Hace unos días, Trump señaló en su discurso del Estado de la Unión ante el Congreso, que ahora los cárteles ya estaban designados como terroristas y se encontraban en la misma categoría que ISIS. De hecho, si usted recuerda, desde 2016 Trump afirmaba que iba a “eliminar al terrorismo de la faz de la Tierra” y que “iba a bombardear a ISIS hasta el infierno”. No es falso que su administración lanzó poderosos ataques contra ISIS y que logró eliminar a dos líderes de ese grupo. Pero vale la pena preguntarnos en qué ha resultado todo aquello. ¿Qué pasó con ISIS durante su mandato y en los años que siguieron? ¿Cuál es el estado de esa organización y de ese tipo de violencia que él iba a “erradicar”? Más aún, ¿qué es lo que indica la investigación acerca de las formas menos eficaces y las más eficaces para combatir al terrorismo? Y todo eso asumiendo que existiera una correlación efectiva entre la designación de grupos como actores terroristas y un eficaz al combate a esa clase de violencia, la cual no hay. Se trata más bien de designaciones que son el producto de agendas políticas y que frecuentemente son empleadas como herramientas para negociar. Aprovechemos que acaba de publicarse el Índice de Terrorismo Global (GTI) 2025 para revisar lo que nos dicen los datos.

Estado actual del terrorismo y de ISIS

De acuerdo con el GTI, publicado cada año por el Instituto para la Economía y la Paz, el terrorismo permanece en 2025 como una amenaza global. Las medidas de combate que se han empleado (incluidas las aplicadas antes, durante y después de la gestión previa de Trump) han contribuido esencialmente a mover ciertas dinámicas, han causado que el fenómeno mute, se desplace y se esparza, se transforme e incluso evolucione en términos de las tácticas empleadas, pero de ninguna manera se ha erradicado como lo prometía Trump. El número de países que experimentaron al menos un atentado terrorista en 2024 creció a 66.

ISIS (y sus filiales) permanece en la actualidad como la organización terrorista más letal. Es verdad que las muertes por terrorismo a lo largo de los años desde que ISIS existe, han experimentado picos y caídas, dependiendo las coyunturas. No obstante, si descontamos los atentados del 7 de octubre del 2023 a manos de Hamás y los sucesos de un solo país, Myanmar, veremos que el terrorismo se mantiene estable e incluso con tendencia ascendente durante los últimos años.

En Occidente, los actos terroristas a manos de lobos solitarios (frecuentemente inspirados por organizaciones como ISIS), tuvieron un considerable incremento del 62% durante el año pasado.

La región más afectada por terrorismo en el mundo es la zona del Sahel africano, en donde las muertes por terrorismo se han incrementado 10 veces desde el 2019 en adelante. Esto solo muestra que el haber eliminado al líder de ISIS justo ese año en el que Trump era presidente, y haberle combatido en Siria, no impidió que las actividades terroristas de esa y otras organizaciones se desplacen y crezcan dramáticamente en otras zonas. Ahí, en el Sahel, operan ambas, filiales de Al Qaeda e ISIS, a pesar de que ambas organizaciones han sido blancos de Washington desde hace décadas.

Por poner un dato, Siria, el país en donde se encuentra el centro operativo de ISIS, el mismo país en donde la administración Trump asesinó a su líder en 2019 y le bombardeó hasta “el infierno”, es hoy uno de los dos países más impactados por atentados de esa agrupación. Solo en Siria, durante 2024, ISIS cometió 369 atentados, esto es un promedio de 7 ataques por semana. Esta dinámica, por cierto, persiste en lo que llevamos del 2025 por factores propios a Siria que discutiremos en otro momento.

En suma, ISIS continúa siendo una red global. Mantiene operaciones en 22 países en tres continentes. Dice el GTI: “A pesar de los esfuerzos de contraterrorismo, la capacidad de esa organización para coordinar, inspirar y ejecutar ataques, exhibe su resiliencia y sus estrategias operativas en constante evolución”.

¿Qué Podemos concluir de lo anterior?

Las estrategias que se han empleado para combatir al terrorismo desde 2001, lo que incluye intervenciones militares, vastos despliegues, bombardeos y decapitación de sus liderazgos, entre otras, tienen capacidad muy limitada para, a veces, generar disrupciones operativas a las organizaciones, cortar sus cadenas de suministros y con ello, reducir su actividad temporalmente. Solo temporalmente. La evidencia y la experiencia histórica muestran que, si no se resuelven los factores raíz que son los verdaderos motores del terrorismo, ese tipo de organizaciones, se terminan recuperando o adaptando. Se esparcen y fortalecen otras filiales. Se mueven de geografía. Mutan. Desarrollan nuevas y más evolucionadas estrategias. Radicalizan y reclutan a nuevos miembros y afilian a nuevas organizaciones.

Por cierto, también se mimetizan con el crimen organizado y aprenden a financiarse mediante actividades criminales. En Siria, por ejemplo, tras los bombardeos de Trump, siendo aún él presiente, en 2020 ISIS se volvió uno de los mayores productores y exportadores de Captagón (una droga similar a la anfetamina) de todo el planeta.

¿Qué se ha encontrado que funciona mejor para combatir al terrorismo?

Como es natural, solo atender las causas raíz del fenómeno resulta eficaz en el largo plazo. Según las mediciones de distintos centros especializados, el terrorismo se asocia con temas como la prevalencia de conflictos armados, la percepción de la existencia de privación de derechos políticos en un país o región, una débil gobernanza, la represión o abusos por parte de los gobiernos, la prevalencia de redes de crimen organizado trasnacional, polarización étnica, inestabilidad política, y en general el sentimiento de falta de integración social y política de individuos o colectivos. Por ello, las personas y las organizaciones pasan por algo que Moghaddam denomina “la escalera de la radicalización”. Es decir, un proceso individual y/o colectivo en el que la radicalización se va dando en peldaños ascendentes. No es casual, por tanto, que el GTI 2025 dedique un espacio completo a la relativa efectividad de esfuerzos muy específicos de desradicalización para reducir este tipo de violencia. Tenemos mucha evidencia y experiencia al respecto.

De igual forma, la investigación muestra que el uso de inteligencia avanzada, y la implementación de medidas mucho más quirúrgicas en contra de organizaciones terroristas, acompañadas por otras herramientas como el combate a su financiamiento y al lavado de dinero, resultan más efectivas que los bombardeos masivos, la invasión de países, los amplios despliegues de tropas y las decapitaciones.

De manera más amplia, sin embargo, solo la construcción de factores de paz positiva (esos factores que deben existir en una sociedad para producir y sostener condiciones de paz), los cuales son evaluados y medidos todos los años en más de 160 países en el mundo (IEP, 2024), resultan en una disminución de largo plazo de la violencia terrorista. Como dato, existe una fuerte correlación entre el buen desempeño en el Índice de Paz Positiva (que mide los ocho pilares de la paz) y el buen desempeño en el Índice de Terrorismo Global (GTI). En otras palabras, mientras mejor se desempeña una sociedad en los indicadores que producen y sostienen la paz, menor probabilidad existe de que esa sociedad experimente violencia terrorista.

Los cárteles en la misma categoría que ISIS

A juzgar por las acciones que se han implementado contra ISIS, y a juzgar por la eficacia de esas medidas a la luz de reportes como el GTI que acaba de publicarse, sería difícil esperar que el hecho de que Washington ahora trate a los cárteles de la misma forma que a ISIS resultará en un más eficaz combate a las actividades y violencia perpetrada por esas organizaciones, si no se considera un esquema mucho más integral y comprehensivo para la atención del fenómeno.

Por contraste, la historia reciente nos muestra que agrupaciones como los houthies, organizaciones como las Guardias Revolucionarias Islámicas de Irán, o bien, países enteros como Sudán, son designados como terroristas o como apoyadores de terrorismo, para luego poner esa designación en la mesa de las negociaciones, dependiendo del momento político y de quien ocupa la Casa Blanca. Se negocia esas designaciones no como resultado directo de un aumento o disminución de la violencia terrorista o del “respaldo” al terrorismo, sino como resultado de otros asuntos que tienen que ver con la agenda política de la administración en cuestión, por ejemplo, las negociaciones nucleares con Irán, o bien, la normalización de relaciones diplomáticas con Israel, en el caso de Sudán. Podríamos poner muchos otros ejemplos.

Como resultado de lo que señalo, el hecho de que los cárteles estén ahora en la misma categoría de ISIS, no es necesariamente algo promisorio.

Instagram: @mauriciomesch

TW: @maurimm

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios