La tensión volvió a escalar en Siria en días recientes. A los choques internos entre comunidades drusas, beduinas y fuerzas del gobierno, se sumaron fuertes bombardeos israelíes. ¿Quiénes son los drusos y por qué se suscitaron estos eventos de violencia? ¿Por qué Israel decidió intervenir? ¿Cómo reaccionó la administración Trump y cómo es que estos hechos impactan en su política para la región? Van algunas notas al respecto:
Los drusos
Los drusos son una comunidad religiosa y étnica singular, con raíces que se remontan al siglo XI, cuando se escindieron del islam para formar una fe unitaria que incorpora elementos del islam chiita, el cristianismo y otras corrientes filosófico-religiosas (Dayan, 2025). Se caracterizan por su estructura cerrada —no aceptan conversiones ni permiten matrimonios mixtos— y por una jerarquía espiritual que reserva el conocimiento religioso profundo a un pequeño grupo. En Siria y Líbano se concentra la mayor parte de sus cerca de un millón de miembros, aunque también están presentes en Israel, Jordania y otras diásporas. En el caso israelí, su vínculo con el estado ha sido históricamente ambivalente: mientras muchos drusos han abrazado la ciudadanía israelí y servido en el ejército, los drusos que viven en el Golán —territorio sirio ocupado por Israel desde 1967— han mantenido lazos con Siria y resistido una plena integración con Israel.
Los hechos recientes
En semanas recientes, la región drusa de Sweida, en el sur de Siria, se convirtió en epicentro de enfrentamientos violentos entre milicias drusas, grupos suníes armados y las fuerzas del nuevo gobierno sirio encabezado por Ahmad al-Sharaa, el ex jihadista cuya agrupación logró derrocar a Assad el último diciembre. El estallido se originó en una serie de secuestros y ataques cometidos por milicias beduinas contra civiles drusos, que rápidamente derivaron en represalias armadas y acusaciones cruzadas. Lo que comenzó como tensión sectaria degeneró en una crisis de seguridad, con más de 700 muertos reportados, denuncias de atrocidades por parte de fuerzas progubernamentales y una intervención militar israelí que incluyó bombardeos en Damasco y la evacuación médica de drusos heridos (Dayan, 2025). Israel, que, como dijimos, mantiene una relación estrecha con su población drusa de ciudadanía israelí —considerada leal y plenamente integrada en muchos sectores del estado—reiteró su compromiso de proteger a los drusos más allá de sus fronteras si su seguridad se ve amenazada.
La gravedad de los hechos provocó protestas en comunidades drusas dentro de Israel y la inusual decisión de cientos de ciudadanos drusos israelíes de cruzar la frontera para intentar proteger a sus hermanos en Siria. Paralelamente, el gobierno israelí endureció su postura llevando a cabo ataques aéreos contra unidades del ejército sirio, bombardeando incluso las cercanías de los cuarteles generales y del palacio presidencial, al tiempo que advertía sobre futuras represalias. La administración Trump tuvo que intervenir para lograr un alto al fuego y mediar entre las partes. Hasta ahora, ese cese al fuego se mantiene. Pero es importante explorar qué hay detrás de todo esto:
Detrás de los últimos hechos
1. En el caso de Siria, a pesar de la caída de Assad, el país está aún lejos de consolidar una transición exitosa. No se trata, por supuesto, de una tarea sencilla para el actual presidente, Al Sharaa. Algunos análisis sostienen que el exlíder de la entonces filial de Al Qaeda en Siria —posteriormente transformada en una milicia con metas puramente locales— ha atravesado un verdadero proceso de desradicalización personal. Desde esa óptica y bajo una mirada pragmática, para Al Sharaa la prioridad es lograr que todas las milicias en Siria se integren en un solo ejército o, en su defecto, depongan definitivamente las armas, con miras a una transición incluyente que refleje la diversidad religiosa y étnica del país.
2. Existen también otras lecturas, así como voces dentro de la sociedad civil siria, que siguen expresando desconfianza: ya sea por la aparente incapacidad de Al Sharaa para cumplir lo que promete, o porque, en el fondo, dicen, lo que busca es proyectar la imagen de un líder comprometido con la inclusión y el pragmatismo, cuando en realidad su objetivo sería consolidar el poder de la agrupación e ideología a las que pertenece.
3. Sea como sea, lo cierto es que Al Sharaa ha logrado, al menos por ahora, convencer a distintos líderes regionales de su seriedad y compromiso con una transición pacífica en Siria. Así, además del respaldo turco con el que contaba desde hace más de una década, hoy cuenta también con el apoyo abierto de países como Arabia Saudita y Qatar, que incluso han persuadido a Trump de la necesidad de respaldar los esfuerzos del actual presidente sirio.
4. Aun así, la realidad en Siria sigue siendo enormemente compleja. Muchas milicias han firmado acuerdos con el gobierno central, y hay señales alentadoras en torno a este esfuerzo monumental por lograr el monopolio legítimo de la fuerza en el territorio. Sin embargo, otras milicias se han mostrado más reacias a depositar plenamente su confianza en Al Sharaa y han entorpecido el proceso al que me refiero.
5. Además, incluso si asumimos la buena voluntad de Al Sharaa, lo cierto es que en el territorio persisten antiguos agravios entre distintas comunidades étnicas, religiosas y sectarias. Esa realidad ha derivado, en más de una ocasión, en espirales de violencia como la que se describe arriba: situaciones que, en cuestión de instantes, transforman un ambiente de aparente calma y estabilidad en brutales masacres con cientos de víctimas.
6. Hay muchas piezas más que añadir a este análisis, empezando por la persistencia de un entorno marcado por la corrupción, el crimen organizado, el narcotráfico y la violencia extrema. Estos fenómenos ya existían antes del estallido de la guerra civil en 2011, pero se intensificaron significativamente a partir de 2017. Factores estructurales como estos, lamentablemente, no se resuelven en pocos años y generan un caldo de cultivo en el que continúan proliferando condiciones de inestabilidad: desde actos delictivos como los asaltos y secuestros descritos arriba, hasta ataques terroristas (solo en 2024, Siria registró en promedio un atentado por día, según el GTI 2025).
El factor Israel
Pero entre todas las piezas, una resulta sin duda crucial: el factor Israel.
1. Vale la pena recordar que Israel inició una intensa campaña de ataques aéreos en Siria desde 2017, con el objetivo de frenar el avance de Irán y sus aliados en ese territorio. Irán fue uno de los principales aliados que permitieron al entonces presidente Assad sobrevivir a la guerra civil y recuperar gran parte del territorio que había perdido. Más adelante, Irán buscó cobrar esos favores estableciendo posiciones militares para sí mismo y sus milicias aliadas a lo largo de Siria. Israel, por su parte, intentó revertir esas ganancias mediante bombardeos y ataques directos contra oficiales, generales y bases iraníes.
2. Cuando Assad cayó en diciembre pasado, podría pensarse que Israel se dio por satisfecho con la salida de uno de sus mayores enemigos y con las pérdidas que ello implicaba para Irán. Sin embargo, desde entonces y hasta ahora, Israel mantiene fuertes sospechas tanto sobre Al Sharaa como sobre su agrupación Hayat Tahrir al Sham (HTS). No se puede ignorar que el jihadismo tiene entre sus objetivos la lucha contra Israel y la “liberación de los territorios santos que ese país ocupa”. Por eso, lejos de confiar en la desradicalización o el pragmatismo de un ex jihadista como Al Sharaa, el ejército israelí ha actuado con rapidez, destruyendo buena parte del arsenal aún presente en Siria y estableciendo lo que llama “zonas de seguridad”: franjas ocupadas del territorio sirio destinadas a crear espacios de amortiguamiento que, desde su perspectiva, garanticen su seguridad.
3. Así, los recientes bombardeos israelíes contra el ejército sirio no son los primeros del año. Lejos de ello. Israel ya había intervenido semanas atrás de manera similar, argumentando también entonces que lo hacía para proteger a las comunidades drusas en Siria.
4. Es decir, más allá de un posible objetivo “humanitario” —y aunque es cierto que el Estado de Israel mantiene, en general, una relación cercana con la comunidad drusa que habita en su territorio—Jerusalem persigue objetivos estratégicos que necesitan ser considerados:
(a) Primero, para Israel es fundamental que el actual gobierno sirio no se convierta en lo que percibe como una amenaza, y eventos como los enfrentamientos entre tropas gubernamentales y grupos drusos u otros sectores religiosos y sectarios no hacen más que reforzar sus sospechas.
(b) Segundo, es probable que el gobierno israelí asuma que un país fragmentado y débilmente cohesionado representa la mejor garantía para evitar que Siria vuelva a convertirse en una amenaza real.
(c) Tercero, Israel busca evitar por todos los medios que cualquier nueva escalada o brote de inestabilidad en Siria represente un riesgo para sus fronteras.
(d) Cuarto, también es posible que Israel esté intentando mantener una presencia activa en Siria para frenar la consolidación de otros actores regionales como Turquía o para evitar el retorno de Irán y sus aliados.
(e) Por último, no se puede dejar de lado la dimensión de política doméstica en Israel: varios partidos religiosos han abandonado la coalición de Netanyahu, dejándolo gobernar con una minoría parlamentaria. Si bien este no es el factor que detona directamente esta última intervención israelí en Siria, no cabe duda de que el primer ministro encuentra una gran utilidad política en mantener varios frentes abiertos, a la espera de que el receso veraniego del parlamento le permita mantenerse algunos meses más en el poder.
El factor Trump
La cuestión acá es que los objetivos de Israel y Netanyahu parecen chocar con la visión que Trump tiene para la región, y esto ocurre en múltiples dimensiones:
a. Primero, el cese al fuego en Gaza aún no avanza, y desde la óptica de la Casa Blanca, esto se debe a tácticas dilatorias empleadas tanto por Hamás como por el propio Netanyahu.
b. Mientras no se logre ese cese al fuego, resulta inviable siquiera comenzar a hablar de una normalización de relaciones entre Israel, Arabia Saudita y otros países. Mucho menos de un proceso sostenible, a mediano plazo, en torno al tema palestino. En la medida en que estos procesos sigan estancados, persistirán factores altamente disruptivos en la región, como los ataques de los houthies contra embarcaciones internacionales en el Mar Rojo.
c. La tensión entre Israel y Hezbollah en Líbano, así como entre Israel e Irán, sigue sin resolverse. Netanyahu, por lo que parece, se mantiene determinado a continuar una guerra de “baja intensidad” contra ambos actores, lo que añade nuevas fuentes de inestabilidad, justo en momentos en que Trump intenta consolidar un escenario regional más estable.
d. Uno de los procesos de normalización que Trump venía impulsando era precisamente entre Israel y Siria. La reciente escalada —y en especial, la decisión de Israel de bombardear zonas próximas a la residencia de Al Sharaa y a cuarteles del ejército sirio— no son un cierre definitivo a ese proceso, pero sí lo dificultan seriamente. De ahí que figuras como el secretario Rubio hayan lanzado llamados contundentes a Israel para que detenga sus acciones en territorio sirio.
Hay aún varios elementos que añadir al análisis de Siria, pero acá lo dejo esta vez. Por ahora, esperar que el último cese al fuego se sostenga, y observar si se reanudan las condiciones tanto para las negociaciones entre Israel y el nuevo gobierno en Damasco, como, sobre todo, para una transición pacífica en Siria.
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