Las tensiones entre Rusia y Occidente siguen al alza. Ucrania es, desde hace años, una especie de termómetro de esas tensiones y, por tanto, lo que ahí estamos viendo cocinarse, indica lo delicado de la situación. Considere esta combinación de hechos en distintos ámbitos: el uso por vez primera de un dron turco, el Bayraktar TB2, por parte de Kiev para atacar a los separatistas prorrusos del este ucraniano, una prueba antisatélite rusa que creó una masa de escombros espaciales que obligaron a la tripulación de la Estación Espacial Internacional a refugiarse en cápsulas para protegerse, el arribo de buques de guerra estadounidenses al Mar Negro, el anuncio de la embajada de EU en Moscú de que pronto podría dejar de funcionar, las acusaciones del Kremlin de que EU llevó a cabo una simulación de un ataque nuclear contra Rusia, Putin afirmando que Occidente ha tomado demasiado a la ligera sus advertencias de no cruzar ciertas líneas rojas y, mientras tanto, en el Congreso estadounidense, una iniciativa bipartidista para retirar su reconocimiento a Putin si éste permanece en el poder después de 2024. Estas son apenas algunas de las señales. El punto es que el termómetro ucraniano arde. Hay más de 90 mil tropas rusas acumuladas en sus fronteras con ese país; funcionarios de Kiev advierten que Rusia se dispone a invadir este mismo invierno. Van unos comentarios al respecto:

Primero, el conflicto ucraniano sigue siendo una situación irresuelta desde 2014. Crimea, oficialmente parte de Ucrania, sigue bajo control de Moscú tras su anexión en aquel año a la Federación Rusa, mientras que la rebelión separatista del este ucraniano, apoyada por el Kremlin, permanece en un estado latente. Como resultado, los choques entre el ejército de Kiev y los rebeldes, en distintos grados, resurgen de manera constante, a pesar de los ceses al fuego negociados. De un lado, podríamos decir que las aspiraciones de una parte de la sociedad y actores en Ucrania para sumarse a la UE y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la alianza liderada por Washington, siguen vivas. Del otro lado, Moscú sigue considerando a Ucrania como un territorio crucial que desea conservar en su órbita de seguridad.

Segundo, a pesar de su involucramiento en múltiples negociaciones, Putin utiliza frecuentemente su mano en ese conflicto como válvula para ejercer presión en sus relaciones con Europa y con Estados Unidos. Cuando la situación es menos tensa, se puede observar que las negociaciones en el tema ucraniano, tienden a avanzar. En cambio, cuando las tensiones escalan, observamos que el conflicto en el este del país revive hasta alcanzar niveles peligrosos, como ahora mismo. El tipo de involucramiento ruso en el conflicto, no obstante, es híbrido, lo que le permite una “negatividad plausible”. Es decir, Rusia no ha enviado formalmente a tropas oficiales a combatir a favor de la rebelión, sino que únicamente manda vehículos, equipo e incluso soldados, pero que no llevan insignia. Esto permite a Moscú negar su involucramiento.

Tercero, el asunto del gas. Petro Poroshenko, expresidente ucraniano, declaró en un foro de seguridad al que asistimos hace unos días, que Putin está empleando el tema energético para secuestrar a Europa. Por un lado, Moscú ha restringido el suministro de gas de manera deliberada. Por otro lado, el proyecto Nord Stream 2, decía Poroshenko, “no es un tema de energía o de economía, sino de seguridad”. Según el exmandatario, Rusia no podría atacar hoy a Ucrania pues pondría en riesgo el tránsito de gas a sus clientes europeos. Gracias al nuevo gasoducto, cuya trayectoria conectará Rusia con Alemania y Europa Central y del Este a través de 1,200 kilómetros a través del Mar Báltico, Putin podría, ahora sí, invadir, pues ya no necesita a Ucrania para el tránsito del gas. Esta es, por supuesto una opinión, pero representa el sentir de un importante sector de la sociedad ucraniana. De ahí su demanda de un mucho mayor apoyo y más fuerza por parte de Occidente.

Cuarto, en ese sentido, es importante comprender que no todos los aliados de Estados Unidos tienen posturas idénticas al respecto. Por ahora, ciertamente, las sanciones contra Rusia se han mantenido ya durante todos estos años. Pero hay diversos matices en cuanto a cómo lidiar con Putin. Alemania, por ejemplo, con intereses y preocupaciones que pasan por tener una relación pragmática con Moscú, ha decidido manejar este tema con sumo cuidado. Expresando sus inconformidades de manera firme cuando lo considera necesario, pero al mismo tiempo, mostrando una posición más conciliadora que otros países de la región.

Quinto, uno de los actores que en el pasado había funcionado como facilitador de la mediación entre Moscú y Kiev, había sido Bielorrusia. La evolución de los eventos del último año y medio, sin embargo, han movido las fichas. Tras las elecciones muy cuestionadas en Bielorrusia, el movimiento de protestas en ese país y la persecución a la oposición, las tensiones entre distintos países de Europa y Minsk, han escalado considerablemente. Como resultado, el presidente Lukashenko se ha refugiado en su relación con Putin y éste, aunque no siempre de manera entusiasta, le ha dado el cobijo que necesita. No obstante, para efectos del asunto ucraniano, la falta de una mediación fluida y eficiente está teniendo un impacto considerable.

Sexto, a todo lo anterior hay que añadir el contexto específico del estado de las relaciones entre Washington y Moscú, sin lugar a dudas, en su peor momento desde tiempos de la Guerra Fría. La ciberguerra y las guerras informativas, siguen en ascenso. La carrera armamentista se encuentra completamente reactivada. Los ejercicios militares y demostraciones mutuas de fuerza han crecido en frecuencia y amplitud. Y, como consecuencia, las acusaciones mutuas están dejando poco espacio para negociar.

Hay otros elementos que considerar. Imposible abordarlos en un espacio como este. El punto es que, bajo el contexto descrito, lo que pueda suceder en Ucrania es difícil de prever. Un análisis frío de la situación, diría que Rusia solo está ejerciendo presión a fin de tener herramientas para negociar. Después de todo, no necesita efectuar una invasión frontal y abierta cuando cuenta con estrategias híbridas y con la negatividad plausible que esas estrategias le permiten, si lo que desea es elevar la temperatura del conflicto. Sin embargo, mientras la espiral conflictiva siga escalando, nada se puede descartar. Estados Unidos se ha negado a mostrar que está dispuesto a intervenir más activamente para evitar una posible invasión rusa. Putin sabe perfectamente que, así como efectuó una intervención sin banderas ni insignias en Crimea, para posteriormente anexarse la península bajo la cobertura de un referéndum local, no es imposible llevar a cabo una estrategia similar para demostrar no solo su fuerza, sino su determinación a emplearla, y así, establecer, en los hechos, las líneas rojas que en su discurso advierte.

Twitter: @maurimm