Lo de Trump y la designación de cárteles como Organizaciones Terroristas Extranjeras (FTOs) no es un tema nuevo. No solo estuvo a punto de llevar a cabo esa designación en su gestión previa, sino que lo anunció en entrevistas y declaraciones a lo largo de su campaña de 2024. Bannon, su exasesor, dijo a Time que Trump viene en “modo de guerra total”, pues siente que en su administración anterior fue “demasiado suave”. Así que estas designaciones eran algo previsible. Sin embargo y al margen de los puntos de vista que se tengan al respecto, este asunto debe analizarse no solo desde el ángulo de las consecuencias materiales, sino también desde lo político y lo simbólico, pues es en este último rubro, y menos en lo primero, que Trump usualmente opera. Es decir, después de más de 30 años de estudiar las designaciones de grupos terroristas y países que apoyan al terrorismo, podemos ver lo flexibles y volátiles que resultan estas etiquetas más allá del fenómeno que supuestamente buscan combatir (terrorismo como categoría específica de violencia). En cambio, para alguien como Trump que busca proyectar cumplimiento y determinación, el nombramiento de los cárteles como organizaciones terroristas resulta un instrumento ideal.

El terrorismo y las etiquetas de terrorismo

1. El mayor problema respecto al terrorismo es cuando se politiza el término o se usa para el discurso o la justificación de otras violencias, pues esto hace que el vocablo pierda sentido y que se oscurezca un fenómeno que sí es real, una categoría específica de violencia que sí existe y que necesita ser atendida y combatida desde sus causas raíz hasta medidas de prevención, desradicalización e inteligencia. Partamos de lo siguiente: terrorismo no es cualquier clase de violencia que causa terror, sino violencia pensada y premeditada PARA causar terror en terceros. Las lamentables víctimas directas en el terrorismo son meros instrumentos para canalizar mensajes, usualmente políticos o ideológicos, a una audiencia mucho más amplia, la audiencia-objetivo del ataque. Lo que caracteriza al terrorismo es que se trata de violencia psicológica que emplea a la violencia material pero solo como herramienta y método para comunicar. El círculo se cierra a través de atraer o usar a los medios de comunicación y redes sociales como vehículos para transmitir el mensaje, ejercer presión o coerción en la audiencia-objetivo, y así avanzar las metas políticas del grupo perpetrador.

2. Por supuesto que muchos de los actos violentos cometidos por organizaciones criminales mexicanas a lo largo de estas décadas tienen una o varias de esas características. Pero no siempre todas. En el terrorismo clásico la audiencia-objetivo es una sociedad completa o su dirigencia política y, por tanto, comúnmente las víctimas (siempre civiles o no-combatientes) se eligen al azar: un ataque suicida en un café o en un antro—el que sea, mientras más atención atraiga—una bomba o disparos al por mayor en un concierto, o explotar un avión con pasajeros cuya identidad no es lo relevante. A veces las víctimas sí son cuidadosamente seleccionadas (como un ataque en contra de parlamentarios en un hotel), pero una vez más, lo importante es mucho menos quién es atacado, y mucho más quién recibe el mensaje. En muchos ataques cometidos en México, ese tema no siempre es tan claro. Frecuentemente la audiencia-objetivo es simplemente otro grupo criminal rival, o las autoridades que colaboran con ese grupo criminal rival, o ciertos mandos del ejército, o las policías, o bien, en efecto, determinados sectores de la sociedad en general. A veces lo que hay es una combinación de todo lo anterior. La motivación, sin embargo, usualmente no es ideológica o política como en el terrorismo convencional. Por eso yo he preferido hablar de cuasi-terrorismo. Mi colega, experto en terrorismo, Brian Phillips, ha optado por llamar al fenómeno como “tácticas terroristas empleadas por grupos criminales”.

3. De mi lado, como lo explico en mi libro al respecto, lo que sí hemos observado en estos años es que una cosa es cometer un homicidio, otro acto distinto es filmar ese evento violento, y un tercer acto es difundir ese video para que distintos actores reciban el mensaje. Así es que no solo existe un cúmulo de efectos psicosociales por la violencia que describo (un tema del que tenemos ya varios estudios publicados), sino que observamos cada vez más cómo las organizaciones criminales y las organizaciones terroristas se mimetizan y colaboran entre ellas a nivel global, adoptando métodos y tácticas las unas de las otras.

4. Pero más allá de la discusión que podamos tener al interior de nuestro país al respecto, lo que necesitamos entender es que países como EU asignan o eliminan las designaciones de terrorismo dependiendo de agendas políticas, intereses, negociaciones y objetivos específicos, lo que no nos habla del fenómeno en sí mismo (terrorismo) sino más bien de la agenda política en turno. Por tanto, más allá de las herramientas que la designación otorga a las distintas agencias del gobierno en Washington, este tipo de aproximación no ha resultado, en los últimos 33 años al menos, para reducir, mucho menos erradicar el fenómeno—hoy no hay menos sino muchos más actos terroristas que en 2001. Lo que sí hace es mandar mensajes políticos con diferentes destinatarios.

5. Permítame usar algunos ejemplos. A pesar de la presión que había sobre él, mientras Obama negociaba con Irán el acuerdo nuclear, la Casa Blanca se resistió a designar a las Guardias Revolucionarias Islámicas iraníes como organización terrorista. Luego en cambio, cuando Trump asume el poder y abandona el acuerdo nuclear, se les hace la designación. Es más, ahora mismo, ese tema estará en la mesa con las esperadas negociaciones entre Trump y Teherán. Si se alcanza algún buen acuerdo, se les podría eliminar la etiqueta. Entonces, ¿entre 2012 y 2019—durante las negociaciones de Teherán con Obama y los primeros años de Trump—no apoyaban al terrorismo y solo tras la ruptura con Trump sí lo apoyan? ¿Hoy en día hay más o menos terrorismo que en 2019 gracias a esta designación? Y, ¿las nuevas negociaciones con Trump tienen alguna relación directa el terrorismo al que esa designación hace referencia?

6. O bien, está el caso de Sudán, país designado por Washington como que “apoyaba al terrorismo”, hasta que entró en negociaciones con Trump para firmar su normalización de relaciones con Israel. Es decir, la designación de “país que apoya al terrorismo” no dependía del terrorismo ni de los grupos que tengan o no tengan lazos con Jartum, sino de que se llegara a un buen acuerdo que para Trump era políticamente indispensable en su campaña de reelección del 2020.

7. También está el caso de Qatar, un gran aliado de Washington que entró en una importante disputa diplomática con Arabia Saudita y otros países árabes. Interviniendo a favor de Riad y a pesar de la alianza militar entre Washington y Doha, Trump amenazó al Emir de Qatar con designar a su país como “Estado que apoya al terrorismo” (por los lazos de Doha con grupos como Hamás o con la Hermandad Musulmana). Todo este affaire ocasionó la renuncia de la entonces embajadora de EU en Doha en protesta por la conducta de Trump con un aliado crucial. Pasados unos años, sin embargo, vemos cómo Qatar—país que aloja al liderazgo de Hamás, organización designada como terrorista por EU—ha resultado clave en la mediación precisamente con Hamás. Washington no solo considera al emirato como “Aliado Mayor no miembro de la OTAN”, sino que deposita toda su confianza en las negociaciones actuales.

8. Así que, en efecto, la designación de organizaciones terroristas o de países que apoyan al terrorismo, otorga herramientas financieras y políticas a Washington para sancionar, intervenir cuentas, congelar fondos, o incluso para aplicar la extraterritorialidad de la ley al permitir misiones de inteligencia, asesinato o combate, en aras de la lucha contra el terrorismo global. Pero se trata de elementos que no siempre están determinados por la existencia o no del fenómeno en sí mismo, y que por tanto resultan altamente flexibles: van y vienen dependiendo del momento político que se viva en el mundo y en EU. El resultado, por supuesto, es que lejos de incidir propiamente en el combate al terrorismo, lo que hacen es que respaldan la política que busca proyectar que el fenómeno está siendo combatido.

Introduciendo el factor Trump

1. Esto último es particularmente relevante para alguien como Trump. Un personaje como él no es motivado por estadísticas, cifras, datos materiales, eficacia o resultados en el mundo material. Trump es mucho más motivado por exhibirse como un presidente que cumple—lo que tiene destinatarios en una audiencia interna y también en una audiencia internacional a fin de que su palabra y sus amenazas siempre sean creíbles—que por los resultados últimos de ese cumplimiento. Trump siempre va a buscar proyectar fuerza y determinación a emplear esa fuerza.

2. De manera que si (a) él ya había intentado designar a cárteles como terroristas y “la gente de su gabinete no lo dejó”, y (b) él prometió hace meses que esta vez sí lo haría; era absolutamente previsible que, asumiendo el poder, esta sería de las primeras decisiones que anunciará. No solo se trata de cumplir una amenaza y promesa, sino que le permite proyectar la percepción del combate serio y determinado a temas que son sensibles en EU como el fentanilo.

3. ¿Significa eso que el fenómeno del crimen organizado o sus tácticas terroristas serán más eficazmente combatidos por esas designaciones? La experiencia histórica nos dice que no es así, esencialmente porque esas designaciones buscan mucho menos eso (el combate a un fenómeno) y mucho más enviar el mensaje político (para sus audiencias interna y externa) que señalo. Lo que sí debemos es esperar todo un espectáculo al respecto.

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