Todo se está moviendo muy rápido en la confrontación Israel-Irán. Pero hay ciertos temas que necesitan estar claros y deben ser monitoreados continuamente para poder vislumbrar los caminos que este conflicto armado puede seguir. Dedico el texto de hoy a algunos de esos elementos.
(Nota: Este es un texto de seguimiento. Si desea más contexto, le pido que lea mi artículo previo acá).
I. La bomba atómica: lo que Irán ha avanzado y lo que falta.
1. Un año después de que Trump abandonara el acuerdo nuclear firmado entre Estados Unidos, otras cinco potencias y la Unión Europea con Irán, Teherán también decidió comenzar a incumplir su parte del acuerdo, de forma abierta, paulatina pero sostenida. Conviene recordar que, para fabricar una bomba atómica, se requiere enriquecer uranio aproximadamente al 90% de pureza. Bajo los términos del acuerdo, Irán solo podía enriquecerlo a menos del 4%. Sin embargo, una vez que Washington se retiró del pacto, Irán fue escalando progresivamente los niveles de enriquecimiento hasta alcanzar, con los años, según reporta el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), un grado del 60%. El punto crítico es que, en el momento en que Irán decidiera dar el salto hacia el ensamblaje de un artefacto nuclear, pasar del 60% al 90% podría lograrse en muy poco tiempo.
2. Adicionalmente, el OIEA reveló en un reporte reciente que Irán ha incrementado la cantidad de material enriquecido a más de 400kg, un monto con el que, de decidirlo, podría —según estimaciones— fabricar unas 10 bombas atómicas.
3. No obstante, el tiempo que transcurriría entre el momento en que Irán tome la decisión y el punto en el que realmente pueda contar con bombas atómicas utilizables sigue siendo considerable. Primero tendría que enriquecerlo del 60 al 90%, pero luego, Teherán tendría que detonar exitosamente al menos un artefacto nuclear. Posteriormente, debería atravesar un proceso complejo que incluiría, entre otros pasos, la miniaturización de la bomba para poder montarla en un misil, y posteriormente realizar las pruebas necesarias para verificar que todo ese sistema funcione. Así que, aunque quizás hoy Teherán esté a unas semanas de poder detonar por primera vez un artefacto nuclear, aún estaría —como mínimo— a un año (y hay quien estima hasta tres años) de lograr una bomba atómica montable, enviable y detonable.
4. Israel afirma, que la decisión de iniciar ese proceso ya había sido tomada por Irán y que ese país estaba ya avanzando en la dirección que señalo. La inteligencia de EU, según se reportó esta semana, no coincide con esa evaluación. Es decir, lo de la cantidad de uranio enriquecido, si es información pública, pero el estatus de la decisión iraní en cuanto a progresar hacia el 90% de pureza, así como el tiempo que a Irán le tomaría pasar del punto actual a la bomba utilizable, son materia de disputa.
5. Aún así, la realidad es que Israel tiene desde hace muchos años la meta de acabar con el proyecto nuclear iraní y lleva todos esos años planeando los ataques actuales, como ha quedado en evidencia. También es público que Netanyahu no quería esperar todos estos meses para lanzar el ataque inicial. Así que el estatus del progreso del proceso que señalo arriba no es el factor central que impactó en las decisiones israelíes. Lo es mucho más la situación de debilidad del régimen iraní, de su eje de alianzas, la situación en Gaza, la situación política en Israel y el rol que Trump podría jugar una vez que fue evidente que la posición iraní en sus negociaciones con Washington se estaba endureciendo.
II. Los daños al proyecto nuclear iraní hasta ahora
1. Evaluar los daños a dicho proyecto nuclear iraní requiere comprender todos los elementos y el proceso que señalo, pero, sobre todo, entender que, así como Israel preparó sus ataques durante años, Irán diseñó y desarrolló un proyecto nuclear complejo, geográficamente esparcido, sofisticado, y hasta donde pudo, resguardado.
2. Los ataques israelíes, hasta ahora, han provocado daños considerables, aunque no totales. La planta subterránea de Natanz, corazón del enriquecimiento de uranio, según estima el OIEA, habría perdido unas 15,000 centrífugas, debido a las descargas por cortes de energía, afectando seriamente su operatividad. La planta piloto en superficie fue destruida, mientras que en Isfahan se reportaron daños a cuatro instalaciones clave, incluyendo la planta de conversión de uranio, esencial para alimentar las centrífugas. Sin embargo, las zonas subterráneas —donde se almacena el material más sensible— no han sido suficientemente alcanzadas, y Fordow, la otra gran planta subterránea, no presenta daños visibles. Las evaluaciones del OIEA se basan en imágenes satelitales; aún no hay inspecciones físicas en sitio.
3. Si tuviéramos que estimar con base en la información disponible, podríamos decir que entre un 55 % y 60 % del programa nuclear operativo de Irán habría sido afectado principalmente en su capacidad industrial de enriquecimiento. No obstante, esto no implica su destrucción, sino una interrupción significativa de su capacidad inmediata. Hasta el momento de este escrito, las instalaciones subterráneas de Fordow siguen intactas, así como parte del almacenamiento estratégico, lo cual da a Teherán cierto margen de recuperación. La velocidad y alcance de esa recuperación dependerán de factores técnicos, decisiones políticas internas y del nivel de supervisión internacional que logre establecerse tras estos eventos.
4. Hay un factor adicional: Israel esta vez está buscando romper la cadena de mando, control y comunicación del régimen. Entre la aviación y la inteligencia israelí, se ha conseguido eliminar a la cúpula del liderazgo militar, de las Guardias Revolucionarias Islámicas iraníes y de su inteligencia, además de varios científicos nucleares.
5. Sin embargo, lo más importante a evaluar en las siguientes semanas y meses no es ni siquiera todo eso, sino el cálculo que hará la dirigencia iraní durante o después del conflicto armado actual, es decir, las decisiones relativas a detener, eliminar o proseguir con el proyecto nuclear y con la conflictiva que éste implique.
a) Una opción sería parar la situación actual y negociar bajo términos desfavorables, el desmantelamiento definitivo del proyecto nuclear y probablemente el de misiles, entre otros factores, pero al menos asegurando la supervivencia del régimen. Conociendo al Ayatola, líder supremo de la revolución, esto, hasta hoy, no parece lo más probable, pero no es imposible, especialmente considerando los daños que el país seguirá sufriendo en los días que vienen.
b) Hay, no obstante, visiones más duras en el régimen que hoy lamentan el haber dado tanto espacio a las negociaciones durante los años previos, y que insisten que Irán debe ahora conducirse bajo una doctrina de caos. Irán, bajo esta línea dura, podría optar por abandonar el Tratado de No proliferación de Armas Nucleares y avanzar hacia una primera explosión atómica lo antes posible. Mientras ese momento llega, Teherán adoptaría estrategias de combate asimétrico que pueden incluir el cierre del estrecho de Ormuz por donde circula una quinta parte del petróleo que se consume en el mundo, dañar instalaciones energéticas en toda la región, golpear a embarcaciones en el Golfo Pérsico y generar, con ayuda de aliados como los houthies, disrupciones al comercio global, además de atacar a EU y sus aliados regionales, o bien, sedes diplomáticas organizaciones o empresas israelíes, estadounidenses o aliadas, ubicadas en distintas partes del mundo, entre otras medidas.
Bajo esa lógica, solo esa línea dura y la obtención de la bomba atómica y no la negociación, pueden garantizar la supervivencia del régimen.
III. La estrategia iraní contra Israel
1. En esa misma línea, y entendiendo que esto ya se ha convertido en un verdadero combate asimétrico (en donde uno de los actores militarmente supera con creces al otro), Irán parece estar persiguiendo contra Israel una estrategia de desgaste moral, psicológico y político.
2. Lo que hasta ahora estamos viendo es una dosificación calculada en el envío de misiles balísticos y drones contra centros poblacionales israelíes. El objetivo parece ser múltiple: (a) demostrar que estos misiles sí pueden penetrar los escudos defensivos de Israel y causar daño entre la población civil, (b) propagar miedo y reforzar la percepción de que, pese a la fuerza de su ejército, cualquier persona en ese país es una víctima en potencia, (c) activar las sirenas una y otra vez, obligando a la población a correr a los refugios varias veces al día, interrumpiendo su sueño y su estabilidad emocional, y (d) alterar la vida cotidiana, interrumpir la actividad económica y golpear al turismo el mayor tiempo posible.
3. La apuesta iraní está mucho menos enfocada en el daño material inmediato y mucho más en agotar, desgastar y desmoralizar psicológicamente a la población, con la expectativa de que esa presión social se traduzca en exigencias internas para que Netanyahu detenga la ofensiva y recoja las victorias ya obtenidas por su ejército. Es una estrategia sostenida en el tiempo: su éxito —especialmente considerando que Netanyahu ha logrado elevar sus niveles de aprobación interna—dependerá de cuánto dure. La capacidad de resiliencia de la población israelí es elevada, pero podría quebrarse si las semanas pasan y las ciudades continúan bajo fuego constante.
4. Una carrera clave a observar es esta: hasta antes de la escalada actual, se estimaba que Irán disponía de unos 3,000 misiles balísticos, sin contar miles de misiles crucero y drones. Hoy, es probable que conserve apenas la mitad de los balísticos. Eso implica que, con el paso de los días, tendrá que dosificar cada vez más sus lanzamientos. Pero al mismo tiempo, según reportes, Israel estaría comenzando a enfrentar escasez de misiles defensivos del sistema Arrow, su principal escudo contra misiles balísticos. Es, por tanto, una competencia de desgaste, estratégica, psicológica y de moral. Si Irán consigue seguir penetrando ese escudo de defensa, la presión interna en Israel contra Netanyahu crecerá.
IV. El factor Trump
1. Por todo eso y más, es crucial evaluar el rol que Trump decida jugar dentro de este esquema. Hay una disputa interna en el universo MAGA, es decir, en todo su círculo de apoyo. Por un lado, están quienes piensan que Estados Unidos debe aprovechar esta oportunidad única para intervenir y ayudar a Israel a destruir por completo el proyecto nuclear iraní, en particular las instalaciones subterráneas de Fordow. Por el otro, están quienes creen que EU no debe dejarse arrastrar una vez más a una guerra en Medio Oriente, especialmente porque eso es precisamente lo que Netanyahu busca, y porque los otros aliados regionales —los países árabes con quienes Trump acaba de firmar acuerdos multimillonarios— se oponen rotundamente a esta guerra, a que EU se involucre directamente, y quizás también a que ellos mismos se vean arrastrados.
Con eso en mente, hasta el momento de este escrito, Trump sigue valorando si debe o no debe participar y es un hecho que su involucramiento en el conflicto movería las dinámicas. Pero de esto hablaremos más adelante, sobre todo si EU opta por intervenir. Seguimos monitoreando todo.
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