El ultimátum de Trump a Rusia se cumplió el viernes pasado. Según sus advertencias, si Moscú no hacía lo necesario para poner fin al conflicto en Ucrania, Estados Unidos impondría sanciones y aranceles secundarios (es decir, contra países que comercien con Rusia). Sin embargo, lo central no eran tanto esos aranceles, sino que Putin estaba poniendo en riesgo la actitud favorable que Trump ha mantenido hacia él desde que llegó al poder, así como las numerosas concesiones que el presidente estadounidense ya le ha otorgado en estos meses. A última hora, parece que Putin jugó una carta clave y convenció al principal negociador de Trump, Witkoff, de que un encuentro entre ambos mandatarios podría destrabar la situación. Así, en lugar de sanciones o aranceles, Trump anunció una reunión en Alaska para este mismo viernes. Zelensky y los europeos se sienten marginados y temen que Trump termine cediendo ante Putin. La Casa Blanca se apresuró a asegurar que la postura ucraniana no quedará fuera, e incluso el vicepresidente Vance declaró que Washington trabaja en una reunión trilateral que incluya a Ucrania, aunque esta podría darse después del cara a cara Trump-Putin. ¿Qué hay detrás de todo esto y qué podemos esperar?
1. Lo primero es entender la lógica que mueve a cada uno de los dos presidentes. Trump busca proyectarse siempre como un mandatario que cumple y que sabe negociar acuerdos favorables. No solo presume que él sería quien “no iniciaría nuevas guerras”, sino que, a diferencia de sus predecesores, lograría poner fin a varias de las guerras actuales. En su discurso, la guerra entre Rusia y Ucrania no habría ocurrido si él hubiese sido presidente en 2022. Tanto así, que aseguraba que podía resolverla “en 24 horas”.
2. Ya explicamos en este espacio, hace unos días, cómo y por qué las cosas no salieron como él pensaba, y cómo las negociaciones terminaron estancándose. Lo esencial es que Putin interpretó las declaraciones y gestos favorables de Trump como una carta abierta para formular más demandas, sin ceder en lo que para el presidente estadounidense era central: un alto al fuego, aunque fuera temporal. Esto fue frustrando paulatinamente a Trump, hasta llevarlo a un punto de choque con Moscú, como también lo señalamos.
3. Lo que no ha cambiado en Trump es su deseo —y también su prisa— por conseguir un acuerdo. El camino de imponer aranceles y sanciones secundarias contra Rusia era solo una herramienta para negociar lo que aquí describo. Antes, durante y después de todo, Trump siempre buscará presentarse como el “dealmaker”, el presidente que logró resolver lo que nadie antes había podido. Ese logro no tiene que llegar en la forma de un acuerdo integral de “paz”; podría ser un cese al fuego temporal que le permita declarar que “detuvo el baño de sangre”. O bien, como desea Putin, podrían acordarse los términos para un pacto de mayor envergadura. Esto nos lleva a recordar la lógica que mueve al presidente ruso.
4. Las metas centrales de Putin, en esencia, no han cambiado desde 2022 (e incluso desde 2021). Están claras en su discurso sobre “desnazificar y desmilitarizar” a Ucrania, y en la estrategia rusa de fragmentar, asfixiar y desgastar al país durante estos años. El territorio que Rusia controla en Ucrania es menos un fin que un medio para alcanzar esos objetivos. Es crucial tenerlo presente porque, independientemente de lo que se acuerde en Alaska, es muy probable que esas metas sigan guiando las decisiones y acciones rusas en los próximos años. En resumen:
A. Putin quiere una Ucrania dirigida por un gobierno más favorable a Moscú. Esto puede implicar exigir la salida de Zelensky o imponer condiciones para que se convoquen elecciones y haya oportunidad de que un nuevo gobierno encabece Kiev.
B. Putin busca una Ucrania desmilitarizada o, al menos, con un ejército lo más reducido posible, para que no vuelva a representar un riesgo futuro para Moscú y sus objetivos.
C. Putin exige garantías firmes de que Ucrania no se unirá a la OTAN y de que esta alianza no tendrá presencia en territorio ucraniano, incluidas fuerzas de “mantenimiento de paz” de países miembros.
D. Más allá de Ucrania, Putin quiere garantías escritas de que la OTAN no se expandirá más dentro de lo que Rusia considera su órbita de seguridad, así como compromisos de reducir la presencia militar y armamentista en países que ya son miembros de la alianza, pero que están ubicados en dicha órbita de seguridad, tales como los Bálticos y ahora Finlandia.
5. Esto no significa que Putin vaya a conseguir todo lo que busca desde este mismo viernes en Alaska. Pero sí significa que esas metas, que lleva años teniendo en la cabeza, seguirán guiando su manera de abordar el tema.
6. La invasión frontal a Ucrania en 2022, la anexión de Crimea en 2014 y el impulso a la rebelión separatista en el este ucraniano han sido, todas, herramientas para avanzar hacia esos objetivos. Desde su perspectiva, y dadas las circunstancias actuales de la guerra, incluso si el conflicto se prolonga varios años más, Moscú podrá obtener —si no todas— la mayoría de esas metas mediante el uso de la fuerza. No sin pagar altos costos, por supuesto, pero con la determinación de asumirlos para alcanzarlas.
7. Bajo esa lógica, Putin puede perfectamente negociar unos kilómetros más o menos del territorio que hoy controla. Quizás Crimea —sobre la que Washington ya le ofreció reconocer su soberanía— sea un punto no negociable, pero no necesariamente lo sean las demás zonas ocupadas, sobre las que Estados Unidos también ofreció a Rusia un reconocimiento de facto. Más allá de eso, para Putin será clave en esta reunión, y en las que vengan, entender hasta dónde tiene que ceder para quedarse con la mayor parte posible de los objetivos arriba descritos.
8. Lo que es un hecho es que Putin cuenta con un aliado en Trump, aunque, al estirar la cuerda en exceso, ha estado a punto de romperla. Parte de ese exceso ha sido prolongar su exigencia de no aceptar un cese al fuego temporal y, en cambio, insistir en un acuerdo más amplio que “resuelva las causas raíz del conflicto”, como él mismo lo plantea. Sin embargo, a Putin deberá quedarle claro que el estilo de Trump es distinto: necesita anunciar logros de manera rápida, aunque sean vagos y no queden por escrito, para publicarlos en su red social y proyectarse como distinto a sus predecesores y eficaz como negociador. Esto es lo que Putin no ha sabido capitalizar en estos meses, y probablemente lo tendrá en cuenta en esta nueva cumbre Ya lo veremos.
9. El mayor temor en Kiev y en Europa es que, bajo este esquema y con tal de proclamar su victoria, Trump haga concesiones a Putin que solo podrá implementar ejerciendo —como ya lo hizo en febrero y marzo de este año— su peso, influencia y presión sobre Ucrania. Más aún si Zelensky no está presente en ese momento para atestiguarlo y mover las fichas en tiempo real.
Hasta acá por hoy, lo seguiremos comentando una vez transcurrida la reunión.
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