Se respira un gran optimismo en la mayor parte de la comunidad internacional por la llegada de Biden. Se prevé un retorno de Estados Unidos a una diplomacia más tradicional y constructiva, su reincorporación a tratados internacionales que fueron abandonados por Trump, un refortalecimiento de sus alianzas y la priorización de mecanismos multilaterales para afrontar los retos de la superpotencia y del mundo. Sin embargo, las cosas no serán tan sencillas. Ni Estados Unidos, ni sus retos, ni el planeta, están en la misma situación que hace cuatro años. Tal vez haríamos bien en moderar ese optimismo, al menos al respecto de ciertos temas específicos. Irán es un caso que ejemplifica lo que indico. En estos apuntes lo analizamos:
1. Primero, más allá de filias y fobias políticas, es necesario efectuar un balance acerca del acuerdo nuclear que Irán firmó con Estados Unidos, otras cinco potencias y la Unión Europea en 2015. El “Plan Conjunto de Acción Integral”, o JCPOA por sus siglas en inglés, no era un tratado vinculante sino una serie de términos pactados por siete firmantes. Cada firmante mantendría con vida sus compromisos a cambio de que los otros firmantes cumplieran con su parte del trato. El objetivo era limitar la actividad nuclear de Irán a un grado tal que le fuese imposible construir una bomba atómica sin incumplir sus compromisos, a cambio de liberar a ese país de todas las sanciones económicas que le habían sido impuestas a lo largo de los años.
2. Quienes lo criticaban—por ejemplo, un sector del partido republicano en EEUU, y los rivales más importantes de Irán en Medio Oriente—argumentaban que el acuerdo tenía muchas debilidades, de las cuales tres son esenciales: (a) El pacto tenía fecha de caducidad de 10 a 15 años tras los cuales Irán podría retornar a su actividad nuclear anterior; (b) El programa de misiles estaba excluido del acuerdo, por lo que Irán, ahora beneficiado por la inversión y la entrada de flujos económicos importantísimos, podía seguir desarrollando misiles balísticos durante los años de vigencia del pacto, y (c) El acuerdo no restringía la actividad de Teherán en su región en contra de intereses de los firmantes o sus aliados, lo que incluye el apoyo a milicias y organizaciones consideradas terroristas, como Hezbollah, y, por tanto, cuando Irán volviera a llenar sus arcas, estas actividades serían impulsadas.
3. No obstante, quienes lo defendían sostenían que el pacto tenía un objetivo muy específico: restringir la actividad nuclear de Irán, lo cual logró. Esto se conseguía mediante la desactivación de unas 14 mil centrífugas—y ninguna de las 5 mil que quedaban activas podía enriquecer uranio a más del 4% (para una bomba atómica, se requiere enriquecer uranio a niveles de hasta 90%)—el cierre del reactor de plutonio, y un régimen de inspecciones internacionales sin precedentes. Irán tuvo, además, que deshacerse de 10 toneladas de uranio ya enriquecido, material que ya tenía listo y era suficiente para construir 7 u 8 bombas nucleares. Este conjunto de medidas conseguía que a Irán le fuese imposible armar una bomba atómica en menos de un año, incluso si se dispusiera a violar el acuerdo.
4. Es interesante que, transcurridos los años, incluso actores que anteriormente criticaban al pacto, comenzaron a ver sus virtudes. Esto incluyó a sectores militares y de inteligencia en Estados Unidos, en Europa e incluso en Israel (cuestiones que se pueden verificar en amplios reportes militares y de inteligencia—los cuales validan que Irán en efecto cumplió con su parte del acuerdo a cabalidad—no en las declaraciones de los políticos). Su argumento era que el convenio tenía huecos, en efecto, y problemas que debían resolverse. Pero que, sin duda, había evitado una crisis y que el foco durante los siguientes años tendría que ser resolver cada uno de esos huecos. Había tiempo para hacerlo.
4. Trump, quien criticaba este acuerdo como el peor de la historia, prometió conseguir términos mucho más favorables para EEUU e implementó una estrategia de presión máxima que ya conocemos. Primero, amenazó con abandonar el acuerdo. Luego, en mayo del 2018, lo hizo. Paulatinamente fue reactivando cada una de las sanciones en contra de Teherán e incluso las incrementó a un nivel hasta entonces inexplorado. Como resultado, la economía iraní se encuentra hecha pedazos. Pero nada de eso consiguió suavizar la posición de Irán o sentarle a negociar. De hecho, sucedió lo contrario: su postura se fue endureciendo. Hoy en día, argumentando que EEUU incumplió sus compromisos del acuerdo nuclear, Irán también fue escalando su nivel de incumplimiento y actualmente, se encuentra mucho más cerca de armar una bomba atómica que hace cuatro años, si tomase la decisión de hacerlo.
5. Este es el momento en el que Biden entra a escena. Su intención es inmediatamente retornar a la mesa de negociaciones y conseguir con Irán el mejor acuerdo posible para revivir el JCPOA. No olvidemos que el futuro presidente formaba parte de la administración Obama y entiende a la perfección cada detalle del pacto.
6. Pero como dije, cuatro años después la situación es otra. Hay que entender que, en Irán, las medidas de Trump debilitaron a los actores pragmáticos y negociadores como el presidente Rohani o el ministro exterior Javad Zarif, y fortalecieron las posiciones más duras en el país como lo son las Guardias Revolucionarias (quienes, por cierto, no sienten aún que se han cobrado la muerte del General Soleimani, el segundo hombre más poderoso en Irán, a manos de EEUU a inicios de 2020). El país enfrenta elecciones en junio del 2021 y los candidatos de línea dura llegan con fuerza a ese proceso.
7. Por tanto, en este punto, para reactivar las conversaciones, Irán exige que EEUU cumpla con sus compromisos al 100%, es decir, retire la totalidad de las sanciones y, además, demanda compensaciones de miles de millones de dólares por los incumplimientos de Washington a su parte del acuerdo.
8. De su lado, Biden tiene la presión de actores dentro y fuera de su país que le demandan exigir a Teherán poner sobre la mesa al menos los tres factores que señalé arriba como deficiencias del pacto. Adicionalmente, el régimen de sanciones impuesto por Trump está tejido de manera tal, que Biden no puede eliminarlas todas de golpe y por decreto, incluso si Irán accediera a negociar sus demandas. Y para complicar las cosas, Trump busca escalar esas sanciones incluso más durante sus últimas semanas.
9. Por otra parte, el entorno que envuelve a estas potenciales negociaciones es completamente distinto. Dos firmantes del pacto, Rusia y China, se encuentran en su momento de mayor enfrentamiento con Washington, y, aunque también tienen el interés de desactivar el riesgo de un Irán nuclear, podrían poner trabas a Biden en varios rubros.
10. El entorno regional también es diferente. Israel ha decidido enfrentar a Irán de manera directa atacando sus posiciones en Siria. Además, según diversos reportes, Israel estaría tras varias acciones de sabotaje contra instalaciones iraníes. Ayer mismo se reportó el asesinato de un prominente científico nuclear iraní y, a pesar de que no se puede confirmar quién está detrás de estos hechos, se trata de un personaje que en su momento fue señalado por Netanyahu como una de las personas más importantes en la búsqueda de una bomba atómica para Irán. Fuentes de inteligencia y funcionarios iraníes responsabilizan a Israel de este asesinato. Todos estos factores van complicando la situación para Biden. Las alianzas entre Israel y varios países árabes rivales de Irán se han fortalecido en estos años y uno de sus planes es ejercer una presión conjunta para que Washington incorpore sus intereses ante cualquier conversación con Irán.
11. Y todo ello, sin considerar que Biden tiene demasiados problemas en casa—pandemia al rojo vivo, crisis económica y polarización política, solo por mencionar algunos—y que, por tanto, su atención para atender este tipo de asuntos estará, cuando menos, limitada.
12. Con todo, hay algunos elementos que podrían favorecer las negociaciones. Es un hecho que Irán está urgido de alivio económico. Además, en Teherán se conoce muy bien el funcionamiento de la política estadounidense y se sabe que es prácticamente imposible que Washington pague compensaciones por acciones pasadas. Irán entiende qué es lo que Biden puede y no puede lograr. Además, ahora Biden trabajará mano a mano con las potencias europeas y podemos esperar que éstas consigan facilitar el diálogo.
13. Con eso en mente, no sería imposible que ambas partes se encuentren a medio camino, es decir, una suerte de acuerdo que reactive los puntos principales del anterior, y que se decida postergar para otras negociaciones o acuerdos paralelos algunos de los temas de fondo que preocupan a Washington y a sus aliados en Medio Oriente, lo que no significa, por supuesto, que ello dejará satisfechos a todos.
Lo que sigue, por tanto, será esperar a ver cómo se produce el juego entre todos los actores y factores que menciono en estas líneas. Lo que queda claro desde ya, es que moderar el optimismo en temas como este, parece un consejo sano.
Twitter: @maurimm