Seguimos en la quinta fase de una guerra que se prolonga con todas sus ramificaciones. Hemos aprovechado este espacio para dar un continuo seguimiento a esos eventos y es necesario actualizar el análisis. Hay demasiadas cosas ocurriendo a la vez, sintetizamos solo algunas en tres rubros básicos: el terreno de las hostilidades, las conexiones entre los desarrollos militares y la política, y el potencial impacto de todo ello en las discusiones y en la toma de decisiones.

1. Como recordatorio, la primera fue la ofensiva relámpago rusa sobre tres fronteras del territorio ucraniano buscando tomar velozmente el control de la infraestructura militar y política del país. Ello fracasó y dio pie a una segunda fase: el repliegue ruso de la zona de Kiev y su concentración en el este y el sur con algunas ofensivas relativamente exitosas para Moscú. La tercera fue una fase de contraofensivas ucranianas (otoño 2022) mediante las que ese ejército recuperó una parte del territorio que Rusia había conquistado, concretamente en el noreste y en el sur. En la cuarta fase, Rusia reposicionó sus líneas de defensa hacia atrás, enviando a decenas de miles de tropas para la defensa de esas líneas, cavando trincheras, construyendo barricadas y apostando por el desgaste invernal que dificultaba cualquier operación. Paralelamente, Rusia se mantuvo bombardeando la infraestructura civil y energética de Ucrania.

2. La quinta ha sido la fase posterior al invierno en la que ya se esperaban nuevas contraofensivas por ambos bandos. La rusa inició poco antes de primavera, y en cambio, la ucraniana tardó mucho más. La realidad es que, si miramos los mapas desde diciembre a la fecha, las líneas se han movido muy poco. Tras una larguísima batalla, el ejército ruso logró finalmente tomar la ciudad de Bakhmut en mayo y posterior a ello, sus tropas prácticamente han sido incapaces de penetrar las posiciones ucranianas más allá de ciertos puntos muy específicos.

3. No obstante, lo que Rusia sí logró durante todos esos meses fue afianzar sus actuales posiciones de manera notable. Como han documentado los análisis militares, el ejército ruso velozmente ha excavado y fortificado cada posición que toma, construyendo trincheras y barreras, además de saturar los campos con minas. Esta estrategia de fortificación se prolongó durante meses, y mientras más tardó la contraofensiva ucraniana en presentarse, más barricadas se construyeron, más minas fueron plantadas a lo largo de un extensísimo territorio, y, por tanto, mayores dificultades han sido sembradas para cualquier avance ucraniano. A esto hay que sumar la densidad humana que Rusia ha ido plantando en dichas posiciones, literalmente cientos de miles de tropas (muchas de ellas sin experiencia e insuficiente entrenamiento, pero que igual ocupan el espacio).

4. Por lo que sabemos, esta contraofensiva ucraniana que era esperada hacia el inicio de la primavera y que en realidad empieza hasta junio, se retrasó debido a que Ucrania no contaba aún con el equipo suficiente y con el personal suficientemente entrenado para manejar ese equipo. Una vez iniciada, esa contraofensiva ha encontrado grandes dificultades para prosperar. Los primeros intentos de penetrar las líneas rusas resultaron en enormes pérdidas materiales y humanas para el ejército ucraniano y, por tanto, Kiev ha estado modificando sus tácticas, buscando avanzar mucho más lentamente, desgastar las posiciones rusas en sus líneas más profundas, para ir identificando posibles huecos y vulnerabilidades y, posteriormente penetrarlas. Ambos bandos se están desgastando, por supuesto, pero Ucrania está planteando tácticas de desgaste asimétrico para que esos huecos realmente se abran. Lo anterior, si es que realmente ocurre, tardará en rendir frutos para Kiev.

6. La cuestión es que hay otras cosas ocurriendo de manera paralela. Rusia decidió abandonar el acuerdo que permitía la exportación y transportación de granos ucranianos pretendiendo mayores concesiones por parte de Occidente, pero a la vez buscando fortalecer su postura de negociación al respecto mediante atacar las rutas comerciales alternativas que Ucrania podría usar para exportar. En esta lógica de escalada, entonces, Rusia ha estado bombardeando la infraestructura comercial y portuaria ucraniana, al tiempo que Ucrania ha decidido responder con ataques a navíos y puertos rusos en el Mar Negro. Esto presenta una lógica de espiral ascendente que puede tener serias consecuencias.

7. Es importante señalar que la contraofensiva ucraniana está lejos de haber concluido y mejores resultados para ese ejército podrían manifestarse eventualmente. Mientras tanto, sin embargo, el tiempo corre, impactando considerablemente en las expectativas que de esta ofensiva tenían (o más bien, habían construido) los aliados de Ucrania, con los efectos políticos correspondientes.

8. El tema acá es que a lo largo ya de semanas, se viene tejiendo una narrativa que contrasta con otras que se presentaron hace meses. De acuerdo con esta narrativa, las posibilidades reales de que Ucrania recupere el 100% del territorio que Rusia tiene en su poder, están disminuyendo cada día. Esto se debe, según análisis como el del instituto británico Royal United Services Institute for Defense and Security Studies, entre muchos más, debido a la lentitud de Occidente en responder ante las necesidades de armamento y entrenamiento ucranianas. Dichos análisis indican que Occidente sabía desde al menos hace un año lo que Ucrania requeriría, pero ocurrieron dos cosas. Por un lado, el miedo de un sector de la OTAN, especialmente EU, ante los riegos de escalamiento. Por el otro, las negociaciones que han tenido que ocurrir entre los diversos actores políticos al interior de sus sociedades y entre diversos miembros de la OTAN (por ejemplo, Washington con Alemania). Todo eso retardó la provisión de equipo y entrenamiento. El resultado, cuenta esta historia, es que todo se alargó, que Kiev inició su contraofensiva demasiado tarde y por consecuencia, pensar en una recuperación del 100% del territorio para Ucrania no es realista.

9. Estas narrativas tienen un impacto en la otra guerra, la cognitiva. Esta consiste en la forma como los rivales luchan para penetrar la psicología de la contraparte, disuadirle o hacerle sentir que el haber iniciado la guerra, o el seguir peleando, es un error de cálculo, y que, por tanto, vale más la pena ya sentarse a negociar términos medianamente aceptables para las partes. El efecto psicológico es válido no solamente en cuanto al enfrentamiento Rusia-Ucrania, sino también en cuanto a la rivalidad entre los miembros de la OTAN y Rusia.

10. Lo anterior puede tener varios efectos que habrá que seguir con detalle. El primero tiene que ver con cómo los países occidentales podrán continuar apoyando a Ucrania (en cuanto a montos financieros y en cuanto a armamento) en el futuro dependiendo de lo que suceda con su política interna. Un caso, sin duda, es el de Trump y las campañas electorales en EU. Pero los efectos políticos también se pueden sentir en Europa. Por ejemplo, la derecha nacionalista está creciendo de manera importante en las encuestas respecto de las elecciones del parlamento europeo, un reflejo de lo que está ocurriendo en muchas de las sociedades de esos países. Un siguiente efecto, podría ser un potencial desgaste ucraniano si es que la brecha entre expectativas construidas y capacidad de cumplirlas sigue creciendo. Salvo, por supuesto, que algo suceda en el camino que tenga, si no un impacto material gigante, al menos sí un impacto psicológico suficiente como para renovar las energías. De no ocurrir cuando menos ese efecto psicológico, las presiones políticas (sobre todo externas) para que Kiev negocie concesiones que hoy no está dispuesta a efectuar, podrían ir creciendo.

11. Mientras una guerra como estas se prolonga, los riesgos de escalada, naturalmente se mantienen aumentando. No estamos hablando necesariamente de escaladas nucleares. Por ejemplo, tras todo el affaire del grupo de contratistas militares rusos Wagner, un sector de esta agrupación ha venido acomodándose en Bielorrusia (4,000 hombres), pero una parte de estos contratistas se encuentra operando muy cerca de las fronteras de dos países miembros de la OTAN, Lituania y Polonia. Estos dos países han reforzado su presencia militar en dichas fronteras, pero ya han tenido lugar un par de incidentes que muestran que parte de la estrategia rusa está incluyendo el desestabilizar el flanco este de la OTAN. Naturalmente, mientras más tiempo transcurra, la posibilidad de un accidente o bien, un ataque intencional que involucre a alguno de estos países, también crece.

Como dije, hay muchas más cosas sucediendo y hay más que profundizar al respecto. Pero acá lo dejo el día de hoy, y seguimos abordando más de estos temas posteriormente.

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