La narrativa cuenta. La forma como relatamos las historias acerca de lo que sucede a nuestro alrededor no solo refleja concepciones, valores y percepciones que son históricamente construidas, sino elementos que son reconstruidos socialmente todo el tiempo, a partir de interacciones cotidianas y a partir de nuestro contacto e intercambios con otras narrativas. Todas esas interacciones y relatos—al margen de su posible “veracidad” factual o no—tienen efectos políticos que moldean la toma de decisiones reales. Entonces, más allá de el desarrollo material de la guerra entre Rusia y Ucrania dictada por las batallas, los ataques, el armamento, las líneas del frente, las ofensivas y contraofensivas, hay que revisar con detenimiento la manera en que la historia de esos enfrentamientos está siendo narrada y la evolución de ese relato. Esa otra historia (la historia de la historia) también ha pasado por diversas fases, y cada una de esas fases ha producido y sigue produciendo efectos políticos relevantes. Acá unas notas al respecto:

1. Probablemente lo que marcó el 2021 y los inicios del 22 antes de la invasión rusa fue una narrativa que hablaba acerca de una potencial apabullante victoria de Moscú, en caso de que Putin decidiese invadir frontal y masivamente a Ucrania. Esta narrativa no se manifestaba en el vacío. Después de todo, tras sus intervenciones en Georgia, en Siria y en Ucrania desde 2014, Rusia había convencido a todo el mundo de sus capacidades y ahora tenía a unos 150 mil soldados rodeando cuatro fronteras de Ucrania. Como hemos acá explicado, los propios generales ucranianos esperaban ser brutal y velozmente dominados por Moscú. Esta narrativa incidió en las negociaciones previas a la guerra, o, por ejemplo, en las altísimas demandas de Putin ante la OTAN. También incidió en las decisiones del presidente ruso y en sus objetivos.

2. Una segunda narrativa sobrevino cuando se empezó a construir el relato de las incapacidades rusas y del heroísmo ucraniano que consiguió hacer que Rusia se replegara de Kiev. El tema acá es que eso no tuvo únicamente un impacto material en el campo de batalla, sino en las expectativas generadas en Occidente. De pronto, Rusia no era tan invencible. Su ejército estaba cometiendo errores de manual. Así que armar a Ucrania cada vez más, tenía sentido. Ya había quien hablaba de la posibilidad de “derrotar” a Rusia y ese discurso tenía consecuencias en la toma de decisiones (no solo al respecto de Ucrania). Después de todo, Putin había cometido “un error de cálculo estratégico” que le podría costar no solo el poder a nivel interno, sino el poder que había construido para su país a lo largo de sus dos décadas de gobierno.

3. Esta narrativa todavía se robusteció de mayor manera cuando hacia septiembre del 2022, Ucrania sorprendió a todo el planeta pues en pocos días recapturó al menos el 20% del territorio que Rusia controlaba en el este ucraniano y pocas semanas después, sus victorias también se multiplicaron en el sur. La narrativa del heroísmo ucraniano cobraba nuevas dimensiones. Los relatos acerca de los soldados rusos corriendo hacia atrás, las historias de su falta de motivación y su falta de preparación, inundaban los medios en Occidente. Por tanto, la posibilidad de derrotar a Rusia se volvía un hecho absolutamente plausible. Esto impactó los debates políticos en países miembros de la OTAN. Se habló de la importancia de no solo seguir financiando a Ucrania, sino de incrementar la cantidad y calidad de armamento que se le proveía.

4. Lo que pasa es que esta narrativa también generó expectativas adentro y afuera de Ucrania. Según encuestas internas, casi nueve de cada diez ucranianos se oponían a efectuar concesiones territoriales a Rusia (ni una pulgada). Ello se sumaba a que también el 90% de ucranianos consideraba que era completamente viable que su ejército derrotara al ruso. En Occidente sucedía algo similar. En la medida en que Ucrania recibiera el armamento y el entrenamiento adecuados, era posible proyectar nuevas contraofensivas que recuperaran para Ucrania, si no todo, al menos buena parte del territorio que Rusia controlaba.

5. Paralelamente, para Moscú era indispensable impactar en esas narrativas, construyendo importantes contranarrativas a través de discurso, decisiones y acciones. Por ejemplo, multiplicando la movilización masiva de su ciudadanía y mostrando que Rusia siempre tendría de donde obtener más soldados para pelear independientemente de qué tan bien o mal le fuera en el terreno de la guerra. Con ello, el mensaje era que Rusia podría seguir, y seguir luchando, y que el tiempo estaba a su favor. Otra construcción narrativa se tejió anexando y rusificando cuatro regiones que controlaba amenazando con que cualquier ataque a esas regiones se consideraría un ataque a territorio ruso. Y por supuesto, también elevando la retórica nuclear y la amenazas a través de mensajes como “una potencia nuclear no puede ser militarmente derrotada”.

6. Al final, la contraofensiva ucraniana del 2023 se tardó en llegar; ya hemos explicado el por qué y los obstáculos que tuvo que enfrentar cuando finalmente llegó. El resultado quedó a la vista al inicio de este último invierno. Las líneas del frente son prácticamente las mismas, tras un año de combate y decenas de miles de muertos más, además de todo el esfuerzo de Kiev y de todo el dinero invertido por parte de aliados de Ucrania. Lo relevante acá es el impacto narrativo que estos hechos han propiciado: la frustración, las expectativas incumplidas, el despertar que implica el percibir que “finalmente Ucrania quizás no podrá derrotar a Rusia”.

7. El desgaste y fatiga acerca del tema ucraniano se suman al hecho de que otro conflicto irrumpió en la escena global de manera paralela, el de Medio Oriente. Esta otra guerra, que compite con Ucrania (y le derrota todos los días) por la atención de medios y redes sociales, también compite en otros rubros como el de los recursos escasos, el del armamento, el de la disponibilidad y disposición de emplear tiempo valioso y escaso de funcionarios como los estadounidenses.

8. Hoy entonces, podemos observar muy distintas líneas narrativas confluyendo. Al margen de qué tanto se puedan verificar en lo material, esas narrativas existen y se reproducen a diario. Algunas de ellas son: (a) el ejército ucraniano está ya exhausto y agotado, ha exhibido sus límites y más vale reconocerlos para conservar sus importantes logros; (b) el ejército ruso, en cambio, ha mostrado su capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias, cuenta con el tiempo y los recursos para enfrentar las fases que siguen; (c) además, incluso tras las amenazas internas en Rusia, y las externas por factores como las

sanciones económicas, el poder de Putin se va a seguir sosteniendo por un buen tiempo más; (d) se está escribiendo mucho acerca de que Ucrania está ya padeciendo escasez de armamento, por ejemplo, defensas antiaéreas ante los misiles rusos que no dejan de caer; (e) otras historias narran por ejemplo la “victoria rusa en la guerra de los drones”; (f) por supuesto, a estas narrativas se suma la de la disminución del respaldo a Ucrania en países occidentales, especialmente en EU en donde Biden no ha logrado ni siquiera pasar su paquete de ayuda a Kiev y en donde se percibe a un Trump fortalecido. Considere que, según encuestas recientes, 74% de quienes dicen que votarán por ese presidente, se oponen a seguir armando a Ucrania.

9. Entonces, no es una historia, sino un sistema de historias que se entretejen. La conclusión es evidente y está teniendo ya impactos políticos considerables. Washington está aconsejando a Ucrania efectuar cambios tácticos importantes, destinados ahora ya no al ataque sino a la defensa. Es decir, cada vez, se empieza a aceptar más el que Ucrania va a tener que negociar y que, por tanto, “más vale que Ucrania defienda y conserve sus posiciones actuales para poder negociar en una posición de mayor fuerza relativa”.

10. Este sistema de historias, no obstante, parece estar chocando con otro, lo cual complica las cosas para alguien como Zelensky. Según encuestas de las últimas semanas (Instituto de Sociología de Kiev, 2023 y 24), casi ocho de cada diez ucranianos se siguen oponiendo a efectuar cualquier clase de concesión territorial a Rusia. Esto incluye Crimea. Además, 70% de ucranianos se sienten hoy más unificados que nunca; 76% son optimistas acerca del futuro de su país y siete de cada diez piensa que, contando con el respaldo adecuado, Ucrania tiene la capacidad de ganar esta guerra contra Rusia y que, por consiguiente, debe seguir peleando hasta el final. Esto, naturalmente implica que, si Zelensky hoy se sienta a negociar, será internamente visto como traidor. También implica que, en todo caso, con quien Kiev tendrá que seguir negociando es con Washington y sus aliados, bajo las condiciones políticas que sean.

En suma, las historias que se cuentan acerca de una guerra, importan tanto como la guerra misma. A veces, la realidad material impacta sobre esas historias. Otras veces, sin embargo, es exactamente al revés.

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