Este no es el primer conflicto entre Hamás e Israel. Es sin duda, diferente. Lo es por la magnitud de los atentados terroristas que lo detonan, y lo es por la intensidad de la represalia implementada por Israel. También es diferente por la internacionalización del conflicto. A pesar de esas diferencias, sin embargo, la experiencia de los últimos años nos aporta pistas acerca de cómo evolucionan, normalmente, las relaciones—y las tensiones—entre Washington e Israel a medida que los enfrentamientos en Gaza se incrementan. Lo interesante está en evaluar, a partir de esa experiencia, el caso actual. A eso dedicamos estas líneas:
El inicio
1. Tras el shock de los atentados terroristas cometidos por Hamás y la Jihad Islámica—ambas organizaciones aliadas de Irán—la administración Biden fue fuertemente criticada en EU principalmente por parte de los republicanos. La Casa Blanca había estado en un largo proceso de negociaciones con Teherán para revivir de alguna manera el acuerdo nuclear que Trump abandonó. Como un paso inicial de las negociaciones (buscando construir confianza), Biden había accedido a un intercambio de prisioneros con Teherán y a la liberación de fondos iraníes congelados en Corea del Sur. El planteamiento que estaba haciendo un sector duro en Washington es que este trato laxo y amigable con Irán favoreció directamente los eventos que se estaban desencadenando en Medio Oriente.
2. Entre otros factores, hay que considerar que EU mantiene tropas desplegadas en Siria y en Irak, además de bases militares y navales en otras partes de la región. Washington lleva años recibiendo ataques por parte de milicias proiraníes ubicadas en la zona. Hace pocos meses, distintos medios dieron a conocer que Teherán y sus aliados estaban embarcados en una estrategia para expulsar definitivamente a las tropas estadounidenses de Siria e Irak.
3. Por tanto, las conexiones existentes entre el conflicto Israel vs Hamás-Irán-aliados, sumadas a toda la presión interna que se produjo desde el ala política dura en Washington, llevaron a Biden a adoptar una firme e inmediata postura al respecto de la guerra que iniciaba.
4. De un lado, Washington ofreció un respaldo diplomático, financiero y en armamento a Israel sin precedentes en términos de sus conflictos con Hamás. Del otro lado, el Pentágono decidió incrementar considerablemente su postura naval y militar en la zona, desplegando portaaviones, aeronaves, submarinos, tropas adicionales y escudos antimisiles de alta tecnología. Todo esto acompañado de amenazas de Biden hacia Irán y sus aliados, haciéndoles saber en público y a través de canales privados que, si ese país o alguna de sus milicias aliadas escalaban las hostilidades, Washington intervendría de manera directa. Este ha sido un factor que ha disuadido a Irán o a otros como Hezbollah, pero tan solo parcialmente. Las milicias proiraníes desde Líbano hasta Yemen están atacando a Israel todos los días, aunque de manera limitada. Paralelamente, las milicias
proiraníes en Siria y en Irak han también incrementado sus ataques contra tropas estadounidenses.
Incrementa la presión sobre la Casa Blanca
1. No obstante todo lo anterior, la dinámica que estamos observando entre Israel y Estados Unidos se está ajustando cada vez más a un guion que ya conocemos. Washington empieza por apoyar a Israel contundentemente bajo la premisa de que Israel tiene todo el derecho a defenderse por los atentados terroristas cometidos y no solo eso, sino que moviliza a sus aliados en Occidente para manifestarse de manera similar. Netanyahu asume que cuenta con un amplísimo margen de maniobra y, bajo sus propias consideraciones de seguridad nacional, lanza una represalia masiva sobre Gaza, destinada, en su discurso, a “eliminar” a Hamás, lo que incluye una incursión terrestre también sin precedentes.
2. Esta combinación de factores, en parte por la ubicación de la infraestructura militar de Hamás posicionada estratégicamente en el seno y por debajo de zonas densamente pobladas aunado a la decisión de Israel de atacar esas posiciones a pesar de la densidad poblacional, incrementa velozmente el monto de víctimas civiles, heridos y desplazados palestinos, provocando una crisis humanitaria inusitada.
3. Estas condiciones, en tiempos de redes sociales y guerras informativas, aceleran la narrativa que presenta globalmente a Israel ya no como la víctima de los atentados que está combatiendo al terrorismo, sino como país victimario, potencia ocupante y “responsable de crímenes de guerra” luchando contra Hamás, “un grupo de resistencia legítima” (independientemente de sus metas, sus choques y rivalidades con la Autoridad Nacional Palestina o su bajísimo nivel de aprobación entre la propia población de Gaza [revisar el Barómetro Árabe de Cisjordania y Gaza, octubre 2023]).
4. Naturalmente, la presión sobre la Casa Blanca comienza a subir y se mantiene ascendiendo todos los días. Esta presión procede tanto desde fuera de Estados Unidos—entre sus aliados árabes y musulmanes o incluso entre los mismos aliados de la OTAN—y por supuesto, desde actores internos, incluidos actores ubicados en su propio partido. Estos actores efectúan demandas que van desde la necesidad de un inmediato e incondicional cese al fuego en Gaza, hasta la exigencia de cuentas, metas, objetivos y planes concretos por parte de Israel para conocer las vías de salida ante la situación actual.
Las diferencias entre Washington e Israel
1. Lo que estaba intentando hacer Biden había sido exhibirse públicamente del lado de Israel en todos sentidos, y solo comunicar a ese país sus preocupaciones en corto e intentar influir en su conducta en privado. Pero a medida que esas tensiones han escalado, las diferencias afloran cada vez más en lo público.
2. Estas diferencias son de diversa índole. A EU le preocupa que Israel no tenga una estrategia clara de salida ante la situación actual, que esté presentando a esta como una ofensiva “que puede durar meses o años” y que no contempla un escenario claro post-
Hamás (asumiendo que de verdad esa agrupación fuese eliminada de la franja). Para EU, Israel debería “aprender de la experiencia estadounidense en contraterrorismo” y no implementar estrategias de represalia masiva, sino que debería enfocarse en ataques e incursiones limitadas y quirúrgicas. Además, Washington considera que, terminando la guerra, Gaza y Cisjordania deben quedar unificadas bajo el mandato de la Autoridad Nacional Palestina, lo que debe “incluir las voces y aspiraciones del pueblo palestino en el centro de la gobernanza posterior a la crisis”.
3. Todo esto lleva a Biden a intentar contener la duración del conflicto, privilegiando de manera equilibrada las negociaciones por la liberación de los más de 240 rehenes que Hamás tiene en su poder, con el alivio a la crisis humanitaria en la franja. EU está buscando que aumente el monto y duración de “pausas humanitarias”, que se limiten o detengan los bombardeos israelíes, y, en suma, que el ejército de ese país retire lo antes posible a su despliegue masivo de la franja para enfocarse en otro tipo de operaciones más limitadas.
4. Lo que está ocurriendo del otro lado, sin embargo, es distinto. En efecto, Netanyahu está accediendo a ciertas pausas y al flujo de ayuda humanitaria, pero no al cese de bombardeos o de las operaciones. Por lo que sabemos, Israel busca un periodo extenso de meses para llevar a cabo la tarea, focalizándose en debilitar principalmente a Hamás en el norte de Gaza. El ejército de ese país se propone realizar exhaustivas operaciones en estas zonas con el objetivo de atacar a los terroristas y recolectar suministros. Más allá del discurso y declaraciones del liderazgo israelí, los reportes militares indican que su meta central está en desmantelar la fuerza militar y organizativa de Hamás, aunque no se llegue a su destrucción total (Harel, 2023). No obstante, los militares israelíes contemplan que los continuos y masivos ataques contra Hamás eventualmente causarán que la creciente presión sobre sus fuerzas del norte y la pérdida de su poder militar impulsen algún tipo de arreglo futuro. En este posible escenario, se prevé la participación de fuerzas árabes e internacionales, al mismo tiempo que se excluya a Hamás del juego político en la arena palestina.
5. Esto, como vemos, arroja perspectivas diferentes. Netanyahu declara que Israel “podría mantener un rol de seguridad en Gaza por un período indefinido”. Washington responde que la salida de Israel debe ocurrir más pronto que tarde y que debe privilegiarse algún otro esquema que incluya a la ANP. Un reportero pregunta a Biden si se encuentra frustrado con Netanyahu porque no ha escuchado más a fondo algunas de las cosas que desde Washington se le han solicitado y Biden responde que eso “está tomando un poco más de tiempo del que hubiese esperado”.
Lo que sigue
1. Como resultado del panorama planteado, podemos afirmar que Washington se encuentra bajo presión y que esta presión seguirá aumentando con cada día que pase. La presión se origina, por un lado, por la posibilidad de que el conflicto se prolongue, que no se encuentre pronto una estrategia eficaz de salida, y que ello aumente las posibilidades de un escalamiento entre Israel y los aliados iraníes ubicados en Líbano, Siria, Irak y Yemen, lo cual podría arrastrar a las tropas estadounidenses a dicho conflicto sin que en este momento ello forme parte de sus intereses prioritarios (mucho menos cuando la guerra de Ucrania sigue viva y cuando EU prefiere enfocarse en otras regiones como Asia Pacífico). Al mismo tiempo, la presión contra Biden viene desde dentro e incluso desde su propio partido, en momentos preelectorales en los que ese presidente no parece tener buenos augurios. Perder votos o mostrar al partido demócrata fragmentado es lo último que desea.
2. Con todo lo anterior, Washington estará buscando comunicar a Israel, de manera cada vez más firme que su guerra contra Hamás no puede ser sostenida por demasiado tiempo más. Esto, naturalmente, seguirá produciendo tensiones entre Biden y Netanyahu.
En el pasado, esas tensiones eventualmente se han resuelto a favor de Washington; Israel termina cediendo, y accede a limitar sus operaciones. La gran pregunta es si, en esta ocasión y dada la magnitud del golpe recibido por la sociedad israelí por los atentados terroristas, las cosas se ajustarán a ese guion que ya conocemos o bien, si Israel mantendrá las operaciones durante los varios meses que pretende para causar más daño a Hamás. Lo que desde ya podemos afirmar es que la cuerda entre la Casa Blanca y Netanyahu se seguirá tensando, lo que paulatina e inevitablemente reducirá el margen de maniobra del primer ministro israelí, quien, a su vez, tendrá que meterse en complejas negociaciones internas, especialmente con un gabinete lleno de posturas extremas.
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