Desde Jonuta, Tabasco, la presidenta Sheinbaum se pronunció contra la violencia, porque en la marcha de ayer hubo jóvenes que quitaron las vallas que protegían el Palacio Nacional y rompieron vidrios. “No a la violencia”, dijo con mucho vigor la titular del Estado mexicano.
Eso mismo dijeron los manifestantes de ayer: No a la violencia que está matando y desapareciendo jóvenes. No a la violencia de los feminicidios y de la trata de personas. No a la violencia de las extorsiones y las amenazas del crimen organizado. No a la violencia de quienes fijan precios a las cosechas a cambio de un aliento de vida. No a la violencia de los asaltos, los secuestros y los robos en las carreteras del país. No a la violencia de la corrupción que medra con nuestro petróleo y con nuestros bienes. No a la violencia de los grupos criminales protegidos por el Estado, como en Tabasco. No a la violencia política que ataca a quienes defienden la ley, el territorio, el medio ambiente, los derechos fundamentales. No a la violencia del partido hegemónico que incluye o excluye del “bienestar”, respectivamente, a quienes se someten o lo critican. No a la violencia de la censura y la difamación a los medios y a quienes publican sus opiniones de buena fe. No a la violencia de las mentiras, las verdades a medias y la opacidad. No a la violencia del contubernio con quienes obedecen, o callan o repiten los mantras del gobierno, mientras denuestan y estigmatizan a quienes piensan con libertad. No a la violencia de la destrucción del Estado, de los derechos, de las instituciones.
Tiene razón, presidenta: No a la violencia.
Mauricio Merino

