Las tensiones entre China y Estados Unidos deben tomarse muy en serio. Gracias al último libro de Woodward y Costa, nos enteramos de que el General Milley, el jefe del Estado Mayor Conjunto de EU, tuvo que llamar a su contraparte china en dos ocasiones para asegurarle que Trump no estaba dando ninguna orden de atacar a la potencia asiática en medio de toda la presión que se vivió en su última etapa de gobierno. Pero probablemente Taiwán es, para China, el asunto más sensible de todos los que le enfrentan con Occidente. Y lo está haciendo notar. En los últimos días, la fuerza aérea china ha enviado aproximadamente 150 aviones militares para efectuar sobrevuelos en el espacio aéreo de Taiwán, en un despliegue de fuerza que ha roto todas las marcas previas. Solo el viernes pasado, China envió 38 incursiones aéreas, algo que nunca antes había efectuado. Al día siguiente rompió esa marca enviando 39. La expresión de su molestia era clara, ante las muestras de solidaridad con Taipéi exhibidas por aliados estadounidenses: un encuentro de senadores franceses con funcionarios taiwaneses, y la utilización de una ruta naval de buques británicos a través del estrecho de Taiwán. No es la primera vez en meses recientes que Beijing expone de ese modo su postura, pero esto ha venido escalando. El tema importa. Taiwán es justamente uno de los escenarios que, en casi todas las simulaciones y proyecciones, podría encender un conflicto armado entre Beijing y Washington. Van algunos temas de contexto:
Primero, sin entrar en la historia, solo mencionar que Taiwán es, para China, una provincia en rebelión, no un país independiente. Beijing reclama soberanía plena sobre la isla y sus aspiraciones al respecto han sido transparentes desde siempre. De hecho, Taiwán es oficialmente reconocida como estado independiente apenas por unos pocos países del mundo. Ni siquiera Washington reconoce oficialmente su independencia. Lo que sucede es que la postura de EU y sus aliados, ha sido que el estatus final de Taiwán debe resolverse por medios no militares.
Segundo, a lo largo de los años ha habido momentos de mayores y de menores tensiones. Mientras sus relaciones con Washington fueron relativamente buenas, China ha estado dispuesta a seguir adelante con las fórmulas que permitan la coexistencia pacífica, con la expectativa de que eventualmente podría ocurrir para Taiwán algo similar a lo que ocurrió con Hong Kong, la implementación del modelo de “Un País, Dos Sistemas”, es decir, el reconocimiento de la soberanía plena de Beijing sobre el territorio, mientras que a la vez, China permite el ejercicio de otro sistema económico con un relativo grado de autonomía política para éste.
Tercero, durante la década pasada, como sabemos, las tensiones entre China y Estados Unidos fueron aumentando. Estas tensiones han tenido muy diversas manifestaciones como, por ejemplo: la ciberguerra, la guerra informativa, la guerra comercial, la guerra tecnológica, los choques en los mares colindantes con China, la competencia por espacios de influencia, y la carrera armamentista, entre otros. Pero de todos esos aspectos, quizás nada es para China tan sensible como Taiwán, algo bien conocido por Washington y por sus aliados, y que, por tanto, frecuentemente se convierte en un arma empleada para golpear a su rival. Considere lo que escribimos en 2019—antes de la pandemia—Irene Levy, Michel Hernández, y su servidor:
“(Hubo) una aparente decisión por parte de la administración Trump de emplear la cuestión Taiwán como instrumento de presión en el medio de toda la conflictiva que sostiene con Beijing. Desde el inicio de su gestión, Trump ha intentado mostrar signos de cercanía política y militar con la isla…Además de señales como el incremento de personal de servicio en el Instituto Americano de Taipéi, o el reciente encuentro del entonces Consejero de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton con David Lee, el secretario general del Consejo de Seguridad Nacional de Taiwán, hay otras cuestiones incluso más delicadas. La Casa Blanca aprobó ventas por 2,200 millones de dólares a Taiwán en tanques, misiles y equipo militar. Hace pocas semanas el gobierno estadounidense anunció que procedería con ventas de aviones de combate F16 a Taipéi en lo que representa una de las mayores transacciones de esta índole entre EU y Taiwán. La respuesta de Beijing ante este delicado tema no se ha dejado esperar. China ha declarado que sancionaría a cualquier empresa vinculada con las ventas de tanques, aviones o equipo militar a la isla. Esto puede incluir sanciones a compañías que son subsidiarias de las empresas involucradas, lo que afectaría considerablemente los negocios con Beijing de corporaciones como Honeywell o General Dynamics. Combinando los elementos anteriores, es posible entender cómo es que el tema de Taiwán se viene a insertar dentro de toda la dinámica conflictiva entre las dos superpotencias”.
Cuarto, la pandemia generó un entorno aún más complejo para las relaciones Beijing-Washington. Hacia mediados de 2020, de esos dos países, el que parecía más golpeado por el virus era Estados Unidos. Esa superpotencia se mostraba orientada hacia sí misma, sumida en sus propias tensiones raciales, políticas, en sus problemas económicos, en su polarización. Washington parecía por un lado estar internacionalmente distraída, pero a la vez, Trump se mostraba dispuesto a seguir escalando su confrontación con China. En ese contexto, Beijing decidió dar múltiples pasos, algunos de ellos irreversibles, como lo fue por ejemplo la enorme reducción de la autonomía relativa de que gozaba Hong Kong. Al mismo tiempo, China desplegaba fuerzas y enfrentaba a la India, establecía nuevos distritos en sus mares colindantes—mares disputados por sus vecinos—enviaba submarinos hacia islas que tanto Japón como China reclaman suyas, y efectuaba despliegues navales y aéreos sobre Taiwán.
Quinto, llegando Biden al poder, estas tensiones no solo no han disminuido, sino que aumentaron. Washington está plenamente convencida de que China representa la mayor amenaza para su seguridad nacional y está haciéndolo saber de muchas formas. El fortalecimiento de sus distintas alianzas políticas, económicas y militares en la región forman parte del esquema. Taiwán también. Esto ha incluido desde medidas blandas como el envío de vacunas a esa isla—tras el rechazo de vacunas chinas por parte de Taipéi—o el relanzamiento de negociaciones comerciales entre Washington y Taiwán, hasta otros asuntos considerados mucho más sensibles como la firma de nuevos acuerdos de armamento entre la Casa Blanca y Taipéi, o bien, como lo acaba de reportar el Washington Post el jueves: una unidad de operaciones especiales de EU, así como un contingente de marinos se encuentran secretamente en Taiwán en misiones de entrenamiento a fuerzas locales (estas unidades fueron desplegadas desde la gestión de Trump, pero Biden ha permitido que sigan trabajando).
Sexto, China se ha mantenido respondiendo con varias medidas que incluyen sanciones económicas y comerciales, pero también mediante incursiones al espacio aéreo taiwanés y mediante ejercicios navales en zonas muy cercanas a la isla, desplegados con la intención de mostrar su enojo y resolución ante las muestras de apoyo que Estados Unidos y sus aliados ofrecen a Taipéi.
El punto es que este tipo de despliegues e incursiones están creciendo como nunca. Esto no significa que ello necesariamente vaya a detonar algún conflicto de manera inmediata. Pero, debido a que Taiwán frecuentemente responde ante estas incursiones, y envía sus propios aviones para disuadir a los chinos, los riesgos de que se produzca un incidente que pudiera salirse de las manos de todas las partes, están creciendo.
Esto debe ser considerado cada vez que Estados Unidos o sus aliados optan por incrementar su respaldo a Taipéi. Es decir, China está completamente decidida a mostrar su determinación en cada ocasión en que se sienta provocada. Además, importantísimo, China sabe que hoy en día, ni Washington ni sus aliados cuentan con fuerzas suficientes en la región como para enfrentarle en un conflicto potencial en caso de que decidiese, por ejemplo, invadir la isla. Las simulaciones y “juegos de guerra” que continuamente se llevan a cabo son elocuentes: las probabilidades de que EU pueda defender a Taiwán de manera eficaz, son bajísimas.
El asunto de Taiwán, en otras palabras, se está convirtiendo crecientemente en un jugar con fuego. La comunidad internacional y todos los actores interesados en desescalar las tensiones actuales—que son muchísimos dada la interdependencia compleja que existe entre China y Occidente—necesitan prestarle la atención que merece.
Twitter: @maurimm