Decía Baltasar Gracián “el sabio es eterno y si este no es su siglo, otros lo serán”. Así parecen pensar muchos de la mal llamada 4T. Los debates que se han dado en las Cámaras en estos cuatro años por parte del oficialismo no son sólo el producto de la idolatría ciega que reina en esa facción, sino de la atribución de cualidades proféticas a su líder. Para el partido en el poder, AMLO no se puede equivocar. Es como si tuviera cierto poder epistémico que escapa al común de los mortales. En los últimos días esta cualidad llegó a niveles insospechados.

Los que ayer se tomaban fotos con carteles para desmilitarizar al país, que denunciaban las prácticas de Peña y Calderón en materia de seguridad pública por utilizar al ejército, y que, además, juraron guardar y hacer guardar la Constitución, votaron de manera unánime por pasar el control operativo y administrativo de la Guardia Nacional (GN) a la Sedena y, de esta manera, violaron de forma desfachatada lo que antes defendían. Todo porque su líder así lo dispuso. No importan las razones, no importa el diagnóstico, ni que fuera abiertamente inconstitucional lo que hicieron. Lo único que importa es lo que AMLO mandate.

El problema es profundo. La semilla del fanatismo encuentra tierra fértil cuando se le transfieren cualidades divinas al líder. Para sus seguidores AMLO encarna no sólo a un mandatario, sino a un profeta. Él cree que ve —y sus fieles seguidores también— lo que nadie más puede ver: el futuro. Por eso no se equivoca. No hay forma de refutarlo con la prueba de los hechos porque si no tiene razón hoy, la tendrá mañana. En palabras de Carlos Peña “El fanático se parece al creyente, porque ambos creen en un futuro que se acerca y que ellos son capaces de ver y se esmeran en enseñar a los demás. La diferencia entre ambos es que el creyente se apoya en la fe y en algo que él sabe es un misterio; en tanto, el fanático se afirma en una convicción total, la misma que le lleva a decir que no hay nada capaz de refutar lo que él cree o piensa, porque lo que cree o piensa es relativo al futuro y no a los hechos del presente”.

Así AMLO tiene la capacidad de avistar el porvenir. En ese futuro que él avizora la presencia de las fuerzas armadas en las calles será la solución a nuestros problemas de seguridad pública, cuando hoy la realidad nos dice todo lo contrario: hoy hay más militares en las calles y el crimen organizado se muestra más fuerte que nunca. Pero siempre quedará la esperanza en el futuro, en ese futuro que sólo él ve. Parafraseando a Fidel: AMLO está convencido que la Historia lo absolverá.

Y mientras la Historia lo absuelve, los simples mortales tenemos que seguir viviendo con miedo, enterándonos de masacres, asesinatos y notando cómo el crimen organizado se inserta en cada resquicio de nuestra vida cotidiana. Pero nada de esto importa porque AMLO ya decretó que el futuro será mejor. Para él, “estamos mal, pero vamos bien”, requetebién.

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Abogado y analista político
@MartinVivanco

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