“Si uno de los lados puede disparar y el otro lado no puede disparar de regreso, el lado que no puede disparar de regreso pierde”. Así de simple lo puso el General Cavoli, el comandante del Ejército de los Estados Unidos en Europa y África. Su planteamiento resume lo que para Ucrania han representado estos últimos meses. Tras el fracaso de su contraofensiva del 2023, el momento actual para Kiev está marcado por resistir, por mantener las líneas del frente, por conservar la moral, por defender su narrativa de eventual victoria frente a la dominante narrativa que habla de su inevitable fracaso e incidir con ello en la toma de decisiones de sus aliados, cada vez más afectadas por ésta última. Tres temas materiales y un tema político exhiben su situación actual: materialmente, su disparidad ante Rusia en cuanto a municiones de artillería, su urgente necesidad de soldados en el frente, y la falta de defensas antiaéreas. Políticamente, su dificultad para mantenerse relevante (con todo lo demás que está pasando en el mundo, por ejemplo, en Medio Oriente) y sobreponerse a la fatiga que el tema ucraniano ha producido. Del lado ruso, en cambio, lo que hay es el aprovechamiento de todas esas circunstancias para comunicar que el tiempo opera a su favor, que mientras más meses transcurran, peor para Ucrania y sus socios, y que, por tanto, vale más la pena ya sentarse negociar con Putin con seriedad. En estos apuntes actualizamos el análisis:
1. Como recordatorio, la primera fase de esta guerra fue la ofensiva relámpago rusa en febrero del 2022 sobre tres fronteras del territorio ucraniano buscando tomar velozmente el control de la infraestructura militar y política del país. Ello fracasó y dio pie a una segunda fase: el repliegue ruso de la zona de Kiev y su concentración en el este y el sur con algunas ofensivas relativamente exitosas para Moscú. La tercera, en el otoño del 22, fue una fase de contraofensivas ucranianas mediante las que ese ejército recuperó una parte del territorio que Rusia había conquistado, concretamente en el noreste y en el sur. En la cuarta fase, la fase del invierno del 22 al 23, Rusia reposicionó sus líneas de defensa hacia atrás, enviando a decenas de miles de tropas para la defensa de esas líneas, cavando trincheras, construyendo barricadas y apostando por el desgaste invernal que dificultaba cualquier operación. Paralelamente, Rusia se mantuvo bombardeando la infraestructura civil y energética de Ucrania. La quinta fase sobrevino con la primavera del 23 y consistió en ofensivas y contraofensivas tanto por parte de Rusia como de Ucrania. En especial, la contraofensiva ucraniana que inició en junio con altísimas expectativas por parte de Kiev y de Occidente, y que terminó hacia el otoño e invierno pasados sin haber cumplido con esas expectativas.
2. La actual sexta fase se caracterizó inicialmente por una dramática disminución de la cobertura mediática del conflicto a causa de la emergencia de otros temas como la guerra en Medio Oriente y también a falta de “noticias” o “novedades”, una escasa atención de audiencias de todo el globo quienes incluso llegan a preguntar “¿Sigue la guerra en Ucrania o ya terminó?”, pero a la vez, un desgaste de sectores amplios en sociedades occidentales, sectores que crecientemente se rehúsan a continuar fondeando el esfuerzo ucraniano para recuperar su territorio. En el terreno de la guerra, lo que ya se observaba hacia enero del 24 era una estabilidad en las líneas de defensa que no retrataba los cruentos y mortíferos combates que suceden a diario. A pesar de esos combates cotidianos, si comparamos las líneas del frente de hace un año con las actuales, los cambios son menores. No obstante, a medida que pasaron las semanas, Rusia ha venido empujando en dichas líneas del frente consiguiendo algunas victorias y avanzar posiciones, presionando a Ucrania en al menos cinco puntos mayores y otros menores.
3. Al respecto, como ya lo dijimos, lo que marca la etapa actual es la vastísima superioridad rusa en términos de tropas y municiones. Para ser claros, esto no es algo nuevo, el ejército ruso supera al ucraniano en esos rubros desde el inicio de la guerra, lo que se ha hecho notar de manera clave en momentos específicos. Pero en la etapa 6 de la guerra, esta superioridad se ha acrecentado, esencialmente por dos factores: (a) el desgaste de las tropas ucranianas y su lentitud en reabastecer las líneas del frente, y (b) la dramática disminución del apoyo de los aliados de Ucrania y lo que eso ha implicado en escasez de armamento.
4. Así, dependiendo los reportes que se lean, Rusia está operando con entre 5 y 10 veces más hombres y municiones de artillería que Ucrania. Cualquiera que sea el número exacto, bajo esas condiciones resultaba imposible que Ucrania pudiera resistir sin descalabros, no digamos ya pensar en nuevas contraofensivas para recuperar su territorio. De hecho, una de las mayores previsiones para lo que resta de este año consiste en el próximo incremento de ofensivas rusas con el objeto primero, de recapturar partes del territorio que Ucrania le arrebató en 2022 y, segundo, lograr incluso mayores avances. Del lado ucraniano en cambio, el objetivo de este año se limita a poder conservar las líneas del frente lo más cercanas a como hoy se encuentran.
5. Todo esto debe leerse con matices. Finalmente, el Congreso estadounidense ha avanzado la legislación tan esperada por Kiev que le autoriza 60 mil millones de dólares de ayuda (cantidad que se suma a otros miles de millones provistos por otros aliados de la OTAN), un oxígeno que resultará fundamental en conseguir los objetivos que señalo. Además de ello, Zelensky ha firmado ya la legislación, autorizada por su parlamento, que modifica las normas acerca del reclutamiento y movilización (como, por ejemplo, disminuir la edad de quienes son reclutados de 27 a 25 años), con lo que se espera que Kiev consiga enviar al frente a cientos de miles de hombres más, lo que le permitirá desmovilizar a tropas altamente exhaustas. Aún así, por lo pronto, la expectativa de Occidente no está en que Ucrania consiga mayores avances en este 2024, sino que logre resistir. Por comparación, considere usted que Rusia está ejerciendo un gasto militar equivalente al 5.9% de su PIB; Ucrania está gastando el 37% de su PIB en presupuesto militar lo que le impone una carga mucho más alta (SIPRI, 2024).
6. Esta situación ha tenido enormes efectos en la narrativa (es decir, en el sistema de historias que se cuentan acerca de esta guerra) y, por tanto, en lo político. Quizás el relato mayor compartido no solo por el trumpismo en EU, sino en muchos otros sitios, consiste en que cualquier ayuda adicional para Ucrania no es más que una aspirina que posterga el desenlace inevitable. El ejército ucraniano, dice este relato, ha conseguido enormes victorias a lo largo de la guerra. La primera de ellas fue resistir el shock y la ofensiva rusa sobre Kiev, luego, el logro de replegar a Rusia de sus posiciones, exhibiendo las debilidades rusas al por mayor, reuniendo a una alianza de países en contra de Moscú para golpearle económica y diplomáticamente, hasta el punto de sumar nuevas y cruciales membresías a la OTAN como Suecia y Finlandia. Pero todo ese esfuerzo, energía y elevada moral, no alcanzan para derrotar a la superpotencia y a su capacidad de adaptarse a las circunstancias. Esta guerra, dice esa narrativa, no puede tener como meta el expulsar a Rusia del 100% del territorio de Ucrania como lo demanda la sociedad de ese país (75% de ucranianos así lo siguen exigiendo). Así que seguir otorgando a Kiev miles de millones de dólares de pagadores de impuestos de sociedades occidentales ha dejado de ser racional y se requiere entrar a una negociación seria con Rusia la cual, inevitablemente, implicará efectuarle concesiones territoriales.
7. Esta narrativa o versiones similares siguen siendo sostenidas por amplios sectores en EU (lo que puede corroborarse con la mayoría republicana que rechazó el paquete de ayuda a Ucrania, solo aprobado con el apoyo demócrata) así como en otros países miembros de la OTAN, y ha venido creciendo con el tiempo. Podemos esperar que, de seguirse prolongando la guerra como hasta ahora, y, especialmente si Rusia se mantiene avanzando posiciones por pocas que estas sean, el respaldo hacia ese relato o variaciones del mismo, seguirá creciendo, mucho más si Trump (quien ha dicho que ya tiene una ruta para rápidamente terminar con esta guerra) gana la presidencia, pero incluso si no es el caso. Recordemos que los consejos a Zelensky de negociar se han hecho presentes en distintos momentos de la administración Biden, quizás el más notable a través del ex jefe del Estado Mayor Conjunto en EU, el general Milley, quien predijo con certeza, desde el 2022, que Ucrania no conseguiría avances mayores en su contraofensiva del 23 y que era mejor negociar bajo la posición de fuerza que había adquirido en aquel 2022.
8. Este contexto también ha tenido un muy importante impacto en la narrativa de Putin, quien la ha hecho explícita a través de entrevistas, discursos y publicaciones varias. Desde su visión, a Occidente le ha quedado ya claro que Rusia no puede ser derrotada. Independientemente de tropiezos varios, Moscú ha demostrado que tiene capacidad de adaptación, que su economía ha sido resiliente, que cuenta con alianzas internacionales sólidas, que tiene suficiente población como para seguir reabasteciendo sus líneas del frente tanto tiempo y tantas veces como sea necesario, y que cuenta con capacidad industrial (incluso asistida por varios de sus aliados) que supera con creces cualquier cantidad de armamento que sea provisto a Kiev. Por tanto, solo es cuestión de tiempo para consolidar su estrategia central: fragmentar, desgastar y asfixiar a Ucrania, y con ello, a sus aliados para, eventualmente negociar bajo condiciones favorables, si no todos, al menos una buena parte de los objetivos estratégicos que le motivaron a lanzar su “operación especial”.
9. A esta narrativa se suma, una vez más, la guerra psicológica que ha representado la amenaza nuclear a lo largo de estos años. Jim Sciutto, periodista de CNN, documenta en un libro reciente que el riesgo del uso de armas nucleares por parte de Rusia hacia el 2022 fue absolutamente real, y fue solo detenido por la intervención de India y China (en mi libro sobre Ucrania utilizo fuentes rusas que así lo corroboran). Al margen de si estos reportes pueden o no verificarse, lo que sí se puede observar es que, cada vez que Putin lo considera necesario, vuelve a poner sobre la mesa la idea de que Rusia no descarta el uso de armas nucleares si sus intereses vitales son amenazados.
10. Fuera de la veracidad o plausibilidad de discursos como ese, la parte que sí conocemos es que los servicios de inteligencia y defensa de distintos países miembros de la OTAN han estado enormemente activos en resaltar la idea de que Rusia se está preparando para un conflicto armado con la OTAN dentro de tres a diez años. Eche ojo a los últimos ejercicios militares de esa alianza ocurridos justo en estos días, los mayores de su tipo en años. Esto refleja no necesariamente una “realidad”, sino el deseo de esos actores de publicitar esa otra narrativa para conseguir efectos políticos que estiman indispensables, como, por ejemplo, blindar la solidez de la OTAN ante cualquier potencial amenaza por parte de algún mandatario como Trump.
En cualquier caso, para un sector político en Occidente, no hay alternativa sino seguir sumando la fuerza, desplegar esa fuerza, y mostrar la disposición a emplearla. Para otro sector político en cambio, lo más racional es sentarse a negociar con Moscú bajo las circunstancias de la realidad actual. Hay muchos más temas, pero hasta acá dejo el resumen actualizado por ahora. Seguimos atentos.
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