Comparto el resumen de una ponencia que impartí recientemente a un grupo de empresas.
Comprender lo que sucede en el entorno internacional resulta fundamental para cualquier actividad humana, sea ésta económica, social, política o cultural. Nuestro globo es un gran sistema en el que múltiples subsistemas se encuentran inescapablemente interconectados, lo veamos o no. El todo impacta a las partes, y éstas impactan al todo. De manera tal que, al margen de que entendamos o no, cómo afecta a nuestro país, a nuestra industria, o incluso a nuestra propia ciudad o economía familiar, un conflicto que no está tanto en los medios como el sirio, o que, por el contrario, sí tiene un impacto mediático alto como el de Ucrania, lo que sucede allá lejos, tiene efectos mayores y menores en todo momento. Del mismo modo, lo que ocurre en nuestro país, digamos, en materia de migración, crimen organizado o corrupción, tiene efectos que rebasan, con mucho, a lo local. Es por ello que un análisis adecuado del presente y futuro de nuestros negocios, debe incluir una concienzuda revisión de los temas globales. Esto es válido en todo momento.
Pero en 2022 lo es incluso más.
Partamos de estas líneas generales:
1. Tras el final de la Guerra Fría, el mundo pasó de la bipolaridad que marcó el entorno global —prácticamente todos los temas políticos internacionales, los conflictos, incluso guerras civiles locales, se insertaron durante décadas en esta lógica de la Guerra Fría en la que se tenía que optar por estar a lado del bando capitalista-liberal, o del bando comunista-socialista— a un breve espacio de tiempo en el que prevaleció la unipolaridad. En aquellos años 90, parecía que el colapso del comunismo, el fin de la Unión Soviética y todo el bloque que le respaldaba, había engendrado un mundo liderado por Estados Unidos y sus aliados.
2. Este mundo unipolar de los 90s era un mundo marcado por el liberalismo (o neoliberalismo como ahora le llamaban). En lo político, esto estaba representado por un “único sistema válido”: la democracia y su contexto respaldado por los derechos humanos. En lo económico, esto significaba el libre comercio, el libre cambio, y la prevalencia del sistema capitalista, transnacional globalizado. En lo internacional esto significaba el fortalecimiento de las instituciones multilaterales, el derecho internacional, el refuerzo o establecimiento de bloques comerciales y políticos entre países.
3. El 11 de septiembre del 2001, todo cambió. Los ataques terroristas al World Trade Center (emblema económico de aquel mundo unipolar que señalo) en NY, al Pentágono y el fallido a la Casa Blanca (el signo del poder unipolar que también explicamos arriba), no solo representaron golpes simbólicos, sino un giro en la política internacional y en la vida diaria de millones de personas. Washington y sus aliados se embarcaron en la guerra global en contra del terrorismo. Sobrevinieron las intervenciones estadounidenses en Afganistán y en Irak, la lucha internacional en contra de Al Qaeda primero y posteriormente ISIS, una de sus escisiones. Desde los foros internacionales hasta los viajes turísticos, desde las decisiones de las empresas hasta la redacción de los documentos de seguridad nacional, tuvimos dos décadas marcados por este entorno.
4. 2017 es quizás el año del cambio, aunque esto en realidad venía gestándose desde tiempo atrás. Estados Unidos, en sus estrategias de seguridad nacional reconoce que no es ya el terrorismo su mayor amenaza, sino la “Competencia entre las grandes potencias” (lo que en realidad se refiere más a la lucha y confrontación entre estas). Rusia y, en especial China, habían pasado de socios a rivales estratégicos y había que enfrentar el reto.
5. Las áreas de confrontación entre las potencias son muchas. Algunas de ellas incluyen la ciberguerra, las guerras informativas, la competencia por espacios de influencia económica y geopolítica o la carrera armamentista. En el caso de Rusia, esta conflictiva pudo apreciarse con claridad en sitios como Georgia en 2008, en la guerra siria entre 2011 y 2015, pero especialmente en Ucrania ya desde el 2014. El caso de China ha mostrado incluso mayor complejidad.
6. Desde Obama, pero especialmente en tiempos de Trump, la rivalidad de EU y sus aliados con China ha tenido sus mayores manifestaciones en cuestiones como la guerra comercial entre ambas potencias, la guerra tecnológica, la expansión china en sus mares colindantes y el esfuerzo de Washington y sus aliados por contener esa expansión, o bien, la competencia entre ambas potencias por ganar alianzas, espacios de influencia económica o política en todo el planeta, por supuesto que América Latina incluida. Sin embargo, el tema más sensible de todos es probablemente Taiwán, una isla que para China es una provincia en rebelión, la cual se considera a sí misma la verdadera y legítima representante de la República de China. Estados Unidos mantiene desde hace décadas una política de reconocimiento de una sola China con capital en Beijing, pero que además incluye una ambigüedad estratégica y el mantenimiento de relaciones no oficiales con Taiwán. A medida que la confrontación entre Beijing y Washington vino escalando, EU ha empleado a Taiwán como una especie de palanca para rivalizar y también para negociar, situación que ha tenido a este tema en punto de ebullición. Las probabilidades de un conflicto inmediato siguen siendo bajas, pero mientras más se activa la dinámica conflictiva, estas probabilidades han venido creciendo.
7. El tema de Ucrania se remonta a varias décadas atrás y puede resumirse como el espacio geográfico que representa, en los ojos de Putin y un amplio sector político y militar que le respalda, la mayor amenaza a la seguridad rusa a raíz de la expansión y asertividad de la alianza militar rival, la OTAN. Si bien la alianza atlántica ha afirmado que su crecimiento en la órbita rusa no representa amenaza alguna, Moscú lo ha leído, desde mucho tiempo atrás, completamente de otra manera. La intervención rusa en Georgia en 2008, posteriormente en Siria (indirectamente desde 2011 y directamente desde 2015), y más específicamente en Crimea y en el este ucraniano desde 2014, pretendieron, desde la perspectiva del Kremlin, mandar las señales que indicaban hasta donde estaba dispuesto a llegar Putin si percibía que sus intereses serían amenazados. No obstante, una combinación de factores y eventos internacionales e internos, tanto en Ucrania como en Rusia, pusieron la mesa para que el presidente ruso tomase la gran decisión. Esto resultó en la mayor guerra entre Estados-Nación desde tiempos de la Segunda Guerra Mundial, evento que ha tenido múltiples efectos económicos y políticos internacionales.
8. Así que, a las brutales consecuencias por la pandemia del COVID 19 (que, por cierto, no ha terminado, aunque a veces nos lo parezca), ahora hay que añadir los efectos por la rivalidad entre las superpotencias, concretamente por la guerra en Ucrania cuyo desenlace sigue siendo desconocido. Esto ha impactado en aquellos temas de los que antes hablábamos, por ejemplo, el aumento de presupuestos y despliegues militares, una aceleración de la carrera armamentista y la enorme desconfianza en las instituciones y el derecho internacional para resolver conflictos.
9. Ante todo lo acá descrito, se impone la necesidad de detectar y observar las áreas de oportunidad existentes. Ello empieza por estudiar y comprender muy bien el panorama señalado, actuar desde el lugar de cada quien—nuestro gobierno, nuestra diplomacia, nuestras empresas, nuestras instituciones educativas, nuestras organizaciones sociales, los medios, la academia u organizaciones religiosas, o desde la casa y la colonia—para trabajar cada una y uno de nosotros en esas áreas de oportunidad, promoviendo una cultura de paz, mecanismos eficaces para la resolución de conflictos y la generación de impactos positivos desde nuestros pequeños subsistemas, hacia el suprasistema mayor.
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.