Desde hace unas semanas, por lo que parece, estamos entrando a la cuarta fase de una guerra que probablemente tendrá varias más. Según se observa, lo que define a esta fase invernal es el intento ruso por retornar a su estrategia de desgaste, asfixia y congelamiento del conflicto, a fin de orillar a Kiev, eventualmente, a negociar bajo los términos más favorables para Moscú que le sea posible conseguir, mientras que paralelamente, se observa el intento ucraniano justo por romper con esas dinámicas. En un plano mayor, el desgaste está implicando algunas fisuras tanto al interior de Washington, como entre ciertos miembros de la OTAN en cuanto a si negociar o no con Putin, y en todo caso, cuándo, qué y cómo se debe negociar. Probablemente una de las características más delicadas—aunque comprensible—de esta fase, tiene que ver también con el desgaste, pero de las audiencias y los medios en el mundo, lo cual, naturalmente, contribuye a la estrategia mayor de Moscú. Acá sintetizo las fases de la guerra y explicamos la actual:
Fase 1: El relámpago, “desnazificar y desmilitarizar” a Ucrania
La primera etapa de la guerra consistió en una intervención militar masiva por parte de Rusia en tres frentes paralelos con el objeto de producir un shock, y desplomar rápidamente la capacidad defensiva ucraniana. El Kremlin buscaba ocupar la capital y hacerse de la infraestructura militar y política del país. Hablaba en ese punto, febrero y marzo de este año, de hacer que los “nazis del régimen de Kiev” pagaran consecuencias. Como sabemos, sin embargo, el ejército ruso exhibió muy diversos y serios problemas de planeación, logística y operación, especialmente en el frente norte, a lo que se sumó una impresionante determinación ucraniana por defenderse, y el despliegue, en esta etapa, de tácticas de combate asimétrico (estilo guerrilla) por parte del ejército ucraniano, que inmediatamente mostraron su eficacia. Esta fase culmina cuando el ejército ruso opta por retirarse del norte, y concentrarse en cambio en otras dos zonas del país.
Fase 2: repliegue ruso de la zona de Kiev, concentración en el este y el sur, avances rusos
Cambiaban las tácticas, pero solo con el fin, desde la óptica de Putin, de conseguir sus objetivos mayores: un espacio de seguridad libre de la OTAN (aunque fuese más pequeño de lo originalmente planeado), asegurar la presencia militar rusa en este colchón geográfico, además de otra serie de garantías para Moscú. Para tal efecto, Rusia echó mano de su superioridad numérica en el frente, y también de su superioridad en artillería pesada, para ir peleando cada pulgada que fuese posible de conquistar en el noreste, el este y el sur de Ucrania. Las difíciles y atropelladas victorias rusas—pero victorias, al fin y al cabo—lograron para Moscú el control de más del 20% del territorio ucraniano hacia inicios del verano (junio-julio). Esta fase se puede resumir como el intento ruso por fragmentar y asfixiar a Ucrania todo lo posible y someter su voluntad de seguir peleando. Agotar a audiencias y medios globales para bajar este tema de la agenda y esperar a que el tiempo hiciera su trabajo de corrosión, hasta conseguir que las partes se sentaran a negociar bajo términos favorables al Kremlin.
Fase 3: contraofensivas ucranianas y escalamiento de Rusia
Entendiendo muy bien lo anterior, por supuesto, Ucrania tenía que responder, romper con ese desgaste, y transformar la narrativa acerca de que “nunca” podría recuperar el territorio perdido hacia una en la que quedara claro que Kiev estaba determinada y tenía la capacidad de recuperar no un pedazo, sino cada pedazo de tierra ocupada. Así, el ejército ucraniano telegrafió a los cuatro vientos que iniciaría la “gran contraofensiva” ucraniana hacia el sur, para recuperar Kherson, una importante capital provincial. Pero entonces pasó que, mientras Rusia desplazaba a miles de tropas hacia esa zona, Kiev lanzaba no una, sino dos contraofensivas paralelas. Una, efectivamente, hacia el sur, y la otra sorpresivamente hacia el noreste, mediante la cual Ucrania recuperó en solo dos días, una sexta parte del territorio que Rusia controlaba.
Ante las críticas internas en Rusia y la presión por su necesidad de proyectar fuerza hacia afuera, Moscú decidió elevar las apuestas mediante tres medidas: (a) una movilización masiva de entre 200 y 300 mil tropas adicionales, (b) la anexión de cuatro provincias de Ucrania a la Federación Rusa, y (c) crear un efecto psicológico en la población ucraniana y en Occidente mediante exhibir su disposición al uso de armas nucleares si eso fuese necesario.
La respuesta ucraniana, sin embargo, fue continuar con sus contraofensivas, y pocas semanas después completó la conquista de Kherson, justo una de las regiones que Rusia acababa de anexar a su territorio.
Fase 4: el invierno, el retorno al desgaste, el congelamiento y la asfixia
La evaluación militar que se hace, es que Putin—quien por cierto según reportes se encuentra directamente involucrado en la toma de decisiones tácticas—sabía que Kherson no era ya defendible y optó por retroceder en aras de la estrategia mayor, alcanzable, desde su perspectiva, en esta fase. Ésta puede resumirse como el aprovechamiento del invierno para congelar el conflicto y retornar—pero de manera más eficaz—a la fragmentación, al desgaste, al agotamiento, a la baja en la moral, y la fracturación de posturas, especialmente en Occidente, en cuanto a negociar con el Kremlin. Para lograrlo, Moscú está haciendo lo siguiente: (a) retrasar sus líneas de defensa y fortificarlas mediante presencia masiva de nuevas tropas—mientras más semanas transcurran, más tiempo hay para que esos nuevos reclutas se entrenen y preparen para defender esas posiciones; en este sentido, Rusia buscará mínimamente, por ahora, conservar tanto la mayoría del Donbás y la península de Crimea completa, como el corredor terrestre del sur ucraniano que conecta territorio ruso con dicha península; (b) bombardeos masivos a la infraestructura civil y energética de Ucrania buscando, en pleno invierno, quebrar la moral de la sociedad de ese país y su capacidad de resistir, y (c) alargar el conflicto todo lo que sea posible para conseguir la eficacia de estas tácticas.
Una vez más el agotamiento de medios y audiencias en Occidente funciona a favor de esta estrategia. Otros asuntos y prioridades se posicionan en las agendas y se reduce el espacio que este tema ocupa en las conversaciones en foros públicos, contribuyendo al desgaste señalado.
Por tanto, nuevamente estamos viendo un contra esfuerzo por parte de Ucrania para romper con estas dinámicas, consistente en al menos dos (probablemente más) tácticas: (a) ataques mediante drones o misiles a posiciones rusas ya no solo en Crimea, sino muy adentro de territorio ruso. Como ejemplo, esta misma semana drones ucranianos golpearon dos aeropuertos militares rusos ubicados a más de 450 kilómetros de la frontera ruso-ucraniana, y (b) veremos, probablemente, distintos intentos, incluso a lo largo del invierno, para romper estas nuevas líneas defensivas rusas tanto en el sur como en el este ucraniano.
Implicaciones de la prolongación del conflicto
Como hemos visto, las repercusiones globales de este conflicto son innumerables. Esto va desde lo económico—debido a la contribución de esta guerra a dinámicas preexistentes o propias como las alzas en el costo de la vida de millones de personas en decenas de países, la escasez y alza de los alimentos y fertilizantes, las disrupciones a las cadenas de suministro o la crisis energética global—hasta lo social y lo político a nivel local e internacional. Mientras más dure el conflicto, las posiciones que existen al interior de distintos países que hoy apoyan a Ucrania, se van fracturando. Considere, por ejemplo, que casi la mitad de electores republicanos en EU hoy piensa que se está haciendo “demasiado” por Ucrania, en comparación con apenas 6% de esos mismos electores hace unos meses (WSJ, 2022). Otras posturas en Washington, desde voces en el partido demócrata hasta el jefe del Estado Mayor Conjunto, o incluso el propio Biden, han afirmado de distintas formas que hay que tener apertura a la negociación con Rusia. Esto también se está produciendo al interior de las sociedades europeas, uno de cuyos exponentes, no el único, es Macron.
Claramente, sin embargo, las posiciones negociadoras siguen siendo minoritarias y no parecen tener demasiados espacios para expresarse sin recibir torrentes de críticas y contragolpes. Aún así, es previsible que en la medida que Europa se adentre en el invierno, especialmente si Moscú consigue el congelamiento del conflicto que busca, y las noticias hablan menos de lo que pasa en la guerra y mucho más acerca de la escasez de gas, el frío, o el aumento en el costo de la electricidad, en esa misma medida, las fisuras políticas se seguirán intensificando.
Lo que no parece es que esto vaya a terminar pronto, y, sobre todo, hay muchos seres humanos, especialmente en Ucrania—las víctimas directas—pero también en otros lados y de otras formas, que están padeciendo las consecuencias. Como lo hemos explicado, hay, todavía, muchas personas quienes piensan que ese sufrimiento es necesario e impostergable pues, según sostienen, las consecuencias de evadirlo serían incluso peores. Habrá que evaluar, quizás, su posición transcurridos estos meses, considerando por supuesto, lo que ocurra con las dinámicas que arriba menciono.
Instagram: @mauriciomesch
TW: @maurimm
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, Qatar 2022 y muchas opciones más.