El intento de asesinato de Donald Trump está siendo investigado como un acto de terrorismo doméstico. Habrá que esperar los resultados de esas investigaciones. Mientras tanto, dedico este espacio para elaborar unas notas acerca del tema y acerca del entorno que facilita una situación como la ocurrida.

1. Lo primero es entender que el terrorismo es una clase de violencia que ha sido perpetrada a lo largo de la historia por grupos y personas de muy distintas ideologías, religiones, grupos étnicos y políticos, la cual se distingue de otras violencias por sus móviles y por su mecánica, no por la gravedad de los ataques o el daño ocasionado. Efectivamente, en los últimos años, la mayor parte de ataques terroristas ha sido cometida por extremistas islámicos, pero eso no significa que no haya atentados que son perpetrados por otras ideologías. Esto incluye ataques cometidos por personas de ideología extremista tanto de derecha como de izquierda.

2. El terrorismo no es cualquier clase de violencia que causa terror, sino una categoría muy específica de violencia que emplea a víctimas directas como instrumentos para colocar a terceros en un estado de shock, conmoción y terror y a través de ello, canalizar un mensaje político o reivindicación, alterar las actitudes, opiniones o conductas de esos terceros, generar presión psicológica y/o afectar la toma de decisiones políticas para avanzar las metas percibidas del atacante y/o del grupo al que pertenece (o del cual se percibe como parte). Esta serie de factores, por tanto, impone la necesidad de revisar a detalle elementos como la psicología de la persona atacante, su proceso de radicalización (individual u organizacional si es que hay alguna organización de por medio), así como otros elementos tales como las afectaciones psicológicas y políticas en terceros.

3. El panorama que retratan los datos indica que los ataques cometidos por extremistas de derecha del 2001 a la fecha en el caso específico de EU, han ocasionado aproximadamente 15 veces más muertes que los ataques cometidos por extremistas de izquierda. En ocho de esos años, los extremistas de derecha causaron el 100% de las muertes, y en otros tres, incluidos 2018 y 2019, fueron responsables de más del 90 % de esas muertes. Esto no significa, sin embargo, que la violencia terrorista de izquierda, u otras ideologías, sea inexistente. En general, a nivel global, muchos de los atentados han sido perpetrados por atacantes de izquierda. EU no se ha salvado de esta tendencia.

4. Para que un individuo decida perpetrar esta clase de violencia políticamente motivada, normalmente opera un proceso de radicalización que Moghaddam explica con la metáfora de una escalera ascendente en la que, en cada paso, el individuo decide que su actividad política es insuficiente para generar cambios a un entorno que percibe necesita ser transformado, hasta el punto en esa escalera en el que decide que solo la violencia puede conseguir esos objetivos. El individuo está dispuesto a sacrificar su libertad y en muchos casos incluso su vida (como con los ataques suicidas) con tal de producir un efecto que, a su entender, avanzará sus metas políticas (o las del grupo del que se percibe parte). Todo este proceso tendría que ser muy bien investigado y explicado para poder determinar hasta qué punto el atacante de Trump, Thomas Matthew Crooks, cometió un acto con las características que indico.

5. En cualquier caso, hablar del intento de asesinato de Trump no es hablar de algo menor. Estamos ante un entorno que ya estaba políticamente muy cargado con un expresidente en campaña sobre el que ya pesa un juicio que arrojó 34 veredictos de culpabilidad, además de otra serie de procesos legales (que seguramente tardarán largo rato en dirimirse). Pero no solo eso. Se trata de un expresidente que desde hace años ha planteado que existe una serie de fuerzas, muy en lo profundo del sistema, trabajando en su contra. De acuerdo con esa narrativa, esas fuerzas orquestaron inicialmente una fiscalía especial para culparlo de conspirar con Rusia, luego, organizaron un primer juicio de destitución, posteriormente cometieron fraude electoral y armaron un segundo juicio de destitución en su contra, para terminar con otra serie de casos en los que le inculpan. Todo ello tiene, en su percepción—y la de una gran base de personas que le respaldan—responsables con nombre y apellido, incluidos varios medios de comunicación, personalidades relevantes y varios demócratas hasta el propio presidente Biden.

6. Ese es el ambiente enrarecido en el que este intento de asesinato ocurre. Por tanto, dependiendo de cómo se cuente la historia, ese intento de asesinato puede ser percibido de forma completamente aislada (un lobo solitario que se radicalizó de manera individual y que optó, él solo, por cometer la violencia de un magnicidio). O bien, la misma historia puede ser insertada, por parte de algunos actores políticos, dentro de la narrativa mayoren la que la radicalización de ese individuo no puede separarse del entorno que describo y dentro de la que ese acto no es sino el último intento de algunas personas para eliminar a Trump del camino. Este último relato, apenas a unos días del atentado, ya se puede empezar a escuchar.

7. Más allá de cómo se cuente la historia, no obstante, hay tendencias que tienen que observarse si es que se pretende plantear escenarios para las elecciones en EU. Primero, ya desde antes de esta situación, incluso antes del debate con Biden, Trump era el candidato que tenía las mayores probabilidades de ganar. Proyecciones como las de The Economist otorgaban a Trump 2 probabilidades en 3 de ganar la presidencia (esto es, 66.66%).

8. Lo anterior se basa, no únicamente en lo que dicen las encuestas nacionales o la desaprobación de Biden en rubros prioritarios como la economía, la migración o la política exterior, sino en encuestas de estados que serán clave para definir esta elección(como lo han sido en las últimas dos). En 5 de 6 estados bisagra (o estados “campo de batalla”)—que podrían terminar siendo definidos por algunas decenas de miles de votos—Trump aventajaba a Biden. Más aún, en esos estados, las encuestas en los últimos años han tendido a subestimar a ese expresidente por lo que incluso si la distancia entre ambos es poca, crece la probabilidad de que Trump venza.

9. Luego, vino el debate con toda la debacle para Biden y la prevalencia de la narrativa de su edad como obstáculo para gobernar. Estas circunstancias no solo han favorecido más aún a Trump en esas encuestas, sino que han causado ya varias semanas de una creciente disputa al interior del partido demócrata acerca de la candidatura de Biden y los riesgos que ésta supone. Para Biden, un retorno al juego implicaría no solo vencer las percepciones acerca de su capacidad física y mental para gobernar, sino trabajar detenidamente en estados como Michigan, Wisconsin o Pensilvania (justo el estado en donde ocurrió el atentado contra Trump) y dar la batalla de las preferencias electorales en esos sitios específicos, cosa que no se ve nada fácil. Así que, como vemos, ya mucho antes del atentado contra Trump, las probabilidades de que él se alzara con la victoria seguían creciendo.

10. El intento de asesinato del expresidente debe leerse de manera paralela con todos los factores que menciono, como un hecho adicional que contribuye a esta serie de narrativas, disputas políticas y tendencias, tanto por el tema de lo que podría implicar para el fortalecimiento de la candidatura de Trump, como para lo que significa el crecimiento de un ambiente político enrarecido de odio y violencia.

11. Es en este último sentido en el que se puede detectar las tendencias más preocupantes. Encuestas recientes muestran que el porcentaje de estadounidenses que considera válido el uso de la violencia con motivaciones políticas sigue siendo enormemente elevado. Según el NYT, “Robert Pape, un politólogo de la Universidad de Chicago, encontró (hace un mes) que el 10 por ciento de los encuestados dijo que el uso de la fuerza está justificado para evitar que Donald Trump se convierta en presidente. Un tercio de los que dieron esa respuesta también dijo que poseía un arma”. El otro lado del polo es igualmente preocupante: “El siete por ciento de los encuestados dijo que apoya el uso de la fuerza para restaurar a Trump en la presidencia”. La mitad de ellos dijo que poseía armas. Otras encuestas de los últimos años reflejan, igualmente, que en EU hay entre 10 y 15% de las personas que respaldarían el uso de la violencia para obtener sus fines políticos.

12. Si a esas condiciones añadimos el fácil acceso a las armas en ese país, sumado a los procesos de radicalización de distintos grupos, organizaciones e individuos, no debe sorprender que sigan creciendo los intentos por cometer violencia política en ambos extremos del espectro político.

13. Un dato adicional, de acuerdo con un reporte de Kleinfeld del año pasado para la Carnegie, los estadounidenses promedio están mucho menos polarizados de lo que piensan. Son los actores políticos quienes proyectan e impulsan la polarización en aras de obtener sus objetivos. Esto implica una enorme responsabilidad justo en ese sector. Ojalá que este intento de asesinato sea un llamado a la conciencia al respecto.

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