Era 2020, plena pandemia. Se reportaba que aproximadamente unas 48,000 municiones y alrededor de 62 kilogramos de explosivos habían desaparecido de la unidad militar de mayor élite en Alemania, el Mando de Fuerzas Especiales, conocido en alemán por las siglas KSK. En ese entonces, Berlín reportaba que, de los más de 600 soldados que estaban siendo investigados por la Oficina de Contrainteligencia Militar por sospechas de extremismo, unos 20 pertenecían a las KSK. Ya no cabía duda, la penetración institucional del extremismo de derecha era enorme. Esto fue reconfirmado apenas hace unos días cuando las autoridades alemanas, con asistencia de las de países como Austria e Italia, desmantelaron un plan para derrocar al gobierno en Berlín. Más allá de conocer los detalles de ese plan concreto que están revelando las investigaciones, vale la pena examinar varios elementos que enmarcan estos hechos, a manera de contexto. Esto incluye, tanto las distinciones como las conexiones entre las extremas derechas políticas y el extremismo violento, sus creencias e ideología, los procesos de radicalización de determinadas personas y su capacidad de penetrar instituciones y gobiernos. Todo esto, a fin de pensar en qué acciones se deberían tomar si se desea atender el fenómeno desde su raíz. Van unas notas al respecto.

Un plan para derrocar al gobierno alemán

Lo que sabemos es que, en un operativo que involucró a más de 3,000 efectivos, las autoridades alemanas allanaron 150 viviendas e instalaciones y detuvieron a 25 personas que formaban parte de un plan para tomar el control del gobierno alemán. Entre los detenidos se encontraban un príncipe alemán, se reportó, una exparlamentaria de extrema derecha, un militar en activo y exmiembros de la policía y fuerzas especiales de élite. El plan incluía asaltar el Capitolio alemán, arrestar a los legisladores y ejecutar al canciller. Un príncipe descendiente de la nobleza alemana (Heinrich XIII) asumiría el cargo de nuevo jefe de Estado, y la exparlamentaria de extrema derecha llevaría a cabo una purga nacional.

Este plan, si bien representa una escalada, no constituye en modo alguno, una situación aislada.

El Reichsbürger, sus creencias, el “Día X” y las teorías aceleracionistas

Las personas detenidas la semana pasada, forman parte de un grupo llamado Reichsbürger (los Ciudadanos del Reich), una agrupación que no es nueva, pero que había sido vista como muy marginal entre los grupos de extrema derecha de Alemania. Este grupo está constituido por una red dispersa de unas 20,000 personas con distintas creencias asociadas a conspiraciones (NYT, 2022).

Para ellos, por ejemplo, la Alemania actual no es una nación soberana, sino una corporación creada por las potencias aliadas que le vencieron en la segunda guerra mundial. Por tanto, su misión es recuperar esa soberanía perdida, lo que se conseguirá exclusivamente a través de tomar por asalto las instituciones, el gobierno, y efectuar una purga de quienes hoy controlan el país.

Llegará así, un día en el que la democracia alemana, tal y como la conocemos, colapsará. Ese día es conocido en este sistema de creencias como el “ Día X ”.

Quizás habrá quienes piensen que sería imposible siquiera imaginar un golpe de Estado exitoso en Alemania. Pero para entender mejor lo que motiva a agrupaciones como esta, se requiere incorporar las teorías “aceleracionsitas” . Independientemente de la eficacia de golpes específicos, lo que estas corrientes desean, es “acelerar” la inevitable confrontación, guerra civil, o colapso institucional. El hacerse de explosivos, el asesinar a personalidades o atacar un Capitolio (todos estos hechos han ocurrido o han sido planeados recientemente en Alemania), lo que hace es acelerar el inevitable choque para el que hay que estar preparados, y enfrentarle sin temor.

El rol internacional de teorías de conspiración, antisemitismo, QAnon y coyunturas

Esta serie de creencias e ideologías van mucho más allá de lo local, y se conectan más cada vez con ideologías afines en otras partes del globo. Es decir, más allá de las peculiaridades del Reichsbürger, es imposible entender su pensamiento actual sin vincularlo con sus componentes globales. Señalo algunos: (a) las teorías de conspiración, (b) el antisemitismo internacional, (c) las teorías QAnon, y (d) coyunturas como la crisis de refugiados, la pandemia y los movimientos anti-Covid.

Considere lo siguiente: De acuerdo con Cass Sunstein (2016), el mayor predictor de que alguien crea en una teoría conspirativa es su creencia previa en otra conspiración. Si una persona ya pensaba, por ejemplo, que los ataques del 9/11 fueron obra interna de Washington, se vuelve altamente probable que otro tipo de teorías conspirativas penetre en su sistema de creencias. Las teorías conspirativas, nos explica el autor, funcionan como cascada. En todo ello, el internet juega un rol crucial. Según investigación que hemos documentado en este espacio, las teorías conspirativas son usualmente el primer punto de acceso a través del cual las personas se vinculan con este sistema global de creencias y van construyendo sus propias visiones sobre la realidad.

De manera tal que, si alguien ya creía, por ejemplo, que el mundo está “dominado por los judíos” desde las finanzas hasta el cine o la política, es más factible que teorías como QAnon o como la idea de que la pandemia es una conspiración, ganen su atención (y que, por cierto, se vincule a los judíos en todo el esquema). Esto, a su vez, se comparte en internet y el mismo sistema se va alimentando y creciendo con interpretaciones propias y ajenas.

Pensemos en este ejemplo: hay un sector en Estados Unidos que piensa que existe un “Estado Profundo” peleando una guerra en contra de Trump; que el mundo es dirigido secretamente por un grupo de pedófilos satánicos que operan una red de tráfico de niños. De acuerdo con esta teoría, personalidades como Obama, Hilary Clinton, George Soros, o celebridades como Tom Hanks u Oprah Winfrey, están incluidas en este grupo selecto. Trump, en esta narrativa, habría sido reclutado por militares para deshacerse de esta red y por ello, los conspiradores se mantienen luchando en su contra. Según se ha reportado, estas teorías proceden de una persona o grupo anónimo que utilizaba el nombre “Q”, quien alegaba que tenía acceso directo a secretos de gobierno. Actualmente se les conoce como las teorías QAnon, un fenómeno que en su momento era absolutamente marginal, pero que paulatinamente ha ido ganando adeptos y se ha convertido en parte de la conversación central. Su penetración en internet y redes sociales es inmensa.

En Alemania los grupos extremistas de derecha han adoptado y adaptado las teorías QAnon del “Estado Profundo” a sus propias realidades percibidas. Más aún, el incremento en la actividad en internet y redes sociales de personas con ideologías afines, se intensificó primero, durante la crisis de refugiados (crisis que, desde su perspectiva, fue incentivada por el gobierno de Merkel para seguir vulnerando la nacionalidad, la cultura y los valores alemanes), y luego durante la pandemia, en su visión, un componente más de la conspiración global.

Penetración instituciones alemanas: de la política a la opción violenta

Como dijimos, lo que llama la atención en el caso alemán, es la penetración institucional. Hay una gran cantidad de reportes que indican cómo es que, entre la policía, en las fuerzas de élite y de seguridad, además de los partidos políticos de ese país, la cantidad de personas con creencias como las descritas ha ido aumentando.

Esto no significa que todas las personas que tienen ideología de derecha radical confluyan con la violencia. Sin embargo, ya desde 2021, un informe anual de la agencia de inteligencia nacional conocida por su acrónimo alemán BfV, indicaba que alrededor del 40% de los extremistas de extrema derecha en Alemania apoyan el uso de la violencia con fines políticos. Ello tampoco implica que ese 40% esté tomando las armas o participe del plan que fue revelado la semana pasada. Pero sí nos habla acerca de un avanzado proceso de radicalización de una parte de esas personas.

Como explica Fathali Moghadam (2010), la radicalización se da a través de peldaños en una escalera ascendente que las personas suben conforme perciben que se agotan las vías pacíficas de participación política, y que solo la violencia puede conseguir los objetivos que buscan. A pesar de su proceso individual, la gran mayoría de las personas se queda ahí, sin hacer nada más. Un puñado, no obstante, sí decide ascender la escalera y opta por la violencia. Así, en Alemania hemos visto el crecimiento de la derecha radical política en las últimas décadas (incluso tras sus retrocesos más recientes, cuando se observa por regiones, se puede apreciar con claridad los avances que señalo). Pero de todo ese espectro, actualmente hay unas 33 mil personas que están siendo investigadas por las autoridades como parte del extremismo violento mencionado.

Síntesis y acciones a seguir

Lo que estamos observando es un complejo fenómeno en un sector de la población alemana, el cual incluye convicciones propias, un número importante de teorías de conspiración con décadas de antigüedad, además de otras nuevas. En esa manifestación juegan un rol importante las nuevas herramientas de tecnología y comunicación—que les permiten conectar sus ideas con las de otros grupos afines, y a su vez compartir las propias dentro y fuera de su país— la explosión de las cascadas conspirativas alimentadas por coyunturas como la crisis de refugiados o la pandemia . El tema es que esta expresión no se queda en un movimiento ideológico marginal, sino que ha mostrado procesos de radicalización individuales y organizacionales, además de una creciente capacidad de penetrar en instituciones hasta exhibir, con toda seriedad, planes como los revelados la semana pasada.

La labor para contrarrestar un fenómeno como ese, no es, por tanto, exclusivamente una de “contraterrorismo”. Es decir, las agencias de inteligencia y seguridad deben, por supuesto, trabajar como lo han hecho, para detener planes, situaciones de crisis o de la violencia que se ha expresado en ataques o asesinatos. Pero hay además de ello una norme tarea política, social, educativa y mediática, que se tiene que implementar no solo en ese país sino en muchos más, la cual incluye desde medidas para comprender esta manifestación de manera mucho más honda, hasta el diseño de políticas y estrategias colaborativas para detectar y enfrentar esta serie de tendencias desde su raíz. En otra entrega detallaremos lo que se ha hecho en esas direcciones y hablaremos de lo que ha funcionado, de lo que no, y lo que falta en este esfuerzo constante de seguir aprendiendo.

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