Incluso antes de tomar la presidencia, acabamos de ser testigos, con el tema de Gaza, de cómo funciona el “Efecto Trump”—un fenómeno de percepción y discurso que corre de manera a veces paralela y otras de manera independiente a la realidad material. El domingo, en un mitin político, Trump asumió el crédito del acuerdo del alto al fuego en Gaza con estas palabras: “En menos de tres meses sin ser presidente, hemos logrado más de lo que ellos hicieron en cuatro años”, dijo, llamándolo el “Efecto Trump”. El aún presidente electo afirmó que el acuerdo en Gaza se debió a su victoria electoral de noviembre y descartó la participación de Biden, diciendo: “El 7 de octubre nunca habría ocurrido si yo fuera presidente”. Lo logrado hasta ahora ha sido suficiente para proyectar lo que él necesitaba proyectar: Trump, a diferencia de otros, sí cumple. La cuestión es que esta percepción, eficazmente proyectada, puede o puede no corresponderse con lo que sucederá a lo largo de los próximos meses en Gaza, falta muchísimo camino por recorrer para pasar de una primera a la segunda y tercera fases del acuerdo. Pero todo eso ya ha dejado de cobrar relevancia para efectos de lo que él necesita comunicar. Quizás veremos algo similar con otros temas como Ucrania o como la deportación masiva de migrantes. Unos apuntes al respecto.
Trump y Gaza
1. Para ser claros: es un hecho que Trump tiene un mucho mayor peso e influencia sobre Netanyahu que el que tenía Biden. Esto, sin lugar a dudas ejerce un monto de presión en ese actor en específico, que resulta esencial para haber conseguido un alto al fuego en este momento y que muy probablemente podrá impactar sobre su conducta en el futuro. La cuestión es que Netanyahu no es el único actor en juego. Además de él hay otros actores sobre los que Trump podría tener mucho menos peso. Esto incluye a miembros de la coalición de gobierno en Israel y también incluye a Hamás.
2. Ya estamos viendo cómo es que varios componentes de la coalición de Netanyahu están expresando con mucho ruido su abierto desacuerdo con seguir adelante con la fase 2 y la fase 3 del acuerdo. El resultado de esto es que se están produciendo narrativas paralelas al respecto, lo que puede funcionar bien en el mundo de los relatos, pero no en el de la realidad. Varios ministros israelíes, afirman que Netanyahu les prometió que la guerra en Gaza continuará hasta expulsar completamente a Hamás de la franja, y que, por tanto, lo que estamos viendo es meramente un cese al fuego temporal. El ministro Smotrich incluso afirmó que Netanyahu le aseguró que Trump lo respalda para seguir adelante con la guerra después de la primera fase del cese al fuego. Al mismo tiempo, sin embargo, Trump está declarando que todos los rehenes saldrán liberados gracias a su intervención, cosa que no puede ocurrir sin la fase 2 y la fase 3 del acuerdo.
3. Pero, además de ello, ahí está Hamás y su propia narrativa. En su relato, Israel fue finalmente sometido a la presión internacional, y la táctica de haber secuestrado y mantenido cautivos a decenas de rehenes israelíes y de otras nacionalidades, está mostrando sus resultados. No solo Hamás conseguirá liberar a cientos de prisioneros palestinos, sino que mantiene su presencia en Gaza. A falta de cualquier otra autoridad, hoy es Hamás quien está a cargo del reparto de la ayuda humanitaria, y como ha sucedido a lo largo de meses, cada vez que el ejército israelí abandona una posición, Hamás reaparece para reasumir el control de esa porción de territorio. En la narrativa de Hamás, la liberación de los rehenes y el cese al fuego, garantiza el repliegue total de las fuerzas israelíes de Gaza. De no cumplirse esas condiciones, ellos retendrán al resto de los rehenes y continuarían con su guerra de guerrillas en contra de Israel.
4. En palabras simples: algo no cuadra. El cese al fuego permanente no está garantizado y por ahora, no estamos sino en un alto al fuego temporal, algo similar al cese de hostilidades ocurrido en noviembre del 2023 en donde Hamás liberó a decenas de rehenes, muchos más que los 33 que se liberarán durante la primera fase del presente acuerdo. Para que el actual acuerdo sobreviva, se requerirá que, o bien Netanyahu negocie con su coalición (pues, aunque hoy ésta es más amplia y tiene mayor flexibilidad, su colapso no puede descartarse), o convoque a nuevas elecciones; o bien, negocie con Trump la continuación de las hostilidades una vez transcurrida la actual fase 1.
5. Dicho todo lo anterior, no obstante, para Trump y su propia narrativa, su figura ya ha ejercido el monto de impacto necesario y suficiente, y él puede ya afirmar que en solo unas semanas e incluso antes de haber ocupado la presidencia, él logró más que Biden, y que, de hecho, si él fuera presidente, Hamás no hubiera hecho lo que hizo. Lo que suceda a partir de marzo en Gaza, será ya tema de otra historia.
Trump y Ucrania
1. Algo similar podríamos empezar a ver con Ucrania desde ya. Trump inicialmente declaró que él podría resolver esa guerra en 24 horas. Siempre fue obvio que hablaba en sentido figurado, pero ahora mismo, ya en su propio equipo los tiempos empiezan a extenderse, por lo pronto a seis meses.
2. La realidad es que parece evidente que hoy Rusia se encuentra en una posición de enorme fuerza y que cualquier acuerdo que se extraiga de Putin resultará enormemente desequilibrado. Esto, sin considerar que es probable que el presidente ruso efectúe varias demandas a la OTAN que van mucho más allá de Ucrania. Así que el equipo de Trump está ideando planes—como, por ejemplo, aplicar nuevas sanciones contra Moscú—para adquirir cierta fuerza antes una posible negociación con Rusia.
3. Todo eso, sin embargo, no impide que Trump pueda desde ya, entablar conversaciones con Putin, y comenzar a proyectar la percepción de que las cosas están cambiando gracias a su intervención. Estas conversaciones no garantizan que la situación se vaya a resolver de fondo (salvo que Putin obtenga varias de las demandas que sin duda efectuará), pero sí podríamos empezar a ver uno o varios ceses al fuego en el curso del 2025 e incluso podríamos pensar en una especie de conflicto congelado, al menos durante algún tiempo. O bien, podríamos ver la continuación de la guerra, o brotes de enfrentamientos y la ruptura parcial o total de esos ceses al fuego. Es muy pronto para saberlo.
4. Pero para Trump lo relevante no está en los detalles, sino en producir una percepción de eficacia, de su capacidad de influir sobre la conducta de sus contrapartes y mostrarse como alguien distinto a Biden. Así como con el tema de Gaza, Trump afirma que, si él hubiese sido presidente en 2022, lo de Ucrania no habría estallado. Por tanto, si en lugar de confrontarse con Putin, él puede demostrar que tiene capacidad de interlocución y consigue restablecer las negociaciones, él buscará rápidamente colgarse la medalla y presentarse como un presidente que, en poco tiempo, consiguió mucho más que Biden en sus cuatro años de gobierno.
Trump y la migración
1. Según la última encuesta del New York Times/IPSOS, el 60% de estadounidenses desean ver a su país menos involucrado en asuntos internacionales y prefieren que su gobierno se dedique más a resolver problemas internos.
2. Esa y muchas otras encuestas muestran, por ejemplo, la preocupación que existe entre la población estadounidense acerca de sus fronteras. Esto se relaciona con el histórico incremento en el monto de cruces migratorios durante la administración Biden, pero, sobre todo, se trata de una percepción de desorden, de falta de control y de aplicación de la autoridad. Así que esto rebasa a las cifras, que ya han visto reducciones importantes en los últimos meses. Es mucho más una sensación de que las puertas llevan demasiado tiempo abiertas y no ha habido alguien que controle los accesos de manera firme.
3. Trump entiende todo lo anterior muy bien y, por tanto, sus medidas para negociar temas como Gaza o Ucrania, buscan proyectar la imagen de que él está haciendo lo necesario para generar estabilidad afuera, y poderse concentrar en los temas que más preocupan a su población, precisamente como la inmigración.
4. Así que además de proyectarse como un eficaz negociador afuera, Trump buscará desde sus primeras horas de gobierno, mostrarse como la figura que hacía falta para poner orden en las fronteras del país. Las primeras redadas para cumplir con sus deportaciones masivas están planeadas para el mismo martes, según el WSJ. Esto tiene muy poco que ver con las cifras que se alcancen, y mucho más con la proyección del “Efecto Trump” también en ese rubro. El espectáculo como medio de atracción de atención y de producción de la sensación de que “finalmente” alguien está metiendo control en el país.
En suma, vienen días de enorme actividad en rubros internacionales, varios de los cuales tendrán efectos importantes para México. Pero para analizar mejor esta serie de hechos, se necesita entender bien el mundo en el que Trump se mueve. En ese mundo, la producción de una percepción de eficacia e impacto es sustancial, y en ese sentido, Trump está arrancando con enorme fuerza. Por eso el torrente de órdenes ejecutivas, decisiones y acciones en estos primeros días y semanas. Más adelante, habrá que ir viendo cómo se asientan las distintas realidades materiales de las que hablamos.
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