El de Gaza es uno de los conflictos que Trump se había comprometido a resolver desde su campaña. Y en efecto, la colaboración entre la administración Biden en su último mes y el equipo negociador de Trump encabezado por Witkoff, consiguió establecer las bases para un cese al fuego de tres fases que inició el 17 de enero. La fase 2 se empezaría a negociar el día 14 de la fase 1. Lamentablemente las partes no consiguieron un acuerdo y el alto a las hostilidades colapsó desde inicios de marzo. Desde entonces, se reanudó una intensa ofensiva israelí con el objeto señalado de presionar a Hamás para la liberación de los restantes rehenes y derrotar a esa agrupación. Pero recientemente esa ofensiva ha escalado aún más sin que ello consiga liberar a más rehenes, y el gobierno de Netanyahu ha anunciado el inicio de una operación todavía más intensa para ocupar porciones completas de la franja, lo que, como ya sabemos, elevará incluso más el costo humanitario de la guerra. Esto, sin embargo, no es consistente con lo que desearía o aprueba la mayoría de su sociedad. ¿Qué factores hicieron colapsar al cese al fuego y han impedido a las negociaciones avanzar desde ese punto? ¿Qué factores están haciendo hoy a Trump chocar con Netanyahu y de qué depende que ese conflicto pueda resolverse?
1. Partamos de la base de que, de manera consistente con encuestas desde hace meses, el último estudio de opinión del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv indica que el 70% de israelíes desea el cese al fuego inmediato y la liberación de los rehenes, aunque ello implique que Israel efectúe serios compromisos para ello. Seis de cada 10 israelíes piensan que la continuación de la guerra tiene motivaciones políticas por parte del gobierno actual en quien solo 24% confía. Además, 74% considera que el gobierno no tiene un plan para finalizar la guerra. De hecho, casi la mitad de israelíes aprueba el plan de transición egipcio para un gobierno palestino en Gaza; solo 20% apoya el restablecimiento de asentamientos judíos en Gaza y una cantidad inferior, apenas 16% de israelíes favorece una administración militar israelí sobre Gaza. Esto se suma a la disidencia entre reservistas y al creciente número de filtraciones en los medios acerca del descontento militar con el curso que ha tomado una guerra que perciben interminable y políticamente motivada.
2. Hay, sin embargo, otra serie de planos que necesitan ser examinados. Empecemos por decir que durante el tiempo que duró la fase 1 del último cese al fuego, Hamás se puso el objetivo de demostrar con alta visibilidad (a) que no está muerta ni acabada, lejos de ello, (b) que ha conseguido reclutar a decenas de miles de combatientes para sustituir a las decenas de miles que han muerto, (c) que si bien ha perdido mayormente su arsenal, conserva la capacidad para seguir luchando de forma asimétrica una guerra de guerrillas, empleando su vasta red de más de 800 km y ocho plantas subterráneas de túneles construidas debajo de la infraestructura civil de centros altamente poblados, y por último (d) que sigue en control del gobierno en Gaza a pesar de más de año y medio de una guerra devastadora en su contra. La razón de fondo es que hoy no existe una alternativa al gobierno de Hamás que sea viable e implementable para el control y administración de Gaza. Por tanto, ante esa falta de alternativas, cesar las hostilidades implica que Hamás es quien llena los vacíos que se han producido.
3. En suma, si las metas expresas de Netanyahu eran la liberación de los rehenes y la destrucción de las capacidades militares y políticas de Hamás, quedó clarísimo en esas semanas que lo segundo no solo estaba lejos de conseguirse, sino que ambas metas parecían estar en contradicción. Conseguir la liberación de rehenes termina por fortalecer el mensaje y con ello la supervivencia de Hamás como cuerpo político.
4. Esto fue generando enormes presiones en Netanyahu por parte de los partidos más extremos de su coalición. Si Netanyahu seguía delante con las negociaciones bajo las condiciones que describo, su coalición no sobreviviría a la fase 2. Por tanto, se tendría que convocar a elecciones nuevas con la probabilidad de que él perdiera el liderazgo del país de manera definitiva, con las consecuencias de encontrarse además en medio de tres procesos judiciales por cargos de corrupción.
5. Esto en pocas palabras, añade dos componentes que están fuera de las manos de Trump: primero, las posiciones más extremas en el gabinete de Netanyahu que se oponen a seguir adelante con cualquier clase de negociación y segundo, por tanto, la supervivencia de Netanyahu como líder del país.
6. El siguiente elemento que no puede obviarse es Hamás. Tras sus demostraciones de fuerza política durante el último cese al fuego, hay posturas fuertes en la organización que no solo se niegan a ceder el gobierno en Gaza, sino que se oponen a desarmarse y quizás exiliarse. Esto no incluye a toda la gama política de esa agrupación, pero por lo visto, sí incluye a la rama militar que orquestó y ejecutó los atentados terroristas del 2023 y quien ha sostenido toda la guerra desde su inicio.
7. Para entender todo el panorama, se necesita evaluar su lógica. A partir de entrevistas y declaraciones efectuadas desde octubre del 23, además de filtraciones de cartas y mensajes varios, Hamás ha expresado con claridad que la situación en la que se encuentra Gaza es precisamente lo que ellos buscaban. Hamás deseaba, según indicaba su liderazgo, “despertar al mundo de su letargo” ante la situación palestina, reposicionar el tema, convertir el Estado Palestino en una realidad viable y para ello “generar un estado de guerra permanente” con Israel. En esas mismas entrevistas, el liderazgo de Hamás expresó que los civiles palestinos muertos o heridos eran “mártires necesarios para una causa mayor”.
8. Siguiendo esa línea, los rehenes israelíes resultan fichas de negociación indispensables para Hamás. De un lado, se genera una presión psicológica y política en Israel por parte de amplios sectores de la sociedad para efectuar concesiones a fin de liberarlos, incluso ante el costo de la potencial supervivencia de Hamás en la franja. Del otro lado, si esas concesiones no se efectúan, entonces Hamás puede justificar internamente su resistencia frente a Israel, toda vez que sus tácticas siguen produciendo un aislamiento político y diplomático de ese país que también puede eventualmente acarrear costos económicos considerables.
9. El resultado de todo ello es que la guerra persiste sin un final visible, con una lógica solo de hostilidades ascendentes (ahora ya bajo la amenaza expresa de Netanyahu de ocupar Gaza permanentemente) y con un costo humano entre la población palestina difícil de describir. Si bien se calcula que han muerto unos 22 mil combatientes de Hamás, hay un número muy superior a ese monto de civiles muertos, la mayor parte niños y mujeres, sin mencionar que además de ello la mayor parte de los rehenes aún cautivos, según se estima, han perdido la vida.
10. En este contexto y considerando su urgencia por conseguir acuerdos a fin de cumplir sus propias promesas, Trump y su equipo han estado proponiendo medidas parciales como, por ejemplo, un cese al fuego temporal de 60 días a cambio de la liberación de 6 a 10 rehenes israelíes. Pero todas esas propuestas se enfrentan con la contradicción de fondo: Netanyahu y su coalición no se conforman más que con una “victoria total”, es decir, el completo desarme y exilio de Hamás, mientras que esa agrupación considera que debe y puede seguir resistiendo, y que mientras más tiempo pase, más es posible golpear psicológica, política y diplomáticamente a Israel, a fin de acelerar cada vez más un choque entre Trump y Netanyahu.
11. Para ser claros, el gobierno del primer ministro israelí tiene ya una enorme presión interna por parte de ese 70% de su población que desea un cese al fuego inmediato, y que considera que la guerra solo continúa por sus propias motivaciones políticas. Además de ello, hay presión externa que procede de aliados importantes de Israel como son Francia y Reino Unido (no olvidemos que se trata de países que contribuyen no solo a armar a Israel sino incluso le han defendido directamente frente a ataques de Irán o de los houthies), lo que se suma a las acusaciones de genocidio y crímenes de guerra que hay contra Israel en cortes e instituciones internacionales, organizaciones y gobiernos. Pero a todo lo anterior, ahora debemos añadir otra presión: la que procede y seguirá creciendo por parte de Trump.
12. En los últimos días, el presidente estadounidense ha venido mostrando su frustración con Netanyahu de diversas formas. Primero, ha estado negociando directamente con Hamás. Segundo, está negociando directamente con Irán un acuerdo que probablemente va a estar muy lejos de las expectativas del primer ministro israelí. Tercero, Trump conversó directamente con el ex jihadista y nuevo presidente sirio, Al Sharaa, y liberó las sanciones estadounidenses contra ese país a pesar de que Israel se mantiene ocupando y atacando partes del territorio de Siria. Cuarto, Trump firmó compromisos militares con los países del Golfo, algunos de los cuales claramente reducen, por no decir eliminan, la ventaja tecnológica con que Washington ha blindado a Israel en su región.
Estos elementos entonces, representan una especie de carrera. Una carrera entre el presidente estadounidense que quiere mostrarse efectivo y cumplidor de sus promesas, Netanyahu que busca sobrevivir políticamente a través de seguir prolongando la guerra, y Hamás que busca resistir a pesar de todo.
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