El mundo probablemente está cambiando, pero no necesariamente todo lo que muchos piensan, y no en todos los ámbitos. En uno de estos, el geopolítico, lo más importante es decir que los conflictos que preexisten al Covid, siguen ahí, mostrando su faz, a momentos pausando a causa de la crisis que se vive, a momentos exhibiendo adaptaciones a las nuevas circunstancias, y a momentos intensificándose justamente a raíz de esas circunstancias. Hay por supuesto, además de eso, factores de política interna como ocurre en EEUU con la necesidad que tiene Trump de posicionarse favorablemente ante las elecciones de este año, o como sucede en China o Irán buscando desviar la atención de las críticas internas que los gobiernos de esos países han recibido por el manejo de la crisis. Pero independientemente de ese tipo de circunstancias, los factores estructurales que mueven a ciertas confrontaciones al margen del Covid, siguen sin ser resueltos. Me concentro en dos casos: Irán-EEUU y China-EEUU.
Primero es necesario, en efecto, identificar los componentes relativos a la coyuntura política muy específica que determinado país está viviendo. Por ejemplo, podemos ver que Trump se encuentra en campaña en un momento muy complicado para él. Muy complicado porque se ve obligado a responder ante la mayor crisis sistémica de la historia reciente, porque ha sido sujeto de fuertes críticas internas a raíz de sus respuestas apreciadas por ciertos sectores como lentas e insuficientes, y porque los estragos socioeconómicos a causa de la pandemia apenas inician. No es casual entonces que busque retomar el tema de la inmigración, la mayor preocupación para el electorado estadounidense, al menos antes del Covid. El enfoque sobre ese tema es acompañado de otras medidas ideadas para reorientar la conversación sobre las responsabilidades por la pandemia y sus consecuencias, las cuales han incluido culpar a la OMS por su mal manejo de la crisis, o bien, atacar directamente a Beijing por permitir la propagación del virus o por mentir acerca de sus cifras. El desvío de los reflectores hacia Irán podría también entenderse, en parte, desde esta óptica. Recordemos que apenas en enero, Trump dio la orden de matar a Soleimani, el segundo hombre más poderoso de ese país, un tema que encuadró como parte de “su lucha contra el terrorismo” (otra de las grandes prioridades del electorado estadounidense) y que le funcionó muy bien en términos de política interna. La andanada de tuits contra China o contra Irán que hemos visto en estos días podrían formar parte de esa estrategia. De igual modo, es posible pensar que tanto en Irán como en Beijing existe una lógica política que incentiva el conflicto con Washington justamente en tiempos de Covid. Después de todo, EEUU es un país que les ha estado golpeando de distintas formas (sanciones, guerras comerciales o tecnológicas, ciberguerras y más) y viene bien culparle de las crisis o la debacle económica que cada uno de sus países está viviendo. Con todo, ambas confrontaciones—EEUU-China y EEUU-Irán—rebasan lo electoral o la política interna.
Empiezo por Irán, país que ha intentado desde hace años incrementar su posicionamiento e influencia en su región como parte de la búsqueda o protección de intereses que considera vitales. Ello le ha llevado a intervenir directa o indirectamente cada vez más en sitios como Líbano, Siria, Yemen o Irak, a fin de afianzar sus posiciones, y sustituir o desplazar a Estados Unidos y/o a sus aliados en la zona. Estas actividades naturalmente han propiciado choques frontales con diversos aliados de EEUU a lo largo de varios años, mucho antes de
que Trump asumiera el poder. Pero la decisión de Trump de abandonar el pacto nuclear que Irán había firmado con seis potencias y la UE, reactivar las sanciones económicas contra Teherán y llevar la economía iraní al colapso, ha provocado durante el último año una respuesta agresiva por parte de las Guardias Revolucionarias iraníes, cosa que se ha manifestado con la intensificación de los choques que señalo. Esto derivó en una espiral y en una confrontación ya directa entre Washington e Irán en enero. Hay que mencionar que los factores que han propiciado esa dinámica conflictiva, siguen todos ahí.
Contra éstos, opera sin duda la fuerte afectación que han sufrido tanto Irán como EEUU a causa del virus, su necesidad de enfocarse en temas urgentes como la salud y la reactivación económica y su incapacidad de distraerse de ello. No obstante, hace pocos días, el Pentágono acusó a Irán de enviar 11 botes rápidos para efectuar "acercamientos peligrosos y hostigadores" contra seis buques de guerra estadounidenses en el Golfo Pérsico, lo que resultó en la amenaza de Trump de "disparar y destruir todos y cada uno de los botes de guerra iraníes si hostigan a nuestros barcos en el mar". Unas horas después, como reacción, Irán lanzó al espacio su “primer satélite militar”, aparentemente empleando tecnología que puede ser usada para enviar misiles balísticos. Como vemos, ambos países están buscando enviarse el mensaje de que siguen dispuestos a defender sus intereses a pesar de la pandemia y la crisis, y que mantienen la determinación para enfrentar al rival con todo lo que sea necesario.
En el caso de China-EEUU, también recordar que nos encontramos en el seno de una dinámica conflictiva activada ya desde hace años. Esta confrontación se ha manifestado en rubros como el comercial, el tecnológico, en temas como el espionaje, la ciberguerra o la guerra de información, así como en la esfera militar, lo que incluye la carrera armamentista o la expansión de China en sus mares colindantes. Todo esto, a pesar de la altísima y compleja interdependencia que existe entre las economías de esos dos superpoderes, a pesar de las cadenas de suministro en las que buena parte de su producción se sustenta, y a pesar de otras cuestiones como el hecho de que China sea el mayor acreedor de la deuda estadounidense. Estos factores siguen todos presentes y rebasan con mucho a la campaña política de Donald Trump.
Lo que hemos visto en estas semanas son apenas algunas señales que muestran lo candentes que se encuentran varios de los temas mencionados. Hace pocos días, Beijing en una práctica que se ha vuelto cada vez más común, anunció que había establecido formalmente dos nuevos distritos en el Mar del Sur de China, lo que incluye varios islotes y arrecifes ubicados en aguas que son disputadas por sus vecinos. La respuesta de Washington no se hizo esperar, algo que también se ha vuelto común. Varios buques de guerra estadounidenses ingresaron en dichos mares desafiando a Beijing mediante una más de las denominadas “expediciones de libertad de navegación” de EEUU.
Apenas días antes, habíamos visto cómo la guerra de culpas por la pandemia se había venido intensificando. Además de ello, la guerra comercial, la guerra tecnológica y la guerra informativa siguen todas tan presentes como antes del coronavirus. El New York Times acaba de documentar la ofensiva informativa china contra EEUU en relación con la pandemia, lo que ha incluido el envío masivo de mensajes de texto como este: “Corra la voz. La administración Trump está a punto de poner en cuarentena al país entero. Lo anunciarán tan pronto como tengan tropas para ayudar a evitar saqueos y revueltas", mensaje que tuvo que ser desmentido por el Consejo de Seguridad Nacional en Washington.
Bajo las circunstancias del Covid, podríamos decir que: (a) ambas potencias han salido indiscutiblemente afectadas; de hecho, es demasiado pronto para evaluar la dimensión de los daños que ambas van a tener que afrontar; (b) en ese entorno, es natural pensar que cada una buscará aprovecharse de las debilidades de su rival y sacar las mayores ventajas de la situación; (c) sin embargo, justamente debido a que los desenlaces para ambas son aún demasiado inciertos, las dos superpotencias se mantienen enviándose mensajes de fuerza y determinación, con el objeto de que no se malentienda a éste como un momento de debilidad o de distracción y se concluya que alguna de las dos está bajando la guardia. Ese solo hecho, el tratar de comunicar que ninguna de esas dos superpotencias está dispuesta aflojar en la carrera precisamente cuando muchos predicen que alguna de ellas va a sufrir más que la otra—y, por tanto, se reconfigurará el orden global—tiende a incentivar el conflicto en lo inmediato.
Hay mucho más que añadir al respecto, el espacio no lo permite. Pero es esencial entender que mientras los factores estructurales lleven al conflicto a actores diversos, éste se manifestará tarde o temprano, independientemente de las posibles pausas ocasionadas por la crisis que vivimos.
Analista internacional. @maurimm