflicto, como en la escalada—que el debate acerca del mayor y mejor armamento que será suministrado a Ucrania por parte de sus aliados occidentales, cobra un mayor peso. En el texto de hoy revisamos la fase actual y la fase que sigue en esa guerra, además del tema del armamento y el potencial real que ese armamento tiene para impactar en el panorama que estamos viendo.
1. Fases previas y fase actual del conflicto . Como explicamos hace algunas semanas, nos encontramos en una cuarta fase de la guerra. La primera fue la ofensiva relámpago rusa sobre tres fronteras del territorio buscando tomar velozmente el control de la infraestructura militar y política del país. Ello fracasó y dio pie a una segunda fase: el repliegue ruso de la zona de Kiev y su concentración en el este y el sur con algunas ofensivas relativamente exitosas para Moscú. La tercera fue una fase de contraofensivas ucranianas mediante las que recuperó una parte del territorio que Rusia había conquistado, concretamente en el noreste y en la provincia de Kherson. En esta cuarta fase, Rusia ha reposicionado sus líneas de defensa hacia atrás, enviando a decenas de miles de tropas recientemente reclutadas para la defensa de esas líneas, cavando trincheras, construyendo barricadas y apostando por el desgaste invernal que dificulta cualquier operación. Paralelamente, Rusia se mantiene bombardeando la infraestructura civil y energética de Ucrania.
2. Los resultados de la fase 4. Lo que Moscú buscaba en esta fase era, primero, estabilizar el conflicto, frenar la dinámica de la etapa previa en la que estaba perdiendo territorio (Rusia había perdido ya más de la mitad del territorio que capturó desde que inició la guerra), y de ser posible obtener nuevas victorias, aunque pequeñas, enormemente simbólicas; segundo, Rusia pretendía desgastar la moral ucraniana, golpear psicológicamente a su sociedad y provocar fracturas políticas tanto en ese país como entre sus aliados. En el primer objetivo, Rusia ha marcado algunos puntos. No solo las líneas se estabilizaron, sino que estamos viendo incluso algunas victorias rusas en el este. En el segundo objetivo, es difícil afirmar que la estrategia de Moscú haya sido exitosa. La determinación ucraniana y su disposición a continuar la lucha—a pesar de los continuos bombardeos y las afectaciones a su población civil—se sigue viendo muy fuerte. Paralelamente, si bien se asoman algunas fisuras en Occidente, éstas son menores; la alianza se mantiene sólida. Esto puede cambiar, pero no es lo que ha sucedido hasta ahora.
3. La fase que viene: la quinta. Conforme el invierno vaya cediendo, es probable que nuevas ofensivas por parte de ambos ejércitos se empiecen a dibujar. Para ello, Rusia ha reabastecido las zonas de combate con cientos de miles de soldados apenas reclutados y entrenados, que han sido reforzados por decenas de miles de mercenarios del grupo privado Wagner, muy cercano a Putin. A este grupo privado se atribuyen algunas de las recientes victorias rusas. Paralelamente, Rusia está amasando tropas y efectuando ejercicios militares conjuntos con Bielorrusia, activando nuevamente el frente norte, ya sea porque realmente planea un nuevo asalto sobre Kiev, o porque pretende distraer la atención ucraniana con el fin de seguir empujando lentamente por el este. Ucrania se prepara no solo para defenderse de esas potenciales ofensivas, sino para nuevamente, aprovechar las muchas vulnerabilidades que ha exhibido el ejército ruso y buscar recapturar más territorio invadido como lo consiguió en el otoño. Esto presagia una fase llena de choques, plagada de rondas de artillería pesada, probablemente con avances y retrocesos para ambos ejércitos y posiblemente incluso más sangrienta que las fases previas. Este es el punto en el que el debate acerca del armamento cobra relevancia.
4. El debate del armamento: la dimensión política. Ucrania siempre va a buscar, naturalmente, más y mejor armamento para poder sostener esta guerra. Pero tanto entre los aliados de la OTAN, como al interior de las sociedades de esos países, ha habido una enorme discusión al respecto. Hay sociedades como la alemana, fuertemente marcadas por su histórico rol en conflictos como la primera o segunda guerra mundial, que en la actualidad no quisieran ser percibidas como actores beligerantes, sino más bien, preferirían ser vistas como actores que están del lado de la resolución del conflicto. Otros, como sucede en Estados Unidos, temen que un incremento en la calidad y capacidad de las armas para Ucrania pudiera provocar escaladas imprevistas y ocasionar que la situación se salga de control aún más de lo actual. También en ese y otros países ha habido actores a quienes preocupan los altos niveles de corrupción en Ucrania y temen malos manejos de donaciones o equipos pagados con impuestos de su ciudadanía. En cambio, otros países como Reino Unido o algunos de Europa Central, argumentan que este es justo el punto en el que Ucrania debe ser más apoyada para sacar ventaja de los errores estratégicos y tácticos de Rusia, y que ello urge para derrotar clara y decisivamente a Moscú. De modo que detrás de las decisiones de suministrar armas a Ucrania, no solo hay consideraciones militares, sino también, posiciones políticas y mensajes, hacia dentro de los propios países y hacia afuera.
5. El debate del armamento: la dimensión material real. Lo anterior nos lleva a evaluar, por ejemplo, el asunto de los tanques. Finalmente, EU y Alemania han accedido a proveer los tanques más avanzados al ejército ucraniano, los cuales se suman a los británicos anunciados hace dos semanas. Pero en realidad es difícil que el impacto de esos tanques se pueda apreciar de manera inmediata dentro de la fase que estamos previendo inicie en pocas semanas. Además de que son pocos (Kiev pedía cientos, le llegarán algunas decenas), está la dificultad logística de transportar esos tanques—¿cómo exactamente serán transportados? ¿cómo y cuándo llegarán al frente?—se trata de equipos muy complejos que necesitan mucho tiempo de entrenamiento para poderlos emplear de manera eficaz en combate. Todo eso tomará, cuando menos, varios meses. Esto significa al menos dos cosas. La primera es que los gobiernos occidentales están previendo que el conflicto, en efecto, se va a prolongar por mucho tiempo más (el jefe del Estado Mayor Conjunto de EU, indicó que ve muy difícil que Ucrania pueda sacar a Rusia de su territorio en 2023); la segunda es que se está buscando, sobre todo, enviar un mensaje a Rusia al respecto de la unidad de Occidente y su determinación para seguir rompiendo sus propios límites con tal de apoyar a Ucrania hasta el final. Hay quienes piensan, sin embargo, que esas decisiones y mensajes llegan demasiado tarde pues la fase 5 está a la vuelta de la esquina. Aún así, hay otro tipo de armamento como las bombas de diámetro pequeño que Washington está enviando a Ucrania, que podrían ser mucho más determinantes en el corto plazo, pues duplicarán el alcance de los sistemas de lanzamiento de cohetes múltiples con los que cuenta Kiev (como los HIMARS). Y estos últimos sí fueron cruciales para los avances ucranianos del otoño.
6. ¿Qué factores determinan la victoria en una guerra como esta? En suma, nos encontramos ante un tipo de guerra larga entre Estados-Nación, la cual ha adoptado características más similares a las guerras del siglo XX que a las guerras del siglo XXI, y que, por tanto, necesita ser evaluada bajo consideraciones más tradicionales. Desempolvando los textos añejos, recordamos que los factores que hacían ganar a los países una guerra de estas características tenían que ver temas como el tamaño de la población (y la capacidad de movilizar a esa población), la logística (y la capacidad de abastecer eficazmente a las líneas de combate estacionadas ahí durante largos períodos), la economía (para sostener largos períodos de desgaste), el armamento (y la tecnología de punta para ese armamento), la geografía, o por supuesto, la moral. En varios de esos aspectos Rusia ha mostrado múltiples y muy serias debilidades, pero en guerras largas, las posibilidades de aprender y cambiar decisiones, comportamientos y tácticas, aumentan. Es por ello que, para Kiev, el apoyo de Occidente en varios de los puntos que señalo, es incluso más crucial hoy que antes.
Dicho eso, sí es importante tomar en cuenta que, en la medida en que los distintos actores echan mano y ponen en juego a toda esa serie de componentes, en esa medida, los riesgos de escalamiento siguen aumentando.
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