Kamala Harris, la vicepresidenta estadounidense, pronunció hace unos días el discurso con los términos más críticos y duros contra Israel desde que el conflicto actual inició. Se ha escrito que ella jugó el papel de “la policía mala” de la Casa Blanca. Y es que todos los días se filtra en la prensa que a Biden se le ha agotado la paciencia con Netanyahu dada su falta de una visión estratégica que vaya más allá de su propia supervivencia política. En efecto, la relación EU-Israel está siendo puesta a prueba como hace mucho no ocurría. La presión interna e internacional hacia Biden al respecto del conflicto en Medio Oriente viene desde muy distintos sitios y, especialmente en un año electoral, el presidente está teniendo que navegar por líneas muy delgadas. No obstante, este tema es fundamental porque de las decisiones que se tomen en Washington (aunque en Israel esto no siempre se acepte o reconozca) depende en buena medida lo que sucederá tanto en Gaza como en otros sitios de la región. De ahí la necesidad de desmenuzar el tema:
1. Desde los ataques terroristas del 7 de octubre de Hamás contra Israel, este asunto se mezcló con la política interna y electoral en Estados Unidos. Los republicanos inmediatamente vincularon a Hamás con Irán y criticaron a Biden por haber sido débil con ese país. Precisamente debido a que Irán es una de las fuentes de financiamiento de Hamás y de la Jihad Islámica, ese sector se lanzó contra el presidente argumentando que, si no fuera por todas las concesiones que la Casa Blanca ha hecho a Teherán, incluido un “descongelamiento de recursos” por un acuerdo producto de las negociaciones, Hamás y la Jihad Islámica “no hubiesen podido haber cometido los atentados”. Más adelante el propio Trump declaraba que si él fuera presidente, esos ataques terroristas no hubiesen nunca ocurrido, como tampoco hubiesen tenido lugar los ataques contra tropas estadounidenses por parte de milicias proiraníes ubicadas en Siria y en Irak.
2. Además de ese tipo de críticas, Biden tuvo presiones dentro de su propio gabinete y en otros sectores como el Pentágono, dado que, según se argumentaba, su política de repliegue de Medio Oriente estaba siendo leída como un síntoma de debilidad de la superpotencia, mensaje que no solo era recibido por Irán, sino también por otros como Rusia y China.
3. De modo que su decisión fue otorgar un respaldo a Israel de pocos precedentes en términos de sus confrontaciones previas con Hamás. Esto no solo ha incluido la provisión de las armas necesarias que ese país necesita para su guerra (reportes recientes documentan un puente aéreo de transferencia de armas sin precedentes), sino un importante escudo diplomático tanto en los organismos multilaterales, como ante toda clase de aliados de ese país, lo que incluye a varios miembros de la OTAN, pero también a diversos países árabes.
4. Todo eso, además, acompañado por otro escudo: la disuasión militar. EU envió dos portaaviones, decenas de aeronaves de guerra y miles de tropas adicionales a la zona, amenazando a Irán y a sus aliados con intervenir en caso de que éstos optaran por atacar a Israel y expandieran el conflicto.
5. Los actos disuasivos han sido respaldados con hechos que ya tienen a tropas estadounidenses materialmente involucradas en el conflicto. Esto se ha podido apreciar con los ataques y represalias estadounidenses contra milicias proiraníes en Irak y en Siria, y con su despliegue naval que intenta contener la ofensiva de los houthies—la milicia rebelde yemení aliada de Irán—en el Mar Rojo en contra de la navegación comercial internacional. Desde prácticamente el inicio de las hostilidades, buques de guerra estadounidenses estuvieron interceptando misiles houthies que eran dirigidos a Israel. Esto sin mencionar los ataques directos de Washington y sus aliados como RU en contra de posiciones houthies en Yemen.
6. Todo esto, no obstante, ha venido cambiando de formas importantes. Con su ofensiva sobre Gaza y la crisis humanitaria desatada, Israel se transformó narrativamente de víctima de atentados terroristas a victimario de una represalia masiva. Esto empezó a generar una gran presión internacional primero, entre aliados árabes de EU, luego ya también entre aliados estadounidenses de la OTAN y por supuesto en organismos internacionales.
7. Pero más allá de lo internacional, en EU se empezó a producir una presión interna de proporciones mayores. Desde la óptica de infinidad de personas, Biden había otorgado un cheque en blanco a Netanyahu, y, si bien se reconocía el derecho a la defensa de Israel, las víctimas civiles palestinas y la crisis humanitaria tenían que detenerse. Biden sí expresaba frecuentemente que la situación en Gaza era insostenible, pero los hechos no respaldaban sus dichos puesto que el apoyo material y político de la Casa Blanca a Israel se mantenía casi intacto.
8. La protesta interna contra Biden ha incluido renuncias dentro de su propia administración, cartas abiertas, condenas por parte del sector más progresista de su propio partido, y expresiones más recientes como un militar que se inmoló frente a la embajada de Israel en Washington, o bien, como el voto de castigo o “no comprometido” por parte de 100 mil personas en las primarias demócratas de Michigan. Para entender la dimensión de esto último, es necesario considerar que ese estado bisagra ha sido crucial en las últimas elecciones, y que, en 2016, Trump lo ganó solo con 11 mil votos de diferencia contra Hilary Clinton.
9. Esto, por supuesto, se puede observar en una infinidad de encuestas que muestran que el respaldo de la sociedad estadounidense hacia Israel está marcadamente disminuido. Ya una mayoría de personas expresan su oposición a que EU siga financiando la guerra de Israel contra Hamás. Esto es más pronunciado entre sectores jóvenes y liberales. Una encuesta de hace dos meses de Harvard/Harris encontró que 51% de jóvenes en EU respalda “que Israel sea eliminado y el territorio se otorgue a Hamás y a los palestinos”, entre otros hallazgos que reflejan una importante opinión antiisraelí. No obstante, el tema no se limita a estos sectores. La gestión de Biden del conflicto en Medio Oriente es mal valorada por una mayoría de potenciales votantes republicanos y demócratas.
10. Mientras tanto, del lado israelí lo que hay es una coalición de gobierno encabezada por Netanyahu que desde hace más de un año ha sido prácticamente secuestrada por sus componentes ultranacionalistas y ultra religiosos, lo que hoy dificulta las posibilidades de maniobra de ese primer ministro. Sobre todo, considerando que, si esa coalición se desploma y se convocara a elecciones, y ante su baja aprobación, es muy probable que Netanyahu perdería toda aspiración a seguir gobernando. Ello se traduce a veces en ideas vagas acerca de la estrategia a largo plazo, pero también en concesiones a los extremistas, o una falta de planeación en cuanto a cómo ocupar el vacío que ha dejado Hamás en las zonas de Gaza que han sido tomadas por el ejército israelí.
11. Esto último llegó a un pico la semana pasada. Un incidente muy lamentable en la entrega de ayuda en Gaza, en el que más de 100 civiles palestinos murieron, ha aumentado la preocupación global y elevó aún más las presiones sobre Biden. Ahora, EU está enviando ayuda a Gaza por aire, y ha declarado que se establecerá un puerto provisional en la franja para apoyar estas entregas. El mensaje político de Biden hacia Israel es claro: “EU está teniendo que intervenir directamente para hacer lo que Israel no está siendo capaz de hacer de manera eficiente: aliviar, el menos un poco, la crisis humanitaria que ahí prevalece”.
12. La pregunta crucial que nos tenemos que hacer es hasta qué punto Biden podrá seguir sosteniendo su alto nivel de respaldo hacia Israel o en qué punto realmente aplicará medidas de presión que sí incidan sobre la conducta de Netanyahu. No es la primera vez que sucedería, de hecho, hay mucha experiencia previa, si bien en contextos diferentes. La historia muestra que, ante situaciones de conflicto armado, cuando aumentan las pérdidas de civiles, Washington ha ejercido la presión suficiente como para que Israel modere o definitivamente detenga sus ofensivas.
13. Acá el tema es que Hamás parece estar entendiendo perfectamente lo que está sucediendo entre Estados Unidos e Israel y, probablemente eso está influyendo en el endurecimiento de su postura en las actuales negociaciones.
14. Como lo explican Shelah, Shapira y Shafran en un brillante texto (INSS, 2024), bajo contextos de guerra asimétrica como la que ocurre en Gaza, para Israel la definición de “victoria” es muy distinta que para Hamás. Todo lo que necesita Hamás es “no perder”, sobrevivir, resistir. En el estimado de esa agrupación, Israel no tiene ya demasiado tiempo para seguir con su ofensiva por lo que es solo cuestión de tiempo que las condiciones obliguen a Netanyahu a reconsiderar la estrategia. Así lo dijo el líder de Hamás en Gaza, Sinwar, en su comunicación con el liderazgo político de Hamás en Qatar: “No se preocupen, tenemos a los israelíes exactamente en donde los queremos” pues mientras más aumente la cantidad de civiles muertos, indica Sinwar, se agrega presión a Israel para parar la guerra (WSJ, 2024).
15. Es decir, imaginemos un escenario en el que Biden comienza ahora sí a restringir el armamento a Israel (como ya está siendo contemplado), endurece su postura contra ese país ante el Consejo de Seguridad de la ONU, o incluso retira portaaviones o tropas de la zona como expresión de su exasperación y que por tanto, el gobierno israelí accede a un acuerdo
de liberación de los rehenes a cambio de un cese al fuego comprehensivo y un retiro parcial o total de Gaza.
16. Bajo un escenario como el que planteo, Hamás puede utilizar a los más de 100 rehenes que aún tiene cautivos como salvoconducto para continuar con su lucha de resistencia desde Gaza o desde otros sitios, y para conseguir la liberación de más de 1000 presos palestinos. Todo ello sumado al reconocimiento interno e internacional de que fue justo esa organización mediante sus tácticas violentas la que finalmente consiguió traer de vuelta el tema palestino a la agenda internacional y que por tanto su lucha es la que acerca finalmente la posibilidad del nacimiento de un Estado Palestino. En ese escenario, desde la óptica de al menos el ala dura de Hamás, su victoria es redonda, y como lo expresó su liderazgo entrevistado por el NYT, las decenas de miles de lamentables víctimas civiles “son mártires por una causa mayor”.
Así que lo que acá planteo nos devuelve a la discusión central de este texto. Evidentemente, Israel no desea un escenario como el que señalo. Pero también es evidente que la presión que existe sobre Biden en un año electoral aumenta todos los días y que no esperamos que deje de aumentar con el mes sagrado para el islam del Ramadán o con una potencial ofensiva de Israel sobre Rafah, el sitio a donde han ido a parar cientos de miles de desplazados palestinos. Por tanto, la creciente tensión entre Biden y Netanyahu, quizás al punto de estallido, es inevitable. De cómo se resuelva esa tensión va a depender mucho de lo que acá describo.
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