Finalmente, el régimen de Bashar el Assad colapsó. Cayó tan rápido que es difícil asimilar todo lo que esto implica. En 10 días ocurrió lo que muchos actores internos y externos desearon durante años y por lo que invirtieron recursos humanos, militares y financieros enormes. Sin embargo, el conflicto de Siria nunca fue solo acerca de Siria. Por eso, al ya difícil análisis de la complejidad interna, había que añadir el significado que Siria tenía para muchos actores regionales y globales. Así que hay que recuperar toda esa complejidad interna y externa, y traerla hacia 2024. Solo así podemos, al menos en parte, entender la velocidad del desplome de Assad, y también lo que todo esto significa para la región y el mundo.

La veloz caída de Assad

Militarmente, lo que ocurrió durante los 10 días que duró la ofensiva rebelde, fue que prácticamente no hubo resistencia. El ejército de Assad, entendiendo que era incapaz de defender sus posiciones, simplemente las fue abandonando una tras otra. Esto se conecta con tres debilidades centrales:

1. La debilidad interna de Assad.Gracias al apoyo de Rusia, Irán y sus milicias aliadas, para 2018, Assad había recuperado el 70% del territorio que había perdido. Sin embargo, el presidente sirio no utilizó los años siguientes para realmente reconstruir al país. Los factores que habían impulsado inicialmente las protestas masivas y posteriormente la rebelión en su contra, permanecieron todos en su sitio. El potencial de nuevas explosiones siempre estuvo ahí, lo documentamos desde entonces, y esa es la razón por la que el cese al fuego se rompió tantas veces a lo largo de estos años. Pero además de eso, sumido en la corrupción, el narcotráfico, y repitiendo las prácticas del pasado, el ejército de Assad permaneció tan débil como desde aquellos años en donde ya había mostrado su brutal incompetencia. Para 2015, ese mismo ejército había llegado a perder un 80% del territorio sirio (del cual la mayor parte fue a manos de una sola organización jihadista, ISIS). La razón por la que logró recuperarse no fue intrínseca al propio régimen, sino por factores exógenos que ahora, en 2024, no estuvieron presentes para ayudarle del mismo modo.

2. La debilidad de Rusia tras su guerra en Ucrania. Para Moscú, siempre es crucial proyectar fuerza y poder. Incluso más allá del que realmente tiene. Esto es porque uno de los componentes más importantes de su rivalidad con Occidente tiene que ver con otras guerras, la psicológica y disuasiva. En 2015 y 2016 Rusia atacaba a estos mismos rebeldes sirios no con lo necesario, sino con mucho más de lo necesario (por ejemplo, misiles lanzados desde sus buques de guerra en lugar de bombardeos). Así, demostraba que protegía a sus aliados, pero también exhibía fuerza, y, sobre todo, determinación a usar esa fuerza, con lo que superaba especialmente a Washington en la competencia geopolítica. Por tanto, Rusia no solo conservaba su base naval y su base aérea en Siria, sino que se convertía en el poder con el que había que negociarlo todo. Así que, hoy, en 2024, hay que leer la ausencia rusa en su apoyo a Assad menos como una falta de voluntad como una falta de capacidad. Moscú tiene todos sus recursos invertidos en otros lados. Esto incluye a Ucrania, pero no se limita a Ucrania. Es difícil pensar que Putin esté destinando tanto esfuerzo a sitios como el Sahel africano, y que simplemente haya decidido abandonar Siria por un tema de voluntad. Más bien, Rusia se vio obligada a lo largo de los últimos años a desviar los recursos militares y humanos que tenía en Siria, y no tuvo la capacidad de regresar con la velocidad que se requería. Ahora Moscú deberá negociar sus intereses, pero no desde la posición de fuerza con la que negociaba en 2016 o 17, sino desde una posición mucho más frágil.

3. La debilidad de Irán y su eje.Este es sin duda, el factor que lo detonó todo. Los tiempos no son casuales. Aunque los rebeldes sirios llevaban meses planeando esta ofensiva, esperaron a que Hezbollah—la mayor y más fuerte aliada de Irán, y el mayor respaldo con el que contó Assad en el pasado—estuviera brutalmente debilitada por su guerra con Israel. La firma del cese al fuego en Líbano se los confirmó. Hezbollah ha perdido a su mando, buena parte de su arsenal y de sus militantes. Era difícil que bajo estas condiciones en las que ella misma necesita reagruparse, recomponerse y armarse, esa milicia pudiera ahora sumarse al apoyo de Assad como sí lo hizo durante tantos años. Pero además de ello, Irán ha estado perdiendo no solo oficiales que operaban en Siria, sino a buena parte del mando que coordinaba toda la operación de su eje de aliados. Esto no significa que Teherán haya abandonado todas sus aspiraciones sobre Siria, para eso tendremos que ir observando qué sucede en los próximos meses y años. Pero sí significó que las Guardias Revolucionarias iraníes no tuvieron el tiempo para coordinar una defensa de su aliado Assad y evitar su colapso.

Los actores internos en Siria

1. Como lo escribí la semana pasada, la guerra siria nunca fue una guerra a dos bandos. En ella luchaba de un lado el presidente Assad, asistido por Rusia e Irán, y por milicias chiítas armadas y financiadas por este último (principalmente Hezbollah). Contra el presidente combatían milicias llamadas “laicas” afiliadas al Ejército Sirio de Liberación, milicias islámicas locales, la filial de Al Qaeda en Siria, e ISIS. Potencias regionales como Arabia Saudita, Turquía y Qatar, asistidas por EU y otros aliados, se encargaron de armar, financiar y apoyar a distintas milicias rebeldes desde al menos 2012. Sin embargo, muchas de las milicias rebeldes laicas e islámicas, también competían y combatían entre sí. Los kurdos formaban parte de este entramado, pero no en contra de Assad, sino protegiendo sus propios intereses, a veces atacándole, otras colaborando con sus fuerzas. La filial de Al Qaeda, anteriormente conocida como el Frente Al Nusra y ahora como Tahrir al Sham, también combatía contra muchas de las otras. Todos peleaban contra ISIS—quien llegó a conquistar la mitad del territorio de ese país—e ISIS peleaba contra todos. Todos los actores que se involucraron tienen sangre civil y crímenes en sus manos.

2. De todos esos actores, la milicia que lideró la ofensiva actual del 2024 y la que tomó Damasco, es Hayat Tahrir al Sham (HTS). Es decir, aquella que en el pasado conocíamos como el Frente Al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria. Su líder, Al Golani o Al Julani, pertenecía a la filial de Al Qaeda en Irak, y fue en nombre de esa organización que fundó el Frente Nusra para combatir en Siria. En 2017, anunció que su agrupación ya no formaba parte de la red de Al Qaeda, esencialmente para evitar ser etiquetada como tal, buscando evadir ataques de Washington y sus aliados, pero también buscando obtener respaldos internos e internacionales. En ese punto cambió su nombre varias veces hasta convertirse en HTS. Pero ello no significó que esa milicia abandonara sus metas jihadistas,aunque por ahora esto se limitara a fundar un Estado Islámico en Siria. Tahrir al Sham es una de las milicias mayormente apoyada por Turquía y con los años, se volvió acérrima enemiga de ISIS.

3. Así que lo que vemos en este punto del 2024 es un verdadero mosaico o caleidoscopio que es de alguna forma liderado por Tahrir al Sham o HTS. El reto mayor sería poner de acuerdo a todos los componentes—laicos, islámicos, jihadistas y kurdos—para unificar al país, definir las reglas de la transición y avanzar a una siguiente fase de coexistencia. No es un reto simple. Se trata de actores que, a lo largo de los últimos 12 años, combatieron también ferozmente entre ellos. Hoy, todo eso puede despertar. Además, el mosaico que señalo, tiene incluso ubicaciones geográficas definidas por zonas de control territorial.

Las armas y el arsenal de Assad

Un problema que no puede soslayarse es que el colapso del régimen de Assad y su ejército también deja un importantísimo arsenal a la deriva. Este incluye armas de todo tipo, también misiles, escudos antiaéreos, y armas no convencionales como las químicas. Un elemento fundamental a controlar de manera inmediata, si es que el país entrará a alguna clase de estabilidad, es el desarme de todas las milicias y la concentración del armamento en alguna clase de consejo o poder central.

Si esto no se consigue, lo que Siria enfrenta es algo similar al caso libio tras el colapso de Gadafi. Cada milicia vela por sus propios intereses, pero cuando las negociaciones se atoran, salen las armas a la luz y se detonan los enfrentamientos para dirimir esas disputas.

Escenarios

Así que podemos pensar en distintos escenarios

1. Transición ordenada y estabilidad. En uno de ellos, toda esta compleja oposición alcanza acuerdos para una transición relativamente ordenada, se establecen mecanismos para las negociaciones pacíficas, se funda alguna especie de federación o confederación. Para lograr la estabilidad, en este escenario se requeriría no solo del apoyo de las muchas agrupaciones, milicias y facciones, sino también del desarme de esas milicias. Además, se deberán respetar los derechos políticos y humanos de todas las personas en Siria, lo que incluye por supuesto a la minoría chiíta-alawita que apoyó a Assad hasta el final.

Este escenario es deseable y no es imposible, pero no se ve como el más probable. Primero por la experiencia que ya tenemos del pasado con estos mismos grupos. Segundo, porque a lo largo de los últimos años, Siria fue una cuna de narcotráfico y corrupción, situaciones que no se van a detener y que contribuyen a la inestabilidad. Tercero, porque ahora que las armas han quedado a la deriva, es probable que las zonas geográficas de control y poder, dificulten las negociaciones futuras. Y, por último, porque ISIS—quien llegó a ser el grupo más poderoso de todos—sigue muy vivo en ese país, y ahora podría aprovechar para recuperarse.

2. Un siguiente escenario, más probable, es el de un país fragmentado con diversas zonas de control establecidas, pero, idealmente al menos, con pactos de no agresión entre las agrupaciones varias. Los kurdos conservan buena parte del 25% del territorio que hoy controlan. Otras agrupaciones conservan otras zonas territoriales y HTS lidera alguna coalición que gobierna las principales ciudades del país. Ahí nuevamente el reto será ver cómo se incorpora a ISIS dentro de este escenario pues sin duda será un elemento disruptivo.

Una nota adicional, bajo este escenario hay un importante potencial de intervención internacional. Si ISIS crece, a Trump no quedará opción más que continuar los bombardeos en su contra. Si los kurdos salen ganando de esta ecuación, Turquía querrá intervenir directa o indirectamente para contenerlos. Por último, a pesar de su debilidad, no demos por muertos los intereses iraníes y rusos en ese país. Debido a que Siria es la principal ruta de abasto desde Teherán hacia Hezbollah en el Líbano, las milicias proiraníes también podrían jugar un papel en todo este entramado.

3. Hay otros escenarios de probabilidad media a alta. Estos consisten en enfrentamientos diversos entre los actores que señalo, buscando demarcar y defender sus zonas de control. Quizás si eso ocurriese en lo inmediato, Tahrir al Sham es quien tiene la mayor fuerza y posibilidades de derrotar a otras milicias como las laicas u otros grupos islámicos. Esto, no obstante, puede evolucionar. Además, si estos choques incluyen a las fuerzas kurdas, la situación para HTS se complicaría. En ese caso, seguramente el respaldo de Turquía podría ser determinante. Este escenario de inestabilidad podría favorecer aún más el potencial de nuevas intervenciones internacionales.

En fin, hay más escenarios y aún falta incorporar el factor de Israel y sus bombardeos en el país, pero ya nos hemos extendido. Así que habrá mucho más que contar al respecto de Siria. Estaremos revisando y comentando la situación conforme se desenvuelva.

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