Las guerras tienen muchas dimensiones. Según Kenneth Waltz, más que victorias, las guerras producen distintos grados de pérdida. Somos, por supuesto, enormemente sensibles ante todas y cada una de las y las víctimas por toda la conflictiva desencadenada a partir de los ataques del 6 de octubre. Aún así, desde el análisis, no se puede perder de vista que el objetivo de pelear cualquier guerra, está en el campo político, no en el material. La guerra, nos explica Clausewitz, es la continuación de la política por otros medios. Las metas no están en el plano táctico, sino en el estratégico. Y a veces, quienes toman las decisiones, inician efectivamente pensando en ello, pero la propia dinámica de los enfrentamientos y sus espirales, les van llevando hacia sitios en donde esas metas estratégicas se empiezan a diluir hasta disiparse por completo. Es a partir de ello que actualizo lo que hoy ocurre en el conflicto de Medio Oriente.

El objetivo de un texto como este no es juzgar las acciones y decisiones tomadas en este u otros momentos, sino explicar una dinámica que ha tendido a repetirse a lo largo de los años, con el único propósito de contribuir a la reflexión.

1. A pesar de todas las diferencias de la situación actual con otras fases de este conflicto—situación detonada a partir de una cadena de actos terroristas cometidos por Hamás y la Jihad Islámica y la represalia israelí ante esos atentados—pasados los días, estamos entrando en una dinámica que ya conocemos bien después de haber observado y estudiado experiencias previas similares.

2. Me refiero a los muchos conflictos, primero, entre Israel y Hezbollah, y posteriormente Israel y . Lo que caracteriza a esos conflictos es que se trata de enfrentamientos asimétricos, en los que un poderoso ejército muy capacitado en guerras tradicionales, lucha una campaña prolongada en contra de actores no-estatales violentos, y en los que, por tanto, las reglas, los movimientos, y por tanto las metas, objetivos, tácticas y estratégicas, son distintos. Es común que se compare los sucesos del 6 de octubre con la guerra de Yom Kippur. Pero en aquél 1973, Israel enfrentaba a dos pares: Egipto y Siria. Esto es muy distinto.

3. En este tipo de enfrentamientos, busca derrotar materialmente a rivales como Hamás. Les ataca y frecuentemente consigue dañar sus capacidades, a veces de formas muy severas. Esos ataques terminan con la vida de líderes importantes y generan disrupciones en la cadena de mando de esos rivales. Además, frecuentemente las operaciones israelíes consiguen reducir el arsenal y por tanto la capacidad militar de esos actores. Entonces, desde la perspectiva material, la victoria israelí es, consistentemente, un hecho esperado. Sin embargo, como dije, en una guerra no basta analizar lo material, sino otras dimensiones, como la psicológica, la simbólica y la política.

4. Sabemos que Hamás y la Jihad Islámica (al igual que Hezbollah en Líbano), construyen y posicionan su infraestructura militar en zonas densamente pobladas y lo hacen pensando en la estrategia, no en la táctica. En la medida en que el gobierno israelí se decide a escalar sus operaciones en contra de estas organizaciones, en esa medida se mete en un ciclo que, usualmente, le termina perjudicando políticamente.

5. Los ataques israelíes producen más y más víctimas en Gaza, crece el número de muertos, de desplazados, crece la crisis humanitaria, y esto va teniendo una serie de efectos en múltiples ámbitos. La narrativa de Israel como potencia ocupante y país agresor no hace sino abarcar más espacios, las condenas en el mundo también crecen, las posibilidades de ese país para defender sus versiones se van paulatinamente reduciendo y esto empieza a impactar políticamente no solo entre gobiernos y poblaciones que son tradicionalmente opuestas a Israel, sino entre gobiernos y poblaciones de países aliados. Esto produce en líderes de esos países—como en el propio Estados Unidos—la necesidad de ir adaptando su discurso a las circunstancias, y también paulatinamente, ir incrementando la presión política que ejercen sobre Israel. En el pasado, esto ha incluso orillado al gobierno israelí a modificar sus metas y sus operaciones y a negociar ceses al fuego que no eran aceptables al inicio de las hostilidades.

6. Al final, la imagen y postura internacional israelí resulta golpeada, mientras que en el lado de Hamás—incluso tras el reconocimiento de que se trata de una organización terrorista—ocurre un efecto inverso, un efecto político que tiene una dimensión interna y una dimensión internacional.

7. Internamente, Hamás resulta constantemente fortalecida políticamente. Las acciones de esa organización, incluso con los métodos que usa, son contextualizadas por la población palestina, quienes valoran el heroísmo y la eficacia de esa organización para poner a Israel de rodillas, para marcar los tiempos del enfrentamiento, para golpear al país ocupante, y al final, para avanzar la causa palestina. Los bombardeos israelíes sobre las zonas densamente pobladas son vistos como un acto más que se suma a la cadena de agresiones israelíes, no como un efecto de las acciones de Hamás. Las encuestas de opinión efectuadas tras cada uno de los conflictos similares (en 2014 el mayor de ellos) dan la razón a los métodos empleados por los militantes. Por tanto, Hamás resulta políticamente fortalecida, a pesar de resultar materialmente debilitada.

8. Externamente, Hamás consigue comunicar no a todas las audiencias, pero sí a muchas de ellas, que al final, se trata de una pequeña organización luchando contra un enorme y poderoso ejército de un país ocupante. Hamás adquiere seguidores duros—aquellos quienes concuerdan con sus métodos y sus fines—pero también un altísimo monto de seguidores blandos—quienes no coinciden necesariamente con sus métodos, o con tácticas terroristas contra civiles o el secuestro de rehenes—pero sí con sus metas.

9. A medida que pasan los días, esta dinámica crece. Israel se mantiene buscando restaurar su capacidad disuasiva contra Hamás, plenamente convencido de que mientras más le dañe materialmente, y más dispuesto se le vea a lanzar represalias masivas—incluso al costo de dañar su imagen internacional—en esa medida el mensaje será recibido. Esta vez, de manera especial, Israel busca comunicar que no será presionado políticamente por lo que de ese país se diga pues solo de esa manera el mensaje impactará no solo en Hamás y la Jihad Islámica sino en todos sus enemigos como Hezbollah y ultimadamente, en Irán quien las patrocina.

10. No obstante, la capacidad disuasiva no se restaura, porque Hamás valora que este tipo de guerras al final del camino terminan por fortalecer lo que ellos son: una idea. Y, por tanto, esas agrupaciones se sienten incentivadas a proseguir construyendo la narrativa de la desproporción.

11. Su estrategia es, entonces múltiple. Por un lado, cometen un macro atentado terrorista que pone a la sociedad israelí en estado de shock, en estado de estrés colectivo, con un masivo sentimiento de vulnerabilidad y desesperanza. Por el otro lado, elevan el tema palestino a la agenda, induciendo una discusión internacional que hasta hace pocas semanas no era prioritaria. Se mantienen lanzando miles y miles de misiles contra ciudades israelíes y sostienen el terror sobre esa población, al mismo tiempo sabiendo que Israel cuenta con poderosos escudos de defensa como el Domo de Hierro, lo que, sumado a la red de refugios y medidas preventivas en Israel, minimiza el efecto de esos misiles en términos de vidas humanas. Del otro lado en cambio, crece el costo humano por los bombardeos israelíes, y el resultado final—no en términos materiales, sino políticos—está a la vista.

12. Ese es el punto en el que nos encontramos. Israel asume que necesita responder con fuerza para restaurar el sentido de seguridad en su sociedad, derrotar a Hamás, y lanzar las represalias que lleven a esa organización y a sus socios jihadistas, a un cambio de cálculo en cuanto a futuros atentados u operaciones contra ese país. Y, por tanto, lo que estamos viendo es la dinámica de esas respuestas, la planeación de una posible incursión terrestre (o de varias incursiones), quizás el diseño de una zona de amortización en los límites entre Gaza e Israel, con todo el creciente costo humano entre la población palestina.

13. La verdad, sin embargo, es que conforme pasan los días, la narrativa de Israel como víctima de un macro atentado terrorista, se va transformando en una narrativa que cuenta más la historia de la desproporción, del castigo colectivo y la crisis humanitaria, y, por tanto, de Hamás y la Jihad Islámica como grupos de resistencia, con todos los efectos psicológicos, simbólicos y políticos correspondientes.

Esta dinámica fortalece en Hamás su sentido de lucha—empleando un abanico de tácticas que incluyen el terrorismo entre otras—y, por tanto, queda incentivada a repetir y repetir sus acciones. Incluso cuando sus líderes mueren, o cuando su estructura militar queda descompuesta, o cuando su infraestructura material y su arsenal quedan dañados. Siempre se recomponen. Siempre reemergen. Porque el alimento que les nutre (y de acuerdo con una vasta investigación sobre terrorismo) no está en la “maldad natural” de las personas, sino en las raíces de un conflicto irresuelto que favorece la radicalización y el extremismo. ¿Qué nos dice entonces la muy vasta experiencia internacional sobre medidas eficaces para combatir el terrorismo? En otra entrega lo comentamos. Solo una pista: la guerra material no puede prevalecer sobre las metas políticas. Si los atacantes terroristas crecen políticamente con las acciones que se toman, hay que replantear muchas cosas, empezando por la forma como hacemos nuestras preguntas.

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bmc



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