Tal como lo adelantamos , las probabilidades de que se concretara un acuerdo para la fase inicial del cese al fuego entre Israel y Hamás eran altas, y eso ahora, afortunadamente, se ha materializado. Hay algunos elementos que ya conocemos sobre este pacto; otros se irán clarificando en las próximas horas y días. En cambio, ciertos aspectos se han postergado para no entorpecer esta primera etapa. Estos son algunos apuntes preliminares al respecto.

1. Es imposible entender este acuerdo sin considerar el impulso y la energía que Trump le imprimió durante las últimas dos semanas. Esto resulta altamente relevante, dado el peso que el expresidente ejerce sobre actores como Netanyahu, Qatar o Turquía, entre otros. Trump forzó a Netanyahu, por ejemplo, a disculparse ante el primer ministro de Qatar por el bombardeo a Hamás en Doha, algo que el premier israelí difícilmente habría hecho de no ser porque Trump se lo exigió (de hecho, según un reporte de Politico, a Netanyahu se le dictó el texto exacto de la disculpa, algo difícil de imaginar si no fuera Trump el protagonista). Gracias a ello, el presidente estadounidense obtuvo el visto bueno de Qatar para continuar con su plan y presionó a Netanyahu a aceptar condiciones que distan de la “victoria total” prometida a su público. Pero eso no fue todo: Trump logró sumar al barco a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Jordania y al propio presidente palestino, entre otros, y envió a su negociador de confianza, Witkoff, junto con su yerno, Jared Kushner, para cerrar las negociaciones.

2. Todo esto genera una dinámica tan poderosa a favor del acuerdo que cualquier actor que se opusiera a ella tendría que asumir la responsabilidad por la continuación de la guerra, y con ello, un costo político enorme.

3. Esta misma dinámica también arrincona a Hamás, pues lo obliga a devolver al 100% de los rehenes —su principal carta de negociación y su salvoconducto para garantizar su supervivencia política y militar—, imponiéndole condiciones que hasta ahora le resultaban difíciles de aceptar.

4. Sabemos que el ala política de Hamás se mostró más favorable al acuerdo, mientras que el ala militar presentó un número considerable de objeciones. Entre ellas, las líneas de repliegue del ejército israelí y las garantías de que las fuerzas israelíes no reanudarían las hostilidades antes de la liberación del último rehén. También se sabe que la dirigencia militar se opuso al desarme total, aceptando únicamente entregar el armamento ofensivo —como misiles y lanzadores—, pero conservando las armas ligeras.

5. Al final, por lo que se conoce hasta el momento, Hamás aceptó devolver a todos los rehenes, tanto con vida como sin vida, a cambio de la liberación de cientos de prisioneros palestinos en cárceles israelíes (250 de ellos con cadena perpetua) y del establecimiento de una “línea acordada” hacia la que el ejército israelí deberá replegarse. Esto no implica que Israel abandone por completo la Franja, sino únicamente ciertas áreas —como la ciudad de Gaza y otras zonas densamente pobladas, aunque no Rafah—, manteniendo una importante zona de seguridad por ahora. En fases posteriores se prevén nuevos repliegues. Además, el acuerdo restablece el acceso de ayuda humanitaria a los niveles observados durante el cese al fuego anterior.

6. Con ello, y siempre que el acuerdo se implemente tal como ha sido anunciado, Netanyahu estaría cumpliendo una de las dos metas que planteó al inicio de esta guerra: la devolución de los rehenes israelíes en manos de Hamás. Sin embargo, no cumpliría la segunda meta que consiste en la destrucción de Hamás —posteriormente matizada como el desmantelamiento de sus capacidades de gobierno, la eliminación de su poder militar, su desarme y el exilio de sus miembros.

7. Así, lo que viene a continuación —y nuevamente, asumiendo que esta primera fase transcurra sin contratiempos— es la negociación de los siguientes componentes del plan de Trump: (a) la transición del gobierno de la Franja a un órgano de tecnócratas palestinos, (b) la implementación de una Fuerza Internacional de Estabilización integrada principalmente por países árabes de la región, (c) la creación del órgano internacional que supervisará tanto esta transición como la reconstrucción de la Franja, y (d) la definición del futuro de Hamás.

8. En este último punto vale la pena detenerse. Según el plan impulsado por Trump, la organización deberá entregar todas sus armas bajo la supervisión de la fuerza internacional mencionada. Los miembros que lo hagan accederán a una amnistía y contarán con la garantía de que Israel no buscará eliminarlos. Sabemos que existe una fuerte oposición dentro de los sectores más duros de Hamás a aceptar estas condiciones, pero también que, de no hacerlo, la guerra —quizás bajo un formato distinto— continuará. Esto abre distintos escenarios que habrá que considerar.

A. En un primer escenario, el más optimista, las negociaciones prosperan y la dirigencia política de Hamás logra persuadir al ala militar para que acepte todos los puntos del plan, incluido el desarme, bajo las garantías de protección y la posibilidad de continuar su causa por vías políticas. Esto llevaría a que Israel se repliegue casi por completo de Gaza, las hostilidades cesen de manera definitiva y la transición avance conforme a lo previsto. Con el tiempo, este proceso podría derivar en una desradicalización de Hamás y en su transformación en una organización política más moderada, capaz de participar en elecciones. Bajo este escenario, comenzarían a gestarse condiciones para que Israel inicie procesos de negociación con países árabes y, eventualmente, un impulso diplomático que conduzca a un diálogo entre Israel y la representación oficial palestina.

B. En un segundo escenario, más cauto, algunas de las negociaciones avanzan parcialmente. Hamás entrega su armamento ofensivo, pero se niega a entregar el defensivo, lo que implicaría la permanencia de múltiples células armadas tanto en Gaza como en Cisjordania (un tema que, por ahora, el plan de Trump no contempla). Inicialmente, el cese al fuego se mantiene, pero con el tiempo Hamás podría retomar tácticas de combate asimétrico —como ataques contra militares o incluso civiles israelíes—, provocando respuestas de diversa intensidad por parte del ejército israelí, que podrían ir desde incursiones puntuales hasta ataques más amplios o incluso la reanudación de una guerra a gran escala.

C. En un tercer escenario, el más pesimista, no se alcanzaría ningún acuerdo sobre el desarme de Hamás, lo que impediría que el ejército israelí completara las siguientes fases de su repliegue y aumentaría las probabilidades de una reanudación del conflicto. En este caso, Israel podría argumentar que, al no haberse cumplido los puntos propuestos por Trump, existe justificación para retomar la ofensiva, incluso con niveles de intensidad similares a los observados recientemente en zonas como la Ciudad de Gaza.

9. Hasta el momento de este escrito, estimamos que lo más probable es que se presente una combinación entre el primer y el segundo escenarios, más cargada al segundo. Resulta difícil imaginar que Hamás, o incluso otras agrupaciones como la Jihad Islámica, desaparezcan por completo o emprendan un proceso de desarme total y desradicalización, entre sus miembros veteranos o especialmente entre los nuevos reclutas que se han radicalizado bajo las condiciones de la guerra actual. La experiencia y la investigación muestran que ese tipo de contextos tiende a intensificar, no a debilitar, el extremismo. En la medida en que el proceso político sea percibido como impuesto, es más probable que sobrevivan numerosas células de esas organizaciones y que continúen operando tanto desde Gaza como desde Cisjordania. Esto implicará, al menos por ahora, la continuación de acciones militares israelíes, probablemente similares a las que Israel ha mantenido en Líbano contra Hezbollah en los últimos meses: ataques constantes para impedir su rearme y limitar sus operaciones, incluso después de firmado un cese al fuego.

Dicho todo esto, lo que sí parece un hecho es que estamos entrando en una fase muy distinta, tanto para una guerra que acaba de cumplir dos años como para Hamás, la organización que la inició. Los balances y las implicaciones de este cambio ameritan un análisis aparte, partiendo de la premisa de que, efectivamente, podríamos estar ante el inicio del fin.

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