Esta semana, la revista The Economist dedicó su editorial principal a preguntarse si las aparentes victorias de Trump en materia comercial realmente generarán beneficios sostenibles a largo plazo. El título del análisis es contundente: “Donald Trump cree que está ganando en comercio, pero Estados Unidos perderá”. No obstante, de manera paralela se han publicado cifras sobre los ingresos que Washington está recibiendo por los aranceles impuestos, y los datos —alentadores para el Tesoro— parecen incentivar aún más esa política, al grado de que otro análisis, publicado en el New York Times, sostiene que incluso para los demócratas será difícil revertirla. En términos más generales —y más allá del ámbito comercial—, vemos cómo la aplicación de medidas de fuerza por parte de Trump está llevando a diversos actores a recalcular sus posiciones, e incluso, en algunos casos, a ceder frente a esa presión. De hecho, dos exfuncionarias de la administración Biden comentan en un podcast de Foreign Affairs que incluso ellas se han visto sorprendidas por la determinación y capacidad de Trump para desplegar el poder estadounidense a fin de alcanzar sus objetivos. Sin embargo, un examen más profundo de lo que ocurre a nivel global arroja un panorama más matizado y complejo. Eso implica analizar en qué casos las estrategias de Trump parecen estar generando resultados favorables en función de sus propias metas, hasta qué punto esos resultados pueden considerarse realmente “positivos”, y al mismo tiempo, identificar los frentes donde sus estrategias no están rindiendo los frutos prometidos y entender por qué. Aquí algunas notas al respecto.

Los casos de mayor eficacia para las tácticas de Trump

1. Actores en posición de debilidad. Cuando los países se encuentran en situación de vulnerabilidad o de alta dependencia económica o política frente a Washington, las tácticas de presión de Trump han resultado especialmente eficaces. No solo ha logrado obtener concesiones importantes y rápidas, sino que en ciertos casos ha podido incluso ir más allá de sus demandas originales. Pensemos en algunos ejemplos de Asia, África o América Latina, México incluido. Negociar con él, para estos países, no ha sido tarea sencilla. En muchos de estos casos, los gobiernos han concluido que ceder ante sus presiones es menos costoso que escalar el conflicto.

2. Actores con posiciones relativamente sólidas que prefieren hacer concesiones para evitar mayores costos económicos. Hemos visto países con economías más fuertes o con mayor resiliencia ante un posible fracaso en las negociaciones con Trump, pero que aún así prefieren ceder: aceptan, por ejemplo, aranceles del 15 % —lo cual no es bajo— para brindar certidumbre a sus economías, antes que prolongar escaladas políticas o comerciales que podrían resultar costosas (como las que están ocurriendo con India o Brasil). Un caso que lo ejemplifica es Corea del Sur, que llegó a un acuerdo con EU. para fijar sus exportaciones dentro del 15 % de arancel—frente al 25 % inicial amenazado—a cambio de compromisos de inversión por la parte surcoreana. Este tipo de concesión permitió asegurar estabilidad en su industria exportadora sin recurrir a un conflicto prolongado.

3. Actores incluso con mayor fortaleza, como la Unión Europea, el Reino Unido o Japón, también han optado por hacer concesiones frente a la presión de Trump. Al evaluar el panorama estratégico de forma más integral, prefieren reducir tensiones, evitar su animadversión, ganar algo de buena voluntad, y colocar en la agenda otros temas en los que consideran esencial una colaboración más estrecha con Washington. En el caso de la UE, por ejemplo, y a pesar de las quejas de algunos de sus miembros, además de, nuevamente, brindar certidumbre a sus economías, ha pesado más dejar atrás el tema comercial, para enfocarse en la construcción de canales más eficientes de cooperación con Trump en asuntos como Ucrania, Rusia o la OTAN.

4. En suma, lo que podemos ver es que cuando los países están ubicados en posiciones de alta dependencia de EU o de debilidad, o bien, incluso cuando no es así, pero en su cálculo, por razones varias, es preferible efectuar concesiones que seguir escalando, las tácticas de Trump tienen mayor eficacia.

5. Otra cosa, como bien señala The Economist, es preguntarse si el hecho de que Trump consiga lo que busca implica necesariamente un beneficio para la economía de EU o, en un sentido más amplio, para el fortalecimiento del poder estadounidense. Esa es, sin duda, una discusión más amplia que habrá que dejar para otro momento. Por ahora, el objetivo es examinar hasta qué punto sus medidas están siendo eficaces—sobre todo porque vale la pena revisar los casos en los que no lo están siendo.

Casos en donde las tácticas de presión de Trump reportan una menor eficacia

1. Hay actores que, aun estando fuertemente golpeados o en una posición de debilidad relativa, optan por no ceder ante Trump. Podemos observar casos como el de Hamás, que ha perdido gran parte de su liderazgo, su arsenal y su capacidad militar, o incluso Irán, en condiciones similares, que siguen eligiendo no mostrar esa debilidad frente a negociadores sagaces como Witkoff, el enviado especial de Trump. En ambos casos, el mensaje es claro: están dispuestos a pagar los costos de no llegar a acuerdos con Estados Unidos si no obtienen ciertos objetivos que consideran líneas rojas. El caso de Irán es particularmente revelador: ya durante la administración anterior, Trump se retiró del acuerdo nuclear, impuso tácticas de presión máxima y aun así no logró suavizar la postura del Ayatola Alí Khamanei. Hoy, la situación es aún más desfavorable para Teherán, especialmente tras los bombardeos israelíes y estadounidenses que han debilitado aún más su posición estratégica en comparación con 2018. Pero a pesar de ello, Irán continúa, hasta ahora, sin ceder en términos de su postura nuclear, incluso ante nuevas amenazas de Trump. Los detalles de ello los podemos ver en otro momento, pero tanto ese caso como el de Hamás, ejemplifican situaciones de menor eficacia en las tácticas de Trump.

2. Hay otros actores que, si bien podrían ser considerados en una posición de debilidad relativa frente a Washington, aún así estiman que tienen la fuerza suficiente o bien, evalúan que los costos de ceder son mayores que los de mostrar determinación para enfrentar a Trump. Podemos pensar en casos como el de Brasil o India, que quizá habrían preferido llegar a acuerdos con Trump desde hace tiempo, pero consideran que la sensibilidad política de los temas en los que ese presidente ejerce presión, justifica asumir el costo de resistir. Otro ejemplo es Rusia: aunque está lejos de tener la fortaleza económica de un país como China, hoy Putin asume que tiene la sartén por el mango en su guerra contra Ucrania y en otros temas estratégicos y militares, y, por tanto, una alta capacidad para resistir la presión de Trump. En todos estos casos, la presión del presidente estadounidense hasta este momento, ha resultado insuficiente para impactar en el cálculo de actores como los que señalo.

3. Y luego, quizás en un rubro aparte, está China, la otra gran superpotencia, que, si bien reconoce que sostener su enfrentamiento con Estados Unidos le implica pagar costos importantes, considera que resulta absolutamente estratégico para sus objetivos de largo plazo desafiar a Trump, desplegando las múltiples herramientas con las que cuenta para hacerlo. En un caso así, la espiral ascendente con Washington terminó exhibiendo errores de cálculo por parte de Trump, mostrando que, en ese escenario particular, quien prefería no seguir escalando era él. China fue muy clara al comunicar que fue Trump quien solicitó las reuniones con Beijing para desescalar. Pero este tema va mucho más allá de lo comercial: desde la visión de Xi, la Casa Blanca, bajo esta administración, está debilitando su propio poder global, lo que genera vacíos y oportunidades que China considera debe aprovechar. Y para eso, ninguna de las tácticas de presión de Trump está resultando eficaz en términos de modificar el cálculo estratégico de largo plazo en Beijing, independientemente de que Xi decida alcanzar acuerdos provisionales con el presidente estadounidense.

En suma, al observar el panorama completo, lo que emerge es un contexto sumamente complejo. Trump ha optado por abrir decenas de frentes al mismo tiempo. En muchos de ellos, por razones diversas, sus tácticas de presión están mostrando una eficacia considerable. Sin embargo, en otros frentes, esas mismas tácticas se están topando con actores o liderazgos que eligen enfrentarle, lo que deja los resultados aún abiertos. Por último, en el caso de China —un país que no solo posee fortalezas ampliamente conocidas, sino que claramente ha anticipado este momento— estamos viendo niveles de determinación que incluso obligan a Trump a asumir sus propios errores de cálculo y reconsiderar sus estrategias para alcanzar sus objetivos.

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