El presidente en EU tiene amplios poderes, pero, éstos no son poderes absolutos. Por ejemplo, iniciar una guerra o conquistar territorios no es algo que simplemente se pueda decidir en la Casa Blanca. Puede, efectivamente, lanzar operaciones militares limitadas sin declarar la guerra, pero en el caso de Trump, eso ya se toparía con una muy considerable oposición dentro de su propio partido. En ese contexto, parece contradictorio que Trump un día indique que Washington “tomará posesión” y se “apropiará” de Gaza (si es necesario, enviando tropas de EU)—a fin de construir una “Riviera”, desplazando para ello a millones de palestinos—y al día siguiente señale que esto no implica enviar soldados estadounidenses. Suena contradictorio también que estas declaraciones ocurren a lado de Netanyahu justo cuando están por iniciar las negociaciones para la fase 2 del cese al fuego en Gaza, lanzando directrices que se oponen a lo que Hamás buscará en este proceso. Esto eleva el riesgo de que esas conversaciones colapsen más pronto que tarde y de que Hamás opte por mantener cautivos a los rehenes que quedan en su poder. Por otro lado, no parece racional para los intereses estratégicos de EU proyectarse como una potencia que se mantiene amenazando con apropiarse de territorios cuando sus rivales—quienes podrían adoptar prácticas similares—están siguiendo todos estos hechos con detenimiento. La cuestión acá es que comúnmente buscamos evaluar las declaraciones y decisiones de Trump desde la lógica racional, mientras que él se mueve absolutamente en otra esfera. Esto no implica que sus tácticas siempre funcionen. El caso de Gaza es un buen ejemplo para ilustrarlo:

1. Nos encontramos en la fase 1 de un cese al fuego entre Hamás e Israel. En esta fase se deberán liberar 33 rehenes israelíes y de otras nacionalidades a cambio de cientos de prisioneros palestinos que se encuentran en cárceles israelíes. Además del alto al fuego, la fase incluye la autorización para el retorno de cientos de miles de palestinos a la zona norte de Gaza y el repliegue relativo del ejército israelí. Tras 42 días, iniciaría una segunda fase con la liberación del resto de los rehenes israelíes a cambio de otros cientos de prisioneros palestinos; el ejército israelí efectuaría mayores repliegues y se iniciaría una transición hacia una fase 3 que deberá resultar en un nuevo gobierno para Gaza y el repliegue total de las tropas israelíes. La realidad es que los detalles de las fases 2 y 3 están aún por negociarse. Estas conversaciones no han iniciado al momento de este escrito.

2. El rol de Trump para haber logrado la primera fase del acuerdo fue fundamental, pero no fue el único factor, a pesar de que él diga lo contrario. Trump tiene, en efecto, una enorme influencia sobre Netanyahu, pero tiene mucha menor influencia sobre Hamás. Las amenazas de una “lluvia de infierno” sobre Gaza, no es algo muy distinto a lo que la franja ha vivido tras 16 meses de guerra. Tampoco se trata de amenazas que impacten el cálculo en una organización que no lucha una guerra material, sino psicológica y política como Hamás. Otros factores como la caída en la aprobación de esa agrupación entre la sociedad palestina, o el incentivo de liberar cientos de rehenes, son factores mucho más relevantes para esa organización. Pero además de ello, el plan actual fue diseñado por la administración Biden desde mayo pasado, mes en el que fue rechazado tanto por Israel como por Hamás. Pasado este tiempo, sin embargo, Israel había conseguido importantes victorias no solo contra el liderazgo de Hamás sino también contra Irán y su eje de aliados, Netanyahu había logrado expandir su coalición de gobierno, y por tanto estaba mucho más listo para aceptar un cese al fuego (al menos provisional) que hace 6 meses. Así que, políticamente, tenía mucho más que ofrecer a la gente que le respalda. Todo lo anterior, además del factor Trump, influyó en el logro de la primera fase de la tregua.

3. Dicho eso, no obstante, transcurrida la mitad del plazo de esa fase 1, varios factores han emergido de manera muy evidente. Primero, hoy no existe una alternativa de gobierno para Gaza que no sea Hamás; quizás esto se pueda diseñar o resolver en el futuro, pero esa no es la realidad de hoy. Por tanto, Hamás ha reemergido con una fuerza política brutal en estos días tomando el control de la gestión de la vida pública, el control del orden y la policía, de la distribución de ayuda humanitaria y de la narrativa a nivel local y global. Segundo, tras casi año y medio de combate, Hamás conserva mucha mayor fuerza de la que se pensaba. La agrupación ha perdido quizás a unos 20 mil miembros (y a su liderazgo), pero ha reclutado al menos a unos 15 mil más, sin las mismas capacidades y experiencia, pero sí con la posibilidad de seguir luchando una guerra de guerrillas contra Israel de reanudarse las hostilidades. Tercero, parece evidente que, en caso de avanzar la segunda y tercera fase del acuerdo, la coalición de Netanyahu colapsaría forzando a nuevas elecciones en Israel, lo que le pone en riesgo y choca de manera directa con sus metas políticas personales.

4. En pocas palabras, si la meta expresa de Netanyahu era erradicar completamente a Hamás de Gaza y necesitaba ofrecer ese logro político a los partidos más extremistas de su coalición, queda claro que lo que se exhibe hoy es todo lo contrario. Por tanto, es improbable que esos miembros del gabinete, bajo las condiciones actuales, respaldarían la prolongación del cese de hostilidades con Hamás.

5. Ese es el punto en donde llega la propuesta de Trump. Para entenderlo, es necesario considerar que, en lo fundamental, su visión está en conflicto directo con la perspectiva de la coalición de Netanyahu. Para Trump, un cese al fuego definitivo en Gaza (incluidas fases 2 y 3) es una pieza fundamental de su estrategia mayor para Medio Oriente. Varias de las otras piezas de su visión—como la normalización de relaciones entre Arabia Saudita e Israel, y una competencia efectiva contra China y Rusia en la región—dependen de la promoción de la estabilidad en la zona, y esa estabilidad comienza por Gaza.

6. No obstante, a todas luces, parece muy poco viable una propuesta que incluya (a) desplazar a todos los palestinos de Gaza hacia otros países árabes o musulmanes (se ha incluso hablado de Albania e Indonesia), (b) que Washington “tome el control” material de Gaza—por lo visto sin tropas—, (c) liderar la reconstrucción de la franja sin dinero estadounidense (o sea, mayormente con dinero de países árabes que abiertamente se oponen a esta propuesta), y por encima de todo esto (d) erradicar completamente a Hamás de Gaza.

7. Sin embargo, hay que leer esta propuesta desde varias otras perspectivas. Por un lado, se trata de un regalo para Netanyahu, una oferta que los partidos ultranacionalistas de su gabinete pueden aceptar para al menos continuar adelante con las negociaciones de la fase 2 del cese al fuego. Por otro lado, Trump avienta algo que parece una bomba, un lanzamiento explosivo, disruptivo, que proyecta irracionalidad, pero también impredecibilidad. En otras palabras, un mensaje para los actores involucrados y no involucrados acerca de que con Trump todo es posible y no hay nada que se pueda descartar.

8. Un mensaje como ese—que tratándose de Trump es algo completamente usual—desde su óptica, resulta altamente eficaz para obtener concesiones concretas. Algo así como: “si esta propuesta te parece lunática, y me crees que estoy tan loco como para implementarla (total o parcialmente), entonces cualquier otra cosa podría parecerte racional o aceptable”. Bajo esta perspectiva, quizás Egipto o Jordania no aceptarían a cientos de miles de palestinos, pero quizás sí algunas decenas de miles. Probablemente EU no “tomará posesión” de Gaza, pero podría contribuir si no con tropas, posiblemente con contratistas militares privados para resguardar sitios como la frontera entre Gaza y Egipto. lo que podría ofrecer mayor flexibilidad a Netanyahu para negociar internamente con su coalición un potencial acuerdo. Quizás no se construirá la “Riviera” que Trump visualiza, pero sí negociar términos para un desarrollo inmobiliario involucrando a Qatar o a Arabia Saudita y a los Emiratos. Todo lo anterior forma parte de sus objetivos más concretos y en la óptica trumpiana, el uso de estas tácticas explosivas le acerca a esos intereses.

9. Lo importante, sin embargo, es comprender que, con Trump, estas no son estrategias cuidadosamente planeadas, sino dardos que lanza al aire, ideas que le vienen conforme avanza su conversación, o en sus palabras: su intuición. Para ponerlo claro, el WSJ reportó que absolutamente nadie de su círculo cercano tenía conocimiento de lo que Trump planteó como propuesta para Gaza en aquella conferencia de prensa. Por tanto, estas ideas no están exentas de contradicciones o factores inviables. Igual las lanza porque, en su experiencia, hay posibilidades de que algunas de estas tácticas tengan éxito.

10. Aún así, lo que de pronto puede funcionarle para México o Canadá, no tiene la misma efectividad en otras partes del globo. Medio Oriente es un animal bastante complejo. No resolver de fondo el factor Hamás—lo que implica cuando menos su desarme completamente verificable, al igual que el de otras facciones como la Jihad Islámica—es regresar al principio. Y para resolver el vacío de gobierno en Gaza, lo primero sería ya tener una alternativa para la gobernanza de la franja que sea aceptable para la sociedad palestina y que a la vez ofrezca garantías de seguridad y coexistencia para Israel. Por último, todas estas propuestas deben contar con la colaboración y coordinación con otros países de la región que serán quienes fluyan los recursos para una reconstrucción a fin de hacer factible la continuación de una vida digna en Gaza.

Hasta hoy, no contamos con ninguna de esas piezas del rompecabezas y por supuesto que Washington no es la pieza que completa el tablero. Así que primero, habrá que evaluar no la propuesta de Trump tal y como la efectuó, sino la forma como esa propuesta evoluciona en las próximas semanas, y observar si es que, en algún formato más viable, esas propuestas realmente logran salvar las contradicciones que presentan o bien, si no acaso, por el simple hecho de proponerse, hacen colapsar el cese de hostilidades y la guerra se reanuda. Para ponerlo simple, aunque se besen y se abracen, las visiones de Netanyahu y su gabinete, hoy chocan directamente con las que Trump tiene para la región. Por ende, la bomba que el presidente estadounidense lanzó a lado del primero, es apenas una aspirina que ayuda a Bibi a patear el bote, unos días al menos.

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