Todos los días llegan reportes que parecen contradictorios. La CIA, por ejemplo, sostiene que la mayor parte del material que Irán ya había enriquecido (unos 400 kg) quedó enterrada bajo los escombros tras los bombardeos, y que el proyecto nuclear de ese país ha sido retrasado “por años”, según reportes de prensa basados en declaraciones anónimas. Paralelamente, el jefe del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, indicó el domingo en una entrevista que Irán podría reanudar el enriquecimiento de uranio “en cuestión de meses” o incluso antes, a pesar de los daños provocados por los ataques israelíes y estadounidenses a sus instalaciones nucleares. La clave para leer correctamente estas declaraciones está en esta parte de la entrevista: “elementos clave del programa siguen en pie”, dijo Grossi. En esta guerra de declaraciones, en otras palabras, los actores van poniendo el énfasis en unos aspectos u otros. Y, en este punto, todo depende de factores políticos, diplomáticos, de metas y objetivos de los actores en cuestión. Por tanto, hay muchos elementos que necesitan comprenderse para poder evaluar mejor este tema. Aquí algunos puntos importantes:

Primero, como ya explicamos antes, Irán no posee armas nucleares, y desde el punto en que se encontraba antes de la “guerra de los 12 días”, hasta el punto en que podría ensamblar un arma nuclear enviable y detonable, habría un proceso de entre uno y tres años.

Segundo, Irán sí estaba enriqueciendo uranio a un grado de pureza muy superior al requerido para fines civiles. Había logrado purificar, a ese nivel, unos 400 kg de uranio, material que sería suficiente—una vez superado el proceso mencionado arriba—para fabricar unas 10 bombas atómicas, si es que decidiera hacerlo. Todo esto, repito, antes de los daños ocasionados por los ataques israelíes y estadounidenses.

Tercero, desconocemos si la dirigencia de Teherán—es decir, el Ayatola y su círculo cercano, no el presidente, cuyas funciones son otras—había tomado la decisión de dar los siguientes pasos para avanzar en el proceso señalado. Solo sabemos que se decidió acumular mucho más material enriquecido, pero únicamente al 60% de pureza. También sabemos que, en caso de decidirlo, el tiempo necesario para enriquecer ese material del 60 al 90% sería corto, y posteriormente, Irán podría haber dado los pasos para detonar un primer dispositivo nuclear (no un arma, sino un dispositivo, lo cual no es lo mismo, ya que permitiría solo una explosión local, insuficiente para montar el dispositivo en un misil y garantizar su envío y detonación) como demostración de capacidades.

Cuarto, la razón por la que Irán no había avanzado en ese proceso es esencialmente política. A Teherán le funcionaba demostrar que tenía la capacidad de fabricar un arma nuclear, pero que no había decidido completar el proceso, lo cual le otorgaba una posición de fuerza en cualquier negociación, así como una capacidad disuasiva considerable. Ésta, sumada a su proyecto de misiles y a su eje de alianzas regionales, fue parte de su poder durante muchos años.

Quinto, todo eso cambió a raíz de los atentados del 7 de octubre contra Israel, implementados por dos de sus aliadas dentro del eje: Hamás y la Jihad Islámica. A ello se sumó la decisión de otros miembros del mismo eje de alianzas—Hezbollah, los houthies y las milicias proiraníes en Siria e Irak—de entrar en guerra contra Israel. Ese país respondió con fuerza masiva, como ya sabemos, lo que resultó en un debilitamiento considerable de ese “anillo de fuego” que Irán había construido. Aún más, los golpes directos entre Israel e Irán durante 2024 terminaron por erosionar todavía más la capacidad disuasiva que Teherán había desarrollado.

Sexto, hubo algunas evaluaciones que concluyeron que Irán sí estaba tomando la decisión de dar los pasos hacia el ensamblaje de la bomba atómica mencionada arriba. Desde esa perspectiva, este era el único recurso que le quedaba a Teherán para mantener un poder de disuasión ya muy mermado frente a Israel y Estados Unidos, entre otros. Sin embargo, esto no ha sido confirmado ni por las autoridades encargadas de las inspecciones, ni por buena parte de la comunidad de inteligencia internacional. La única confirmación, repito, fue la duplicación del uranio enriquecido al 60%. Como vemos, todo lo anterior está profundamente marcado por decisiones políticas y es parte clave de los procesos de negociación.

Séptimo, la razón central para lanzar los ataques contra Irán no fue el punto exacto en que se encontraba su proyecto nuclear, sino la oportunidad militar que se detectó tras el momento de debilidad antes descrito. La conclusión a la que llegó Israel—y que transmitió a Trump—fue que Irán solo estaba usando tácticas dilatorias en las negociaciones, pero que eventualmente sí decidiría armar la bomba. Por tanto, esta, y no otra, era la ventana de oportunidad para atacarle, especialmente porque ya había transcurrido el plazo de 60 días que Trump había impuesto a Teherán para lograr un acuerdo.

El octavo elemento es, por tanto, la política que se produce tras los ataques contra las instalaciones nucleares iraníes, especialmente en EU. Si Trump admite que los daños al proyecto nuclear iraní fueron menores, o bien, que Irán puede reanudar sus actividades nucleares en pocos meses, eso implicaría que el “trabajo” no está concluido, y lo obligaría ya sea a reanudar los ataques directamente o al menos a permitir que Israel lo haga. En todos estos aspectos, la reacción de Trump ha sido decisiva, tanto al declarar enfáticamente que el proyecto nuclear iraní quedó completamente destruido, como al mantener su postura de no involucrar a EU en una guerra mayor.

Noveno, no podemos conocer aún la evaluación definitiva y determinante sobre los daños sufridos por el proyecto nuclear iraní. Solo tenemos reportes preliminares basados en inteligencia obtenida de distintas formas. Por tanto, ninguna de las declaraciones que hoy escuchamos puede considerarse concluyente.

Finalmente, el décimo punto: las declaraciones emitidas en sentidos opuestos no son mutuamente excluyentes. Es posible que el complejo y sofisticado proyecto nuclear iraní haya sufrido daños de tal magnitud que le tomaría a Irán muchos años reconstruirlo con la misma complejidad. Pero también es posible, como indicó Grossi, el director del OIEA, que ciertas piezas clave del programa hayan permanecido en pie. Es decir, fueron dañadas, pero no de manera irreversible (por ejemplo, las centrífugas de Isfahan, que no fueron destruidas, sino que quedaron inoperantes por sobrecargas de energía). Reparar esos daños podría tomar algunos meses, y aunque el proyecto en su conjunto siga severamente dañado, Irán podría estar en condiciones de volver a enriquecer uranio más pronto de lo que hoy parece. Esto es, al menos, lo que Grossi señala.

Nosotros no lo sabemos, y probablemente no lo sabremos del todo sino hasta dentro de un tiempo. Pero es importante leer cada declaración considerando quién la emite y en qué contexto político —tanto en EU como en el mundo— se produce. Seguiremos atentos.

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