Estamos ante una de las mayores filtraciones de documentos clasificados de EU quizás en toda la historia. De hecho, al momento de este escrito, nos seguimos enterando de más documentos filtrados, y según se reporta, vienen muchos más. Esto es, además, particularmente delicado, pues ocurre bajo el contexto de la mayor confrontación militar que se ha vivido después de la Segunda Guerra Mundial, una confrontación que tiene todo el potencial de seguirse prolongando y siempre el riesgo de escalar. Así que, de manera natural, las preguntas iniciales al respecto tenían que ver con quién o quiénes habrían filtrado estos documentos y con qué agenda. De acuerdo con lo último que se ha publicado hasta el momento, las primeras suposiciones han cambiado puesto que la persona presuntamente responsable de las filtraciones, según se indica, lo habría hecho sin un objetivo mayor que compartir con un grupo en línea del que formaba parte. Habrá que esperar y ver si surge más información sobre las motivaciones de esa persona y su grupo. Por lo pronto, lo que parece un hecho es que al revisar de manera conjunta varios de los documentos, se puede visualizar cómo éstos impactarán tanto en la postura más negociadora o antiguerra, como en una más aislacionista en EU. Comparto algunas reflexiones al respecto.
1. Las especulaciones iniciales apuntaban hacia, al menos, alguna intervención por parte de Rusia en estos hechos, o bien, de agentes o de actores que operan a favor de intereses rusos. Esto obedece a que ciertos elementos contenidos en los documentos parecen haber sido alterados para pintar a las fuerzas rusas menos mal de lo que probablemente se encuentran. Específicamente, las bajas en el ejército ruso parecen ser subestimadas por los documentos filtrados, y las bajas ucranianas sobreestimadas.
No obstante, dichos documentos revelan tácticas, movimientos y datos que, de haber estado efectivamente en posesión del ejército ruso, quizás hubiese sido más inteligente conservar en secreto para que sus enemigos no supieran que ese ejército ya contaba con esa información. A menos de que el objetivo hubiese sido la desinformación y no preservar secretos táctico-militares.
2. Al final, todas esas especulaciones caen cuando se indica que la persona que filtró los documentos no tenía ninguna agenda de esa naturaleza. El New York Times fue el primero en identificar al joven Jack Teixeira, un miembro de inteligencia del ala de la Guardia Nacional Aérea de Massachusetts, quien estaba vinculado a un grupo en la red social Discord llamado Thug Shaker Central (de unas 20 a 30 personas), en donde los documentos aparecieron por vez primera. Este grupo, mayoritariamente de jóvenes que empleaban la red social (originalmente diseñada para jugadores de video) compartía, según indica el NYT “un amor por las armas, memes racistas en línea y los videojuegos”. El objetivo de compartir estos documentos, según miembros del grupo que hablaron con el diario neoyorkino, era “puramente informativo”; se comenzó a adquirir mayor atención solo cuando uno de los jóvenes posteó algunas decenas de estos documentos en un foro público en internet. Aún así, “la persona que filtró, según dijeron, no era un denunciante, y los documentos secretos nunca tuvieron la intención de salir de su pequeño rincón de Internet”; “su meta era solo informar e impresionar”; “El chico era un cristiano, antiguerra, y solo quería informar a algunos de sus amigos sobre lo que estaba pasando”.
No obstante, y a reserva de lo que las investigaciones futuras revelen más adelante, el hecho es que cierta línea que se puede extraer de los documentos filtrados, sí parece tener efectos considerables sobre determinadas agendas o líneas discursivas.
3. Las filtraciones efectivamente revelan mucho acerca de las debilidades rusas, así como del costo que ese país ha tenido que pagar por su intervención militar. Pero una buena parte de eso ya se sabía pues dentro de esa otra guerra, la informativa, los rivales de Moscú se han encargado de publicitarlo. No es, por ejemplo, la primera vez que nos enteramos acerca de los problemas rusos, las riñas internas en Rusia, o de los conflictos entre el líder del grupo Wagner y el ejército. El tema central está más bien en lo que los documentos revelan acerca del estado de las fuerzas ucranianas. Nuevamente, no es que no sepamos que éstas han sufrido también enormes bajas. Sin embargo, lo que comunican los documentos es mucho más delicado que eso y podríamos resumirlo así:
(a) El ejército ucraniano está bastante más debilitado de lo que comúnmente se comenta;
(b) Su consumo de municiones y proyectiles está excediendo la capacidad de sus aliados para reabastecer el arsenal, sus tropas se encuentran muy mermadas y la moral en ese ejército, tan vitoreada en meses previos, ahora sí parece estar altamente desgastada;
(c) Sus sistemas de defensa antiaérea están a punto de colapsar si no son rápidamente reabastecidos (y no con pocos, sino con una gran cantidad de misiles antiaéreos). De no hacerlo, ello abriría las puertas de los cielos ucranianos a las fuerzas aéreas rusas, alterando probablemente el curso de la guerra de manera dramática;
(d) Bajo las condiciones actuales, Ucrania se encuentra capacitada, si acaso, solo para conseguir “ganancias territoriales modestas” en su tan anunciada contraofensiva primaveral.
4. Un factor adicional consiste en que Washington está involucrada en esta guerra incluso más de lo que se pensaba, no solo efectuando una inversión económica y humana de pocos precedentes, sino penetrando hasta Moscú y en el interior de las fuerzas rusas, monitoreando, supervisando, y aportando información crucial táctica de manera prácticamente diaria y continua.
5. Entonces, y más allá de muchísimas otras revelaciones que se hacen (todas interesantes, aunque delicadas), si se lee cuidadosamente el subtexto que hila a esos elementos, alguien podría concluir que los documentos—sumados—comunican un mensaje como este: (a) Esta guerra, en la que EU se encuentra tan invertido e involucrado, bajo las condiciones actuales, pinta para prolongarse incluso más de lo que ya se esperaba; (b) el desgaste y la perpetuación del conflicto, están—no en el futuro, sino ya mismo—favoreciendo a Rusia. Todo lo que esa potencia necesita, aparentemente, es paciencia y espera, conservar sus líneas actuales el mayor tiempo posible dado que, si bien su ejército se encuentra claramente golpeado, el agotamiento material y moral de Ucrania le podría abrir ranuras y oportunidades para cambiar el curso de las cosas dentro de algún tiempo; (c) por tanto, esa
altísima inversión que Estados Unidos está llevando a cabo tiene el potencial de colapsar y hacer quedar mal parada a la superpotencia si es que las cosas siguen como están.
6. De ahí, la conclusión—ya sea que ésta sea inducida por alguien o simplemente extraída de documentos filtrados sin alguna agenda concreta—podría ir en al menos dos sentidos: Uno de ellos diría que, dadas las circunstancias descritas, es mejor presionar con más fuerza a Zelensky a negociar pues, aunque la ciudadanía ucraniana, según encuestas, quiere y piensa que puede recuperar el 100% del territorio que ha perdido, una mirada más realista indica que su ejército no cuenta con las capacidades materiales y morales para seguir resistiendo eternamente y, en cambio, el desgaste en el tiempo podría colocarle en una posición más difícil para negociar que la actual.
Esa línea interpretativa no solo es favorecida por sectores en Europa o en Washington que han estado empujando desde hace meses por buscar el final de la guerra y procurar una solución negociada (como ha sido expresado por el jefe del Estado Mayor Conjunto en EU, el General Milley), sino que también sirve a intereses de corrientes más aislacionistas como las que se ubican en ciertos sectores de la extrema derecha estadounidense. Algunas personas ubicadas en esa corriente, como la representante Marjorie Taylor Greene, buscando que se reduzca el respaldo a Ucrania, se han subido rápidamente a ese tren. En un tuit, la representante dijo: “Jake Teixeira es blanco, hombre, cristiano y está en contra de la guerra. Eso lo convierte en un enemigo del régimen de Biden”. No olvidemos que, como ya se ha compartido acá, según encuestas del WSJ, casi la mitad de electores republicanos considera que Estados Unidos está haciendo “demasiado” por Ucrania.
Hay una postura que podríamos denominar más intermedia, muy bien explicada por Richard Haas y Charles Kupchan en su texto de Foreign Affairs de esta misma semana. El planteamiento que proponen para Occidente, sería impulsar en lo inmediato a Ucrania de forma que obtenga las mayores ganancias posibles durante los próximos meses, y posteriormente presionar a las partes para un acuerdo negociado y poner así fin a la guerra. Sin embargo, ese texto fue escrito seguramente antes de que los documentos filtrados tuvieran la publicidad que adquirieron estos últimos días. Si esos documentos se leen al detalle, incluso la propuesta de Haas y Kupchan parece poco plausible. Ucrania, dicen esos documentos, no está en posibilidades realistas de obtener más que ganancias modestas en el corto plazo (y eso, asumiendo que sus defensas antiaéreas sí sean reabastecidas inmediatamente). Por tanto, bajo esa línea interpretativa no queda alternativa sino negociar con Putin más pronto que tarde.
7. Con todo, también podría haber una segunda lectura acerca de documentos como los que señalo: justamente debido al muy complicado momento que vive Ucrania, Washington necesitaría empujar a sus socios hacia un mayor involucramiento, una mayor inversión que permita a Kiev sostener su posición para obtener victorias veloces contra Rusia. El jueves vimos, por ejemplo, al primer ministro polaco buscando impulsar el que Corea del Sur sí entregue a Kiev los proyectiles de artillería que los documentos filtrados revelaban que entregaría (lo que, por supuesto Seúl negó rotundamente).
En fin, posiblemente mayores investigaciones sobre este tema revelarán algo diferente o más amplio de lo que hasta ahora conocemos. Lo que sí podemos afirmar, independientemente de ello, es que el desgaste y la prolongación de esta guerra, como es natural, ya están teniendo un peso material y psicológico importante. Tanto dentro de Ucrania, como entre y al interior de muchos de los países que le apoyan. Pensar que la situación actual se puede perpetuar demasiado tiempo más sin consecuencias para los pilares que hoy han logrado sostener a Kiev, es una visión que podría pecar de inocencia.
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