Mientras Trump va desahogando temas de su agenda, se acerca el momento en el que tendrá que decidir cómo proceder con Irán, uno de sus mayores pendientes, no de esta gestión, sino desde su administración previa. Recordemos que él decía que el acuerdo nuclear firmado por Obama con ese país, era el peor acuerdo jamás firmado. Así que después de un año de intentar doblegar a Teherán mediante amenazas, Trump abandona ese acuerdo nuclear y promete que presionaría a los iraníes a negociar bajo sus términos. No lo logró. Biden, con tácticas más suaves, tampoco logró negociar alguna clase de nuevo pacto, y ahora Teherán está más cerca que nunca de armar una bomba atómica si toma la decisión de hacerlo. Para presionar a Irán, Washington está llevando a cabo su mayor despliegue militar en Medio Oriente desde que iniciara la guerra en Gaza y la confrontación entre todo el eje proiraní e Israel en 2023; EU está lanzando una feroz campaña de bombardeos contra los houthies, aliados de Irán, y está amenazando a Teherán con la mayor aplicación de sanciones y fuerza si el Ayatola no cede ante las demandas de Trump. Esta vez, Trump afirma que buscará desmantelar el proyecto nuclear iraní por completo. Que para ello preferirá negociar, pero que, si no consigue un acuerdo, “habrá mucho bombardeo” e “infierno” como nunca antes se ha visto. El plazo que Trump está dando a Teherán es de dos meses. En el texto de hoy, retomamos el contexto para ubicar el punto en el que estamos.  

El acuerdo nuclear iraní

1. El Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés) es un acuerdo firmado entre Irán, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, China y la Unión Europea, en 2015, con el objetivo de limitar la actividad nuclear iraní al punto de asegurar que ese país no estaría en capacidad de armar una bomba atómica durante la vigencia del convenio, a cambio de liberarle de la mayor parte de las sanciones que existían en su contra.

2. Trump argumentaba que ese era el peor acuerdo jamás firmado y, desde su campaña en 2016, prometió modificarlo sustancialmente, o abandonarlo. Las objeciones que él, y la mayor parte de opositores al acuerdo hacían, se pueden resumir así: (a) el acuerdo tenía fecha de caducidad (del 2025 al 2030), tras lo cual Irán podría reanudar su actividad nuclear por fases hasta convertirse en un “estado nuclear legitimado”; (b) el acuerdo no abarcaba el programa de misiles iraníes, el cual siguió progresando desde entonces; (c) tampoco se incluyó, como parte del pacto, algún tipo de restricción al respaldo iraní a distintos actores no estatales y milicias en su región, contrarios a los intereses de EU y/o de sus aliados.

3. El argumento de Obama y quienes le respaldaban consistía en que se trataba solo de un “piso”. Es decir, por un lado, se cubría lo más urgente: el progreso nuclear de Irán hacia una bomba atómica. Pero por el otro, se estaba estableciendo una base de colaboración que iba a permitir: (a) equilibrar las relaciones de Washington en Medio Oriente, buscando con ello acercarse de manera más eficiente a sus objetivos estratégicos, y (b) construir canales de comunicación que permitirían a EU atender otros temas—como la emergencia de ISIS—para los que la cooperación con Teherán era indispensable. Lo demás podría negociarse en su momento. No había una “crisis” inminente, sino una plataforma para trabajar desde ahí.

4. Lo anterior reflejaba, como argumentaba Trita Parsi en Foreign Affairs, una labor, quizás inacabada, pero en progreso, de construcción de confianza. Sin esa confianza, lo demás no funcionaría ni funcionará, indicaba Parsi. La cuestión es que esa confianza se fue quebrando con los años y hoy se encuentra en su punto más bajo en una década o más.

5. Ello ocurrió debido a varios factores. El primero y más obvio, es el abandono del acuerdo nuclear por parte de Trump en 2018. De hecho, desde el inicio de su gestión, Washington abandonó o amenazaba con abandonar varios acuerdos firmados y/o vigentes. Al hacerlo, se enviaba el mensaje de que pareciera que no se estaba negociando y firmando con un estado, sino con personas que podían ir y venir, y que, por tanto, el cumplimiento de los compromisos estadounidenses dependía de quién ganara o perdiera en las elecciones.

6. Pero, además, entre Washington y Teherán los ánimos se fueron calentando. Trump juraba que sus tácticas de presión máxima iban a hacer que los iraníes se sentaran a renegociar todo, cosa que nunca ocurrió. Lo que sí ocurrió fue el endurecimiento de las posturas en Teherán, lo que se exhibió de dos formas. Una, el abandono escalonado de sus propios compromisos del acuerdo nuclear. Irán fue reencendiendo centrífugas que habían sido apagadas en 2015, fue enriqueciendo uranio cada vez a mayor grado de pureza, y fue paulatinamente bloqueando las inspecciones internacionales. Y dos, Teherán decidió lanzar una estrategia de acoso en contra de intereses de EU y sus aliados en su región. Esto llegó a un punto tal que se fue generando una espiral ascendente de violencia entre esos actores, la cual culminó en 2020, con el asesinato del General Soleimani, el segundo hombre más poderoso en Irán, a manos de Washington, y el ataque de represalia de Irán contra bases iraquíes que alojaban soldados estadounidenses.

El regreso a las negociaciones con Biden

1. Si bien se logró desescalar esa espiral, varios de esos fuegos siguieron encendidos y la confianza no pudo ser restablecida de manera suficiente. A eso es a lo que Biden se tuvo que enfrentar desde que arrancó su gestión, cuando ese presidente se comprometió a revivir aquel acuerdo nuclear. Las negociaciones que iniciaron en 2021, nunca fueron directas Washington-Teherán, sino que se llevaron a cabo a través de terceros, firmantes del pacto. A pesar de etapas en las que las conversaciones llegaron a progresar e incluso se logró un borrador que parecía estar ya casi finalizado, la realidad es que las negociaciones acabaron colapsando una y otra vez.

2. Además de los temas propios del acuerdo nuclear, otros factores externos incidieron negativamente como la represión en Irán al movimiento liderado por las mujeres en 2022, la cercanía y colaboración de Teherán con Rusia tras el estallido de la guerra en Ucrania o bien, más recientemente el inicio de la conflictiva entre Israel y Hamás, además de la escalada entre Israel y Hezbollah.

3. En cuanto a este último conflicto, recordar que son los aliados de Irán (Hamás, la Jihad Islámica, Hezbollah y los houthies, entre otros) quienes han combatido en mayor o menor grado contra Israel, el máximo aliado de Washington en la zona. Esto orilló a EU a amenazar a Irán y a posicionar buques de guerra, escudos antiaéreos y tropas para disuadir a Teherán de involucrarse en el conflicto de manera directa. Incluso cuando hace un año Irán lanzó más de 300 misiles y drones contra Israel, Washington y otros aliados se encargaron de derribar cientos de ellos. Todo este entorno, naturalmente, ha incidido negativamente en el avance de las negociaciones señaladas.

4. A todo lo anterior hay que añadir la victoria electoral de Trump y su retorno a la Casa Blanca en modo recargado.

Es en este contexto que podemos evaluar lo que parece una modificación de estrategia de Teherán.

Rebasar el umbral nuclear: ¿La nueva estrategia de Teherán?

1. Irán es desde hace años un estado ubicado en el umbral nuclear, es decir, un país que está técnicamente preparado y tiene la capacidad para producir armas nucleares, aunque aún no las haya fabricado. Irán tiene varias toneladas de uranio enriquecido a un grado de pureza del 60% y si lo decidiera, podría enriquecer ese uranio al 90%—nivel   necesario para la bomba—y en unas pocas semanas cruzar el umbral.

2. Hasta este punto, Teherán había decidido permanecer en ese punto sin dar los pasos siguientes. Esto obedece por un lado a que, al no rebasar ese umbral, Irán puede mantenerse negociando y evita atraer un ataque de parte de EU o Israel, pero al mismo tiempo, esa estrategia le otorga la capacidad disuasiva suficiente para proyectar una posición de fuerza como estado con “capacidad nuclear” aunque, por decisión propia, no tenga aún las bombas.

3. Dicho eso, los movimientos reportados por la AIEA en 2024 podrían implicar un cambio de estrategia al respecto.

4. Independientemente de si la decisión de rebasar el umbral nuclear ha sido tomada o no, lo relevante del tema es que esto ya está siendo leído como una alta escalada del nivel de riesgo en sitios como Israel, así como otros países de la región. Concretamente en Israel empiezan a crecer las voces que señalan que ese país tiene que pensar de manera más estratégica, detener las hostilidades actuales en Gaza y concentrare en esfuerzos diplomáticos y, en caso necesario, militares para contrarrestar lo que en Israel es percibido como su mayor amenaza existencial.

5. Masoud Pezeshkian, un reformista, resultó victorioso en la contienda electoral para la presidencia en Irán el año pasado, contienda que se efectuó tras la muerte del presidente Raisi. No obstante, en Irán la política exterior, la política de seguridad y la política nuclear no están en las atribuciones del presidente. Se trata de rubros que controla el líder supremo, el Ayatola Alí Khamenei quien puede, efectivamente, encargar ciertas funciones al presidente. Pero es muy poco probable que veamos cambios sustanciales en esos rubros en los que las Guardias Revolucionarias Islámicas tienen mucha mayor influencia que la figura presidencial.

Trump: ¿negociaciones o una nueva guerra?

1. Dado el contexto anterior, y siendo precisamente Trump quien abandonó el acuerdo nuclear, el tema regresa a su mesa en esta nueva gestión con un importante grado de premura.

2. A diferencia de la ocasión previa, Irán hoy se encuentra en una posición regional más débil. Tras los enfrentamientos con Israel, su eje de aliados en la zona como Hezbollah o las milicias proiraníes, ha sido enormemente diezmado. El gobierno de Assad, su aliado, colapsó, y hoy Irán ha perdido no solo sus posiciones en Siria, sino sus rutas para suministrar armamento a esos aliados, especialmente hacia Hezbollah que se ubica en Líbano. Por si eso no basta, sus intercambios de fuego con Israel le dejaron más vulnerable, con defensas antiaéreas dañadas y, sobre todo, se exhibió su incapacidad de disuadir a Israel.

3. Lo que pasa es que esa combinación de factores no le aleja, sino que le acerca a la potencial decisión de ensamblar la bomba atómica y crear con ello un disuasor que hoy mucha falta le hace.

4. Por tanto, el tema para Trump es prioritario y como dijimos, sus tácticas para resolverlo incluyen una combinación de amenazas militares y económicas, pero también una puerta abierta hacia una negociación.

5. Además de ello, Trump está pidiendo que las negociaciones con Teherán sean directas, no a través de terceros como ha sucedido desde que ese presidente abandonó el pacto nuclear. Ayer mismo Trump anunció que las pláticas sí serían directas. Pero en caso necesario, EU también ha solicitado a Rusia mediar entre Washington y Teherán.

6. Aún así, y a pesar del momento que vive, Irán ha elegido responder mostrando una postura de fuerza, muy característico de Teherán a la hora de negociar. El Ayatola había descartado negociaciones directas y ha amenazado a EU con responder contra sus bases militares si es que ese país le ataca. Las amenazas también contienen el componente implícito de que Teherán podría desatar una guerra regional atacando a otros aliados de EU, así como instalaciones petroleras de la zona.

7. Ante todo el panorama, los mayores factores que podrían disuadir a Trump de atacar Irán podrían ser: primero, él mismo y su aversión a involucrarse en una guerra mayor, especialmente en Medio Oriente tras haber prometido que él nunca lo haría; segundo, la creciente cercanía de Irán con Rusia y con China, y la apertura que una confrontación Washington-Teherán podría ocasionar para que esos niveles de cercanía crecieran; y tercero, la conexión entre este y otros temas relevantes de la agenda de Trump. Tras su guerra arancelaria global y los nubarrones que podría enfrentar su economía, añadir componentes de inflación y torbellinos financieros al petróleo y otras variables relacionadas, resultaría muy contraproducente para su agenda.

Por supuesto, y como siempre, Trump se buscará exhibir como absolutamente dispuesto a pagar esos costos a fin de negociar bajo sus términos. Pero tratándose del Ayatola, alguien que encontró la forma de tomarle la medida durante su gestión previa, habrá que dar un muy puntual seguimiento a todos los temas que señalo, y si es que las negociaciones inician, tendremos que monitorearlas un día a la vez. 

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