El foro o conferencia de seguridad de Múnich es un espacio semioficial, al cual acuden todos los años personas del mundo de la política, la diplomacia y especialistas en temas de seguridad internacional. A raíz de la invasión frontal de Rusia a Ucrania, ha sido particularmente interesante seguir foros como este y otros similares. Lo que hemos observado y compartido, es que usualmente la postura respecto al posible final de esa guerra y respecto a Rusia en general, es bastante dura. Incluso hemos expresado sorpresa y cuestionamientos con quienes asisten a estos foros, sobre lo poco viable que a ojos externos parecen las alternativas que en ocasiones se señalan, como, por ejemplo, “la victoria total contra Rusia”. Sin embargo, lo que está pasando en este momento es que “hay un nuevo Sheriff” en Washington, como nos lo hizo saber el vicepresidente Vance. Y eso lo cambia todo. Cambió el tono de los discursos, incluso en ciertos momentos la temática de fondo, las discusiones en los paneles, y especialmente diría yo, el aire que se sentía en las salas. Comparto unas notas al respecto:
1. El contraste entre la visión de seguridad de la administración Trump y la OTAN (especialmente la línea dura de la OTAN). Durante los últimos años, ha prevalecido en foros como Múnich y otros similares, la visión de que es imposible negociar con Putin, si Rusia no abandona el 100% de los territorios que conquistó en Ucrania. El único lenguaje que entiende Putin, han expresado participantes de alto nivel, “es el de la fuerza”. Por tanto, el presidente ruso “no puede sentir que ganó”, pues eso lo incentivará, según se decía, a seguir adelante con sus metas imperialistas. La OTAN desde esta visión, necesita aumentar su presencia y proyección en zonas aledañas a Rusia y se debe dar el respaldo total para que Ucrania “derrote completamente” a Moscú. Esta visión era muy claramente comunicada no solo por las delegaciones ucranianas, sino especialmente por parte de países de Europa oriental y central, también por parte de representantes de otros miembros de la OTAN y por la dirigencia misma de esa alianza.
En esta ocasión, sin embargo, fue particularmente sorpresivo apreciar el contraste entre esa postura, que siguió siendo expresada, y la de la administración Trump. Un día antes de la conferencia de Múnich, el secretario de defensa de EU, Hegseth, había afirmado que las metas de Ucrania (incluido su acceso a la OTAN) no eran realistas, y que Europa debía liderar los asuntos de su continente puesto que Washington tenía otras prioridades como su frontera o como China. De igual modo, el preludio a la conferencia de Múnich fue el anuncio de las negociaciones entre EU y Rusia, en lo que pareció como un movimiento que dejaba a Europa y a la propia Ucrania un sitio no prioritario en esas conversaciones. Así que todo esto se contrastó los tres días de la conferencia de Múnich en momentos cuestionando de manera directa a personalidades como Kellogg, el enviado especial de EU para estas negociaciones.
Así que podríamos decir que la conversación fue paulatinamente girando desde, si a Rusia “se le debe vencer” o “qué significa una paz justa y duradera” hacia el rol de Europa en temas de su propia seguridad, y los montos de inversión que el continente requiere para hacer frente a la amenaza percibida.
La desconfianza sobre Putin y lo que con él se pueda negociar, prevaleció, de eso no hubo duda alguna.
2. La decisión de Trump de iniciar las negociaciones desde una posición de debilidad frente a Rusia, fue un tema que permeó muchos de los discursos y las mesas. Incluso aquellas personas que afirman que los planteamientos de Ucrania son, efectivamente, poco realistas, reconocían que lo peor que se puede hacer es empezar las conversaciones en un momento en el que Putin percibe que está ganando y que puede obtener sus objetivos mayores a través de continuar los combates. Peor aún si la administración Trump ya está ofreciendo al Kremlin concesiones antes de siquiera empezar a negociar (por ejemplo, descartar que Ucrania forme parte de la OTAN). Así que al general Kellogg le hacían preguntas como: “¿Qué tipo de concesiones van a demandar a Putin?” (pues parece que no se tienen claras, y, a decir verdad, menos aún cuando el propio Kellogg está siendo relegado a un segundo plano en estas negociaciones, en favor de Witkoff el empresario de bienes raíces, amigo de Trump, enviado para Medio Oriente por ese presidente). No queda claro cómo EU va a obtener mayores palancas para negociar bajo las condiciones que hoy se presentan.
3. El llamado desesperado de Zelensky a Europa y al mundo, reconociendo que, sin el respaldo de EU, Ucrania no va a sobrevivir a esta guerra. A pesar de que todo el mundo reconoce que Europa necesita invertir mucho más en su seguridad, y debe tomar el compromiso de apoyar a Ucrania, Zelensky dijo en Múnich lo que también todo mundo sabe. Bajo las presentes condiciones, Europa no podrá reemplazar a EU por sí sola. El temor que se expresó en discursos y mesas, es que Rusia podría estar buscando conquistar cada vez más territorio ucraniano, incluso volver a probar la posibilidad de lanzar una invasión contra Kiev desde Bielorrusia.
4. La bomba del discurso del vicepresidente estadounidense J.D. Vance. Todo el foro estaba esperando escuchar detalles acerca de los planes más concretos de EU para las negociaciones con Putin. Lo que se escuchó, en cambio, fue un discurso fulminante que solo abrió más las grietas que existen entre Europa y esta administración en Washington. Emulando una frecuente narrativa de Trump sobre EU, Vance dijo que el enemigo de Europa no está afuera. No es ni Rusia ni China o Irán. El enemigo está adentro y hablar de seguridad es también hablar de ello. Para ponerlo claro, Vance criticó la “ausencia de libertad de expresión” y la “exclusión” de partidos y posturas que son diferentes al mainstream europeo. Es decir, los partidos populistas, ultranacionalistas, antiinmigración y antieuropeístas, son continuamente vetados, desde la visión de Vance, y eso implica no escuchar a sus propias poblaciones. Las posturas en contra de la inmigración deberían tener un lugar en la mesa y son absolutamente legítimas, dijo. Europa actúa contra sí misma cuando deja de escucharlas y bloquea a las voces que las expresan. Ese es el verdadero enemigo. No Rusia. Las respuestas se dejaron sentir casi de manera inmediata por parte de personas como el canciller alemán, o su contendiente en las próximas elecciones, entre muchos más.
Pero rescato la voz de una persona del público, un rumano, que se lo expresó con toda fuerza al general Kellogg: ustedes nos demandan aumentar el gasto militar, y en eso parece haber un acuerdo. Sin embargo, en esta administración de Trump, parece haber un respaldo fuerte a los partidos populistas y de extrema derecha, que son precisamente los partidos que están en contra de aumentar el gasto militar. El participante expuso el caso de su país en donde esos partidos han bloqueado todas las iniciativas para incrementar el gasto en defensa y seguridad.
El general Kellogg, muy al estilo trumpiano, solo atinó a responder que ese tipo de cosas no son un asunto que se resuelve en Washington. Que si esos partidos han obtenido votos es poque hay gente que les favorece y esos países deberían cuestionarse las causas y no pedir que Washington responda ante ellas. La cuestión, no obstante, es que el participante no estaba del todo errado en su percepción. Sí parece haber un intento por parte del círculo cercano a Trump no solo de incrementar las conexiones con los movimientos populistas que señalo, sino incluso de impulsarlos, eso es lo que resonó en mesas como la que estoy describiendo hasta el punto de acusar a Washington de “interferir en elecciones” como las que habrá en Alemania en unos días.
En suma, la distancia entre Trump y Europa se mantiene creciendo. Los temas que separan a la administración que hoy gobierna la Casa Blanca y sus aliados europeos no están únicamente en el comercio o al respecto de Ucrania, Rusia y la OTAN, sino que hay un océano ideológico entre ellos y a gente como Vance le pareció importante aprovechar el foro para hacerlo saber. El foro de Múnich nos hizo sentir que el mundo está cambiando ante nuestros ojos, y eso que apenas se cumplen cuatro semanas de gobierno de Trump.
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