La situación en la península coreana permanece irresuelta y en deterioro. Las más de 20 pruebas con misiles que ha lanzado Pyongyang este año son una especie de intento por recordarlo. Lo que pasa es que, habiendo tantos otros temas candentes en el mundo, pareciera que la cuestión norcoreana no está, por ahora, en la agenda de prioridades. De manera que el lanzamiento de un misil balístico de mediano alcance sobrevolando Japón es, para Kim Jong-un, una forma de elevar la temperatura de las tensiones ante el fracaso de sus intentos previos por atraer la atención. Y, debido a la distancia recorrida por este misil y al pánico que logra provocar entre la sociedad japonesa, lo consigue. Otras maneras de elevar las tensiones podrían incluir nuevos ensayos con misiles balísticos intercontinentales y una nueva prueba nuclear, cosa que no sucede desde 2017. ¿Qué es lo que mueve esta serie de pasos y qué es lo que permanece sin resolverse? Van unos apuntes al respecto.
1. Corea del Norte es un país que se autopercibe bajo constante amenaza de desaparecer , más aún tras el fin de la Guerra Fría, o cuando en 2002 es incluido como parte del “Eje del Mal” por Bush. Por consiguiente, la lógica primaria que mueve las acciones del régimen tiene que ver con garantizar su propia supervivencia y asegurar el pleno control del país. Desde su óptica, la capacidad nuclear otorga a Pyongyang la herramienta disuasiva necesaria para impedir el ser atacada y para conseguir un trato distinto por parte de enemigos y aliados. Para mantener e incrementar ese poder disuasivo, Corea del Norte necesita continuar demostrando que tanto su programa nuclear como su programa de misiles siguen avanzando.
2. La última vez que un misil norcoreano había sobrevolado Japón fue en 2017 , un año de altísimas tensiones, también el año de su última detonación nuclear. Luego, sin embargo, en 2018 sobrevino un importante acercamiento entre las Coreas, y entre Pyongyang y Washington. No obstante, el diálogo Kim-Trump terminó fracasando en 2019.
3. El acercamiento 2018-2019. Quizás hay que empezar por explorar qué es lo que lleva a Kim en 2018 a mostrar signos de distensión y a sentarse a la mesa de negociaciones. Si nos apegamos al planteamiento que hacía Trump, el haber “sometido” al joven líder norcoreano gracias a su “presión máxima”, mostraba la eficacia de sus tácticas negociadoras. Gracias a ese presidente, según tuiteaba, la amenaza nuclear norcoreana había “desaparecido”. No obstante, una visión alternativa plantea que, en realidad, la retórica exaltada y las amenazas de Trump, en combinación con su aparente disposición al uso de la fuerza, no detienen, sino aceleran el progreso del programa nuclear y el programa de misiles de Corea del Norte, los cuales alcanzan en 2017 niveles que no habíamos apreciado hasta entonces. Ese año, Pyongyang demostró que contaba ya con (a) bombas atómicas al menos 10 veces más potentes que las previamente detonadas, (b) la capacidad de miniaturizarlas y montarlas en misiles balísticos intercontinentales, y (c) la capacidad de hacer llegar esos misiles a territorio continental estadounidense. Si bien hay opiniones serias que indican que el proyecto nuclear de Pyongyang aún está incompleto y requiere de ajustes, lo que quedaba claro es que su posibilidad para emplearlo como herramienta disuasiva, se transformaba en una poderosa arma para negociar sus intereses. Por consiguiente, más que un joven
derrotado por las estrategias y las amenazas de Trump, aquel proceso de diálogo exhibía a un líder que sentía que, gracias a sus avanzadas capacidades nucleares, podía desplegar posturas de negociación mucho más firmes que en el pasado.
4. Asimismo, para Kim era indispensable reducir la brecha entre cómo él entendía la “desnuclearización de la península”, y cómo la entendía la Casa Blanca. Mientras que Trump pensaba que se trataba de eliminar la capacidad nuclear de Pyongyang exclusivamente, Kim visualizaba un esquema que incluía eliminar todas las amenazas que hoy pesan en contra de su país, lo que contemplaba, por supuesto, reducir al mínimo la presencia militar de Washington en la zona.
5. El fracaso del diálogo en 2019. Esta brecha provocó que, más allá de las fotografías, las declaraciones e incluso los continuados intentos para que el diálogo avanzara, las conversaciones se estancaran. Cuando, en 2018, la Casa Blanca inicia el diálogo, su demanda era la de una desnuclearización “completa, irreversible y verificable” de Corea del Norte antes de siquiera pensar en eliminar las sanciones. Ya para 2019, Trump parecía satisfecho con un progreso más paulatino, y por lo que sabemos, estaba dispuesto a ceder en el calendario del levantamiento de las sanciones, exigiendo eso sí, pasos serios encaminados hacia esa desnuclearización. Lo que aparentemente ocurrió es que Kim quiso cobrar más caro de lo que Trump estaba dispuesto a pagar, el desmantelamiento de su central nuclear en Yongbyon que Pyongyang llevó a cabo unos meses atrás. Por tanto, no hubo acuerdo en cuanto al monto de sanciones que era aceptable levantar, considerando que hay otras instalaciones nucleares y mucha más actividad de misiles que desmantelar.
De modo que, así como se hablaba de la cumbre de Singapur como un “éxito total”, la cumbre de Hanoi en 2019 era vista como un “fracaso absoluto”. El re endurecimiento de la postura de Pyongyang se hizo notar inmediatamente.
6. Luego, llegó la pandemia . Durante 2020, Kim Jong-un desapareció y reapareció, las tensiones entre las Coreas ascendieron y volvieron a calmarse. De su lado, Estados Unidos vivió sus propias tensiones raciales, políticas y electorales que ya conocemos, además de todos los efectos sociales y económicos por el coronavirus. Trump se fue. Vino Biden con mil y un prioridades en su agenda y, como sabemos, Corea del Norte no estaba entre las primeras cosas que necesitaba resolver.
7. El recrudecimiento de la línea dura de Kim. Apenas el 11 de enero del 2020, mientras Washington absorbía el shock del asalto al Capitolio, paralelamente tenía lugar el congreso del Partido de los Trabajadores de Corea, en el que Pyongyang adoptaba una línea dura de cara al nuevo gobierno estadounidense: Kim recordaba al mundo que Estados Unidos es su mayor enemigo y llamaba a continuar los avances en su proyecto nuclear, fijando la meta ahora de una mayor precisión en sus misiles balísticos intercontinentales y cabezas nucleares más pequeñas y ligeras. Si bien los ensayos con misiles que Corea del Norte estuvo llevando a cabo durante esos tiempos eran de bajo perfil, se trataba de recordatorios. Recordatorios que no se detuvieron durante 2021 y también durante el presente año.
8. Kim necesitaba hacerse sentir presente y relevante. Pero al mismo tiempo, necesitaba balancear una compleja serie de factores y por eso lleva a cabo pruebas limitadas con misiles, y no, por ahora, un ensayo nuclear. Las circunstancias económicas en Corea del Norte, ya terriblemente afectadas por las sanciones internacionales, eran ahora incluso peores. A pesar de que, según el gobierno en Pyongyang en ese país no había muertes por el coronavirus, lo que sí se sabía es que la pandemia tuvo un considerable impacto en su economía, afectada además por problemas en las cosechas y desastres naturales. En otras palabras, a Kim le urge el diálogo. Pero desea también ser reconocido por la fuerza que ha adquirido dados sus avances militares.
9. La guerra en Ucrania ha tenido considerables repercusiones para el tema norcoreano. La primera, sin duda, es que, si anteriormente Biden tenía muchas otras prioridades antes que atender el fondo de la problemática coreana, ahora sus miras están puestas en otros sitios incluso con mayor intensidad. Washington de hecho, elige replegarse de Afganistán, reducir sus fuerzas y esfuerzos en su guerra contra el terrorismo y en su presencia en sitios como Medio Oriente, a fin de enfocarse en Rusia y China, los mayores retos percibidos para su seguridad nacional. Esto no disminuye, sino que aumenta con la guerra en Ucrania.
10. Pero hay otras consecuencias y una de ellas tiene que ver justo con lo anterior. A medida que la confrontación entre las superpotencias se ha venido incrementando, el tema norcoreano se inserta justamente ahí, en el medio de esas confrontaciones. Rusia siempre ha mostrado una relativa proximidad con Pyongyang, pero ahora mismo esa cercanía se exhibe con mayor fuerza. Kim ha respaldado a Putin diplomáticamente ante su guerra, y, de acuerdo con reportes, esto podría incluir la provisión de armamento avanzado por parte de Pyongyang a Moscú. Si bien esto último no ha sido confirmado, lo que sí se sabe es que, a diferencia de otros países que en foros internacionales condenan a Moscú, aunque mantengan una relativa neutralidad de facto, Corea del Norte ha elegido claramente su bando, y éste es al lado del Kremlin. Ante ello, podemos esperar que Putin hará cuanto esté en sus manos por devolver el favor a Kim, tanto en la ONU, como en otros rubros.
11. El factor China , la mayor aliada y sostén de Pyongyang. De un lado Beijing se encuentra verdaderamente preocupada por la situación en la península. China no desea ver a Corea del Norte con un proyecto nuclear y de misiles en pleno progreso, no solo por las amenazas que ello representa para la propia China y la región, sino porque ello atrae a Washington a la zona y produce riesgos de escalamientos militares que afectan los intereses de Beijing. Por otro lado, sin embargo, China necesita la supervivencia del régimen en Pyongyang. La política resultante es un intento continuo por equilibrar esos factores. Además, el hecho de que sus relaciones con Washington estén pasando por el momento más delicado en décadas, no parece generar el mejor ambiente para dialogar o resolver la cuestión norcoreana. De hecho, para China y Rusia, Kim actúa como actúa debido a que se siente bajo amenaza perpetua, y, por tanto, sería indispensable lograr transformar esa percepción. Desde la óptica de Moscú y Beijing, Trump hizo todo lo contrario; de ahí la velocidad con la que Pyongyang se sentía forzada a mostrar adelantos en su capacidad nuclear y su progreso en su proyecto de misiles balísticos.
El misil que Pyongyang lanza sobre Japón el martes, es tan solo la continuación de esa historia. Un paso adicional en la escalera de las tensiones. Probablemente vendrán otros. Este es uno más de los pendientes que nos recuerda que los problemas no se resuelven solos. Cuando ese tipo de temas son abandonados a su suerte, retornan y normalmente lo hacen con fuerza.
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