Hay consenso en que estamos probablemente ante el momento más cercano al fin de la guerra entre Israel y Hamás, iniciada hace justo dos años. Sin embargo, aún quedan varios temas por resolver y aspectos clave que deberán observarse en las próximas horas y días. Dedico estas líneas a señalar algunos de ellos.

1. Partamos de que Trump está concentrando toda su energía en este tema y está actuando con enorme determinación para llevarlo a buen término. Por un lado, el presidente estadounidense necesitaba con urgencia un triunfo en este rubro tras meses de fracasos y anuncios prematuros. Por otro, hace dos semanas escuchó el mensaje coincidente de varios líderes —especialmente de aliados cercanos en el mundo árabe—: el cese al fuego en Gaza es impostergable, y también lo es generar condiciones iniciales para una negociación que defina el futuro de esa región. Y, según estos interlocutores, solo él, Trump, podría hacerlo funcionar, dada su influencia sobre Netanyahu e Israel.

2. Pero los líderes árabes también le transmitieron a Trump otro mensaje: si él lograba controlar a Netanyahu, ellos se encargarían de Hamás. En todas las declaraciones y discursos, tanto ante la Liga Árabe como en Naciones Unidas, los liderazgos de países como Arabia Saudita, Qatar, Egipto e incluso la Autoridad Nacional Palestina —que en ese momento ganaba un reconocimiento sin precedentes como representante oficial del Estado palestino— habían expresado que Hamás debía liberar al 100% de los rehenes y que no podía formar parte del futuro esquema de gobierno palestino. En ese sentido, sus objetivos coincidían plenamente con los de Trump.

3. Con ese marco, el equipo negociador de Trump diseñó un plan que Netanyahu no pudiera rechazar y que, al mismo tiempo, contara con el respaldo de todos esos actores. El esquema preveía que Hamás entregara a todos los rehenes que aún mantenía cautivos, a cambio de la liberación de varios cientos de prisioneros palestinos en cárceles israelíes y del repliegue de las fuerzas israelíes de casi toda Gaza, junto con el fin definitivo de las hostilidades. A cambio, Hamás debía comprometerse al desarme, ceder tanto el control político como la seguridad de Gaza y aceptar una amnistía o el exilio.

4. Muchos de los detalles del plan quedarían por definirse una vez aceptado el marco base, pero lo verdaderamente crucial fue que tanto Israel como todos los gobiernos clave de la región aprobaron los términos planteados por Trump, incluyendo —como mencioné— al presidente palestino Mahmoud Abbas.

5. Estas condiciones han dejado a Hamás en una posición de aislamiento, pues si rechazara el plan, sería el único actor en hacerlo, quedando directamente señalado como responsable de prolongar la guerra. En los últimos días, la fórmula adoptada por la organización ha sido declarar que acepta el acuerdo en principio, pero que muchos de sus detalles deberán ser negociados y discutidos posteriormente entre las distintas facciones palestinas.

6. Al observar más de cerca, se perciben divisiones internas dentro de Hamás, especialmente entre dos posturas centrales. El ala política, con su liderazgo radicado en Doha, desde hace tiempo busca aceptar el cese al fuego y avanzar a una nueva etapa de su lucha, siempre que no se les obligue a disolverse como agrupación política. Consciente de la difícil coyuntura diplomática en la que el plan de Trump los coloca, esta facción impulsa la aceptación de la mayoría de los términos del acuerdo. El principal obstáculo está en el ala militar, que, aunque ha perdido múltiples cadenas de mando, ha logrado resistir durante dos años y reclutar alrededor de 15 mil nuevos combatientes. Según reportes de medios como The Wall Street Journal, esa facción —probablemente acompañada por la Jihad Islámica—, que hasta ahora se había negado rotundamente a desarmarse, parece ahora dispuesta a entregar su armamento ofensivo, pero no el defensivo.

7. En otras palabras, todo indica que el actor con mayor potencial para sabotear el plan de Trump es el ala militar de Hamás. Sin embargo, dado el impulso con el que Trump y los países de la región —tanto mediadores como aliados— están buscando poner fin a la guerra, existe la posibilidad de que esas facciones sean forzadas a ceder sus armas, al menos de manera pública. El punto en el que esa ala militar concentrará sus demandas será en obtener garantías firmes de que Israel realmente se replegará y no reanudará las hostilidades bajo el argumento de violaciones al acuerdo. Si Hamás logra esas garantías, podríamos ver su aceptación del plan, insisto, al menos de forma pública.

8. El proceso podría comenzar con la liberación de los rehenes y con repliegues graduales por parte de Israel, para luego avanzar hacia la implementación completa del plan de Trump. En las semanas siguientes se establecerían tanto el órgano palestino encargado de gobernar Gaza como los mecanismos internacionales que supervisarán dicho gobierno, además de la entidad responsable de la seguridad y del desarme de Hamás.

9. Si estas condiciones se pactan ahora mismo en Egipto, es probable que estemos muy cerca de un anuncio importante que dé por prácticamente consumados estos acuerdos, cuyo principal logro inmediato sería el cese al fuego y la liberación de los rehenes a cambio de prisioneros palestinos.

10. Dicho esto, y suponiendo que el ala militar de Hamás acepte en principio los términos del plan, el reto más complejo será desactivar su actividad militante, no solo en el discurso público, sino en la práctica. Este punto es fundamental, ya que Hamás ha invertido años —y especialmente los dos más recientes— en procesos de radicalización de decenas de miles de jóvenes gazatíes. Pretender ahora que su lucha armada llegue a su fin no será tarea sencilla y, aún si lo lograran parcialmente, es probable que múltiples células pequeñas o grupos más amplios permanezcan activos o en estado latente, tanto en Gaza como en Cisjordania. El riesgo de que estos actores actúen como spoilers del proceso seguirá siendo muy alto, especialmente conforme Israel se repliegue de las zonas más pobladas. Ello podría derivar en nuevas redadas e intervenciones israelíes, un escenario que el nuevo esquema de gobierno tendrá que afrontar llegado el momento.

11. Este conjunto de factores explica por qué un sector del gobierno de Netanyahu también se ha mostrado reacio al plan. Sin embargo, a diferencia de otros momentos de la guerra, incluso si varios miembros de la coalición del primer ministro decidieran abandonar el gobierno, la oposición ya le ha ofrecido su respaldo para aprobar el acuerdo y garantizarle estabilidad política hasta las elecciones previstas para 2026. Por ahora, ese riesgo potencial parece, al menos parcialmente, controlado.

Como dije, se trata de eventos en desarrollo. Los estaremos siguiendo puntualmente y actualizaremos la información en este espacio.

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