Si el ejercicio de simulación de negociaciones que llevamos a cabo hace unos días reflejara la realidad, podríamos observar que Putin se sigue sintiendo con enorme fuerza para exigir; que, a pesar de su aislamiento en términos de sus relaciones con Occidente, cuenta con un fuerte respaldo por parte de países aliados o países que tienen intereses convergentes. Veríamos que Zelensky parecería más dispuesto a efectuar concesiones que lo que aparenta su conducta en estas últimas semanas, pero también veríamos a EU y a la OTAN presionándole a fin de seguir combatiendo dado que, en la confrontación mayor Rusia-Occidente, Ucrania es un territorio clave en el que sienten que necesitan hacer todo lo posible para que la estrategia de Putin fracase. ¿Por qué observamos esas conductas en nuestro ejercicio? ¿Es válido sacar conclusiones a partir de lo que se pueda observar en una simulación? ¿Qué es lo que respalda ese tipo de prácticas y en todo caso, qué es lo que de ellas se puede aprender—a diferencia de la lectura de textos o el análisis de opiniones expertas?

Inicio explicando que hay una amplia literatura que respalda el uso de las simulaciones de negociación (así como otro tipo de simulaciones y “juegos”). Este tipo de ejercicios no solo tiene fines pedagógicos en escuelas y universidades, sino que se emplea constantemente en centros de estudio y capacitación, por parte de personas expertas y gobiernos en funciones. Cuando son bien preparadas y ejecutadas, las simulaciones aportan luz o exhiben conductas, decisiones y desenlaces que a veces no son evidentes o son ocluidos en textos y análisis acerca de situaciones complejas como la que estamos viviendo ahora mismo. En nuestro caso, tenemos años llevando a cabo toda clase de simulaciones con estudiantes, lo que incluye negociaciones sobre el conflicto sirio, el de Yemen, el de Palestina-Israel, el conflicto de las Coreas, las negociaciones Beijing-Washington o Moscú-Washington, u otros ejercicios multilaterales como las negociaciones de Naciones Unidas sobre cambio climático (COP), entre muchos más. También condujimos una investigación al respecto (International Studies Perspectives, 2019).

Ahora mismo, el equipo de estudiantes que preparó esta simulación lleva meses familiarizándose con la situación. De hecho, su preparación inició más de un mes antes del inicio de la guerra y ha tenido que ir adaptando sus ejercicios conforme las cosas se han ido moviendo. El equipo decidió incluir en un escenario—que es, en parte realista y en parte ficticio—a distintos actores que hoy juegan un rol relevante en la guerra o en las negociaciones. Queda claro que, de contar con más personas y posibilidades, es posible incluso complejizar estos ejercicios pues se puede introducir actores internos en cada caso (por ejemplo, miembros del Congreso en EU, o bien, representación de partidos políticos e intereses varios en Ucrania o Rusia). Por tanto, los aprendizajes de una simulación como la que hicimos son limitadas. Aún así, comparto algunos:

Primero, en nuestro ejercicio, Putin no se muestra “derrotado” ni mucho menos, como a veces pareciera concluirse tras leer la narrativa en Occidente por parte de algunos medios, gobiernos o voces expertas. Esto, insisto, puede parecerse a la realidad, o puede no. Pero en la simulación, tras la preparación del rol, y tras asumir la personalidad del presidente ruso de manera plausible, el personaje manifestó no solo su fuerza, su poder para efectuar demandas y para no doblegarse ante las amenazas, sino también la radicalización de sus posturas a medida que se le ha venido aislando. Su relación con Macron, por ejemplo, que en otros momentos fuera tal vez más cordial y de trabajo, ahora se mostraba mucho más tensa. Su empoderamiento procedía en parte de las fisuras que se observaban en el bloque occidental en temas como el gas, pero también porque durante el modelo, su persona atraía continuamente a países aliados (tales como los miembros de la alianza militar liderada por Moscú, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva), o socios como China. Por cierto, China se mostró, interesantemente, con una posición muy independiente, buscando hacer que Putin cediera en algunas cosas. Esta posición no carece de bases reales por factores que ya hemos comentado en este espacio.

Segundo, el Zelensky de nuestra simulación inició con una postura muy firme. Sin embargo, transcurrido el tiempo, se mostraba cada vez más dispuesto a negociar. Sin entrar en una conversación directa, Putin le estuvo enviando no solo demandas, sino también propuestas que al presidente ucraniano no le parecían descabelladas, además de recordarle continuamente que, ya hace pocas semanas, como está muy documentado, la delegación ucraniana en las negociaciones de Turquía, había efectuado concesiones que posteriormente, según Rusia, Zelensky retractó. En el ejercicio, Zelensky finalmente acordó una conversación directa con Putin.

La verdad es que en nuestra simulación al menos (y probablemente en la realidad también), Zelensky entiende lo mucho que ha logrado en estos dos meses. Hace solo unas semanas, las proyecciones indicaban que Ucrania podría desaparecer como estado, o que su gobierno sería depuesto por la fuerza (y él y sus colaboradores muertos o encarcelados) y sustituido por un gobierno pro-Kremlin, su ejército completamente derrotado y neutralizado en pocos días. En cambio, hoy la supervivencia de Ucrania como estado y la de su gobierno, parecen ser realidades ya logradas, pero que ese presidente necesita asegurar, y que—nada está escrito—podrían volverse a poner en riesgo si el conflicto se sigue prolongando. Además de ello, consideraciones como la de salvar vidas humanas, salvar a la economía de su país, y concentrarse en la reconstrucción, llevaban a Zelensky, en nuestro modelo, a defender una postura más negociadora, incluso bajo el dolor de que tendría que ceder Crimea definitivamente y quizás también el Donbás.

Pero Zelensky era, en nuestro ejercicio, fuertemente presionado por EU y por la OTAN. Esos actores están viendo, tras la forma como la guerra se ha desarrollado, una enorme oportunidad para debilitar a Putin y a sus aspiraciones. Por tanto, ofrecían a Zelensky más y más armamento, animándole a seguir peleando la guerra, y a la vez, le advertían constantemente de los riesgos que implicaría el ceder ante las demandas de Putin. Esto último puede no ser exactamente lo que sucede en el mundo real, pero se parece bastante, y lo interesante es que Zelensky no se apreciaba en el modelo, tan fuerte como su imagen construida lo proyecta. Es decir, a veces ciertos análisis tienden a omitir que, debido al altísimo costo que esta guerra ha implicado para Ucrania en términos humanos, psicosociales, económicos, y más (y que crece todos los días a medida que la guerra se prolonga), no necesariamente todas las personas en ese país están dispuestas a seguir con los enfrentamientos durante meses o quizás años. Una parte, al menos, de actores en Ucrania, preferiría asegurar lo que sus victorias han conseguido (que no es poco) y poderse enfocar en la reconstrucción, incluso sabiendo el costo que ello implicaría para su país.

Por último, una conclusión interesante a la que las/os estudiantes llegaron, fue el enorme “autointerés” que experimentaron. Cada uno de los actores externos al conflicto o bien, los actores involucrados de manera indirecta, como la OTAN, los países occidentales o incluso los aliados de Rusia, estaban absolutamente enfocados en sus propias metas y agendas, según expresaron, y ese autointerés es el que motivaba su conducta. No el salvar vidas, o el “bien de Ucrania” o algo similar. Esto nos regresa, como comentamos, a un añejo e inacabado debate en nuestra disciplina acerca de la eterna prioridad del “interés nacional”, la tendencia al conflicto en el sistema internacional o si acaso existen posibilidades de cooperación y de poner límites a las conductas de los estados en entornos como el que hoy se proyecta en ese sistema.

Comento aparte que, en nuestra investigación, la frustración que pueden sentir estudiantes al experimentar la complejidad en este tipo de negociaciones es enorme. Por ello, cada uno de los elementos arriba descritos debe ser canalizado como una invitación a comprender mejor la realidad internacional, pero con la meta de pensar cómo es que esos aprendizajes nos permiten intentar atender y resolver las problemáticas expuestas, no solo para hacer esfuerzos a fin de detener las hostilidades actuales, sino para corregir las fallas e idear mejores esquemas de convivencia entre las naciones.

Twitter: @maurimm

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