Las raíces del terrorismo son estructurales y sistémicas. Los liderazgos importan, por supuesto, pero la muerte de un prominente dirigente, como lo fue Osama Bin Laden para Al Qaeda , no termina con esa manifestación de violencia. La partida del líder puede ocasionar que una organización se debilite, o, como más frecuentemente ocurre, se transforme, pero cuando los factores que nutren la raíz del terrorismo no son atendidos desde el fondo, y sigue existiendo gente dispuesta a matar y morir empleándolo, el fenómeno no disminuye. De hecho, puede aumentar, como ocurrió precisamente tras la muerte de Bin Laden. Así que, a diez años de ese descabezamiento, es legítimo preguntarnos qué ha ocurrido con Al Qaeda desde entonces y, sobre todo, ¿qué impacto ha tenido su ausencia en cuanto a la violencia terrorista ?
Empecemos por considerar que, en los países miembros de la OCDE, el terrorismo se correlaciona con factores socioeconómicos, tales como la desocupación juvenil, la desconfianza en la prensa y en la democracia, crímenes por drogas y actitudes hacia la inmigración (IEP, 2016). Sin embargo, en esos países se comete menos del 1% de atentados en el mundo. En los sitios en donde se comete el 99% de atentados, la actividad terrorista se correlaciona con factores como la inestabilidad y el conflicto armado, la corrupción, un débil respeto a los derechos religiosos y humanos, la prevalencia de redes de crimen organizado o la violencia perpetrada por el Estado, entre otros factores (IEP, 2016, 2017). Mientras esos elementos sigan ahí, por tanto, las probabilidades de que esa violencia se siga manifestando son elevadas.
Aún así, la muerte de un líder como Bin Laden sí causa efectos. Solo que no siempre son los deseados por quienes pensaron que matarlo sería un golpe eficaz contra el terror.
Un primer fenómeno tiene que ver con la descentralización de Al Qaeda . Esto no inicia, por supuesto, con la muerte de Bin Laden, sino mucho antes. Tras la intervención estadounidense en Afganistán , Al Qaeda muta. Distintas agrupaciones preexistentes, y otras nuevas que van emergiendo en distintas partes del mundo, juran lealtad a la organización matriz, y establecen filiales desde donde se planean y cometen atentados a nombre de esa organización. Es decir, a pesar de contar con un centro de operaciones, organizaciones como Al Qaeda no funcionan como si fuesen comandos militares, o compañías transnacionales. Por tanto, la muerte del líder difícilmente afecta las capacidades operativas de las filiales o de la organización en su conjunto.
Pero lo que sí sucede es que el perder a una figura simbólica de la relevancia de Bin Laden, resta poder al centro operativo y las filiales se fortalecen. Hubo incluso quienes cuestionaron el liderazgo de su sucesor, Ayman Al Zawahiri, lo que resultó en distintas escisiones.
La siguiente historia cuenta mucho acerca de ello: A inicios del 2013, ISIS—que en ese momento aún formaba parte de la filial de Al Qaeda en Irak—anunció que se fusionaba con el Frente Al Nusra, la filial siria de la misma Al Qaeda. El líder de ISIS, Al Bagdadi , reclamaba que él había sido quien fundó aquél Frente Al Nusra, al cual había enviado cientos de combatientes desde Irak para apoyarle en su lucha contra el presidente sirio Assad. Pero el líder de Al Nusra, Golani, se opuso a la fusión y negó que su agrupación hubiese sido fundada por Bagdadi. Entonces, intervino el sucesor de Bin Laden, ahora líder de Al Qaeda, Al Zawahiri, ubicado en Pakistán, su centro operativo. Al Zawahiri apoyó al Frente Al Nusra, decretando la fusión como improcedente y ordenó a Bagdadi retirar a todos sus combatientes de Siria y limitarse a pelear en Irak.
Pero entonces Bagdadi desconoció la orden de Al Zawahiri, insistió en que la fusión sí procedía y se rehusó a retirarse de Siria. Así que a Al Qaeda no quedó alternativa sino expulsar a ISIS de la organización.
Esta separación motivó una feroz competencia por el liderazgo de la jihad global. Bagdadi decía que él y su agrupación, ISIS, eran los verdaderos y legítimos sucesores de Bin Laden. Al Qaeda, por su parte, trató de contrarrestar ese discurso disputando no solo la legitimidad de ISIS, sino de sus métodos. Ambas organizaciones chocaron sangrientamente en distintos territorios. Pero en esa carrera, ISIS fue durante varios años el mayor polo de atracción de jihadistas pues supo proyectar un brutal terror en contra de sus enemigos, y paralelamente, un enorme poder de persuasión hacia sus seguidores.
El choque Al Qaeda-ISIS generó incluso dudas y confusiones dentro del campo jihadista. Considere el caso de los primeros atentados en París a inicios de 2015:
Unas horas después de que los hermanos Kouachi atacaron el semanario Charlie Hebdo, un individuo llamado Amedi Coulibaly entraba a un supermercado Kosher y secuestraba a una veintena de personas. Al hacerlo, exigió hablar con las televisoras, cosa que inmediatamente consiguió. Las horas de shock en Paris continuaban, la persecución de los Kouachi estaba en curso, todo el mundo estaba en vilo, conectado, para conocer el desenlace de aquella dramática historia. Coulibaly, ante los medios, afirmó que estaba coordinado con los Kouachi. “Bueno, más o menos coordinado…”, luego dijo. En nuestra cabeza—así nos lo habían hecho creer—todo era parte del mismo plan. Finalmente, Coulibaly fue abatido, no sin matar a varias personas. Poco después se daba a conocer un video en el que ese atacante reivindicaba el acto. Ahí es donde la historia ya no cuadraba. Coulibaly afirmaba que él “actuaba a nombre del Estado Islámico (ISIS)”. Los Kouachi, en cambio, una y otra vez gritaron que formaban parte de Al Qaeda en Yemen. El asunto no era menor porque Al Qaeda e ISIS estaban combatiendo en varias regiones del mundo, no se “coordinaban” para cometer atentados. Más aún, las investigaciones revelaron que efectivamente los Kouachi y Coulibaly se conocían desde tiempo atrás y habían sostenido numerosas conversaciones. ¿Qué es lo que estaba sucediendo? Simple. Los tres individuos eran jihadistas locales desde hacía años. Pero Coulibaly, a diferencia de sus amigos, había dejado de ser leal a Al Qaeda, y ahora era leal a ISIS.
Este fenómeno se repitió continuamente, pero no solo entre individuos, sino entre las diversas filiales, muchas de las cuales, ahora solo cambiaban de bandera. ISIS se fue fortaleciendo e hizo todo lo posible por hacerlo saber. Como resultado, el monto de atentados y muertes por terrorismo ascendió dramáticamente en los años que siguieron a la muerte de Bin Laden hasta llegar a su pico (2014-2016).
Posteriormente, regresó el combate y los bombardeos por parte de Washington y sus aliados, pero esta vez en contra del centro operativo de ISIS en Siria y en Irak. A esa organización se le arrebató el amplio territorio que controlaba en esos países. Y pasó que, una vez más, se liquidó a su líder Al Bagdadi, tras lo cual, ahora fue Donald Trump quien decretó el “final” de esa agrupación.
No obstante, como dije, cuando las causas raíz siguen alimentando los factores que originan y sostienen a ese tipo de organizaciones, lo que sucede es que el terrorismo puede disminuir durante un tiempo. Pero luego, como está ocurriendo ahora mismo, termina por resurgir.
El mapa actual del terrorismo es complejo. Presenta elementos a la vez de concentración y expansión. A pesar de que tan solo 10 países concentran más de tres cuartas partes de los atentados en el mundo, cada vez son más los países víctimas de al menos un atentado terrorista por año. El terrorismo cometido por agrupaciones que se autodenominan islámicas sigue siendo, con mucho, el más preocupante, aunque otro tipo de ideologías como el extremismo de derecha, ha propiciado un aumento considerable de atentados en determinados países.
Al Qaeda e ISIS, ambas, siguen muy vivas. Sus nexos con insurgencias locales y con organizaciones criminales, les han permitido transformarse y expandirse. Solo este año se han cometido cientos de atentados por esas organizaciones o sus filiales. La rama de ISIS en Siria es una de las mayores exportadoras de anfetaminas en el mundo . Una organización afiliada a ISIS en Mozambique tiene tomada una zona de ese país desde hace meses y con ello golpea al mayor proyecto de inversión en África. Agrupaciones afiliadas a Al Qaeda siguen amenazando distintas partes de África todos los días. En Afganistán, ambas agrupaciones permanecen como grandes riesgos tras el retiro de tropas de EEUU. A nivel global, decenas de células “durmientes” se mantienen dispuestas a continuar con su lucha.
Si consideramos lo que expongo, quizás a diez años de la muerte de Bin Laden, valdría la pena reflexionar en alternativas más eficaces para erradicar el terrorismo que las que hasta ahora han sido implementadas. Descabezar organizaciones como Al Qaeda puede producir consecuencias inesperadas si ello no viene acompañado de medidas que combatan los factores que se encuentran en la verdadera raíz de la violencia terrorista .