Las noticias internacionales acerca de elecciones y acerca de los conflictos armados han ocluido una nota mayor. Irán ha instalado y activado decenas de centrífugas nucleares avanzadas y planea instalar más próximamente. La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) confirmó que Irán ya enriquece uranio a niveles cercanos a los necesarios para armar un artefacto nuclear y posee suficiente uranio enriquecido para armar varias bombas nucleares si decidiera hacerlo. Inspecciones recientes verificaron que Irán está alimentando uranio en tres cascadas de centrifugadoras en su instalación de Natanz. El riesgo de esto, independientemente de las posiciones políticas que existan al respecto, es que el asunto está volviendo a levantar la discusión política y militar acerca del proyecto nuclear iraní en momentos en que las tensiones en Medio Oriente ya se encuentran al máximo. Esto ocurre, además, en plena campaña electoral estadounidense, país que se ha comprometido a que “Irán no logrará tener una bomba atómica” al costo que sea. En Israel, analistas militares han empezado a sugerir que es indispensable ya detener las hostilidades en Gaza y conseguir un arreglo en Líbano para atender esta que es la mayor amenaza estratégica percibida en ese país. Así que por las implicaciones que tiene, recuperamos y actualizamos el contexto:
El acuerdo nuclear iraní
1. El Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés) es un acuerdo firmado entre Irán, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, China y la Unión Europea, en 2015, con el objetivo de limitar la actividad nuclear iraní al punto de asegurar que ese país no estaría en capacidad de armar una bomba atómica durante la vigencia del convenio, a cambio de liberarle de la mayor parte de las sanciones que existían en su contra.
2. Trump argumentaba que ese era el peor acuerdo jamás firmado y, desde su campaña en 2016, prometió modificarlo sustancialmente, o abandonarlo. Las objeciones que él, y la mayor parte de opositores al acuerdo hacían, se pueden resumir así: (a) el acuerdo tenía fecha de caducidad (del 2025 al 2030), tras lo cual Irán podría reanudar su actividad nuclear por fases hasta convertirse en un “estado nuclear legitimado”; (b) el acuerdo no abarcaba el programa de misiles iraníes, el cual siguió progresando desde entonces; (c) tampoco se incluyó, como parte del pacto, algún tipo de restricción al respaldo iraní a distintos actores no estatales y milicias en su región, contrarios a los intereses de EU y/o de sus aliados.
3. El argumento de Obama y quienes le respaldaban consistía en que se trataba solo de un “piso”. Es decir, por un lado, se cubría lo más urgente: el progreso nuclear de Irán hacia una bomba atómica. Pero por el otro, se estaba estableciendo una base de colaboración que iba a permitir: (a) equilibrar las relaciones de Washington en Medio Oriente, buscando con ello acercarse de manera más eficiente a sus objetivos estratégicos, y (b) construir canales de comunicación que permitirían a EU atender otros temas—como la emergencia de ISIS—para los que la cooperación con Teherán era indispensable. Lo demás podría negociarse en su momento. No había una “crisis” inminente, sino una plataforma para trabajar desde ahí.
4. Lo anterior reflejaba, como argumentaba Trita Parsi en Foreign Affairs, una labor, quizás inacabada, pero en progreso, de construcción de confianza. Sin esa confianza, lo demás no funcionaría ni funcionará, indicaba Parsi. La cuestión es que esa confianza se fue quebrando con los años y hoy se encuentra en su punto más bajo en una década o más.
5. Ello ocurrió debido a varios factores. El primero y más obvio, es el abandono del acuerdo nuclear por parte de Trump en 2018. De hecho, desde el inicio de su gestión, Washington abandonó o amenazaba con abandonar varios acuerdos firmados y/o vigentes. Al hacerlo, se enviaba el mensaje de que pareciera que no se estaba negociando y firmando con un estado, sino con personas que podían ir y venir, y que, por tanto, el cumplimiento de los compromisos estadounidenses dependía de quién ganara o perdiera en las elecciones.
6. Pero, además, entre Washington y Teherán los ánimos se fueron calentando. Trump juraba que sus tácticas de presión máxima iban a hacer que los iraníes se sentaran a renegociar todo, cosa que nunca ocurrió. Lo que sí ocurrió fue el endurecimiento de las posturas en Teherán, lo que se exhibió de dos formas. Una, el abandono escalonado de sus propios compromisos del acuerdo nuclear. Irán fue reencendiendo centrífugas que habían sido apagadas en 2015, fue enriqueciendo uranio cada vez a mayor grado de pureza, y fue paulatinamente bloqueando las inspecciones internacionales. Y dos, Teherán decidió lanzar una estrategia de acoso en contra de intereses de EU y sus aliados en su región. Esto llegó a un punto tal que se fue generando una espiral ascendente de violencia entre esos actores, la cual culminó en 2020, con el asesinato del General Soleimani, el segundo hombre más poderoso en Irán, a manos de Washington, y el ataque de represalia de Irán contra bases iraquíes que alojaban soldados estadounidenses.
El regreso a las negociaciones con Biden
1. Si bien se logró desescalar esa espiral, varios de esos fuegos siguieron encendidos y la confianza no pudo ser restablecida de manera suficiente. A eso es a lo que Biden se tuvo que enfrentar desde que arrancó su gestión, cuando ese presidente se comprometió a revivir aquel acuerdo nuclear. Las negociaciones que iniciaron en 2021, nunca fueron directas Washington-Teherán, sino que se llevaron a cabo a través de terceros, firmantes del pacto. A pesar de etapas en las que las conversaciones llegaron a progresar e incluso se logró un borrador que parecía estar ya casi finalizado, la realidad es que las negociaciones acabaron colapsando una y otra vez.
2. Además de los temas propios del acuerdo nuclear, otros factores externos incidieron negativamente como la represión en Irán al movimiento liderado por las mujeres en 2022, la cercanía y colaboración de Teherán con Rusia tras el estallido de la guerra en Ucrania o bien, más recientemente el inicio de la conflictiva entre Israel y Hamás, además de la escalada entre Israel y Hezbollah.
3. En cuanto a este último conflicto, recordar que son los aliados de Irán (Hamás, la Jihad Islámica, Hezbollah y los houthies, entre otros) quienes han combatido en mayor o menor grado contra Israel, el máximo aliado de Washington en la zona. Esto ha orillado a EU a amenazar a Irán y a posicionar buques de guerra, escudos antiaéreos y tropas para disuadir a Teherán de involucrarse en el conflicto de manera directa. Incluso cuando Irán lanzó más de 300 misiles y drones contra Israel, Washington y otros aliados se encargaron de derribar cientos de ellos. Todo este entorno, naturalmente, ha incidido negativamente en el avance de las negociaciones señaladas.
4. A todo lo anterior hay que añadir la debilidad de Biden en este período electoral, y la elevada posibilidad de que Trump y sus tácticas de presión máxima contra Teherán regresen a la Casa Blanca.
Es en este contexto que podemos evaluar lo que parece una modificación de estrategia de Teherán.
Rebasar el umbral nuclear: ¿La nueva estrategia de Teherán?
1. Irán es desde hace años un estado ubicado en el umbral nuclear, es decir, un país que está técnicamente preparado y tiene la capacidad para producir armas nucleares, aunque aún no las haya fabricado. Irán tiene varias toneladas de uranio enriquecido a un grado de pureza del 60% y si lo decidiera, podría enriquecer ese uranio al 90%—nivel necesario para la bomba—y en unas pocas semanas cruzar el umbral.
2. Hasta este punto, Teherán había decidido permanecer en ese punto sin dar los pasos siguientes. Esto obedece por un lado a que, al no rebasar ese umbral, Irán puede mantenerse negociando y evita atraer un ataque de parte de EU o Israel, pero al mismo tiempo, esa estrategia le otorga la capacidad disuasiva suficiente para proyectar una posición de fuerza como estado con “capacidad nuclear” aunque, por decisión propia, no tenga aún las bombas.
3. Dicho eso, los últimos movimientos que están siendo reportados por la AIEA podrían implicar un cambio de estrategia al respecto.
4. Independientemente de si la decisión de rebasar el umbral nuclear ha sido tomada o no, lo relevante del tema es que esto ya está siendo leído como una alta escalada del nivel de riesgo en sitios como Israel, así como otros países de la región. Concretamente en Israel empiezan a crecer las voces que señalan que ese país tiene que pensar de manera más estratégica, detener las hostilidades actuales en Gaza, desactivar la espiral con Hezbollah en Líbano y concentrare en esfuerzos diplomáticos y, en caso necesario, militares para contrarrestar lo que en Israel es percibido como su mayor amenaza existencial.
5. Esto ocurre, además, en momentos en que la campaña de Biden enfrenta obstáculos mayúsculos. Según se concluye, la debilidad de Biden dificultaría mucho, si no es que bloquearía, la decisión de Washington de lanzar un ataque preventivo en contra de las instalaciones nucleares iraníes. Mucho menos se piensa que justo ahora Biden involucraría a su país en una nueva guerra en Medio Oriente (algo que es rechazado por un 70% de electores estadounidenses según encuestas varias).
Una nota de última hora: el candidato reformista Masoud Pezeshkian resultó victorioso en la segunda vuelta en la contienda electoral para la presidencia en Irán, contienda que se efectuó tras la muerte del presidente Raisi hace unas semanas. No obstante, en Irán la política exterior, la política de seguridad y la política nuclear no están en las atribuciones del presidente. Se trata de rubros que controla el líder supremo, el Ayatola Alí Khamenei quien puede, efectivamente, encargar ciertas funciones al presidente. Pero es muy poco probable que veamos cambios sustanciales en esos rubros en los que las Guardias Revolucionarias Islámicas tienen mucha mayor influencia que la figura presidencial.
En resumen, más allá de la guerra en Gaza o la creciente escalada entre Israel y Hezbollah, ahora hay que añadir este factor con altísimo potencial conflictivo en esa región del mundo. Queda esperar que el tema sea atendido por los organismos y actores interesados en la estabilidad global antes de que siga creciendo.
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