Finalmente, Washington y Teherán han reanudado las negociaciones para la firma de un convenio nuclear de carácter intermedio y limitado, mientras se negocia otro mayor. Esto implicaría un alto al enriquecimiento de Uranio por parte de Irán, y algún alivio de sanciones y/o la liberación de fondos iraníes que actualmente se encuentran congelados, por parte de EU (esta fórmula se conoce como “menos por menos”). Recordemos que las negociaciones para revivir el acuerdo nuclear iraní (que Trump abandonó en 2018) fueron originalmente iniciadas por Irán, EU y otras potencias, desde 2021, pero Washington las suspendió el año pasado por dos factores básicos: la represión al movimiento liderado por las mujeres en Irán, y el apoyo de Teherán, especialmente en armamento, a Rusia para su intervención en Ucrania. Ninguno de esos dos factores ha desaparecido o cambiado. No obstante, dado el nivel de progreso del proyecto nuclear iraní—se estima que, si Teherán lo decide, está a solo 12 días de ensamblar una o varias bombas nucleares—para Washington, resulta fundamental reducir la olla de presión bajo el contexto actual. Unos apuntes al respecto:
1. La semana pasada, el sitio de noticias israelí Walla reportó que el coordinador de la Casa Blanca para Medio Oriente, Brett McGurk estuvo en Omán el mes pasado para explorar el reinicio de negociaciones nucleares con Irán. Posteriormente, el diario Haaretz, también israelí, así como el Middle East Eye de Londres, han contribuido a estos reportes, aunque la Casa Blanca no los está reconociendo. Lo que Biden estaría buscando, en esencia, es detener cualquier movimiento escalatorio en la región, considerando el grado de progreso del programa nuclear iraní, el nivel de enriquecimiento de uranio reportado (aunque Irán reconoce que está enriqueciendo uranio al 60% de pureza, el Organismo Internacional de Energía Atómica ha llegado a detectar uranio enriquecido a más del 80%; para una bomba atómica se requiere enriquecerlo aproximadamente al 90%), y otros factores como las amenazas israelíes de atacar los reactores nucleares iraníes. Biden piensa que esta escalada puede ser detenida, al menos temporalmente, con un acuerdo bajo la fórmula de “menos por menos”, es decir, un acuerdo que, si bien no resuelve los temas de fondo, sí pueda desactivar cualquier crisis en lo inmediato.
2. La cuestión es que las causas por las que hace un año la Casa Blanca decidió suspender las negociaciones, siguen estando todas ahí, lo que esencialmente significa que Biden está optando por negociar a pesar de esas causas pues considera que ello es preferible ante los otros escenarios conflictivos que se visualizan.
3. El movimiento de protestas liderado por las mujeres en Irán terminó por ser sofocado por el régimen (a pesar de que sus causas motoras siguen todas vigentes).
Sintetizando algunos de los elementos que compartí hace unos meses, podríamos decir que:
(a) A pesar de una real y prolongada crisis de legitimidad que existe en Irán, a pesar de las fracturas que sí se han producido en la élite política desde hace años (como por ejemplo, entre reformistas y conservadores), o a pesar de otros elementos como un verdadero descontento masivo con la situación social, económica y política del país; incluso
considerando que sí hubo un detonante o catalizador específico—en este caso, la muerte de Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral tras haber “violado el código de vestimenta”—y asumiendo que todo lo anterior encendió el mayor movimiento social en ese país desde al menos 2009, ello no alcanzó para cumplir con todas las condiciones para lograr transformaciones de fondo.
(b) Del lado del gobierno, las fuerzas coercitivas, hasta ahora, se han mantenido sólidamente unidas y consiguieron finalmente un relativo éxito a través de sus tácticas represivas. No hemos visto (como ocurrió en Siria entre 2011 y 12) fracturas o deserciones mayores en los cuerpos de seguridad. Tampoco se ha observado (como ocurrió en Egipto en 2011) que las fuerzas armadas o, en este caso, las Guardias Revolucionarias Islámicas, hubiesen intentado quitar de en medio al presidente Raisi, a su gabinete, o al líder supremo, el Ayatola Alí Khamenei. Salvo muy contadas y menores excepciones, la cohesión de estas fuerzas ha sido muy evidente.
(c) Del lado del movimiento social, se pudo apreciar un impresionante número de manifestaciones lideradas por mujeres, protestas muy extendidas en el tiempo y el espacio geográfico, muy de base y horizontales, pero que no exhibieron una cohesión organizacional e ideológica, lo que facilitó la efectividad de la represión del gobierno, principalmente durante diciembre del 22 y enero del 23. El movimiento mostró algunas fracturas en la continuidad, en la resiliencia y en las respuestas por parte de las personas manifestantes. Tampoco hemos visto, hasta este momento, que, tras la represión del gobierno, como por ejemplo ocurrió en Siria, Libia o ahora mismo en Myanmar, se estén formando milicias armadas que opten por lanzarse a una guerra civil que amenace la capacidad que el régimen tiene para seguir controlado el país.
(d) Bajo ese esquema, las acciones del gobierno y sus diferentes aparatos de seguridad no solo han herido a miles de personas y matado a cientos durante las manifestaciones, sino que consiguieron propagar el terror a través de la tortura y posterior ejecución pública de figuras altamente simbólicas que emergieron del movimiento.
4. Aumento de la colaboración Rusia-Irán. A pesar de algunos temas que durante años distanciaban a Moscú de Teherán (como la creciente presencia de militares iraníes y milicias proiraníes en Siria), ya desde hace más de un año, el Kremlin decidió recalibrar su relación con Irán por la coyuntura de su intervención en Ucrania. De un lado, Irán ha estado suministrando grandes cantidades de drones a Rusia (los cuales han sido continuamente empleados para atacar las ciudades ucranianas); del otro lado, hasta donde se sabe, Rusia accedió a proveer a Irán de aviones militares para modernizar su flota. Más allá de ello, lo relevante está en el nivel de coordinación y colaboración que está ocurriendo entre ambos países, tanto de manera bilateral como en espacios de concertación multilateral.
5. También aumenta la cooperación Irán-China. En 2021, Teherán firmó un convenio estratégico de 25 años con China, el cual incluye una asociación económica de miles de millones de dólares y una cooperación militar sin precedentes entre esos dos países que abarca transferencia de tecnología china a Irán y colaboración para fabricación de armamento. Pero además de ese pacto, China ha encontrado en Irán un socio importante para poder avanzar su visión de un mundo más multipolar y ejercer el contrapeso necesario en contra de su rival mayor, Estados Unidos.
6. Acercamiento Irán-Arabia Saudita (y otros países sunitas). Entre otras cosas, fue justamente Beijing, y no Washington, quien tuvo éxito en hacer fructificar el acercamiento entre Irán y Arabia Saudita. Con la mediación de Xi Jinping, ambos países, que habían roto sus relaciones en 2016 en el pico de sus tensiones, decidieron restablecer lazos diplomáticos—justo esta semana reabrieron ambas embajadas—y avanzar en procesos que permitan distender distintos conflictos de la región, lo que ya está sucediendo en Yemen y en Siria. De este modo, una mayor flexibilidad de Irán para firmar un acuerdo nuclear intermedio—cosa que anteriormente estaba indispuesto a hacer—tendría que ver también con un gesto positivo hacia Riad.
7. Esta serie de elementos combinados está dotando a Irán de una enorme posición de fuerza ante cualquier negociación. El régimen se siente fuerte hacia adentro del país, y hacia afuera y, por tanto, a pesar de la gran cantidad de sanciones que operan en su contra, actualmente solo estará dispuesto a aceptar un acuerdo que le garantice beneficios claros e inmediatos. Biden piensa que los puede ofrecer.
8. La lógica actual de la Casa Blanca tiene sin duda que ver con el contexto global. Desde su óptica, sería enormemente grave que Irán tomara la decisión de ensamblar su bomba, cosa que, como dije, lograría en unos pocos días. Ello detonaría una serie de dinámicas regionales e internacionales difíciles de prever, incluido probablemente un conflicto armado en la zona, con repercusiones humanas, económicas y políticas globales, el cual se añadiría a la guerra en curso en Ucrania y a otras zonas con alto potencial conflictivo. Por consiguiente, desde la visión de la administración Biden, una negociación que, por lo pronto, detenga estas dinámicas, es preferible a seguirlas dejando correr, incluso considerando la posición de fuerza desde la que Irán negocia, y aún considerando que nada de lo que originalmente hizo a Washington suspenderlas, ha cambiado.
9. Un punto más: El factor Trump. Actualmente no hay escenario global que pueda descartar completamente el retorno de ese expresidente a la Casa Blanca. En particular, el tema de Irán es altamente sensible ante esa posibilidad, dado que fue justamente Trump quien decidió abandonar el acuerdo nuclear que Obama había firmado en 2015, prometiendo una estrategia de presión máxima contra Teherán, reanudando las sanciones existentes, imponiendo nuevas y asfixiando a la economía iraní de manera crítica. Por consiguiente, firmar un acuerdo mayor con Washington, para Teherán, requeriría de garantías que hoy parece muy difícil que Biden ofrezca.
Considerando todo lo anterior, entonces, lo que probablemente veremos en los días y semanas siguientes será un intento por congelar el proyecto iraní en donde está, impidiendo que Teherán siga avanzando hacia el ensamblaje de la bomba y a cambio de ello, la oferta de beneficios veloces y palpables para Teherán en la forma de alivio de sanciones y/o descongelamiento de recursos. Esto no resuelve de ninguna manera los temas de fondo; tampoco atiende los huecos que tenía el acuerdo nuclear original, y, por tanto, este tema seguirá en la agenda por muchos años más. Aún así, el lograr un acuerdo limitado, podría
contribuir a distender en lo inmediato el potencial conflictivo de la región pues lo último que el planeta necesita es otra escalada militar que se añada a las actuales.
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