Dennis Ross, un diplomático y negociador estadounidense tiene un gran libro que se llama “The missing peace”, en el que relata su participación en uno de los procesos de negociación entre palestinos e israelíes. Ross nos cuenta acerca de tres narrativas que él escuchaba y que se volvían presentes en cada parte de la negociación. Una, la israelí. La segunda era la narrativa palestina y la tercera era una narrativa árabe que se vinculaba, pero no era idéntica a la palestina. Todo eso es muy ilustrativo, salvo un factor. De la única narrativa que Ross no nos habla es de la suya propia. Hablar de narrativas y su relación con los conflictos, no es solo hablar acerca de “storytelling”, sino de algo mucho más hondo y complejo. Porque el universo narrativo no es algo que ocurre “allá afuera” de nosotros. Somos parte del mismo problema que queremos abordar. Entender esto en un mundo como el actual, altamente polarizado, tenso, plagado de guerras internas e internacionales, se vuelve realmente crucial.
El argumento de IFIT, un centro internacional de pensamiento para el que trabajo, es que las narrativas tienen un papel central en la formación, evolución y gestión de los conflictos, ya que moldean la comprensión de las personas sobre su identidad y su lugar en la sociedad. No obstante, si el conflicto se maneja de manera constructiva, puede ayudar a esas sociedades a abordar agravios grupales, fortalecer la cohesión social y mejorar la rendición de cuentas, facilitando así una paz sostenible (“El papel de la narrativa en el manejo de conflictos y el apoyo a la paz”, IFIT, 2021).
La suposición básica es que las narrativas simplificadas tienden a profundizar la polarización y pueden llevar a la violencia, mientras que las narrativas complejas pueden facilitar la paz al reconocer la validez de los agravios de diferentes grupos y promover la pluralidad y la participación. Un paisaje narrativo rico y diverso, con múltiples narrativas que coexisten y se entrelazan, es más propenso a reducir el conflicto destructivo y facilitar los esfuerzos de paz. Por último, la facilitación del enriquecimiento narrativo es un proceso continuo que requiere evaluación, planificación estratégica e implementación, seguido de reevaluación y adaptación basada en las lecciones aprendidas.
Más allá de un muy interesante trabajo práctico que resulta de este marco conceptual en el que llevamos ya algunos años ensayando distintas herramientas en países diversos, me concentro en cuatro factores para la discusión actual:
1. Reflexividad: Las narrativas no son solo historias que “nos cuentan”, sino relatos en los creemos y que asumimos como propios, que se vuelven parte integral de quienes somos, y que nos ayudan a encontrar el sentido de cada paso que damos de manera individual y/o colectiva. Las narrativas no hablan de una realidad “allá afuera” de nosotros, sino acerca de nuestras propias interacciones con esos sistemas de historias, nuestras relaciones de conflicto o cooperación con esas historias, y la forma como nosotros vamos transformando esa “realidad” cada vez que la narramos o la utilizamos. Por tanto, para que el trabajo narrativo funcione, debe iniciar con una muy seria tarea de autorreflexión.
2. Componentes narrativos. Dicho trabajo no es solamente acerca de “contar historias”. Ni siquiera, por importante que sea, basta con ser capaces de escuchar historias y argumentos que percibimos que chocan o están en competencia con los nuestros. Estamos hablando inicialmente de una ardua labor con nosotros mismos, la cual pasa por identificar los discursos propios, el lenguaje que empleamos, los personajes que forman parte de nuestras narraciones, a quiénes asignamos el rol de héroes, quiénes son los villanos que están “contra nosotros”, quiénes son protagonistas y antagonistas, quienes son nuestros personajes guías, modelos o “magos” que nos señalan el camino, las tramas (dónde inician los relatos, cómo continúan, cómo se tejen los arcos, los clímax, en dónde, cuándo y cómo narramos los desenlaces) y las líneas argumentativas, los vacíos que existen en las propias historias que contamos, lo que omitimos, las estrategias discursivas para contar lo que contamos, nuestros presupuestos e implícitos entre muchos otros elementos.
3. Legitimación política. Esencialmente, el trabajo narrativo pasa por identificar de qué formas usamos nuestras historias para legitimarnos políticamente. Desmenuzar cómo es que esas historias, con todos sus componentes, no solo reflejan nuestra visión del mundo, sino que son usadas por nosotros mismos para respaldar esa visión, sostenerla, reproducirla y persuadir a otras personas de que nosotros estamos del lado correcto en esos relatos que tejemos.
4. La aplicación en temas internacionales. Eche un vistazo al mundo que estamos viviendo en este 2025. Podríamos empezar por Trump y detenernos en ello un buen rato. Pero ampliemos el panorama, desde las Coreas, Japón y China, hasta Medio Oriente, África, América Latina o Ucrania. Miremos a México en todo es amplio panorama. La parte más fácil, en términos del trabajo que hacemos en un espacio como este, es identificar las narrativas y los componentes que arriba señalo, para cada uno de los conflictos o temas que llenan nuestras primeras planas y redes sociales en estos días. Lo más difícil, sin embargo, es comprender que todas esas historias—tanto en México como en el globo—no están ocurriendo simplemente en ese “mundo de allá afuera”, sino que cada una y uno de nosotros nos enteramos y aprendemos de ello a través de la narración y que interactuamos con esas narrativas desde el mismo instante en que tenemos contacto con ellas. Penetrar el trabajo narrativo en serio, inicia por la forma como nosotros mismos vamos reinterpretando y representando esos relatos, las maneras como esas historias se van vinculando, empatan o chocan con nuestros propios sistemas de historias, y las formas como toda esa constelación es empleada por nosotros para dar sentido a quienes somos, a quien es el grupo del que nos sentimos parte, así como las formas como eso puede en cierto momento determinar las decisiones que tomamos y los pasos que damos.
Este es un trabajo constante e interminable, pero, en nuestra experiencia, traerlo a la discusión es un buen inicio.
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