“Trump ya es el único ‘show’ en la ciudad, y ni siquiera es aún el presidente”, escribió el periodista Ben Samuels hace tres días. Que si va a tomar el Canal de Panamá por la fuerza. Que si va a renombrar el Golfo de México. Que si Dinamarca tiene o no tiene derechos sobre Groenlandia. Este tipo de declaraciones ocurren en el marco de una combinación de promesas y amenazas que tienen ya meses de estarse expresando. Y entonces, pasa exactamente lo que Trump desea que pase. Como siempre. Acapara la atención. Solo se habla de él. No solo en México, sino en todo el planeta se producen reacciones y respuestas a sus expresiones. Mediante esa conducta, Trump provoca un entorno en el que él se mueve con absoluta comodidad—el conflicto, el caos, la especulación acerca de “si habla en serio” o no—un entorno que es, de hecho, alimentado por las reacciones que él mismo detona. Según Hopwood, los seres humanos tendemos a comportarnos de manera complementaria. A una conducta fría, respondemos con frío. A una conducta cálida, respondemos con calor. Y a una conducta agresiva, respondemos con agresión. La pregunta que nos tenemos que hacer, según esta tesis, es qué sucede si reaccionamos de forma no complementaria. En el caso de Trump, tenemos ya una vasta experiencia acerca de su personalidad y podemos revisitar una gran cantidad de eventos que podrían arrojarnos luces. A partir de ello, permítame compartir algunos elementos clave:
1. Como ya lo hemos comentado, Trump siempre va a buscar proyectarse como un presidente que SÍ cumple con sus promesas o amenazas. Me queda claro que, de manera natural, en México estamos altamente concentrados en lo bilateral. Pero para Trump hay mucho más en juego que lo que suceda entre nuestros dos países. Sus pasos están siendo cuidadosamente seguidos en Moscú, en Beijing, en Teherán, en Pyongyang y en muchísimos otros sitios. Si desde el inicio de su gestión, el mundo percibe que él solo “alardea” y sus amenazas son huecas, entonces su palabra pierde credibilidad para el resto de su mandato en toda clase de temas.
2. Por lo tanto, él hará todo cuanto esté en sus manos para sí lograr llegar hasta donde dice que va a llegar. Esto no significa que lo vaya a poder hacer tal como él lo promete. Pero para él, lo relevante no es hasta dónde realmente alcanza su mano, sino proyectar que él está haciendo todo lo posible por cumplir y que es gracias a él que hay un impacto en la conducta de sus rivales, sus adversarios y sus socios. Es decir, él promete cosas como aplicar de 10% o 25% hasta 100% de aranceles en contra de toda clase de países. También promete 11 millones de deportados. Al igual que, en el pasado, prometió “acabar con el terrorismo en el mundo”. Si al final del camino, él consigue solo aplicar aranceles del 1%, del 5% o del 10%, o si logra deportar—con gran atracción mediática—a algunas decenas o cientos de miles de migrantes, o bien, como en el pasado, eliminar al líder de ISIS, él ha quedado satisfecho pues consigue producir, en la mente colectiva, la sensación que seriedad y credibilidad. Él va a tratar de cumplir, y para ello, intentará buscar caminos legales o huecos y excepciones a las leyes, declarar emergencias, usar sus poderes ejecutivos, lo que sea. Pero él busca que sus contrapartes lean que sí habla en serio, y que las puede sorprender con caminos y medidas imprevistas.
3. Si recordamos su gestión anterior, él prometió abandonar el Tratado de Asociación Transpacífico y lo hizo. Prometió abandonar el acuerdo climático de Paris, y lo hizo. Prometió renegociar con Irán o abandonar el pacto nuclear, y lo hizo. Prometió renegociar o abandonar el TLCAN y lo renegoció. Prometió torrentes de aranceles en contra de China y muchos países más y los aplicó. Pero también prometió usar esas herramientas para sentar a todas las partes a negociar bajo sus términos y esa parte no la logró en todos los casos. También prometió “fuego y furia” en contra de Corea del Norte y sus negociaciones terminaron por colapsar; el proyecto nuclear y de misiles de Pyongyang siguió avanzando sin que hubiese mayor consecuencia. En el caso de Irán, el régimen solo se radicalizó durante su gestión, atacó directamente a EU y a sus aliados y reanudó su progreso nuclear. Sin embargo, para él nada de eso es lo relevante. Es decir, la proporción entre amenazas efectuadas en relación con el tamaño del cumplimiento material de esas amenazas no es lo que está en su cabeza. Lo que sí está en su cabeza es proyectar que él va a en serio, y hará todo lo posible por conseguir esa percepción.
4. A la vez, Trump busca constantemente acaparar la atención y provocar caos y disrupción, pues entre uno de sus rasgos más característicos, se encuentra el exhibirse todo el tiempo como un presidente impredecible. Esto le aporta enorme eficacia pues la conclusión que se saca en todo el planeta es que, con él al mando, cualquier cosa es realmente posible, lo que le permite negociar desde posiciones de fuerza.
5. Al final de todo lo que indico, no obstante, él es un presidente transaccional. Desde su visión, todo el mundo se aprovecha de Washington y le obliga a gastar recursos o sacrificar vidas sin que EU gane algo claro en el camino. Por tanto, lo que busca provocar y proyectar, siempre tiene el objeto de conseguir réditos palpables y tangibles, o mejores condiciones para su país.
6. Esta última es la clave, de acuerdo con la experiencia de su mandato previo. Trump emite sus declaraciones y amenazas, y al mismo tiempo busca mostrar seriedad de cumplimento, pero lo hace porque tiene objetivos específicos en términos de las negociaciones que busca producir. Gerald Butts, exasesor principal de Trudeau y ahora vicepresidente de Eurasia Group, una firma de consultoría, entrevistado por el NYT lo puso así: “Ningún líder podrá lograr un acuerdo con Trump desde el primer día”. Pero a la vez, “nada irreparablemente malo ocurrirá en los próximos tres meses, tendremos a Trump durante cuatro años; los próximos tres meses no serán toda la historia”.
7. La pregunta entonces es cómo se reacciona ante el caos y la impredecibilidad que él proyecta desde el inicio. Una forma de hacerlo está en la complementariedad del comportamiento, como arriba lo explico. Ante sus dichos y amenazas, se responde de manera inmediata y similar a sus expresiones. Pero otra posibilidad, está precisamente en practicar el llamado “comportamiento no complementario”.
8. Hopwood (2016) sugiere que el comportamiento no complementario está vinculado con el cambio de conducta o respuesta esperada. Es decir, ante una señal, comunicación o comportamiento negativo o agresivo de alguien, se ofrece una respuesta amable y bondadosa. Esto, a pesar de la incomodidad o los riesgos que en ocasiones puede conllevar, frecuentemente puede resultar en una transformación positiva de las relaciones. En el caso de las relaciones con Trump, esto no es un invento no probado. De hecho, durante su gestión previa podemos observar momentos clave con líderes como Xi Jinping, varios líderes árabes, europeos o incluso en ciertos momentos el propio AMLO, quienes optaron por ejercer la cautela en su discurso y sus reacciones, y se concentraron en negociar con él los temas que eran realmente relevantes. Como explica Butts, eso no se consiguió durante los primeros meses, ni siquiera en los primeros dos años del mandato de Trump. Pero eventualmente se alcanzaron muchas negociaciones que resultaron relativamente satisfactorias tanto para ese presidente como para sus contrapartes.
Así que el espectáculo (que inició hace varias semanas) no debería sorprendernos. Viene más. Los primeros días de su gestión serán un torbellino de declaraciones, decisiones y acciones, y no necesariamente estará en nuestras manos incidir sobre ese torbellino. Lo que sí está en nuestras manos es la decisión de cómo y en qué espacios respondemos pensando no en lo que ocurra en el mundo del caos que él mismo ha creado y los anzuelos que él va lanzando a granel, sino en nuestras metas y objetivos de largo plazo.
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