En este momento hay más de 130 conflictos armados en el mundo. Esto indica la última Revisión de Conflictos Armados del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres. Éstos, de acuerdo al análisis, son cada vez más profundos e intratables y están generando un sufrimiento humano indescriptible. Es por eso que en 2024 hubo 40% más muertes a causa de esos conflictos que el año previo. De todos esos conflictos, no obstante, dos sobresalen de manera notable: Ucrania y Medio Oriente (lo que incluye, pero no se limita a Gaza). No obstante, hacia 2025 parece haber varios factores incidiendo hacia posibles ceses de hostilidades en ambos casos. Esto no significa que esos ceses al fuego necesariamente vayan a durar o a materializarse tal y como se tienen pensados, ni tampoco significa que los factores de fondo vayan a quedar resueltos. Aún así, cabe esperar varias negociaciones, algunas de las cuales ya han iniciado; otras iniciarán en los meses que vienen. Acá algunos elementos de ese análisis.

Primero, si revisamos la dinámica de la guerra de Ucrania, la realidad es que Trump llega, como dijo The Economist hace unas semanas, como una especie de salvavidas para Zelensky. Esto es porque, independientemente del resultado de las elecciones en EU, Ucrania estaba ya viviendo su momento más difícil del conflicto desde 2022. La maquinaria bélica rusa ha probado ser altamente resiliente. Su capacidad industrial, su superior demografía y el respaldo económico de decenas de países clave, han permitido a Moscú resistir. Pero además de eso, la capacidad del ejército ruso para aprender de sus muchos errores, y su capacidad adaptación, sumado al apoyo militar de países como Irán, Corea del Norte y en cierta medida de China, han sido suficientes para hacer que el tiempo esté a su favor y pueda enfrentar a un ejército ucraniano escaso de tropas, de armamento y municiones para defender a un país demasiado desgastado política y psicológicamente. Rusia está hoy en día consiguiendo sus mayores avances territoriales desde el 2022. Del otro lado, a pesar de seguir controlando algunos cientos de kilómetros de territorio ruso, como dije, Ucrania está probablemente en su peor momento también desde 2022.

Así que, considerando eso, hay muchas voces en EU (no solo en el círculo de Trump, sino mucho más allá) y en Europa, que sostienen que Ucrania, de hecho, ya necesita negociar y sacar de esas conversaciones lo más que se pueda, pensando no tanto en recuperar el territorio perdido, sino en garantías reales de seguridad y sobrevivencia como país. Por supuesto que también hay voces dentro y fuera de Ucrania que argumentan que, si fuese militarmente respaldada, Kiev aún podría ganar. Esto, no obstante, parece poco realista y mucho menos bajo la Casa Blanca de Trump.

Sin embargo, el panorama que describo presenta, por un lado, la llegada inminente de negociaciones para un cese al fuego, pero por el otro, un panorama bastante más favorable para Rusia que para Ucrania. Así que no podemos dar por hecho que todo lo que plantee Trump se cumplirá tal cual. Es decir, más allá de concesiones territoriales que se pueda efectuar a Moscú, Putin está hoy volviendo a pensar en sus metas originales. Estas metas tienen que ver con la OTAN. Por un lado, garantizar que ni Ucrania ni otros nuevos países de la zona se sumarán a esa alianza, pero, por otro lado, también garantizar que la OTAN repliegue armamento y personal dentro de lo que Putin asume como su órbita de seguridad.

En palabras simples: aunque Trump se considere el negociador maestro, Putin siente hoy una fuerza y capacidad de efectuar demandas que posiblemente no sentía desde febrero del 2022. Y Ucrania, de su lado, está dispuesta a conceder territorio bajo un esquema de no reconocimiento oficial, pero su demanda mayor será precisamente obtener garantías de seguridad, preferiblemente bajo el paraguas de la OTAN, aunque también podría eventualmente aceptar pactos bilaterales de defensa con países como EU y sus aliados.

El resultado de todo lo anterior, entonces, se verá reflejado como un intento para resolver el conflicto, pero con más probabilidades de conseguir un cese al fuego temporal sin resolver, al menos no en 2025, toda la situación de fondo. Idealmente, este cese al fuego durará y ofrecerá oxígeno necesario a ambos ejércitos y permitirá a Trump alegar que él logró la paz. Sin embargo, también hay probabilidades de que las negociaciones se compliquen y que Putin demande más de lo que Trump esté dispuesto a ofrecer. Por tanto, no podemos descartar a Trump volteando todo su planteamiento original y amenazando a Putin con impulsar su respaldo a Ucrania de formas que ni siquiera vimos con Biden. Todas estas posibilidades ya han sido señaladas por él mismo o por gente de su círculo. Lo que no siempre se toma en cuenta es la fuerza con la que Putin buscará negociar sus demandas originales que, por supuesto, van mucho más allá de Ucrania. De no obtenerlas, Putin no tiene ningún problema en seguir adelante con la guerra avanzando palmo a palmo hacia Kiev.

En Medio Oriente sucede algo no idéntico, pero sí similar en términos de la resolución de los temas de fondo que detonaron la actual conflictiva.

Primero, en cuanto a Gaza, ya estamos viendo importantes esfuerzos para conseguir un cese de hostilidades, el cual, al momento de este escrito, contaría con distintas fases pero que no parece llegar hasta el final definitivo de la guerra ni hacia el estatus de Gaza, la desocupación del ejército israelí y la administración política de la franja.

Segundo, hemos ya también visto un cese al fuego entre Israel y Hezbollah y la relativa reducción de las más peligrosas tensiones entre Irán e Israel. Nada, insisto, está resuelto de forma definitiva, pero al menos los mayores riesgos de una guerra mayor parecen haberse disipado por ahora.

Tercero, para 2025 con Trump podemos esperar que intentará negociaciones en varios de los ámbitos que menciono. El nuevo presidente probablemente buscará que las negociaciones para Gaza permitan un cese al fuego más duradero. También podemos esperar que Trump buscará negociar otros rubros. Por un lado, la normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita (además de otros países árabes). Por otra parte, alguna clase de acuerdo para resolver el conflicto palestino-israelí. Y, por último, buscará negociaciones con Irán.

Aún así, todos esos temas presentan dificultades importantes. Para los saudíes, parece difícil hoy en día aceptar normalizar relaciones con Israel—bajo el aislamiento que ese país vive en el mundo y especialmente entre las poblaciones árabes, tras las acusaciones de crímenes de guerra en Gaza—sin que esto esté verdaderamente atado al proceso para establecer un Estado Palestino. Este es el punto en el que Trump podría toparse con importantes problemas. Si ese presidente y sus asesores (como su embajador designado para Israel, Huckabee) se mantienen favoreciendo las posiciones de Netanyahu que incluyen importantes anexiones de territorios palestinos, es probable que todo ese proceso termine como en su última gestión, aislando a las voces más moderadas en Palestina y fortaleciendo a las más radicales. Así que Trump intentará separar los temas, conseguir la firma entre Israel y Riad solo bajo la “promesa” de que el tema palestino eventualmente se resolverá. Hará falta ver lo que Washington ofrezca al príncipe Bin Salman para evaluar si consigue su aceptación. En todo caso, de todas las negociaciones que señalo, esta es la que tiene las mayores posibilidades de lograrse.

En donde parece difícil que se alcance un avance sustantivo es en términos de la resolución de largo plazo del conflicto palestino-israelí, lo que no implica que no se conseguirá un cese al fuego que dure algún tiempo, al menos para Gaza. A ello se enfocarán las partes durante los meses que siguen. Es posible que, si una primera fase de acuerdo de cese de hostilidades se materializa, Netanyahu tendrá dificultades para bloquear una segunda y quizás tercera fases. En donde más problemas podría haber sería en la desocupación definitiva del ejército israelí de Gaza. Aún así, el objetivo actual de Hamás consiste en sobrevivir, buscar formas para reagruparse empleando el importantísimo apoyo con el que cuenta en Cisjordania, y seguir adelante en su lucha de largo plazo sacando partido del enorme daño que su guerra ha ocasionado a Israel, no en lo material, sino en lo político, lo diplomático y lo psicológico. Es probable que veamos en 2025 a todas estas tendencias ir tomando forma.

Por último, es probable que en 2025 veamos reanudarse las negociaciones entre Washington e Irán. Solo que acá necesitamos tomar en cuenta lo siguiente. Trump abandonó en 2018 el pacto nuclear que EU tenía con ese país debido a tres factores: (a) su fecha de caducidad, (b) el proyecto de misiles de Teherán que no estaba incluido en el pacto, y (c) el respaldo de Irán a su eje de milicias aliadas en la región. De manera que, si Trump no consigue victorias claras en esos tres rubros, su logro sería simplemente haber retomado el punto en el que ambos países ya estaban en 2018. De los tres, no es imposible que Trump consiga cierta flexibilidad en términos de alargar las fechas de caducidad (que, por cierto, iniciarían ya en 2025). Se ve más difícil obtener concesiones en el tema de los misiles que son hoy, el oxígeno que sostiene las capacidades convencionales de Teherán (además de los drones), y se ve incluso más difícil que Irán abandone a sus aliados regionales, a pesar de los daños que todos han sufrido en estos meses.

Con todo, 2025 pinta para ser un año lleno de negociaciones en todos los rubros que señalo y no podemos sino esperar que al menos en cierto sentido y quizás de formas limitadas, el año sea menos violento que 2024.

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