La Alianza del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) llega Washington para conmemorar su 75 aniversario enfrentando enormes paradojas. Por un lado, estamos quizás presenciando su momento de mayor fuerza en décadas, no solo resistiendo ante su “muerte cerebral” como advertía Macron en 2019, sino fortalecida con más miembros, presupuesto y cohesión. Por otro lado, no obstante, la OTAN llega a la cumbre en Washington con problemas severos de varios de sus liderazgos, teniendo que enfrentar muchas apuestas fallidas en cuanto a su rol para contrarrestar a Rusia y ahora también a China. Por tanto, el tiempo debería ser usado menos para celebrar y mucho más para evaluar los riesgos que vienen en los años que siguen, empezando por la debilidad del anfitrión, Biden y el potencial retorno de quien quería abandonarla: Trump. Comparto unos apuntes al respecto:
1. Inicio por lo último. Trump relató hace unos meses que, cuando un líder le preguntó si defendería a su país, aunque ese país miembro de la OTAN “no pagara”, él respondió que, si ese país no “pagaba”, que “si era moroso”, no lo protegería y que “de hecho, los alentaría (a Rusia) a hacer lo que les dé la gana”. Lo de Trump, la OTAN y Rusia no es nuevo. Se trata de un asunto que en su momento fue exhaustivamente analizado. Lo que pasa es que cuando hablábamos del tema, había mucha especulación acerca de si Trump, quien cuestionaba a esa alianza en público, realmente se aventuraría a abandonar el pacto militar. O si realmente Trump sería capaz de no defender a un aliado de la OTAN ante un ataque, por ejemplo, de Rusia. Quizás algunas de las mejores respuestas a nuestras sospechas proceden de un libro que escribió John Bolton: La habitación en donde ocurrió. Bolton sirvió como asesor de seguridad nacional de Trump desde abril del 2018 hasta septiembre del 2019 y publicó el libro que refiero en 2020, previo a las elecciones de aquel año tras una disputa con la administración Trump pues era acusado de revelar secretos de seguridad nacional. Si cruzamos su texto con varias fuentes, la conclusión es clara. Trump consideró (y probablemente consideraría) seriamente sacar a EU de la alianza atlántica. En su aislacionismo transaccional, la membresía de Washington no está garantizada.
2. La “muerte cerebral” que en 2019 señalaba Macron tenía todo que ver con eso, pues desde su visión, Europa debería garantizar su propia defensa y dejar de depender de los vaivenes electorales en EU que podrían llevar a un personaje populista y nacionalista a cuestionar el rol de Washington en la alianza.
3. No obstante, cuando Biden asume el poder, podríamos decir que con su liderazgo consigue devolver a OTAN a la vida y no solamente superar esa fase de “muerte cerebral”, sino incluso fortalecerse a través de la cohesión política, nuevas olas de presupuesto y nuevas membresías. Uno de los grandes éxitos de Washington en estos últimos años ha sido el ir persuadiendo paulatinamente a los miembros europeos de incluir a China entre los “retos” que la OTAN enfrenta. Por supuesto, un poco ha sido la influencia de Biden y el otro factor que solidificó a la alianza ha sido la amenaza revitalizada que los países miembros percibieron tras la invasión rusa a Ucrania.
4. Más allá de lo militar, sin embargo, se requirió una labor de liderazgo que unificara posturas, posicionamientos y acciones. Esto se vivió con claridad especialmente durante 2022 cuando la OTAN otorga a Ucrania un respaldo de pocos precedentes, lo que, sumado a la elevada moral y destreza del ejército ucraniano, además de los errores y las torpezas tácticas rusas, consigue detener la embestida de Moscú, e incluso revertir considerables conquistas territoriales ese mismo año.
5. Además de ello, en el curso de los meses que siguieron, la OTAN logra lo que en toda la Guerra Fría no sucedió: sumar a dos importantísimos miembros, Finlandia y Suecia, expandiendo con ello su línea de defensa contra Rusia. Ello implicó un sólido liderazgo para poder negociar con estados miembros que se oponían a estas nuevas membresías como lo eran Turquía y Hungría.
6. Es por eso que la crisis de liderazgo que enfrentan varios de los personajes que se reunirán en Washington hoy se siente tan pesada. Esto es producto del ascenso de corrientes populistas y nacionalistas o euroescépticas en varios de los países de la alianza. Incluso en Reino Unido, que estrena primer ministro, fue notable el avance electoral del populismo de Farage hace unos días. Líderes como Macron o Scholtz llegan fuertemente golpeados en estas últimas semanas. Pero quizás el factor que más afecta a esta reunión, un elefante que estará en la sala durante todas las sesiones, es el cuestionamiento que experimenta Biden después de su trágico desempeño en el último debate, y los crecientes llamados en su propio partido para que abandone la contienda. La crisis de debilidad interna no es un tema menor. Es imposible proyectar poder hacia afuera cuando la situación en casa se encuentra así de revuelta.
7. A lo anterior hay que añadir el contexto de la guerra en Ucrania: el fracaso de la contraofensiva ucraniana en 2023, la recuperación de la iniciativa de las hostilidades por parte de Rusia que le ha otorgado paulatinos avances, el estancamiento del apoyo estadounidense a Ucrania durante meses, la escasez de armamento y tropas que padece Kiev, y las implicaciones políticas que todo lo anterior ocasiona entre los países miembros de la OTAN.
8. Sumado a ello, está la actividad diplomática de Putin para conseguir apoyos políticos, militares y armamentistas (como con Corea del Norte) y acuerdos económicos y comerciales para resistir a las sanciones impuestas por Occidente (como ocurre con la visita del primer ministro de la India, Modi, a Moscú en estos días). En otras palabras, la recuperación de la iniciativa en lo militar se ve fortalecida con la resiliencia política, diplomática y económica que ha exhibido Rusia ante los embates de Occidente.
9. Así que uno de los grandes retos inmediatos de la OTAN consiste en atender y dirimir sus propias diferencias entre: (a) las posturas que abundan acerca de la necesidad de ya sentarse a negociar de manera seria con Rusia (lo que implicará que Ucrania le efectúe concesiones territoriales); estas posiciones a veces son claras y abiertas (por ejemplo con líderes como Orban quien viene llegando de sus viajes a Moscú y a Beijing), y otras veces son menos abiertas (como ha ocurrido entre importantes líderes militares en EU), pero ahí están; (b) las posturas que indican que la OTAN debe ser todavía más firme para conseguir que “Rusia sea derrotada” al costo que sea, incluso varios países miembros señalando que están considerando seriamente el envío de tropas a Ucrania; y (c) las posturas intermedias encabezadas por Biden que indican que Ucrania debe ser sólidamente respaldada pero no al punto de cometer mayores acciones escalatorias que podrían rebasar la línea con Rusia. Lo anterior se vincula con las decisiones que se deben tomar en cuanto al nivel de compromiso que la OTAN debe definir en términos de permitir a Ucrania una ruta de acceso a la alianza atlántica, o bien las garantías que se le puedan ofrecer considerando que también en ese tema hay posiciones muy distintas entre los estados miembros.
10. Todo esto, además de concertar posiciones y acciones en otros ámbitos como el tema de China y el rol que debe jugar la OTAN en asuntos relacionados con la zona geográfica de Beijing, la nuevamente ascendente amenaza del terrorismo, u otros como la inteligencia artificial, el armamento, la crisis climática y el Ártico entre muchos más.
11. Por último, en este 75 aniversario, la OTAN tendrá que regresar a enfrentar el tema por el que iniciamos: trabajar con el potencial escenario del retorno de Trump a la presidencia de EU, hablar en alto acerca del cumplimiento del compromiso de presupuesto militar del 2% del PIB por parte de todos sus estados miembros, y tomar acciones para prevenir posibles crisis futuras con una Casa Blanca que podría ser muy diferente a la actual.
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