“La No violencia es la mayor fuerza a disposición de la humanidad”.
-Mahatma Gandhi
¿Estamos bien como estamos? ¿Nos sentimos a gusto alejados entre nosotros, desconfiados, confrontados?
Con el impulso del simbolismo patriótico que septiembre nos ofrece, reflexionemos sobre el tipo de relación social y política que queremos entre nosotros, mexicanas y mexicanos.
Como nación enfrentamos los problemas y desafíos de nuestro tiempo, tal como ha correspondido a cada generación durante los 204 años de vida independiente. Este es nuestro momento y nuestra responsabilidad. La pregunta ahora es si estamos enfrentando estos retos con el mínimo de diálogo y respeto que se requiere.
Escenarios reales y virtuales atestiguan la facilidad con la que estamos abandonando el diálogo para pasar a la diatriba y luego al insulto e incluso saltar de la violencia verbal a la agresión física. Cuidado, se corre el riesgo de pasar del desacuerdo al ataque sin escalas.
Inflamables por definición, las redes sociales prenden de inmediato y escasean los bomberos. Los hay, desde luego. Tanto en el mundo fáctico como en el digital hay voces que optan por las ideas y los argumentos y aceptan escuchar voces distintas. Pero por ahora son más, o hacen más ruido, quienes de buena o mala fe entran en una dinámica de contienda continua desde la que se considera que cualquier palabra en contra es embestida, difamación, ataque artero, o como se diría siglos atrás, un reto a duelo.
En ello se nos va mucho tiempo. Necesitamos sumar para construir, con nuestras diversas capacidades y perspectivas, y en un entorno internacional inestable, un México más sólido en equidad, paz, seguridad y desarrollo.
Pareciera que hemos puesto en pausa nuestra capacidad de diálogo y acuerdo. Hablamos más de lo que escuchamos. Creemos más en el poder del grito que en el de la palabra. Enarbolamos convicciones que no admiten consideraciones ni matices. Los insultos están arrinconando a las ideas, las descalificaciones a las razones, los agravios a los argumentos. Esta discursiva sin diálogo real afecta nuestra convivencia e impide que nuestro potencial como país se materialice.
Busquemos las oportunidades que nos brindan los acuerdos y el esfuerzo conjunto para hacer frente a los desafíos globales e internos. Juntos podemos avanzar más en rubros que requieren de atención amplia y consistente y que todos identificamos como prioritarios: pobreza, empleo, delincuencia, salud, inversión, entre otros.
Así como frente a los desastres naturales solemos unirnos y cuando lo hacemos salimos fortalecidos, hagámoslo también ante los desafíos y oportunidades que hoy tenemos, lo que nos corresponde como mexicanas y mexicanos, pues nadie vendrá, ni queremos que venga, a resolver lo que solo a nosotros compete.
En todo momento, pero más en tiempos de discursos y redes encendidas, es necesario recurrir al temple y la serenidad y restituir el diálogo y la unidad sustantiva.
Empecemos por lograr que estos dos potentes recursos de los pueblos, la unidad y el diálogo, estén cada vez más presentes en la conversación pública, como una ruta viable hacia el futuro.
El medio y el fin pueden estar a la misma altura, en similitud a lo que afirmaba Martin Luther King: “Paz no es solamente una meta distante que buscamos, sino un medio por el cual llegamos a la meta”.
Especialista en derechos humanos. @mfarahg