A propósito de que acaba de ser el día internacional de la paz y de la cumbre de los premios Nobel de paz, van ocho notas sobre el concepto.
1. El concepto de paz comúnmente produce confusiones. Esto se debe, en parte, a la amplitud de los temas que abarca, además de la usual falta de precisión en cuanto a su uso. Paz puede significar “calma” o “tranquilidad”. El término se usa también para señalar el final de una guerra o conflicto armado (firmar un “tratado de paz”), concluir una disputa (hacer las paces) o calmar la violencia (pacificar un sitio). La historia está llena de libros que hablan de los años de “guerra” y los años de “paz”, entendida esta última como aquellos tiempos en los que no había guerra, incluso si esta “paz” era una “paz armada”. A la vez, la “paz interior” es la meta de religiones, creencias y prácticas en todo el mundo. Todo eso está bien; es perfectamente válido que un término tenga distintas acepciones. El problema es cuando, a falta de claridad en lo que se busca comunicar o transmitir, se organiza un foro, se elabora un discurso o se propone un diseño de política pública que no distingue entre niveles, tiempos y alcances. Así que vamos por partes.
2. La paz no se limita a la ausencia de guerra o violencia. Estudiar la guerra o estudiar la violencia no es estudiar la paz. La paz es un tema serio que debe abordarse a partir del desarrollo de investigación y conocimiento de las sociedades pacíficas de la historia y del presente, o de las sociedades que eran menos pacíficas y que han logrado avanzar ciertos grados en su construcción de paz. Es decir, al igual que es indispensable estudiar y entender todo lo que produce guerra y violencia, es también necesario estudiar los factores que promueven, generan y sostienen la paz. Y no es lo mismo.
3. Distintos ángulos. Para una gran cantidad de autores, organizaciones y centros de estudio ubicados en países del norte, la paz tiene que ver más con el desarrollo de la legislación internacional, las organizaciones internacionales y tratados que promuevan el desarme y la solución pacífica de las controversias entre países que a lo largo de la historia se han confrontado entre sí. En cambio, para autores y sociedades del sur, quienes estamos más inmersos en conflictos étnicos, religiosos, políticos o sociales, la paz tiene mucho más que ver con los factores internos que promueven y sostienen la paz desde las estructuras. Es interesante ver cómo, por ejemplo, en foros internacionales sobre la materia, frecuentemente pareciera que las discusiones giran por canales paralelos pero separados; como si las preocupaciones en el norte y en el sur al respecto estuviesen desvinculadas. En ese sentido, a veces hacen falta los puentes que conecten lo uno con lo otro para que se comprenda cómo es que todos esos componentes del sistema terminan relacionándose entre sí.
4. Peacemaking, Peacekeeping y Peacebuilding. En la literatura sobre el tema, normalmente, cuando se habla de “pacificación” (establecimiento de la paz o “peacemaking”), se hace referencia a mediar o detener un conflicto violento entre grupos armados, enfrentados frecuentemente por factores políticos, económicos, ideológicos, religiosos o étnicos. Esto se denomina “paz disociativa”: separar a las partes en pugna. Por mantenimiento de la paz (“peacekeeping”) normalmente se entiende asegurar que esa situación de no-violencia se pueda conservar. En cambio, la construcción de paz (“peacebuilding”) hace referencia a la edificación de condiciones de paz positiva, las cuales van más allá de resolver el conflicto. La construcción de paz se orienta hacia diseños y estrategias que buscan fomentar actitudes, cimentar estructuras y crear o fortalecer instituciones que puedan producir y sostener esas condiciones de paz. Entre todos esos conceptos se ubica un área que tiene que ver con la reconciliación, la restauración, con tratar de reducir el impacto de la huella que la violencia ha dejado a su paso e incluso la aplicación de acciones para sanar a las sociedades del miedo que la violencia produce. Hablar de paz abarca todo lo anterior, y los elementos mencionados no siempre suponen etapas, sino medidas que pueden llevarse a cabo en paralelo según el caso lo amerite. Pero es importante entender su distinción y a la vez, su interconexión.
5. Los componentes activos de la paz. Lo que hemos tratado de explicar es que normalmente entendemos a la paz por lo que no es y la consideramos solamente como esa condición en la que no hay guerra o conflicto violento. No siempre valoramos, sin embargo, cuáles son los componentes activos de la paz, aquellos que producen y mantienen condiciones pacíficas. El Instituto para la Economía y la Paz (IEP) explica que hay un ángulo o parte negativa de la paz, y otra parte positiva. La paz negativa –eso que no debe haber para considerar que una sociedad está en paz—es la ausencia de violencia, así como la ausencia de miedo a la violencia. En cambio, la paz positiva consiste en “la presencia de actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen a sociedades pacíficas” (IEP, 2019). Dicha institución ha llevado a cabo investigación que demuestra ocho áreas básicas o indicadores que se encuentran presentes en las sociedades más pacíficas del globo. Estos son conocidos como los ocho pilares de la paz; o para ponerlo de otra forma, el ADN de la paz. Estas columnas son las siguientes: “(a) Un gobierno que funciona adecuadamente; (b) distribución equitativa de los recursos; (c) el libre flujo de la información; (d) buenas relaciones entre vecinos (o cohesión social); (e) altos niveles de capital humano; (f) la aceptación de los derechos de los demás; (g) bajos niveles de corrupción; (h) Un entorno empresarial sólido” (IEP, 2018). Este conocimiento, sin embargo, nos habla sobre todo de la paz estructural al interior de las sociedades.
6. El sistema. No obstante, como dijimos, la paz debe entenderse de manera sistémica. Esos pilares son partes interconectadas que pueden jalar a todo el sistema hacia arriba, o a la inversa, empujarlo hacia abajo. La investigación demuestra que el mal desempeño de tres o cuatro de esas columnas, puede tarde o temprano provocar situaciones de falta de paz que podrían terminar incluso en guerras civiles o conflictos armados.
7. La dimensión internacional de la paz. Pero si de verdad pensamos sistémicamente, lo internacional no se encuentra desvinculado de ese entramado de columnas. De hecho, pensar en la paz internacional requeriría un esfuerzo de adaptación que nos llevase a comprender cuáles son las actitudes, las estructuras y las instituciones que generan y sostienen paz entre los distintos países. En ese sentido, sin elaborar una lista exhaustiva, podríamos pensar por ejemplo en la necesidad de adaptar pilares o columnas como (a) un sistema sólido de derecho internacional y de organismos internacionales que funcionen adecuadamente para procesar las controversias entre los estados y garantizar su convivencia armónica (acá es donde se podría incluir la legislación y las instituciones que garanticen el desarme, y otras legislaciones como por ejemplo en materia ambiental, además de la solidez, el diseño o rediseño del Sistema de Naciones Unidas y organismos regionales y globales, las garantías para que esas instituciones sean eficaces, incluyentes y respetadas); (b) una más equitativa distribución entre los recursos globales y/o su explotación; (c) buenas relaciones entre naciones vecinas; (d) aceptación y respeto a los derechos de todos los estados y los pueblos; (e) bajos niveles de corrupción global; y (f) un buen ambiente para el desarrollo de los negocios (en condiciones de respeto a los derechos y distribución equitativa de los recursos), entre varios otros aspectos semejantes.
8. En suma, si realmente pensamos de manera sistémica e incluimos varios de los aspectos anteriores, hay que entender la paz como una condición compuesta de diferentes elementos, los cuales operan en distintos niveles y dimensiones. Podríamos considerar progresivamente desde la paz interior, la paz en la familia, en el barrio, en la escuela, en las organizaciones, en las empresas, en las ciudades, en las regiones, en los países y entre las naciones. Aquellos factores que promueven actitudes, estructuras e instituciones que favorezcan la integración, la inclusión, la cohesión y la colaboración al interior de esas partes y entre esas partes del sistema, y que, además, disminuyan las posibilidades de conflicto violento o que garanticen el que los conflictos al interior de esas partes y entre esas partes del sistema, puedan ser procesados de manera armónica y respetuosa, son productores de paz. En cambio, las actitudes y estructuras que producen desintegración, discriminación, inequidad, y desigualdad al interior de las partes o entre las partes de ese sistema, o bien, debilitamiento institucional, podríamos decir que operan como disruptores de paz en cualquiera de sus niveles.
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