Escribo esto el 31 de octubre, durante el día 25 de una guerra que ya no es únicamente entre Hamás y la Jihad Islámica contra Israel, sino que sigue mostrando signos de expansión. Hace pocas horas, los houthies de Yemen—un grupo que controla el norte de ese país y que, con el respaldo de Irán, lleva años combatiendo en contra del gobierno internacionalmente reconocido y en contra de Arabia Saudita y su coalición—reivindicaron el lanzamiento de varios misiles y drones contra Israel. No es la primera vez que esto ocurre en los últimos días. Todo ello sin mencionar el nivel que presenta ya el conflicto del ejército israelí con Hezbollah en la frontera entre Líbano e Israel. A reserva de hablar de eso posteriormente, hoy comentamos la ofensiva terrestre israelí sobre Gaza y los efectos políticos de una crisis humanitaria que no deja de crecer en la franja.
En este espacio ofrecemos una perspectiva que busca explicar los factores que hacen a las violencias (locales, inter y transnacionales) emerger y expandirse, así como lo que incentiva las espirales ascendentes de esas violencias, con el objeto de entender y en todo caso aportar lecciones acerca del pasado y quizás el futuro. En este esfuerzo, no pretendemos justificar ni el terrorismo (eche ojo a las decenas de textos que sobre el tema he escrito), ni tampoco las respuestas o decisiones políticas y militares para combatirle. Entender los contextos de ausencia de paz estructural que favorecen y facilitan atentados, los procesos de radicalización de los individuos, de las organizaciones que caminan hacia los extremos, no es justificarlos, pero tampoco es menos importante que entender los impactos psicosociales, simbólicos y políticos de la cadena de atentados cometidos por Hamás y la Jihad Islámica el 7 de octubre. De igual modo, buscar identificar los potenciales efectos políticos locales e internacionales de la respuesta israelí, resulta esencial para dimensionar lo que realmente significa “ganar” o “perder” en una guerra. El efectuarnos preguntas constantes en esos rubros es lo que nos mueve a abordar algunos de los temas que abajo señalo.
La incursión terrestre israelí sobre Gaza
1. De manera gradual e incremental, la incursión militar terrestre israelí en la Franja de Gaza inició el fin de semana pasado. Por los reportes que estamos recibiendo, los objetivos tácticos israelíes consisten en quebrantar la eficacia operativa de la compleja red subterránea de túneles que alojan buena parte de la infraestructura militar de Hamás, así como de sus combatientes, mermar el arsenal y las capacidades militares de esa organización, cortar la movilidad de Hamás entre el norte y el sur de la franja, y en última instancia, “transformar la realidad de seguridad de la zona”. Esto, hay que advertir, tomará mucho tiempo y habrá que analizar los resultados, por lo pronto, desde la perspectiva de su eficacia militar.
2. El problema sustancial—cosa que Hamás y la Jihad Islámica, al igual que Hezbollah en el Líbano, no solo saben, sino que forma parte esencial de su estrategia—consiste en que esa infraestructura militar, especialmente la red de túneles, almacenes de armamento y centros operativos, se encuentra inmersa, imbuida, por debajo, sobre y alrededor de zonas densamente pobladas. Por tanto, una decisión de atacar la infraestructura militar, conlleva un costo humano altísimo, a veces indescriptible. Ello, en el pasado, no ha evitado, pero sí ha restringido las ofensivas israelíes. En todo caso, para Israel, los resultados de las operaciones militares previas han sido pobres, y ello, desde su óptica, ha permitido que Hamás y la Jihad Islámica se recompongan, se rearmen, y sigan adelante con su lucha de resistencia armada, situación que culminó el 7 de octubre con un colapso de seguridad: uno de los mayores actos terroristas de la historia.
3. Detrás de la decisión de lanzar esta incursión, sin embargo, existe una lógica política que no puede desestimarse. En el análisis que se está efectuando en Israel, una ofensiva como la que estamos viendo, tenía que haberse efectuado hace demasiado tiempo. Desde su visión—correcta o incorrecta—el haber restringido otras operaciones fue precisamente lo que permitió el crecimiento de las organizaciones extremistas.
4. Thomas Friedman, comparte ayer el caso del primer ministro indio tras los atentados de Mumbay del 2008, y cuenta cómo en asuntos de terrorismo, a veces el no reaccionar de manera inmediata e impulsiva, resulta una medida mucho más eficaz que otras (NYT, 2023). No le falta razón. Si usted revisa el Índice Global de Terrorismo y reportes similares emitidos a lo largo de los últimos 15 años, encontrará qué factores motivan e incentivan a esa clase de violencia, así como cuáles son las acciones más y las menos eficaces para combatirla. Por tanto, un análisis racional (basado en experiencia e investigación), diría que las ofensivas militares y masivas nunca son la mejor estrategia para combatir terrorismo y destruir lo que le subyace: ideas, motivaciones, radicalización y extremismo. No obstante, es complicado efectuar ese análisis, puramente racional, sin incorporar los efectos psicosociales tras un atentado de la dimensión del ocurrido el 7 de octubre.
5. El shock colectivo, la propagación masiva de terror, de desesperanza, de ausencia de Estado y control de fronteras, de sentimientos compartidos a través de fotos, videos, textos, acerca de la vulnerabilidad e inseguridad, tienen, sumados al análisis señalado en el punto 3, efectos claros y directos en la toma de decisiones. De ahí que, desde la perspectiva israelí, y en medio de su guerra contra Hamás y contra los diversos aliados proiraníes, la incursión terrestre era impostergable.
6. Es decir, tras la proyección de vulnerabilidad y de colapso de la inteligencia y de las fuerzas de seguridad, para Israel resulta fundamental cambiar la narrativa acerca de su poder, de sus capacidades, y de sus posibilidades de disuadir a enemigos como Irán, o como a las milicias aliadas a su eje como Hezbollah en el Líbano.
Esto, obviamente, es difícil de entender desde otra lógica que no sea la del realismo político, puro, llano, desde la visión de los estados como actores con agendas, metas, e intereses sustentados primariamente en la seguridad nacional. No obstante, muchos años después de que las teorías realistas clásicas fuesen esbozadas, hoy existen otros factores a incorporar los cuales tampoco pueden desestimarse pues también tienen sus propios efectos políticos.
La crisis humanitaria en Gaza
1. A medida que ha crecido la ofensiva aérea y ahora terrestre israelí, como era esperado, el monto de víctimas civiles palestinas en Gaza ha crecido dramáticamente. Esto no solo es en el número de muertes y heridos, sino en términos de desplazamiento humano y las posibilidades de supervivencia. El gobierno israelí podrá plantear que esto es lamentable pero necesario. Sin embargo, así no funciona hoy la construcción social de narrativas y, por tanto, el impacto político de esas narrativas.
2. En esas narrativas, Israel pasó velozmente de haber sido percibido como la víctima de los atentados terroristas a ser el victimario, como potencia ocupante y ahora, como potencia que está vulnerando el derecho internacional humanitario. La cuestión, en este campo, no está en cuanto a la posibilidad o no de Israel de defender legalmente sus acciones, o su capacidad de sostener su versión de los hechos ante investigaciones que se hagan ahora o en el futuro, sino en el ambiente que se respira en el entorno político a nivel global. En ese ambiente lo que hay es una visión negativa de Israel que todos los días daña ese otro ámbito no material del poder, crucial por los efectos políticos que ocasiona.
El impacto político local e internacional: el crecimiento de Hamás
1. Hamás no era, hasta el 8 de octubre una organización popular o bien percibida entre la población palestina, y especialmente en Gaza. No es mi opinión, sino resultado de estudios que sugiero revisar. El más reciente, la encuesta del Barómetro Árabe en Cisjordania y Gaza, realizada por el Centro Palestino de Investigación de Encuestas y Políticas con el apoyo del Fondo Nacional para la Democracia (Foreign Affairs, 2023). “La mayoría de los habitantes de Gaza”, dice el texto, “no está alineada con la ideología de Hamás. A diferencia de Hamás, cuyo objetivo es destruir al Estado de Israel, la mayoría de los encuestados estaban a favor de una solución de dos Estados con una Palestina e Israel independientes coexistiendo uno al lado del otro”.
2. De acuerdo con otros estudios, no obstante, Hamás crece en imagen, aprobación y popularidad, tras sus enfrentamientos con Israel. Esto ocurre, tanto entre la población palestina como a nivel internacional.
3. Lo que hoy podemos observar es que a medida que la respuesta israelí ante los atentados terroristas se deslegitima, ocurre el fenómeno inverso con Hamás. Sus acciones se legitiman como “parte de su resistencia”. Revise no solo el discurso de mandatarios como Erdogan, sino el emitido desde espacios como la academia estadounidense.
4. Así, en el ámbito narrativo, el terrorismo, deja de ser una categoría de violencia—que no es en sí misma ni peor ni mejor que otras, sino distinta por los aspectos que le caracterizan de forma diferenciada de otras clases de violencia—y se convierte en un término politizado para legitimar o deslegitimar las acciones de una organización, o incluso de un estado. Hamás “no es una organización terrorista, sino un grupo de lucha y resistencia”, y “es más terrorismo lo que hace Israel”. En este espacio podemos rebatir todas esas ideas y aportar literatura para explicar argumentos, pero en el mundo de las narrativas en competencia, eso resulta irrelevante, pues lo que vale es lo que se siente y percibe.
Como resultado, de un lado deja de entenderse—no solo por parte de Israel o por parte de palestinos moderados, sino en general en la comunidad internacional—lo que ha implicado sostener por tantas décadas un conflicto como irresuelto, considerado por muchos como “intratable” y que por tanto es siempre un conflicto latente. Del otro lado, falta comprensión (no en la academia, sino en la arena política) acerca de qué enciende, qué incentiva, cómo funciona y en todo caso, cómo se puede detener o mitigar la radicalización y el extremismo. Asimismo, falta comprensión acerca del impacto psicosocial masivo y por tanto los efectos políticos del terror colectivo como precursores de espirales interminables de violencia, las cuales, a su vez y paradójicamente, legitiman y fortalecen a los grupos radicales.
Ese es el punto en el que nos encontramos, lamentablemente. Posteriormente hablaremos más acerca de otros aspectos del conflicto.
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