En la teoría, Israel tiene uno de los ejércitos más poderosos de su región; su número de tropas disponibles y movilizables es muy superior al de un actor como Hezbollah—la organización libanesa que además de su brazo político tiene un brazo armado, financiado y entrenado por Irán—, lo es también su armamento, su fuerza aérea y naval. Sin embargo, varios factores hacen que, en nuestra era, la victoria de un actor estatal tan poderoso sobre un actor no estatal, no sea siempre la única posibilidad. Estos factores incluyen el nivel de tecnología y armamento disponible para esos actores no estatales, además de otros elementos tácticos, pero también incluye factores comunicativos, simbólicos y políticos. Sobre todo, resalta la diferencia entre un estado y un actor no estatal de lo que significa una victoria. Por los riesgos que hoy existen de una guerra mayor entre Israel y Hezbollah, me concentro en ese caso:

1. Ya en otros textos he explicado las razones de Hezbollah para haber atacado a Israel desde el 8 de octubre del 23, un día después de los atentados terroristas de Hamás y la Jihad Islámica, buscando apoyar la causa palestina, distraer las operaciones de Israel hacia su frente norte, movilizando tropas y evacuando a miles de ciudadanos que en esa zona habitaban (Ver este artículo en El Universal ). También he escrito acerca de cómo el enfrentamiento que se pretendía mantener dentro de ciertos límites ha ido escalando con los meses al punto en que hoy, el riesgo de una confrontación mayor es completamente real, ya sea por decisión de alguno de los dos, Israel o Hezbollah, o bien, por un accidente o error de cálculo que active una espiral ascendente fuera de control.

Pero, ¿por qué el poder disuasivo de Hezbollah, un actor que no es un estado sino una organización mucho más pequeña y menos poderosa que un actor estatal como Israel, resulta enorme?

2. Primero, la capacidad aérea y tecnológica. Considere el siguiente ejemplo: Esta semana, Hezbollah publicó una serie de imágenes y videos (cosa que ha efectuado continuamente) de instalaciones de una base militar israelí con todo detalle. Posteriormente lanzó una ola de misiles de precisión, uno de los cuales logró impactar sobre dos civiles que se encontraban justo cerca de esa misma base militar. Este acto, anunció Hezbollah, fue en respuesta al asesinato de un oficial de esa organización horas antes por parte de Israel. Hezbollah no cuenta con una aviación, ni podría competir con Israel en ese rubro. Sin embargo, el anterior ejemplo nos muestra (a) las destrezas de Hezbollah para recabar inteligencia de precisión a través de drones que no son detectados; y (b) su capacidad para dirigir misiles o drones suicidas con un enorme tino para ocasionar daños en zonas donde haya concentración de tropas, instalaciones militares (también nucleares) o instalaciones de infraestructura civil (como electricidad, gas, gasolina, agua o comunicaciones).

3. Hezbollah cuenta con unos 150 mil misiles (decenas de miles de ellos son misiles crucero, balísticos y otros misiles de alta precisión), además de decenas de miles de drones. Israel tiene, por supuesto, importantes escudos antimisiles capaces de derribar la mayor parte de los proyectiles que le son lanzados. Pero en un escenario de guerra abierta, considerando que Hezbollah podría lanzar más de mil de esos misiles y drones por día, los escudos israelíes serían incapaces de interceptar todos esos proyectiles. A esto hay que añadir otros dos factores: el involucramiento de otras milicias proiraníes en el conflicto, y la eficacia específica que están mostrando los drones en las guerras actuales.

4. En cuanto a lo primero, hay que considerar que, si Israel y Hezbollah entraran en una confrontación mayor, es altamente probable que otras milicias proiraníes se sumarían a la lucha. Esto incluirá el lanzamiento de más misiles contra Israel desde Irak, Siria y Yemen (ya vimos el poder de los houthies para poner en jaque a la navegación comercial internacional y a las fuerzas navales de países como EU o RU), y esto sin considerar el potencial involucramiento de Irán en esta confrontación, sobre todo si percibe que su brazo mayor, Hezbollah, se encuentra en riesgo.

5. El tema de los drones está siendo actualmente muy estudiado y analizado. El uso eficiente de este tipo de herramienta en lo militar está modificando drásticamente las estrategias de guerra en sitios que van desde Ucrania y Rusia hasta Armenia-Azerbaiyán u otras zonas como África o Asia Pacífico. En el caso que hoy revisamos, podemos afirmar que los drones de Hezbollah están resultando en el mayor dolor de cabeza para Israel. A pesar de que muchos de estos artefactos son detectados y derribados por distintas vías, hay un número considerable de casos en que no lo son. Su tamaño y zona de vuelo ocasiona que a veces sean confundidos con aves o incluso con aviones civiles, o que simplemente pasen desapercibidos (como los drones que están recabando inteligencia para Hezbollah). No hay un “Domo de Hierro” anti-drones, o un escudo que consiga la eficacia del 90% que se logra con ciertos tipos de misiles. Además, las alarmas que se usan para advertir a la población de esta amenaza, son colocadas a niveles de alta sensibilidad por lo que hay días en los que esas alarmas simplemente suenan una y otra vez generando un enorme efecto psicológico en la población amenazada.

6. Por tanto, en una guerra de mayor escala, se espera que, además de cientos de misiles lanzados durante todo el día, serán enviados otros cientos de drones dirigidos hacia sitios militares, pero también en contra de infraestructura civil como ha sucedido en enfrentamientos previos entre Israel y Hezbollah.

7. A lo anterior, hay que añadir que Hezbollah, desde su guerra mayor contra Israel en 2006, entendió perfectamente cómo funciona el ciclo de las noticias globales y cómo existen determinadas estrategias que pueden dañar a Israel en el ámbito diplomático y político. Esa agrupación ha concentrado importante arsenal, explosivos y operaciones en zonas de alta densidad poblacional en Líbano. Como ejemplo, vale la pena revisar el caso de las explosiones del 2021 en Beirut y las quejas internas por parte de grupos políticos y de la sociedad civil contra Hezbollah debido a los sitios en donde esa organización ubica parte de su infraestructura militar, lo que, como fue entonces revelado, incluía el mismo centro de Beirut. Ya en 2006 observamos cómo Israel bombardeaba estas zonas y el enorme daño que esos bombardeos ocasionaban a la población civil local. Este costo humano ocasionó en su momento, presiones políticas por parte de la administración Bush (sin mencionar las presiones de otros países), presiones que impactaron fuertemente sobre las tácticas que Israel estaba empleando para combatir a Hezbollah. Este ciclo prácticamente neutralizó a la aviación israelí para combatir eficazmente a esa organización y permitió a esa agrupación resistir hasta forzar un cese al fuego.

8. En otras palabras, la guerra narrativa, la guerra simbólica, la guerra política y diplomática, jugarán un rol todavía mayor en un ecosistema informativo como el actual. En este último sentido, considere lo siguiente: según un informe de hace unas semanas, Hezbollah está viendo una gran oportunidad para erosionar la legitimidad de Israel en Occidente, y así asestar “un golpe fatal” a la “entidad sionista”, según expresó su líder Hassan Nasrallah (Daoud, 2024). La estrategia consiste en insertar las metas de Hezbollah, tal y como lo ha hecho eficazmente Hamás, en el lenguaje de la lucha de resistencia en contra de un “estado de colonos blancos europeos racistas”, dentro de lo cual, cualquier actor que pelea en contra de ese estado, forma parte de la resistencia global contra el colonialismo, el racismo y la discriminación. “Todavía necesitamos tiempo hasta llegar a la etapa del golpe mortal”, dijo Nasrallah, “pero mientras tanto estamos ganando”.

9. Por tanto, para Israel, el hecho de contar con una poderosa aviación, bajo las circunstancias que describo, no es necesariamente una situación de ventaja que le permitirá “destruir” todas las capacidades militares de Hezbollah. Seguramente esa agrupación sufrirá daños considerables, pero no la eliminación.

10. Como resultado, un factor adicional en este tipo de enfrentamientos consiste en la invasión terrestre, una aventura que a Israel le resultó enormemente costosa en 2006. Hezbollah está altamente capacitada en tácticas de guerrilla, equipada con misiles anti-tanque, granadas de propulsión con cohetes, y otras herramientas que normalmente causan estragos a las tropas israelíes. Nuevamente, esto no significa que Hezbollah no sufrirá daños tras una invasión terrestre por parte de Israel, pero si la historia es un referente, las tácticas de Hezbollah le permitirán resistir con alta efectividad.

11. Y luego está la capacidad de Hezbollah para generar terror entre la población israelí. Su líder Nasrallah ya afirmó que, en caso de una guerra, sus fuerzas están preparadas para una invasión de territorio israelí. Esto consiste en infiltraciones al estilo de las efectuadas por Hamás y la Jihad islámica, dirigidas contra militares y civiles israelíes que aún permanecen en la zona norte del país. Probablemente, debido a la preparación de Israel, la mayor parte de estas infiltraciones fracasarán, pero quizás algunas tengan éxito, generando frentes adicionales que el ejército israelí tendrá que detener.

12. Esto nos lleva al último punto y quizás el más importante: la definición de victoria. Para un actor estatal como Israel, la teoría dice que una victoria que realmente permita recuperar su disuasión contra Hezbollah, incluiría una verdadera degradación de sus capacidades a un punto tal que esa agrupación tenga que reconsiderar varias veces antes de decidir volver a atacar a ese estado como lo hizo desde el 8 de octubre en adelante. No obstante, si la confrontación militar resulta en un Israel dañado material, psicológica y políticamente, ello termina funcionando como un incentivo para que Hezbollah u otras agrupaciones sigan empleando sus mismas estrategias contra ese país. Por tanto, la definición de victoria para Hezbollah consiste meramente en resistir, sobrevivir, impactar psicológicamente a la población israelí y asegurarse de que la narrativa que se maneja en medios, en la diplomacia y en sociedades como las árabes o incluso en las occidentales, le dé la razón, o al menos se culpe a Israel. Esto significa, en otras palabras, que si el liderazgo israelí se sigue empeñando en enunciar metas elevadas y difíciles de alcanzar (como lo ha hecho en Gaza cuando habla de la “destrucción de Hamás”), cualquier desenlace de la guerra que no logre esas metas políticas expresadas, será percibido como un fracaso relativo por ese país. Lo que nos devuelve al ciclo que menciono: se generan nuevos incentivos para que Hezbollah u otros actores similares, sigan atacándole.

Como vemos, el poder de un estado para derrotar y detener a un actor no estatal como Hezbollah, es altamente limitado, y así de limitadas tendrían que ser sus metas para combatirle en lo material. En cambio, con tantas lecciones en esa y otras regiones, esos estados podrían más bien pensar y diseñar estrategias que erosionen la base de poder económico y político de esos actores no estatales en el largo plazo y que atiendan los factores de base que le dotan de legitimidad entre distintas poblaciones.

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