La semana pasada hablamos sobre varios aspectos de la agenda internacional. Indicamos que, a pesar de que dicha agenda es enorme, la intervención rusa en Ucrania seguirá impactando los temas globales durante un buen tiempo más. En este espacio nos mantendremos actualizando periódicamente el análisis de ese tema, y en las semanas posteriores continuaremos hablando, como siempre, de los demás asuntos. Por ahora, resaltar que, si la guerra en Ucrania ha merecido tanta ocupación, tiempo y tinta en todas partes del mundo, es porque, en efecto, se trata de la guerra entre estados nacionales de mayor dimensión en las últimas décadas, y porque sus repercusiones rebasan con mucho a las fronteras ucranianas. Estas son algunas notas al respecto de lo que estamos viendo:
1. Como explicamos hace algunas semanas, nos encontramos en una cuarta fase de la guerra. La primera fue la ofensiva relámpago rusa sobre tres fronteras del territorio buscando tomar velozmente el control de la infraestructura militar y política del país. Ello fracasó y dio pie a una segunda fase: el repliegue ruso de la zona de Kiev y su concentración en el este y el sur con algunas ofensivas relativamente exitosas para Moscú. La tercera fue una fase de contraofensivas ucranianas mediante las que recuperó una parte del territorio que Rusia había conquistado, concretamente en el noreste y en la provincia de Kherson. En esta cuarta fase, Rusia ha reposicionado sus líneas de defensa hacia atrás, buscando ya no perder más territorio, enviando a decenas de miles de tropas recientemente reclutadas para la defensa de esas líneas, cavando trincheras, construyendo barricadas y apostando por el desgaste invernal que dificulta cualquier operación. Paralelamente, Rusia se mantiene bombardeando la infraestructura civil y energética de Ucrania prácticamente todos los días.
2. El objetivo ruso en esta fase consiste en sacar ventaja del congelamiento del conflicto, el cansancio, la normalización, la frustración, el agotamiento de medios y audiencias, y la conflictiva política que todo ello puede provocar, dentro y fuera de Ucrania. La apuesta del Kremlin está en derrotar psicológicamente a la población ucraniana mientras que, en otros países, transcurriendo los días y las semanas sin mayores avances por las partes, se producen menos noticias, y las sociedades y actores políticos priorizan otros asuntos en sus agendas.
3. Ucrania, en cambio, lucha diariamente por romper con ese estancamiento. Esto va desde una incansable labor por parte de Zelensky y su equipo para construir y comunicar un mensaje que siga teniendo impacto entre distintas sociedades del globo, además de procurar cada vez mejor armamento para su defensa, hasta las acciones en el terreno militar. Hemos visto ya varios bombardeos ucranianos muy adentro de territorio ruso, además de ataques de alto impacto contra posiciones rusas, con lo que la dinámica del “empate” o desgaste, se quiebra al menos por unos días.
4. Desde el inicio de la guerra, ha llamado la atención la sobrestimación que se tenía del ejército ruso entre distintos círculos de analistas y profesionales. Pero, conforme han pasado los meses, ello está siendo cada vez más evidente con enormes repercusiones para muchos otros temas en el globo. Considere usted este evento de la última semana: Aprovechando los misiles de alta movilidad que EU ha proporcionado a Kiev (los HIMARS), el ejército ucraniano atacó un edificio que alojaba a cientos de soldados rusos (y probablemente también municiones) en el este ucraniano, una antigua escuela vocacional. Moscú no solo cometió el error de no dispersar a esa cantidad de tropas, muchas de las cuales, según se ha reportado, eran soldados apenas reclutados en la movilización masiva del Kremlin, sino que falló en imponer la disciplina requerida para que éstos no emplearan sus celulares como lo han estado haciendo continuamente a lo largo de estos meses. Así, Kiev detectó fácilmente la concentración de señales y atacó con precisión el sitio. El resultado fueron decenas o probablemente cientos de soldados rusos muertos en un solo evento.
5. Lo anterior nos lleva a dos tipos de efecto que el Kremlin está siendo incapaz de esquivar. El primero tiene que ver con lo interno, las críticas y la potencial erosión al respaldo por la guerra. Esto, sin embargo, debe ser evaluado con cautela puesto que muchas de las críticas no se expresan a causa de haber iniciado la invasión—una “operación militar” que la mayoría de la sociedad rusa percibe altamente justificada—sino por la forma como esta guerra se está librando. La respuesta que, hasta ahora, ha ofrecido Putin, lejos de capitular y retirarse, ha sido exhibir fuerza, determinación y continuar escalando.
6. El segundo efecto tiene que ver con el impacto en la imagen que se había construido de Rusia a lo largo de las últimas dos décadas. Debo confesar que en la mayoría de análisis militares que recibimos, la sorpresa no para. Moscú ha cometido errores de manual, ha exhibido una falta de preparación, de coordinación, de capacidad para combatir, de comando y control, de logística, lo que, sumado a la falta de motivación en sus soldados, le convierte en un ejército incapaz de sostener sus aspiraciones de superpotencia global. El ejército ruso, en pocas palabras, está siendo tomado cada vez con menor seriedad, lo que debilita cualquier declaración o amenaza por parte de Putin. Esto a su vez, alimenta en el presidente ruso, su determinación por enviar un mensaje completamente contrario a esa percepción, lo que también ha contribuido a su decisión se seguir escalando, a continuar con los bombardeos masivos, con el desgaste, con mayores movilizaciones y reclutamientos (incluidos, por ejemplo, reclutamientos de personas presas), intentando mostrar que Rusia quiere y puede seguir resistiendo todo lo que haga falta, pues no se puede permitir la derrota.
7. Los factores anteriores nos llevan a concluir que no hay por ahora condiciones para detener las hostilidades y que, si ello llegase a ocurrir, probablemente sería solo por sacar ventaja de alguna pausa o tregua temporal (como sucede con la propuesta rusa de cese al fuego de 36 horas por la Navidad ortodoxa). Ambas partes se encuentran en un punto en el que sienten que necesitan y pueden continuar combatiendo para conseguir sus fines. Del lado ucraniano, los fines consisten en recuperar la totalidad de su territorio y sus garantías de seguridad (si existe o existía la posibilidad de negociar parte de ese territorio, a medida que han transcurrido los meses y que el ejército ucraniano ha demostrado sus capacidades, esa posibilidad ha claramente disminuido). Del lado ruso, los objetivos tácticos tienen que ver con preservar una buena porción el territorio ucraniano. Esto incluye no solo Crimea y parte del Donbás, sino al menos, un corredor que conecte por tierra a Rusia con esa península. Sus objetivos estratégicos consisten en asegurar un círculo de seguridad y garantías por parte de la OTAN. No se vislumbra por ahora, y probablemente por varios meses más, que alguna de las partes esté cerca de conseguir lo que se propone.
8. Muy probablemente, transcurridas algunas semanas, y conforme el invierno comience a ceder, veremos enormes esfuerzos por parte de Ucrania por reventar esta fase de desgaste y retomar sus ofensivas. Del lado ruso, se ha buscado proyectar un mensaje de que también Moscú estaría planeando nuevas ofensivas. Habrá que evaluarlo en su momento.
9. Por último, si efectivamente la guerra continuará su curso por (al menos) varios meses más, habrá que considerar que su impacto en distintos rubros del entorno global, también se prolongará. Esto incluye la contribución de esta guerra a las múltiples crisis simultáneas: la energética, la alimentaria, la de escasez e inflación, entre otras. Adicionalmente, vemos la continuación de presiones políticas que pondrán a prueba la unidad de Occidente, los permanentes riesgos a la seguridad internacional debido a un conflicto que no terminará pronto, el cual involucra a una potencia nuclear con su determinación a no perder, además de otro tipo de efectos como la continuación de las tendencias en el armamentismo, en los despliegues militares en distintas regiones y la vulneración de la confianza en el sistema de derecho e instituciones internacionales para resolver conflictos entre países.
Queda claro, por tanto, que seguiremos escribiendo de este tema con frecuencia.
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